En primer lugar, me gustaría dar las gracias a mi marido, Jared Jess-Cooke. Las parejas sufren mucho durante el proceso de escritura de un libro, y no sólo porque ven a la persona amada convirtiéndose cada vez más en un zombi. Amor mío, gracias por tu paciencia, por los chistes de Alex y por aguantarme mientras escribía este libro, y por tu apoyo permanente.
Me considero muy afortunada por tener una agente y una editora maravillosas. A mi fabulosa agente, Madeleine Buston, un respetuoso saludo de kung-fu, mi cariño y mi agradecimiento por recordarme que hiciera caso a mi instinto y por ser capaz de ver lo bueno cuando yo sólo veía lo malo… Te estoy eternamente agradecida por estar a mi lado. Asimismo quiero dar las gracias al equipo de Darley Anderson por todo lo que hacen. A mi editora, la fantástica Emma Beswetherick: gracias por tu contagiosa pasión, por tu esmero en los detalles, por tu brillantez… y por tus toneladas de humor. Eres simplemente maravillosa. Mi más sincero agradecimiento a Lucy Icke por sus valiosas sugerencias. Y también a Jo Dickinson y a todo el personal de Piatkus and Little, Brown, por sus ánimos.
Las investigaciones que he llevado a cabo para este libro han suscitado en mí un gran respeto por todas las personas que se ocupan de la salud mental de niños y adolescentes en el Reino Unido, sobre todo en Irlanda del Norte. En este sentido, estoy en deuda con el doctor Marinos Kyriakopoulos, que me ayudó muchísimo en mis dudas sobre la esquizofrenia precoz y que fue tan generoso como para leer no uno sino dos borradores de este libro. También quiero dar las gracias al doctor Stephen Westgarth por su ayuda y sus consejos sobre trastornos psicóticos infantiles; a la doctora Aditya Sharma por su generosidad y su perspicacia y a Helen Stew por su información sobre asistencia social. Todos los errores, incluidas mis deliberadas digresiones de la realidad de los hechos en aras de la ficción, son cosa mía. Gracias al talentoso Peter Tickell por haberme ayudado en la transcripción de mi composición «Canción de amor para Anya». También quiero dar las gracias a Sae Sae Norris por ser una amiga de verdad.
Todo mi amor y mi agradecimiento para mi familia por su apoyo, especialmente a mi suegra, Evita Cooke, que siempre estuvo ahí para cuidar de mis hijos, aun cuando se lo pidiera en el último momento. Tener a alguien dispuesto a dar de comer, bañar y meter en la cama a los niños cuando yo estaba embarazada de nueve meses y batallando por terminar el primer borrador de este libro fue un verdadero, y típico, acto de generosidad y bondad.
Un cálido agradecimiento a los lectores, cuyos amables correos electrónicos, a menudo titulados «¡Sigue escribiendo!», llegaban oportunamente a mi bandeja de entrada cuando más ánimos necesitaba. Finalmente, quiero dar las gracias a mis pequeños, Melody, Phoenix y Summer. Los tres sois la mayor inspiración de mi vida.