Capitulo 68

Los padres salesianos de Punta Arenas tenían un museo más importante que el de Río Grande. Lo que se llevaba el galardón era una vitrina que contenía la foto de un joven sacerdote italiano de expresión intolerante, la piel curtida de una nutria marina y la descripción de cómo ambos se habían reunido:

El 9 de septiembre de 1889, tres alakalufs de los canales visitaron al padre Pistone y le ofrecieron la piel de nutria marina que ahora se conserva en el museo. Mientras el padre la examinaba, un indio blandió un machete y le asestó un golpe tremendo en la parte izquierda de la mandíbula. Los otros dos se abalanzaron inmediatamente sobre él. El padre forcejeó con estos ejemplares de Homosilvestris, pero su herida era grave. Falleció al cabo de varios días de agonía.

Los asesinos habían vivido siete meses en la misión, donde los salesianos los habían amado y cuidado como si fueran hijos adoptivos. Pero el atavismo, la ambición y los celos los impulsaron al crimen. Una vez perpetrado el hecho, huyeron. Algún tiempo después volvieron y, en contacto con Nuestra Religión, se civilizaron y se convirtieron en buenos cristianos.

En unas vitrinas de caoba se alzaban las efigies de los indios, confeccionadas con yeso pintado y de tamaño natural. El escultor les había adjudicado facciones simiescas que contrastaban con la almibarada serenidad de la Virgen de la capilla de la misión situada en la isla Dawson. Los más tristes entre todos los objetos exhibidos eran dos ejercicios escolares asentados en sendos cuadernos y las fotografías de los niños de aspecto espabilado que los habían escrito:

EL SALVADOR ESTUVO EN ESTE LUGAR Y YO NO LO SABÍA CON EL SUDOR DE TU FRENTE TE GANARÁS EL PAN QUE COMES

De modo que los salesianos habían captado la importancia del versículo 3:19 del Génesis. La Edad de Oro terminaba cuando los hombres dejaban de cazar, se instalaban en viviendas fijas e iniciaban la rutina cotidiana.