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Faith se alegró enormemente de haberse quedado un paso por detrás de Anthony, porque en ese instante no podría haber disimulado el terror que la embargaba.

—¿Locos?

—Por lo que se ha podido determinar, sus víctimas comienzan a mostrar una conducta altamente errática dos días después de quedar infectados, más o menos. Al quinto, han perdido la cordura en todos los sentidos, aunque el verdadero diagnóstico psíquico varía de un individuo a otro.

Dominó el pánico y el horror e intentó componer una expresión de calma.

—Eso facilita considerablemente la decisión; no tengo el menor deseo de perder la cabeza antes de tiempo. Quizá deberías informar al Consejo como cabeza de familia. Puede resultar perjudicial para mí aventurarme en la PsiNet. Al menos hasta que Krychek sepa que estoy fuera.

—Lo haré de camino a la ciudad.

Dieron media vuelta para volver a la casa.

—Gracias.

Faith ansiaba percibir la más mínima señal de preocupación, algo que Anthony jamás sería capaz de darle. Pero él era su padre. ¿Cómo podía no ansiar su aprobación como mínimo?

—Faith.

—¿Sí, padre?

—Ten cuidado. Krychek puede intentar llegar a ti de alguna otra forma. No confíes en nadie hasta que me haya asegurado de que sepa que has renunciado.

Dado que no confiaba en nadie que estuviera conectado a la red, eso no iba a suponerle ningún problema.

—¿Y si decide eliminarme de todos modos? Podría convertirme en un rival en el futuro.

—He pensado en una manera de contrarrestar esa posibilidad. Haré que se sepa que se te va a confinar debido a que hemos descubierto en ti patrones mentales aberrantes.

Una jaula. Su padre iba a meterla en una jaula. Faith se dijo a sí misma que no debía preocuparse, pero no podía evitarlo. Y le dolía.

—¿Cuánto tiempo tendré que representar esa charada? Me imagino que esto significa que tengo que mantenerme alejada de la PsiNet.

—En mi opinión, un año. Krychek tiene que olvidar que alguna vez entrañaste una amenaza para él.

Un año aislada de lo único que había hecho que se sintiera libre.

—¿No es un poco extremo?

Daba igual qué cosas hubiera hecho su padre, siempre había creído que Anthony había hecho todo lo posible para mantenerla a salvo. Pero eso… eso no era más que un intento de encadenarla y hacerle creer a ella que lo hacía para protegerla.

—Estamos hablando de tu vida. Si lo miras bien, un año no es demasiado.

Un año lo era todo si te esperaban décadas de locura por delante. Aunque si abandonaba la PsiNet, tal vez Vaughn pudiera sanar los fragmentos de su mente. Pero sabía que era un sueño imposible. Sin embargo eso carecía de importancia; de todas formas tendría más años de cordura de los que tendría bajo confinamiento. Y según sospechaba, ese confinamiento nunca sería revocado, pues siempre encontrarían razones para mantenerla aislada y trabajando como la máquina en la que casi la habían convertido.

—Accedo a tres meses. Después de eso consideraremos la situación. —No podía ceder, no cuando su reciente comportamiento había hecho que Anthony esperara más de ella.

—De acuerdo. No entres en la red.

—Muy bien.

En un día, quizá incluso en unas pocas horas, estaría fuera de la PsiNet para siempre. Y si Vaughn no la recogía cuando cayera, también estaría fuera de este mundo. Se preguntaba si el jaguar sabía hasta qué punto confiaba en él.

—Adiós, Faith.

—Adiós, padre.

* * *

Faith se obligó a regresar a la casa aunque en parte temía que nunca más le permitieran salir. La puerta se cerró a su espalda con un suave clic que le pareció tan estruendoso como un cerrojo de seguridad. Respirando hondo, metió su incipiente pánico en una diminuta caja dentro de su psique y se encaminó hacia el panel de comunicación.

Xi Yun respondió a su llamada en cuestión de segundos.

—¿Qué puedo hacer por ti, Faith?

—¿Podrías enviarme algunos de los informes previos sobre mis procesos mentales durante las visiones? Me gustaría compararlos con los escáneres actuales.

No en esos momentos, pero sí algún día.

—¿Hasta cuándo quieres que me remonte?

Faith guardó silencio. La agenda podía almacenar una cantidad masiva de datos, pero ni siquiera aquel aparato podía arreglárselas con veinticuatro años de informes.

—Hasta mi decimosexto cumpleaños. —La edad en la que sus habilidades se habían estabilizado relativamente.

—Es el período que yo habría recomendado —dijo Xi Yun—. Anteriormente a eso, continuabas siendo un tanto errática.

