AGRADECIMIENTOS

Gracias a todos los que han ayudado a hacer de este libro lo que es.

Conté con un excelente equipo de investigadores que me buscaron información, libros descatalogados, vídeos, fotografías e historias personales de todo tipo, desde los grupos de abortos ilegales hasta las verdaderas bailarinas del radio, pasando por la evolución de la ciencia forense, las reseñas de los restaurantes de los años treinta y la historia de los juguetes de los ochenta. Mi entregada investigadora Zara Trafford, así como Adam Maxwell y Christopher Holtorf, de la empresa de investigación y diseño de juegos SkywardStar, me encontraron toda clase de cosas extrañas y asombrosas, en las que después profundizaron Liam Kruger, Louisa Betteridge y Matthew Brown, que siempre estaba disponible por eso de estar casado conmigo. Gracias.

En Chicago, Katherine y Kendaa Fitzpatrick fueron las mejores anfitrionas del mundo, aunque era un poco raro llevar a la hija de dos años de Katherine a jugar a la escena de un crimen en Montrose Beach. El marido de Kate, el doctor Geoff Lowrey, me ofreció asesoramiento médico y verificó algunos detalles, al igual que el cirujano otorrinolaringólogo Simon Gane. Si hay algún error espantoso, es solo mío.

Mi amigo de Twitter, Alan Nazerian (alias @gammacounter) me llevó en su coche, me acompañó a Wrigley Field y me presentó a unas personas maravillosas que me sirvieron de mucha ayuda, entre ellas Ava George Stewart, que me ofreció una información muy valiosa sobre derecho penal mientras comíamos la mejor comida china de la ciudad en Lao Hunan, y Claudia Mendelson, que me dio un curso de arquitectura básica mientras tomábamos café en Intelligentsia. Claudia me presentó a Ward Miller, que me habló de los edificios más asombrosos de la ciudad mientras cenábamos en Buona Terra (Chicago es una ciudad muy culinaria).

El experto en rutas fantasmales, joven historiador y escritor de novelas juveniles Adam Selzer me llevó a los lugares más espeluznantes de la ciudad, incluidos los pasillos traseros del Congress Hotel, y me habló de la fascinante historia de Chicago, sobre todo la de los años veinte y treinta, gran parte de la cual no pude incluir en el libro, y además me invitó a esa institución de Chicago que es Al’s Beef.

El veterano inspector de la policía de Chicago, el comandante Joe O’Sullivan (alias @joethecop) me explicó los mecanismos internos del procedimiento policial de la comisaría de Niles, donde me enseñó unas cajas llenas de pruebas antiguas, con evocadoras fotografías incluidas (además de llevarme a tomar beicon y cócteles de bourbon en bares de mala muerte).

Jim deRogatis me dio información de primera mano sobre cómo era trabajar dentro del Chicago Sun-Times, me habló de los bibliotecarios del periódico, de la tinta en el aire, de los redactores, de las bromas y de las historias de los titulares. Me he tomado algunas libertades al abordar esos temas. También me instruyó en profundidad sobre la escena musical de los noventa y me envió un ejemplar de su divertidísimo libro, el estupendo Milk It: Collected Musings on the Alternative Music Explosion of the 90s.

Quiero expresar mi agradecimiento al periodista deportivo Keith Jackson y a Jimmy Greenfield, del Tribune, que me contaron todos los detalles del periodismo deportivo, además de explicarme la filosofía del béisbol.

Ed Swanson, voluntario del Chicago History Museum, se ofreció a leer esta novela y a verificar con ojo de lince los datos históricos, todo lo relacionado con la cultura estadounidense y las rutas del metro de Chicago (el El o L, como lo llamaban antes). Todos los errores sobre este tema son míos, y algunos de ellos, como la verdadera fecha de publicación de The Maxx o la presencia de trabajadores afroamericanos en la Chicago Bridge And Iron Company de Seneca, son detallitos intencionados al servicio de la historia.

El artículo del periódico sobre el asesinato de Jeanette Klara le debe mucho a un artículo real sobre una verdadera bailarina del radio, «In New York She Is Dancing To Her Death» («En Nueva York, bailará hasta la muerte»), publicado el 25 de julio de 1935 en el Milwaukee Journal. Gracias al Milwaukee Sentinel Journal por permitirme reproducir algunas de las fantásticas frases del original.

Pablo Defendini, Margaret Armstrong y TJ Tallie me proporcionaron unas estupendas palabrotas puertorriqueñas, mientras que Tomek Suwalski y Ania Rokita me tradujeron y revisaron el diálogo en polaco, también cargado de obscenidades.

