Capítulo 13

En el que nuestro protagonista pronuncia amenazas que no puede ejecutar y hace promesas que no piensa cumplir, además de poner su destino en manos de los poderes superiores y no sorprenderse de cómo responden.

Los otros gnolls miraron a Charka y el enorme gnoll les contestó airado en algún idioma de los pantanos que Toede no supo interpretar. Charka, envuelto en un amplio lienzo de armadura acolchada que podría haber servido para hacer sábanas para cincuenta kenders, con un ancho cinturón y una espada colgándole del costado, tenía un aspecto aún más impresionante que la vez anterior. Entre las orejas de hiena, lucía un casco de acero adornado con una sola gema de color rojo sangre.

Lo que fuera que había dicho Charka surtió efecto, porque levantaron a Toede y lo arrastraron a saltos hasta el roble. Allí, otros nobles tenían a Groag inmovilizado a punta de lanza. Toede se fijó en los jirones en que había quedado convertido su petate y dedujo que los esbirros de Charka habían practicado una cesárea para sacar a Groag, probablemente después de que éste se envolviera en él con la esperanza de que los atacantes pasaran de largo.

Debía de haber unos treinta gnolls, todos ellos con armaduras acolchadas claramente más gastadas y menos vistosas que la que llevaba Charka. Por lo visto, Charka tenía derecho a las telas más nuevas y de mejor calidad, lo que indicaba una posición en la tribu que no era evidente la primera vez que se encontraron.

Los gnolls arrojaron a Toede contra el tronco del árbol, junto a Groag, y apuntaron las lanzas hacia los dos.

—¿Amigos tuyos? —murmuró Groag.

—Nos conocemos —dijo Toede con voz queda y añadió—: He oído un ruido y he salido a investigar.

—¿Y te has llevado los caballos para que no se sintieran solos? —sugirió Groag. Sin mirarle, Toede podía imaginar el arco que describían sus cejas.

Charka se acuclilló frente a los dos hobgoblins.

—Charka quiere saber —dijo—. ¿Dónde consigues caballos?

Toede le respondió con la sonrisa más amplia de que era capaz con una docena de gnolls bien armados a su alrededor y preguntó:

—¿Charka mata Bartha?

La mandíbula de Charka se ensanchó en una alegre sonrisa que a Toede le recordó la de un perro de caza que acaba de zamparse un pato.

—Charka mata Bartha. —El rostro del gnoll, sin embargo, enseguida volvió a adoptar una expresión más sombría—. ¿Dónde consigues caballos?

Toede vaciló viendo que las lanzas de los gnolls se acercaban unos centímetros. Groag carraspeó y las lanzas se retiraron un poco.

—Pertenecen a unos humanos —dijo Toede en el tono más neutro posible—. Son prestados.

—Son propiedad de Trujamán, el Jefe de los Investigadores —intervino Groag—. Estamos bajo la protección de los humanos y tendréis graves problemas si algo llegara a… ¡Ay!

El entrecejo de Charka había empezado a fruncirse en el mismo momento en que Groag había abierto la boca y la piel de su frente se iba arrugando por momentos, hasta que hizo una señal con la mano y uno de los gnolls clavó la lanza en el tronco, justo al lado de la cabeza de Groag, lo que explica el «¡ay!».

—Creo que prefieren que sea yo quien dé las explicaciones —dijo Toede en voz baja.

—Creo que tienes razón —jadeó Groag intentando que la sangre le volviera a la cara con la única ayuda de la concentración mental—. Sigue.

—Caballos de humanos —dijo Toede señalando las monturas para reforzar el efecto. Viendo, por los gestos, que ninguno de los gnolls le atravesaba con la lanza, intentó ponerse en pie—. Humanos poderosos —añadió.

Unos cuantos gnolls gruñeron, pero Charka hizo un ademán de rechazo, y se callaron al momento. Impresionante.

—¿Humanos poderosos? —preguntó Charka—. ¿Músculos y espadas?

