Los chinos no consideran al dragón un ser malévolo, sino un dios y un amigo de quienes le adoran. Él «tiene en su mano la prosperidad y la paz». Gobierna las aguas y los vientos, envía la lluvia benéfica y es símbolo de la fecundidad. Se cuenta que antaño dos dragones mantuvieron un gran combate hasta que entrambos desaparecieron, dejando sólo una fértil espuma de la que nacieron los descendientes de la dinastía Hsia. Así los dragones han venido a ser mirados como los antecesores de una raza de héroes.