Quince

Viola

Contengo un suspiro de alivio cuando me doy cuenta de que Genio se ha ido. La verdad es que no tengo ningún deseo y no estoy segura de poder pedir uno en un sitio como este. La rabia me invade e irrumpo en el vestíbulo del cine intensamente iluminado, donde huele muchísimo a palomitas quemadas. Quiero irme a casa, ahora mismo, pero Aaron me ha traído en coche. Saco mi teléfono móvil del bolso y llamo a Lawrence. Creo que Aaron dejaría la película por mí, pero no quiero que se pierda cómo le sacan las vísceras al último adolescente.

—¿Puedes venir a buscarme? —pregunto directamente cuando él contesta al teléfono.

—Creía que estabas con Aaron —dice, alarmado.

—Y lo estoy, pero… Tengo que salir de aquí.

—¿Qué ha pasado? ¿Ha intentado hacerte algo? ¿Dónde está Genio?

—Él es el problema, no Aaron. Mira, por favor, sólo quiero irme a casa en vez de intentar aguantar el resto de esta horrorosa película de miedo que estamos viendo.

—Llego en quince minutos —responde Lawrence, nervioso, y oigo cómo se pone su coche en marcha.

Cierro el teléfono de golpe y vuelvo a entrar en la sala. Aaron me recibe abrazándome por la cintura y acercándome a él, todo sin apartar los ojos de la película.

—No —susurro y trato de no hundirme hacia su lado—. Tengo que irme.

—¿Eh? —dice Aaron y retira la vista de la pantalla.

Alguien nos manda callar otra vez.

—Es un… asunto familiar o algo parecido —murmullo, intentando ocultar el sentimiento de frustración que siento al pensar en Genio espiándome—. He llamado a Lawrence. Tú quédate viendo la película.

—Bueno… debería llevarte yo a casa —dice Aaron, mirando la pantalla con nostalgia.

—No, en serio, no pasa nada.

—Vale —contesta, un poco aliviado.

Me inclina hacia delante y me besa, pero yo me aparto enseguida, pues soy muy consciente de que Genio podría estar aún por aquí cerca. ¿Cómo voy a saber si se ha ido o no? Vuelvo rápido al vestíbulo, intentando evitar las miradas confusas de los empleados del cine, mientras espero que llegue Lawrence. Cuando veo su coche fuera, salgo prácticamente corriendo hacia él, me meto en el asiento de copiloto y tiro mi bolso atrás.

Me quedo mirando fijamente hacia delante mientras Lawrence sale del aparcamiento y espero hasta que se hace un largo silencio antes de desahogarme.

—Genio estaba allí, espiándome. Era invisible.

—Uy —dice Lawrence, pero su voz tiene un extraño tono de alivio.

Las palabras inundan mi boca.

—¡Apartó a Aaron de mí! ¡Como si fuera mi hermano mayor o mi niñera! ¡No me lo puedo creer! —gruño.

Noto cómo las mejillas se me ponen más rojas al recordar a Genio acechándonos por detrás, y la cara que se le puso a Aaron al pensar que yo le había apartado de un empujón.

—Lo más seguro es que estuviera cuidando de ti —comenta Lawrence y su calma sólo logra enfurecerme más.

—¿Cuidando de mí? Si quisiera enrollarme con mi nuevo novio en un cine…

—¿Enrollarte? Tú odias las muestras de cariño en público —dice Lawrence con una ceja levantada.

—Da igual, Lawrence, esa no es la cuestión. Fue algo improvisado y no duró mucho gracias a Genio. Al fin he empezado a sentir… no sé, como si tuviera el control de mi vida, pero el hermano mayor genio ha decidido escoger por mí.

Lawrence se vuelve para mirarme cuando nos paramos en un semáforo en rojo.

—Os ha espiado mientras estaba invisible, vale, eso es pasarse de la raya. Pero no puedo odiarle por que haya estado vigilando a mi mejor amiga. Sobre todo si Aaron ha estado haciéndote actuar como una… bueno, como alguien que no eres.

Pronuncia esas palabras como si tuvieran que ser dulces o atractivas, pero se me cierra la mandíbula de golpe y mi mente empieza a funcionar. ¿Genio y Lawrence están juntos en esto? ¿Ambos creen que necesito a un chico que me cuide en mis citas como si fuera una señorita de sociedad de finales del siglo XIX? Lucho contra la tensión de mi garganta.

—¡No es asunto de Genio salvarme, ni el tuyo! ¿Por qué crees que necesito que me cuiden? ¿Qué tenéis que protegerme? —suelto.

Lawrence se pone una mano en la frente.

—Así no…

—¡Por lo visto, así sí! ¡Preferiría que me dejarais los dos en paz!

Los ojos de Lawrence brillan por el enfado, de un modo que casi nunca veo, y me doy cuenta de que he cruzado algún tipo de línea que no sabía que existía.