Groag dejó escapar un bufido tan involuntario como inconveniente y Toede se maldijo para sus adentros por no haber dejado la zona cinco minutos antes. Por lo visto, Charka no se había percatado del bufido, porque preguntó:

—¿Humanos en bosque de piedra?

Toede ladeó la cabeza.

—¿Eh? —preguntó intentando no sonreír.

—¡Bosque de piedra! —gritó y movió las manos, peludas y provistas de fuertes garras, describiendo una línea vertical que parecía indicar que se refería a los árboles—. Bosque de piedras altas. Dibujos. ¡Bosque de piedra!

—Ah —dijo Toede—. Bosque de piedra. Sí, humanos en bosque de piedra.

Charka puso mala cara.

—Bosque de piedra tabú. Todos los que ven deben morir. Humanos. Caballos. Tú.

—Sabía lo que venía a continuación —musitó Groag—. Llámalo premonición, pero lo sabía.

—Si no te importa, estoy intentando salvar nuestras vidas —le cortó Toede.

—Adelante. Hasta ahora lo has hecho muy bien.

Toede decidió que debía haberse ido, no cinco minutos sino diez minutos, antes de la llegada de los gnolls y dijo:

—Charka no quiere matar humanos. Humanos poderosos hechiceros.

—¿Eh?

—Hechiceros —repitió Toede devanándose los sesos en busca de sinónimos—. Poseedores de magia. Magos. Taumaturgos. Clérigos con yuyu. Charlatanes. Chamanes…

Finalmente, algo pareció penetrar en el cráneo del gnoll.

—¿Yuyu? ¿Humanos tienen gran yuyu?

—Enorme yuyu —dijo Toede asintiendo con la cabeza—. Humanos buscan más yuyu en bosque de piedra. Se enfadan si gnolls los molestan.

Charka se balanceó sobre los talones, absorto en sus pensamientos. Toede casi podía ver el humo que le salía de las orejas puntiagudas por el esfuerzo que el razonamiento requería de su cerebro.

—Humanos en bosque de piedra… humanos deben morir. Humanos tienen gran yuyu… humanos matan gnolls.

Toede vio mentalmente cómo la moneda giraba en el aire. Entones, Charka sonrió.

—Charka piensa tú mientes, Rey de las Pequeñas Ranas Secas. Si humanos tienen gran yuyu, humanos atacan gnolls primero.

—Increíblemente lógico —comentó Toede exclusivamente para los oídos de Groag. A Charka, le dijo—: A humanos no importan gnolls. A humanos importa bosque de piedra. Si gnolls atacan humanos, a humanos importan gnolls. Humanos matan gnolls.

Hubo otra pausa, durante la cual Charka procesó la última serie de informaciones, meditando por espacio de más de dos minutos. Toede se representó las dos partes de la mente gnolliana pasándose él concepto de una a la otra: la tradición sagrada frente al palpable miedo de la muerte cercana. Charka se inclinó hacia Toede y gruñó:

—Prueba.

—¿Prueba? —repitió Toede sorprendido.

—Prueba humanos tienen gran yuyu. Prueba humanos merecen estar en bosque de piedra. —Charka miró a los otros gnolls.

Toede vio que asentían muy serios y levantó los brazos mostrándoles las palmas vacías.

—Bueno, muchachos, el caso es que no he traído nada…

Varios gnolls empuñaron la lanza pero Charka hizo un movimiento brusco con la mano y las bajaron. Sin embargo, las que apuntaban a Groag seguían en el mismo sitio. Charka le miró con cara de «perro confuso» y Toede no esperó al «¿eh?». Avanzó un paso y se dio un golpe con el dedo en el pecho.

—Rey de las Pequeñas Ranas Secas consigue prueba. Trae enorme yuyu de jefe humano. —Se lo pensó mejor y añadió—: De jefe humano Trujamán.

A Charka le impresionó el nombre, ya que no otra cosa.

—¿Nombre de jefe humano es Hierve Carne?

