Décimas

UNA fe con testimonio

del pecado original

tendrá, alma virginal,

la noche del matrimonio.

No divise a Marco Antonio

Tácito, que vas perdida;

llora mucho por tu vida,

cena poco por tu alma,

y para ganar la palma

o haya lámpara encendida.

Ten tu lecho conyugal

con su mancha de artificio,

penitente sacrificio

sobre el ara original;

haya suspiro mortal,

y si Adán cogiera a Eva,

que toda fruta se prueba

en el jardín de la vida

dile con ansia afligida:

—Ay, señor, ¿dónde me lleva?

Si la piadosa madrina

al tálamo te llevare

y al esposo llamare,

dile: —Señor, no soy digna;

mas si el pobre determina

no parecer impotente,

dile con mucho dolor:

—Misericordia, Señor,

que soy cordera inocente.

Que con esto y con callar,

suspirar y presumir,

llorar, dudar y gemir,

el pobre la ha de tragar;

y si no quiere pasar

el agosto por abril,

para aliviar tu fortuna

di: —No hubo virgen ninguna

después de las once mil.

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