El abad y el monje

REPRENDÍA un abad a un perezoso

monje que a los maitines no asistía,

y con ásperas voces le decía:

—¿Qué efecto, hermano, tan escandaloso

producirá en cualquiera religioso

su negligencia? Copie lo que hacía

todo un rey, un David. ¡Con qué alegría,

con qué afecto tan tierno y fervoroso

a medianoche el lecho abandonaba

para orar al Señor!

—Sí, bueno, bravo;

no hay diferencia, el monje replicaba.

—¿Y cuál?, ninguna. ¡La pregunta alabo!

¿Cuál?, que David volvía y se encontraba

con Micol, yo me encuentro con mi nabo.

Índice alfabético >>