Me volví con brusquedad y sofoqué un grito.
¿Era el Electricista Asesino? ¿Era otra de las terroríficas criaturas?
Una figura muy alta se inclinó sobre mí. Escruté la oscuridad, esforzándome por verle la cara.
—¡Papá! —exclamé—. ¡Papá! ¡Oh, qué alegría verte!
—Erin, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó en voz baja.
—Es-es Marty —tartamudeé—. Tienes que ayudarle, papá. Lo han electrocutado y él… él…
Papá se acercó más a mí. Detrás de sus gafas, los ojos marrones me miraban con frialdad. Frunció el ceño con preocupación.
—¡Haz algo, papá! —supliqué—. Marty está herido. No se mueve. No abre los ojos. ¡El circuito por los estudios ha sido horrible, papá! Pasa algo. ¡Pasa algo horroroso!
No respondió. Se acercó más.
Y cuando la luz tenue iluminó su rostro, ¡vi que no era mi padre!
—¿Quién es usted? —grité—. ¡Usted no es mi padre! ¿Por qué no me ayuda? ¿Por qué no ayuda a Marty? Haga algo… ¡por favor! ¿Dónde está mi padre? ¿Dónde está? ¿Quién es usted? ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Socorro AAAAAARRRRRRR. ¡Soc… CRRRRRRRRRRR. Papá… MARRRRRRRRR.
DRRRRMMMMMMMMmmmmmmm.