—Gran jefe de yuyu, Hierve Carne. —Toede asintió con la cabeza—. Rey de las Pequeñas Ranas Secas va a ver gran jefe Hierve Carne y trae enorme yuyu para Charka.

—¿Cuándo hemos dejado de hablar en un lenguaje normal? —murmuró Groag ganándose otro ligero golpe de lanza.

Charka se quedó pensando. Toede suspiró profundamente y añadió:

—O… —empezó e hizo una pausa para darle mayor efecto— Charka mata Rey de las Pequeñas Ranas Secas y gran jefe Hierve Carne hace un potaje con Charka. —Toede no estaba muy seguro de que el «potaje» formara parte del saber culinario de los gnolls pero Charka pareció entender la idea general.

—¿Y si Rey de las Pequeñas Ranas Secas avisa gran jefe Hierve Carne y los humanos atacan Charka aquí? —preguntó Charka—. ¿Y si —añadió el gnoll— Rey de las Pequeñas Ranas Secas huye?

Toede sonrió.

—Charka se queda con amigo de Rey de las Pequeñas Ranas Secas como rehén. Mata rehén si Rey de las Pequeñas Ranas Secas no trae enorme yuyu.

—¡No, maldito seas! —gritó Groag poniéndose en pie de un salto dispuesto a arremeter contra Toede—. Vas a dejarme en la estacada y… ¡Uf!

Uno de los gnolls le había cogido por la cintura y le había estampado contra el tronco del roble. Groag topó contra el árbol y cayó al suelo, desmadejado y en silencio.

—¿Eh? —dijo Charka volviéndose hacia Toede, que sonrió con la intención de transmitirle confianza.

—Amigo del Rey de las Pequeñas Ranas Secas cree que debe ir él al Bosque de Piedra y correr él el riesgo de hablar con gran jefe Hierve Carne.

—Amigo muy leal del Rey de las Pequeñas Ranas Secas —repuso Charka impresionado.

—Sí, lo es —dijo Toede sonriendo—. Sí que lo es. —Y luego añadió—: Por cierto, mi amigo lleva todo mi dinero. ¿Me podéis acercar aquella bolsa de monedas?

***

Al final, los gnolls dieron a Toede la bolsa y uno de los caballos. Charka le dijo (en su peculiar manera de hablar) que volviera antes del amanecer o mataría a Groag. Charka describió con cierto detalle los rituales de sacrificio de los gnolls, que impresionaron incluso a Toede. Era sorprendente comprobar hasta dónde podía llegar una cultura sin el beneficio del fuego, del acero, de las pesas de plomo o de la poesía kender.

Toede salió del campamento gnoll a galope tendido, como un mamífero volador intentando escapar del Abismo, pero en cuanto calculó que los gnolls habían dejado de oír el ruido de los cascos, redujo el paso a un cómodo trote. Por supuesto, llegaría el alba y él no aparecería por ninguna parte, por lo que, lamentablemente, Groag moriría. Lamentablemente y después de una buena dosis de sufrimiento y tortura. Luego los gnolls se trasladarían al campamento humano en el bosque de las rocas sagradas y, lamentablemente, lo asolarían sin demostrar la más mínima piedad.

Todo aquello sería tan lamentable que Toede no podía soportar la idea de quedarse a verlo.

Cabía la posibilidad de que Groag convenciera a Charka de que Toede había huido antes de que llegara el alba, pero era una posibilidad remota. Se rió por lo bajo imaginando la conversación en voz alta.

—¡Te digo que no va a volver! —dijo imitando la voz aguda de su subalterno.

—Mala suerte —replicó Toede en la personalidad de Charka—. Charka empieza despellejar ahora. Sujetar rehén, muchachos. Charka busca cuchillo oxidado.

Fuera como fuera, salía ganando. Había conseguido transporte y dinero, y la eliminación de todos los testigos sin ni siquiera tener que mancharse las manos de sangre. Por la tarde, Toede se había fijado en un camino que se desviaba de la ruta principal hacia el oeste. No parecía que fuera muy utilizado pero era transitable y prometía librarle de la compañía de gnolls, investigadores, kenders, asesinos, Brinco Perezoso y Groag. Pensándolo bien, había sido un buen día.

