Cuando el mago Ingold cruzó el Vacío que conecta diferentes universos a fin de poner a salvo al príncipe Tir de la destrucción de Gae, Jill Patterson y Rudy Solis intentaron ayudarlo en su cometido. Pero uno de los monstruosos y malignos Seres Oscuros lo cruzó tras él y se vieron forzados a escapar al mundo del que procedía el hechicero.
Era un mundo en el que existía la magia y donde la repulsiva Oscuridad estaba destruyendo a la humanidad tras haber permanecido casi olvidada en sus guaridas subterráneas durante tres mil años. Era un mundo donde la única esperanza para la humanidad se encontraba entre los muros de la distante y arcaica Fortaleza de Dare, construida con el propósito de resistir los asaltos previos de la Oscuridad.
El rey había muerto en Gae y ahora el canciller Alwir, hermano de la joven reina Minalde, era el regente. Compitiendo por el poder, estaba la obispo Govannin, fanática dirigente de la Fe Verdadera. Tanto Alwir como Govannin temían a Ingold.
La carretera a la Fortaleza era un infierno, azotada por el frío y plagada de peligros, en la que tanto la Oscuridad como los bárbaros Jinetes Blancos se cobraron víctimas de la columna de fugitivos que avanzaba con gran dificultad a través del terreno embarrado y helado. Jill fue admitida en las filas de la guardia. Rudy conquistó el amor de Minalde y descubrió que poseía poderes mágicos, por lo que se convirtió en pupilo de Ingold.
Una vez que los supervivientes se hubieron establecido de manera precaria en la Fortaleza, Ingold y Rudy se encaminaron hacia Quo, la ciudad regida por los magos, donde se salvaguardaba todo el saber de su arte milenario. No se había tenido noticia alguna de dicha ciudad y ninguno de los recursos mágicos de Ingold había logrado atravesar los velos ilusorios tras los que se escudaba. Pero cuando por fin llegaron a Quo, después de una penosa marcha de miles de kilómetros plagados de peligros, encontraron la ciudad en ruinas. La Oscuridad había pasado por allí. De todos los magos, el único superviviente era Lohiro. Y Lohiro estaba poseído por la Oscuridad. En un combate despiadado, Ingold logró destruir al archimago.
Ingold convocó mentalmente a todo mago de cualquier categoría que poseyera alguna habilidad. Después, él y Rudy iniciaron la larga marcha de regreso a la Fortaleza.
Durante su ausencia, Jill había puesto en práctica su educación metódica de universitaria para investigar viejos documentos en busca de alguna clave que le descubriera el modo en que Dare de Renweth había vencido a la Oscuridad en el pasado. Junto con Minalde, que también poseía algo de la misteriosa memoria de acontecimientos pasados, supuestamente heredada sólo por muy pocos varones, encontró los antiguos laboratorios de los magos ingenieros que habían construido la Fortaleza. De igual modo, halló artefactos de toda clase, la mayoría sin utilidad aparente.
Ingold y Rudy encontraron a su vuelta a un grupo andrajoso de hechiceros de aldea, curanderos y adivinos que aguardaban su regreso para organizar la Asamblea de Magos al mando del anciano.
Ingold descubrió que los poliedros de cristal lechoso hallados por Jill eran la antigua fuente de luz artificial del recinto. Rudy reunió una colección de piezas que al ensamblarlas formaban un lanzallamas; un arma con la que, tal vez, se podría combatir a la Oscuridad.
El descubrimiento sirvió de excusa a Alwir para ordenar que los magos exploraran la madriguera de los Seres Oscuros situada en Gae. Ingold, sabedor de que el plan era una locura, pero incapaz de disuadir al canciller, se dispuso a crear un poderoso hechizo de encubrimiento con el que los magos pasaran inadvertidos en el tenebroso reino de la Oscuridad.