—Allen, no he sido yo, no he sido yo… —balbuceaba Debs bajo la lluvia mientras la ambulancia arrancaba.
Él cogió su cara mojada entre las manos y le acarició el pelo.
—Te creo, cariño. Te creo.
La atrajo entre sus brazos blandos y carnosos, y ella permaneció allí, meciéndose adelante y atrás; pero él no la soltaba.