El único inconveniente eran los bramidos de su estómago pero de eso tenía la culpa el peculiar estilo de cocina de Groag. En las alforjas debía de quedar alguna tira de carne seca y lo más probable es que encontrara alguna granja o puesto de soldados mucho antes de llegar a Balifor, algún lugar donde pudiera procurarse un plato y un baño calientes por unas pocas monedas.

Sin embargo, esas promesas no mejoraron el estado de su estómago. Toede se echó hacia atrás y revolvió en el interior de la alforja izquierda buscando la tira de carne seca.

Sus dedos se cerraron alrededor de un disco prendido de una cadena.

Lo sacó para examinarlo aun cuando sus entrañas sabían lo que era desde el momento en que lo tocó. Al dolor de estómago se sumó una solidaria punzada en el corazón.

El disco tenía grabada la imagen de Brinco Perezoso en una de las caras y en la otra había una profunda «T» torpemente grabada, junto con letras y números más leves y enrevesados.

Era el símbolo sagrado que había arrancado del cuello del asesino en Los Muelles, en su primera reencarnación.

El hobgoblin ignoraba cuándo o dónde lo había perdido exactamente. Lo más probable era que se le hubiera desprendido mientras saltaba de un lado a otro intentando evitar que Lengua Dorada le asara vivo, pensó. Pero ¿cómo lo habría encontrado Groag? ¿Habría sido durante la batalla o después, revolviendo entre los restos quemados? Seguramente alguno de los investigadores lo vio junto al cuerpo humeante de Groag y lo recogió.

Pero ¿por qué tenía una «T» grabada a mano?

Toede lo sostuvo a la luz rojiza de Lunitari y lo inclinó buscando el tenue reflejo. Debajo de la «T», hacia la izquierda, figuraba una fecha de hacía seis meses, poco más o menos, y hacia la derecha, más borrosas y escritas con la enrevesada caligrafía de Groag, las palabras: MURIÓ NOBLEMENTE.

«Vive noblemente» le habían dicho las figuras fantasmales, la criatura alta como una montaña y su compañero, más ancho que el mar. Bueno, si llegada la hora le pedían que aportara alguna prueba, aquello podía servir. Esta vez, alguien había lamentado su muerte, a diferencia de la anterior, en la que se celebraron fiestas y hubo un sentimiento de alivio general. Se imaginó a Groag tendido en el lecho, con los investigadores afanándose a su alrededor; daba vueltas al disco en las manos hasta que finalmente se decidía a grabarlo y conservarlo como un pequeño recuerdo en el que cristalizaban sus sentimientos de dolor por tan triste y terrible pérdida.

Groag hablaría a las figuras fantasmales de esos sentimientos al final del día siguiente a más tardar, después de que le hubieran arrancado la carne a restregones hasta dejar bien limpio el palpitante esqueleto. (Charka había sido muy explícito y, aunque el vocabulario gnoll era bastante limitado, en el tema de la muerte era muy expresivo). Aunque, por supuesto, era muy probable que cambiara de opinión respecto a Toede en las horas de vida que le quedaban.

El estómago le dio una punzada más fuerte que las anteriores; volvió a guardar el disco en la alforja y de paso encontró un trozo de ternera ahumada, que fue mordisqueando mientras cabalgaba. La carne era lo mejor que había recibido el estómago de Toede en seis meses pero apenas consiguió aliviar el hambre que lo sacudía.

—Sólo un idiota —dijo Toede en voz alta, al parecer hablando con el caballo— no se aprovecharía de la situación para escapar y empezar una nueva vida, en algún lugar donde pudiera «vivir noblemente» sin el peligro de que su pasado le fuera mordiendo los talones.

El caballo, respetando el lugar que se le había asignado en el orden de cosas del mundo, se quedó callado.

