Las penitencias calculadas

VA a consultar a un padre jubilado

un joven frailecito,

de confesor ya aprobado,

y empieza el pobrecito

diciendo: —Yo quisiera

que Su Paternidad norma me diera

de aplicar penitencias competentes

a toda calidad de penitentes,

porque a las veces se me ofrece el caso

de no saber salir, padre, del paso.

—No se aflija por eso; tome y lea,

que en este papel va lo que desea.

Toma, se inclina y parte presuroso

con muy grande alegría,

y el manuscrito examinando ansioso

encuentra que su título decía:

«Lista de penitencias calculadas».

Acelerando entonces las pisadas,

a su confesionario marchó ufano

sin dejar el cuaderno de la mano,

y, según la tarifa, exactamente

va despachando a todo penitente.

Un quídam llega en esto y dice: —Padre,

yo tengo una comadre

alegre y juguetona de costumbre

y hallándola ayer sola,

el diablo, que no huelga, aplicó lumbre…

y por tres veces hice carambola.

El fraile, oyendo tal, baja la vista

y busca «carambolas» en su lista;

y ve que manda: «Al par de carambolas,

pues no es de general que vayan solas

y hacer dos es corriente y ordinario,

corresponde una parte de rosario».

Pierde entonces la flema

ante lo inesperado del problema:

pues siendo tres, dos partes no les cabe;

una es poco, y así qué hacer no sabe.

Pónese a discurrir y determina

una idea fácil y peregrina:

—Vaya, le dice, y busque a su comadre,

y que el hecho le cuadre o no le cuadre,

la cuarta carambola hágale al punto,

y por ésta y las otras de por junto,

con mucha devoción y gran sosiego,

dos partes de rosario rece luego.

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