El condicionamiento terminaba a los dieciséis de forma no oficial, los dos años restantes hasta los dieciocho eran una garantía contra cualquier «error». ¿Le había ayudado el Silencio a disciplinar sus habilidades o había enturbiado su mente hasta que esta produjo patrones que eran considerados aceptables en lugar de erráticos? Aquel recuerdo le trajo otro a la cabeza.

—¿Qué tal se encuentra Juniper?

—Bien para tener ocho años. Sus habilidades no están a la altura de las tuyas a su misma edad, pero en comparación con otros de su grupo, está avanzando en el Protocolo con considerable rapidez.

Lo que venía a decir que la joven clarividente con un 8,2 en el gradiente se estaba convirtiendo en una máquina con mayor velocidad que otros.

—¿Podría ver también sus informes? Estoy considerando ofrecerme para adiestrarla.

Era totalmente legítimo que un cardinal hiciese algo así por un miembro más joven de la familia. Tal ayuda era de especial importancia en el limitado campo de la clarividencia, y Faith se sintió culpable también por abandonar a la niña. Pero tenía intención de intentar encontrar la manera de ayudar desde fuera a Juniper y a otros como ella.

—Lo hablaré con su tutor, aunque no creo que haya ningún inconveniente. Eres la clarividente a la que estudian durante su adiestramiento.

—¿Cuándo puedes entregármelos?

Pasaban unos minutos de las cuatro.

—Dentro de una hora.

Tiempo más que suficiente para descargarse los archivos antes de que Vaughn fuera a por ella.

* * *

Vaughn se aproximó a la verja que delimitaba el recinto de Faith horas más tarde de lo que pensaba. Iba de camino cuando se había lanzado una alerta en la red: Sascha transmitiendo emociones para Dorian. Tras cambiar de dirección, había respondido consciente de que los demás estaban ocupados. Como no podía oír mensajes verbales a través de la red, había tenido que desplazarse hasta la casa del clan más próxima y pedir la localización, otro pequeño retraso.

Cuando llegó al lugar, se encontró a Dorian completamente rodeado de machos jóvenes cabreados. El centinela los tenía bajo control, pero estaba claro que había tenido que repartir unos cuantos puñetazos para lograrlo. Kit tenía el labio partido y le sangraba mientras que Cory parecía tener rota la mandíbula. Algunos de los otros mostraban contusiones, y todos salvo Dorian estaban desnudos, una clara señal de que habían peleado en forma animal.

—¿Qué ha pasado? —preguntó cambiando de jaguar a hombre.

Dorian se pasó los dedos por el cabello.

—Kit ha decidido rondar a Nicki y Cory ha pensado que tenía derechos exclusivos sobre ella.

—¿Todo esto es por una chica? —Vaughn no daba crédito, sabiendo que las jóvenes eran conocidas por anteponer su libertad a todo y a todos.

—Se trata de dos estúpidos utilizando esa excusa para convocar a sus «clanes» a fin de establecer quién es más alfa. —Dorian miró a Vaughn a los ojos. Ambos sabían que era Kit quien tenía el olor de un futuro alfa. El muchacho era más veloz, más difícil de herir y más agresivo que los demás. Pero hasta que hubiera demostrado su estatus como alfa, no era más que otro menor del clan.

—Kit. —Vaughn lo levantó del pescuezo—. ¿Qué coño es eso de que tienes un clan?

El muchacho se limpió la sangre de la boca con el dorso de la mano.

—Solo somos un puñado de amigos.

Vaughn no habló, no rompió el contacto visual.

El muchacho se encogió de hombros, pero sus ojos centelleaban aún de ira. Ese era el motivo de que los jóvenes alfas necesitaran una tutela muy estrecha y, si se apartaban del buen camino, dura disciplina. Podían torcerse muy fácilmente.

—¿Qué pasa si nos denominamos clan? —Apretó los puños—. No significa nada.

—¿Cory? —Vaughn miró al desgarbado muchacho apoyado contra un árbol—. ¿Tú opinas lo mismo?

El muchacho escupió sangre.

—Sí.

Dorian reprendió a otro par de muchachos que intentaban alzarse con renovada furia.

—No os mováis o juro que os romperé la mandíbula.

Nadie protestó. Tal vez Dorian fuera un latente, pero también era un centinela… podía partirlos en dos sin pestañear.

Vaughn centró de nuevo la atención en Kit. Daba igual lo que Cory pensara, era a Kit a quien admiraban los jóvenes.

—Si eres el alfa de tu clan, no te importará que desafíe tu autoridad.

Parte de la arrogancia abandonó la mirada de Kit.

—¿Qué?

—¿Quieres liderar tu propio clan? Vale. Pero si eres el alfa de otro clan, renuncias a tu derecho a formar parte de los DarkRiver. —Duro pero cierto—. No tenemos ningún tratado contigo, lo que significa que estás violando la ley. Tengo derecho a matarte por entrar sin autorización en nuestras tierras.