—¿Qué te dejemos en paz? —empieza a decir Lawrence en voz baja. Hay algo en su voz que es más serio, más duro que una reacción a mi enfado porque Genio y él han traicionado mi confianza. Hay algún asunto más profundo que bulle por debajo y está a punto de salir a la superficie—. ¿De verdad quieres eso? —continúa—. He hecho de todo por ti, Viola. Te he llevado en coche, te he escuchado cuando llorabas y he cancelado mis planes cuando te sentías sola. Siempre he estado ahí, sin falta, cada vez que has necesitado algo. Y ahora que te lo estás montando con Aaron Moor y actúas como alguien que no conozco, ¿se supone que debo dejarte en paz?

Al acabar, ya está medio gritando. Alguien detrás toca la bocina y Lawrence arranca cuando se da cuenta de que el semáforo se ha puesto en verde.

—¡No importa! —replico mientras Lawrence gira con más brusquedad que de costumbre—. El hecho de ser mi amigo y espiarme…

—¿Tu amigo? Tú no me tratas como a un amigo, Viola. ¡Nunca has dejado de tratarme como si aún fuera tu novio!

Me quedo boquiabierta y apenas puedo hablar cuando unas lágrimas de rabia al final bajan por mis mejillas. Ha sido un golpe bajo.

—Siento muchísimo que después de dos años juntos me sea tan difícil volver a una amistad, ¡sobre todo cuando intentas controlar mis relaciones con otros chicos!

—¿Relaciones? ¿En plural? Hasta ahora Aaron es la única relación que has tenido, ¡y ni siquiera le amas!

—Ya sabes que ese deseo fue un accidente…

—¡No, no lo fue! Tal vez no querías a Aaron en concreto, pero has pasado los últimos siete meses compadeciéndote de ti misma y ahora de repente llega un genio que puede arreglar tus problemas.

—¡No fue así! Ni siquiera quería decirlo…

—¡Pero lo has querido todo este tiempo! Querías dejar de ser invisible y eso lo entiendo, pero podías haberlo conseguido por ti misma. ¿No podías haber intentado hablar con la gente, haber intentado seguir adelante, haber intentado ser tú misma en vez de dejar que casi toda tu existencia acabara con nuestra relación? No tienes por qué meternos a Aaron, a Ollie o a mí en todo esto. Viola, ¿alguna vez se te ha ocurrido por qué de repente salí del armario, aunque nunca me ves salir con nadie? ¿Alguna vez te lo has preguntado?

—Yo no pedí a Aaron… —protesto.

—¡Por ti! —me interrumpe Lawrence y pega un frenazo en la señal de stop que hay en mi barrio. Le da al cambio de marchas para aparcar y se vuelve hacia mí—. Cada vez que estoy interesado en un chico sé que si se lo digo a cierta persona (a mi mejor amiga), ¡ella se sentirá más «invisible» aún! —Un coche pasa a toda velocidad por al lado y nos toca el claxon por habernos parado en medio de la calle. Lawrence lo ignora y continúa, un poco más calmado esta vez—. Y va a pasar otra vez lo mismo, Viola. Tú no quieres a Aaron. Romperás con él y hasta que no vuelvas a sentirte feliz, no habrá deseo que evite que te sientas invisible a la larga. Tienes que olvidarte del pasado y dejar de ser tan dura contigo misma.

—¿Qué me olvide? ¡Yo te quería, Lawrence, ya lo sabes! Tú dejaste que me enamorara de ti… —argumento.

—¿Qué se suponía que tenía que hacer, no decirte que era gay hasta que dejaras de sentir algo por mí?

—¡Deberías habérmelo contado antes!

—No lo sabía…

—¡Yo sí! —Las lágrimas brotan en mis ojos y ni siquiera sé por qué estoy llorando, si porque Genio me ha espiado, porque Lawrence está de acuerdo con él, o por esto—. ¡Lo sabía, Lawrence, aunque no lo dijera! ¡Y si yo lo sabía, tú también! No me dijiste nada y dejaste que creyera…

—¡Pues deberías haber roto! —replica Lawrence, pero su voz se ha suavizado—. Tuviste la oportunidad, pero esperaste a que yo lo hiciera por ti. Igual que esperas que los deseos te ayuden a no ser invisible.

Vuelve la vista hacia la carretera, pone el coche en marcha y tira hacia delante.

—No me eches la culpa —digo a través de las lágrimas—. Puede que te haya necesitado para un montón de cosas, Lawrence, pero aun así deberías habérmelo dicho. Y si te duele verme feliz con Aaron, pues muy bien. Tú me hiciste daño antes. Te lo mereces. Déjame en paz.

Me quedo mirando a Lawrence un buen rato, pero no se vuelve hacia mí y parece que ni siquiera respira. Al cabo de unos instantes, entramos en el jardín de mi casa. La mandíbula de Lawrence se contrae y advierto que está apretando los dientes. Para el coche de repente, pero continúa con la vista clavada en el parabrisas, como si yo no estuviera allí. Busco en mi mente algo que decir, algo para seguir peleando, pero cojo mi bolso del asiento trasero y abro la puerta. La cierro de un portazo y observo cómo Lawrence se va de mi casa a toda velocidad sin apenas mirar en mi dirección.