El doctor Kerry Gordon de la Universidad de Cape Town, experto en proteínas mutantes, me aconsejó sobre el tema de la investigación de Mysha Pathan.

Nell Taylor, de la Read/Write Library, me habló sobre la historia de las revistas independientes de Chicago, y que Daniel X. O’Neil repasó conmigo los locales de punk de los noventa y los de teatro alternativo y me envió a casa los flyers originales de la época. Gracias también a Harper Reed y a Adrian Holovaty por acompañarme al Green Mill para escuchar a la banda gitana de jazz Swing Gitan, que se inspira en los años treinta.

Helen Westcott me prestó todos sus libros de texto sobre criminología y materiales varios sobre asesinos en serie, y Dale Halvorsen me suministró todos los podcasts sobre crímenes reales que pudo encontrar. Mis compañeros de estudio, Adam Hill, Emma Cook, Jordan Metcalf, Jade Klara y Daniel Ting Chong me soportaron en general y me mantuvieron con los pies en la tierra gracias a los divertidos vídeos que sacaban de YouTube y a sus despiadadas bromas diarias. Y gracias a toda la empresa de animación Sea Monster por permitir que me escondiera allí para trabajar mientras reformaban nuestro edificio.

Gracias a mis amigos, familiares y desconocidos de Twitter que se ofrecieron a ayudar con sugerencias útiles, traducciones, asesoramiento médico o recomendaciones sobre Chicago, y a cualquier otra persona a la que se me haya olvidado mencionar.

No voy a incluir la lista completa de bibliografía de mi investigación, pero entre las obras de referencia más útiles y entretenidas están: Chicago Confidential, de Jack Lait y Lee Mortimer, una guía asombrosa, sexy y divertida de los lugares y la gente más sórdida de la ciudad, publicado en 1950; el muy accesible Chicago: A Biography, de Dominic A. Pacyga; Slumming: Sexual and Racial Encounters In American Nightlife 1885-1940, de Chad Heap; Girl Show: Into The Canvas World of Bump and Grind, de A. W. Stencell; Red Scare: Memories of the American Inquisition, de Griffin Fariello; los recursos sobre Jane de la Chicago Women’s Liberation Union’s Herstory en la página web de la Universidad de Illinois, Chicago, incluidas las transcripciones de historias personales; Doomsday Men, de P. D. Smith, sobre la historia de la bomba atómica (y los extractos que Peter me envió por correo electrónico de su nuevo libro, City: A Guidebook for the Urban Age); Perfect Victims, de Bill James; El que lucha contra monstruos, de Robert K. Ressler y Tom Schachtman; Gang Leader for A Day, de Sudhir Venkatesh, Nobody’s Angel, de Jack Clark; The Wagon And Other Stories From The City, de Martin Preib; la charla de Wilson Miner en Webstock 2012 sobre cómo los coches formaron el mundo de una manera tectónica; Chicago Neighbourhoods and Suburbs, de Ann Durkin Keating, así como Desde mi cielo, de Alice Sebold; I Have Life: Alison’s Journey, tal como la contó a Marianne Thamm; y Fruit of a Poisoned Tree, de Antony Altbeker, que me ofreció una información demoledora sobre el sufrimiento de las auténticas víctimas de la violencia y sus familias.

Los primeros lectores de esta obra, Sarah Lotz, Helen Moffett, Anne Perry, Jared Shurin, Alan Nazerian, Laurent Philibert-Caillat, Ed Swanson, Oliver Munson y el genio que me asesoró sobre la trama del viaje en el tiempo, Sam Wilson, realizaron sugerencias de valor incalculable para que la novela fuese mejor y más interesante.

El libro no habría salido al mundo sin mi superagente, Oli Munson, y todo el personal de Blake Friedmann y sus agentes internacionales. Sobre todo, doy la gracias a los editores y editoriales que creyeron en mí desde el principio, especialmente a John Schoenfelder, Josh Kendall, Julia Wisdom, Kate Elton, Shona Martyn, Anna Valdinger, Frederik de Jager, Fourie Botha, Michael Pietsch, Miriam Parker, Wes Miller y Emad Akhtar.

No habría sido capaz de escribirlo sin el apoyo y el amor de mi marido, Matthew, que hizo de padre soltero durante varias semanas seguidas con nuestra hija mientras yo viajaba para documentarme o me ponía en cuarentena detrás de mi escritorio para escribir y corregir. Gracias. Te quiero.