Reconózcalo. A estas alturas es mejor abandonar. Se ha gastado una fortuna en academias de inglés sin conseguir aprenderlo. Ha ahorrado cada año para poder pagar cursos intensivos tipo “English for idiots” durante lluviosos veranos en pueblecitos al sur de Inglaterra (al norte es todavía peor). No hay curso de inglés por correspondencia que no se amontone en los cajones o librerías de su casa. Y nada.
Su falta de dominio del inglés le ha impedido ligar con suecas, noruegas, danesas, holandesas, alemanas, australianas y keniatas, mientras que otros u otras, gracias a esa lengüecita, le mortifican con sus aventuras.
A pesar de todos los esfuerzos, su incomprensible torpeza para manejarse en el idioma de su graciosa majestad, le ha arrebatado importantes oportunidades profesionales. Como, por ejemplo, viajar con su jefe a Nueva York para asistir a un seminario de “Incentivación de mandos intermedios dentro del entorno macroeconómico urbano de la franquicia de hamburgueserías”. Lo cual era un planazo.
Y, para colmo, su timidez para chapurrear lo poco que sabe, hace que siempre se quede fuera cada vez que Mr. Jones o Miss Purdy visitan su oficina y hay que llevarles al restaurante de moda. Esto es triste.
Pero lo peor es no poder tirarse el farol de haber visto siete veces “Casablanca” en versión original, ni demostrar que se sabe con soltura la letra de “Only you” ni, por supuesto, presumir leyendo el Business Week en la sala de espera del puente aéreo. No sabe cómo le entendemos.
Por eso, diga con nosotros “from lost to the river”, si no puede unirse a ellos, vénzalos.
Como aseguran esos libros, casi mágicos, que contienen todas las respuestas acerca de como triunfar en la vida y progresar en su empresa en tan sólo 8 semanas, mientras además se liga a su secretaria o a su jefe, la solución está en sus manos.
“From lost to the river” contiene la más rancia jerga castellana traducida a un inglés de alta escuela Victoriana. Una mezcla explosiva, oiga.
A partir de aquí, le garantizamos efectos demoledores.
A saber:
—Usted puede dirigirse en inglés a cualquier británico o yanqui, incluida la CIA y el MIS con la certeza de que van a entender todas las palabras, pero no la frase. Maquiavélico.
—Vacile con soltura ante los pelmazos de sus amigos o amigas que tanto inglés dicen que saben. Hábleles en castellano con palabras inglesas. Desestabilizante.
—Busque personas que aborrezcan el inglés, como usted, regáleles el libro (lo cual nos viene muy bien) y disfruten comprobando todo lo que se pierden los angloparlantes que no hablan español. Altamente vengativo.
—Suelte, disimuladamente, cuatro o cinco copias del “From lost…” en Gibraltar y espere a ver los efectos. Contraespionaje de vanguardia.
Comprendemos que, con una fórmula como esta, pueden caer el Imperio, la “Comanguelz” y poner en jaque al Pentágono. O sea, que tampoco se pase con la dosis. O, mejor, haga lo que quiera y disfrute.
Güester y Cólin.
Madrid, Junio 1995.