Oí el chasquido de sus bocas al cerrarse.
Noté el calor de su aliento bajo mis pies.
Los chicos lobo se estrellaron contra el muro.
Con un grito de desesperación, logré encaramarme. Casi sin aliento, me tumbé sobre los ladrillos.
Alcé la vista justo a tiempo para verlos saltar de nuevo, furiosos. Las mandíbulas se cerraron delante de mi cara. Los fulgurantes ojos rojos me miraron con avidez.
—¡No! —exclamé yo, poniéndome torpemente en pie.
Alzaron la cabeza, aullando de rabia, y se prepararon para volver al ataque.
Marty y yo nos apretamos el uno contra el otro, mirándolos fijamente.
Saltaron.
Las zarpas arañaron los ladrillos. El penetrante chirrido me hizo temblar de pies a cabeza. Los colmillos se cerraron en el vacío.
Resbalaron. Se prepararon para otro salto, gruñendo de excitación.
—¡No podemos quedarnos aquí toda la vida! —gritó Marty—. ¿Qué hacemos?
Escruté la oscuridad. ¿Pasaba la carretera de los estudios al otro lado del muro?
No había bastante luz para comprobarlo.
Los chicos lobo volvieron a la carga. Sus puntiagudos colmillos me rozaron el tobillo.
Me aparté de un salto, y a punto estuve de caerme del muro.
Marty y yo nos apretamos el uno contra el otro al ver cómo las furiosas criaturas se preparaban para dar otro salto.
—¡La pistola! ¡La pistola de plástico!
Yo había perdido la mía. Probablemente se había quedado en aquel agujero de barro. Pero me fijé en la pistola de Marty. La culata le sobresalía del bolsillo de los téjanos.
Sin decir una palabra, agarré la culata y saqué la pistola del bolsillo.
—¡Eh! —gritó—. Erin, ¿qué estás haciendo?
—Por algo nos dieron las pistolas —expliqué, alzando la voz sobre los aterradores aullidos de los chicos lobo—. A lo mejor los detiene.
—¡Pe-pero si es de juguete! —tartamudeó Marty.
Me daba igual. Merecía la pena intentarlo.
A lo mejor los asustaba. A lo mejor les hacía daño. A lo mejor los obligaba a batirse en retirada.
Alcé la pistola de plástico y apunté con ella a las furiosas criaturas cuando arremetieron contra nosotros.
—Uno… dos… tres… ¡FUEGO!
Apreté el gatillo. Una y otra vez.
¡Una y otra vez!