UNA soltera muy escrupulosa
casarse rehusaba,
y decía a su madre que pensaba
que hacer la mala cosa,
aun después de casada, era pecado.
Un bigardón del caso fue informado
y habiéndose en la casa introducido
y hallándose querido,
pidió a la niña luego en casamiento.
Ella el consentimiento
dio con la condición de que tres veces
en la primera noche se lo haría
por ponerla corriente, y seguiría
luego una sola vez todos los meses.
Hízose al fin la boda
y, de la noche ya llegado el plazo,
la muchacha tres veces, brazo a brazo,
sufrió, sin menearse, la acción toda.
Concluyó el fuerte mozo su trabajo
y durmiose cansado; ella, impaciente,
andaba impertinente
volviéndose de arriba para abajo,
hasta que él acabó por despertarse
y huraño dijo: —¡Hay tal cosquillería,
que por dos veces ya me has despertado!
Y ella exclamó, acabando de arrimarse:
—¿Me quieres dar un mes adelantado?