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Suzy

Poco después de apagar el televisor del dormitorio, Suzy bajó despacio, pasándose las manos por el pelo recién secado, y comprobó que su marido y los niños todavía no habían regresado de la comida con los padres de Jez en Hampstead. Típico: la primera vez que se llevaba a los tres críos, y ella ya se sentía inquieta.

La casa estaba vacía y silenciosa. Qué curioso. Si de repente un desconocido entrara allí, vería un hogar. Pero mirando con más detenimiento, empezaría a detectar la inmensa mentira de todo. Solo era espacio. Un espacio entre ladrillos y yeso, cristales y azulejos. Un espacio por el que se movía un grupo de personas que se engañaban a sí mismas creyendo que habían construido algo a partir de ese aire; algo permanente y con significado: un hogar. Pero eso no era un hogar. Era un espejismo.

Se sentó en las escaleras mirando la foto de los tres niños y sacó del bolsillo el papel azul por enésima vez desde la víspera.

A su memoria acudió lo ocurrido una noche, dos años antes, cuando se emborrachó por primera vez después de tener a los gemelos. Ella estaba sentada a la mesa de la cocina frente a Callie, intentando mantener los ojos abiertos, mientras su nueva amiga vaciaba la segunda botella de vino y gemía mientras relataba su encuentro de esa noche con Tom, que había ido a recoger a Rae y que le había hecho comprender de una vez y para siempre que entre ellos todo había terminado.

—No puedo creer que me llamara Callie —balbució—. Nunca me había llamado así. Tom nunca llama a la gente por su nombre de verdad. Cuando supo que me llamaba Calista, empezó a llamarme Flockhart, como la actriz; luego enseguida pasó a Flock. Y esta noche ha vuelto a llamarme Callie, como si fuéramos desconocidos.

Estaba tan borracha que se durmió en el sofá. Tan borracha, pensó Suzy, abriendo el papel azul que tenía en la mano, que probablemente olvidó lo que le había dicho. Suzy también se puso mala bebiendo, porque había calibrado mal la cantidad de alcohol que podía resistir, después de tanto tiempo sin beber. Pero ahora todo acudía con claridad a su mente.

La factura del fontanero había despertado ese recuerdo: «Flock Ventures», garabateado en el vértice superior, con la dirección de Jez debajo. Vondra tardó solo dos minutos en confirmar sus peores temores con una llamada al fontanero al teléfono móvil.

—Quiso que hiciera la factura a nombre del padre de la niña —voceó al otro lado del teléfono—. Pensé que si la pasaba por la puerta, le ahorraría la molestia.

El padre de la niña.

Suzy contempló la foto de sus tres hijos y la suave curva del labio superior de Henry. Idéntica a la de Jez. Y a la de Rae. Evidente, ahora que se había dado cuenta.

Y ella había confiado en los dos: en Jez y en Callie.

—Nunca aprenderás, Suzy —se dijo en un susurro mientras se levantaba para dirigirse a la cocina.