En el año 293 d. C., el emperador Diocleciano contempló el estado de su imperio y lo encontró al borde de la crisis. Tras salir tambaleante de cincuenta años de guerra civil, presionado por enemigos extranjeros en las fronteras noreste y oriental, desgarrado por sublevaciones civiles, minado por una inflación galopante, por la corrupción administrativa y un sistema fiscal en ruinas, el Imperio romano estaba al borde del colapso. Diocleciano, después de vigorosas campañas contra sus enemigos extranjeros y nacionales, instituyó una serie de reformas administrativas que consiguieron que la época se conociese en el siglo siguiente y mucho después como Era Diocleciana. Sin embargo, el imperio que creó se parecía muy poco al de César Augusto.
La principal reforma de Diocleciano fue la división del imperio en dos mitades: el Oriente griego y el Occidente latino. Cada una tenía su propio emperador, que adoptaba el título de Augusto y disponía de personal civil y militar propio. El «colegio» de emperadores funcionaba en teoría como un solo cuerpo. (En la práctica no era infrecuente que se matasen entre sí, pero este punto no viene ahora al caso). El número de provincias aumentó (Britania, por ejemplo, se dividió en cuatro) y se agruparon en diócesis (sin relación con la Iglesia). Así, la provincia de «Asia» se convirtió en una parte de la costa de Asia Menor y estaba en la diócesis de Asiana. A los gobernadores provinciales civiles se unían jefes militares regionales que llevaban el título de comes o dux, que aquí traducimos por «conde» y «duque», aunque estas palabras podrían confundir, ya que los títulos en cuestión no eran hereditarios.
El sucesor de Diocleciano, Constantino, introdujo reformas administrativas y económicas que cambiaron más aún la cara del imperio, fundando una nueva capital para Oriente, que se denominó «Constantinopla», y favoreciendo oficialmente el cristianismo, aquella religión (relativamente) nueva que Diocleciano había tratado de suprimir. En una generación, el cristianismo, de creencia de una minoría perseguida, pasó a ser la fe oficial del mundo romano. El impacto que ello tuvo en la Iglesia fue enorme, produjo un brote inmediato de herejías y dejó cicatrices que han perdurado hasta el día de hoy. No obstante, la nueva fe arraigó, Constantino fue bautizado en su lecho de muerte, y sus tres hijos, Constante, Constantino 11 y Constancio, fueron todos cristianos. El sucesor de éstos, Juliano el Apóstata, intentó restablecer el paganismo, pero tuvo un éxito sólo limitado antes de morir prematuramente en una campaña contra los persas.
Después de la muerte de Juliano, el ejército eligió como emperador a Joviano, otro cristiano. Cuando éste murió, muy poco después, en febrero de 364, se eligió a Valentiniano, oficial cristiano del ejército y oriundo de Panonia. Valentiniano asumió el mando del Imperio de Occidente, dejando a su hermano el gobierno de la parte oriental.
Los hechos históricos que constituyen el fondo de esta novela tuvieron lugar entre los años 371 y 378. He alterado algo la cronología y agregado algunos años más. Me disculpo ante los puristas por esta licencia y también por la forma caótica de algunos nombres propios.
Por último, debo decir con toda claridad que los hechos y los personajes centrales de esta novela son enteramente fruto de mi imaginación. He escrito esta obra para divertirme y con la esperanza de que otros disfruten con ella. La ambientación histórica, en cambio, es aceptablemente exacta y muchos de mis personajes están basados en seres reales. Para quienes tengan interés por conocer más acerca de ellos me permito recomendar algunos libros fáciles de conseguir. La historia de Amiano Marcelino [Historia del Imperio Romano] es una obra apasionante de un hombre que fue testigo de muchos de los hechos que describe. La obra de Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano [versión española completa en Turner], aunque no siempre fiable, sigue siendo hoy la mejor historia moderna del período. The Decline and Fall of the Ancient World, de A. H. M. Jones (versión reducida de su The Later Roman Empire), es mucho más académica y goza de gran autoridad sin dejar de ser amena.