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Callie

Llego a la puerta de la pista de hielo, empapada y resoplando.

—¿Se sabe algo? —grito sofocada mientras empujo las puertas de acceso y corro hacia Caroline.

—No —grita Caroline, mientras intenta repartir el pastel entre los niños que bailan a su alrededor, con los brazos extendidos, perdido todo el decoro en su búsqueda de más dulces. Henry está en un rincón, enfurruñado—. ¿Qué puedo hacer?

—Por favor, quédate con Henry —le ruego—. Tengo que descubrir dónde están.

Asiente, disimulando apenas su irritación.

Me quedo de pie, respirando trabajosamente, chorreando, pulsando las teclas del móvil. Suzy y Jez siguen sin contestar; dejo un mensaje a Tom; llamo a urgencias del Northmore: nada.

¿Dónde está? Salgo volando por la puerta.

—¡Rae! —grito en el aparcamiento.

Corro a la pared que mira a la ciudad y a la zona silvestre del parque. Izquierda y derecha.

—¿Rae?

Nada. El paseo está despejado. Las gotas, enormes, me golpean el rostro. Pasa un coche salpicando el agua de los charcos.

¿Dónde está? ¿Dónde demonios se ha metido?

Un gemido escapa de mi garganta. Necesito a Rae. Necesito saber que se encuentra a salvo. Tengo que protegerla.