—Y —continuó Toede—, y… no puede decirse que Groag no haya tenido la oportunidad de unírseme. Podríamos habernos ido los dos por el desvío hacia el oeste y no nos habríamos encontrado a los gnolls. Él eligió. No puedo negar el derecho de cualquier criatura a determinar su destino y sin duda esta vez Groag ha determinado el suyo.

El caballo siguió callado pero su silencio no parecía tener nada de vacío y sí, en cambio, de acusador.

—Y no hay que olvidar la influencia de los dioses —se apresuró a añadir Toede—. Los dioses son importantes. —Eso último lo dijo en voz lo bastante alta para que, en caso de que hubiera alguno descansando en los árboles en compañía de las ardillas, pudiera oírle—. Pero los dioses son sutiles y muestran su voluntad con señales y portentos. Por ejemplo, creo que estarás de acuerdo conmigo en que dejar caer una montaña sobre Istar fue un mensaje muy claro.

El caballo siguió impugnando el discurso de Toede con su silencio.

—Así que si los dioses quisieran que me quedara en la zona, me habrían hecho alguna señal evidente ¿no? —preguntó Toede.

El caballo se negó a entrar en el argumento de Toede. Delante de ellos apareció el camino hacia el oeste.

—De manera que, si los dioses tienen algún interés en esto —dijo Toede— no estaría de más pedirles que me guíen. ¿Correcto? Sus instrucciones fueron «vive noblemente», no «demuestra tu fe en nosotros, quienquiera que seamos».

Habían llegado al desvío. Hacía el oeste quedaba la libertad y hacia el este, tantos problemas que Toede no quería ni imaginárselos.

Tiró de las riendas y el caballo se detuvo.

—Debemos tomar una decisión, necesitamos que nos guíen y estamos dispuestos a aceptar la voluntad de las fuerzas superiores. Si la montura echa a andar hacia el oeste, nos iremos hacia el oeste. Si tira hacia el sur, seguiremos ese camino nos lleve adonde nos lleve. —Dicho esto, Toede aflojó las riendas.

El caballo no se movió. Toede le hincó los talones en los costados para espolearlo hacia adelante, pero el caballo continuó inmóvil. Toede le azotó los flancos con los extremos de las riendas y el caballo siguió impertérrito.

Tiró levemente de la rienda derecha, la que conduciría al caballo hacia el oeste, pero la montura no reaccionó. Estiró otra vez, más fuerte, y luego dio un fuerte tirón. Nada. Estiró con toda suavidad de la rienda izquierda, la que indicaba el camino hacia el sur y el campamento de los investigadores, y de inmediato el caballo giró en esa dirección, como si estuviera cogido a un pivote.

—¡Caballo estúpido! —exclamó Toede, dándose cuenta de que naturalmente el animal prefería viajar por una ruta conocida que por un camino que no había recorrido nunca antes. No era una prueba válida, razonó.

Volvió a sacar de la alforja el símbolo modificado del Profeta del Agua y lo sostuvo a la luz de la luna.

—Bueno. Si cae del lado de Toede, vamos hacia el sur. Si cae del lado de Brinco Perezoso, tomamos el camino del oeste.

Lanzó el disco al aire sin desmontar del caballo y el símbolo salió dando vueltas por el aire. La cadena que arrastraba le hizo describir una órbita más o menos elíptica y cayó fuera del alcance de Toede, entre la maraña de hojarasca y helechos secos que bordeaba el camino.

Forzó la vista para ver en la oscuridad de qué lado había caído el amuleto. Cuando supo el resultado, hizo una mueca y por un momento pensó en coger el desvío del oeste y contravenir la decisión de la suerte influenciada por los dioses.

—¡La Reina Oscura me asista! —murmuró—. Si voy hacia el oeste, lo más probable es que se desprenda una roca y me caiga encima —y dicho esto, espoleó al caballo en dirección sur.

Entre el humus del bosque, el símbolo abandonado brillaba a la luz rojiza de Lunitari, con los bordes de la profunda «T» torpemente grabada visibles desde una sorprendente distancia.