Kit se limpió otro hilillo de sangre.

—No queremos separarnos de los DarkRiver. —El muchacho parecía tener ganas de vomitar.

—Solo hay un clan. Y ninguno de vosotros es el alfa. —Vaughn se aseguró de mirar a los ojos a todos los menores del claro. Algunos agacharon la cabeza—. Cuando puedas desafiar a Lucas, si es que llega ese día, te respetaré. Hasta entonces, no sois más que un puñado de mocosos quejicas que han echado a perder la defensa del cuadrante apartando a dos centinelas de sus deberes.

En el rostro de más de un muchacho apareció una expresión de orgullo herido pero, como era de esperar, fue Kit quien habló:

—No pedimos que nadie se entrometiera.

A Vaughn le gustaba el muchacho por el temple que demostraba tener, pero no lo suficiente como para aflojar la correa. No después de lo que había atisbado durante el rápido reconocimiento realizado antes de entrar en la escena. Miró fugazmente a Dorian. El centinela de menor edad sacó a rastras a un joven inconsciente de detrás de un árbol y lo dejó a los pies de Kit.

—Tú has hecho esto.

El macho herido tenía un tajo abierto en el pecho. De haber sido humano, ya estaría muerto. Y eso sin necesidad de añadir la herida que tenía en la cabeza.

—¿Habrías sido capaz de detenerte sin la «intromisión» de Dorian? —La pregunta de Vaughn fue como el azote de un látigo.

Kit tragó saliva.

—Oh, mierda. Ah, tío… no me di cuenta… ¿Se va a poner bien Jase? —De repente era como un niño otra vez, sin rastro del alfa en el que algún día se convertiría.

Vaughn soltó al muchacho.

—Tamsyn viene de camino desde la guarida de los lobos —respondió Dorian—. ¿Puedes llevarle a Jase sin matarlo?

Kit asintió.

—Sí.

—Yo te ayudaré. —Cory se apartó del árbol sujetándose la mandíbula con una mano.

Los dos chavales se miraron el uno al otro y seguidamente a los centinelas.

—Podéis marcharos, nosotros nos ocuparemos.

—Ya no cuentas con mi confianza —repuso Dorian sin inflexión en la voz.

Vaughn vio el efecto que esas palabras tuvieron en Kit; el muchacho idolatraba al rubio centinela, le admiraba como a un hermano mayor. Pero se limitó a asentir, cosa que le honró.

—Le llevaremos con Tamsyn, lo juro.

—Quiero veros a todos y cada uno de vosotros mañana en la Asamblea del clan. Las mujeres pueden decidir vuestro castigo —ordenó Vaughn y no era ningún favor. Las mujeres no tenían piedad cuando se trataba de una violación de las leyes del clan, porque sabían que sin esas leyes los niños comenzarían a morir unos a manos de otros.

El clan era un solo ser.

Esa era la regla fundamental.

* * *

Limpiar el desorden que habían montado los jóvenes, incluyendo localizar e informar a los padres de Jase, que se encontraban ausentes, así como a las madres a cargo de imponer la disciplina, llevó varias horas. Eran casi las cinco cuando llegó al recinto de Faith y su instinto posesivo era tan violento para entonces que lo más probable era que no hubiera debido ir a buscarla. Pero de ningún modo pensaba seguir esperando.

Estaba a punto de escalar a un árbol desde el cual tenía la intención de saltar la verja exterior, cuando olió a su presa en el perímetro del recinto. Sorprendido, se agazapó adoptando una posición de cautela. Su aroma se fue aproximando hasta que pudo oír el latido de su corazón, el sonido de su respiración. Faith se detuvo a escasos centímetros de él e hizo un gesto de asentimiento cuando él salió de entre las sombras.

—Estoy lista.

La inesperada rendición apaciguó a la bestia, pero solo ligeramente. La hizo internarse en el bosque conduciéndola hacia uno de los lugares donde tenía guardada su ropa antes de apartarse de su vista para cambiar a forma humana y ponerse un par de pantalones vaqueros; no era momento para presionar a Faith más de lo que ella misma ya lo había hecho. Pero cuando regresó a su lado, la joven adoptó una expresión de cautela.

—Tus ojos son más felinos que humanos.

—Lo sé.

Faith se acercó a él.

—Me voy contigo a casa.

—¿Por cuánto tiempo?

Vaughn iba a retenerla, eso era innegociable. Tan solo quería saber cuánta persuasión tendría que emplear.

Ella levantó la mano para posarla sobre el corazón del centinela. Un contacto titubeante que hizo que el gato gruñera deseando más.

—Para siempre.

Esa era la única respuesta que él no se esperaba, pero el instinto le dijo lo que debía hacer. Cerrando los dedos sobre la mano de Faith, se la acercó a los labios y le besó las yemas de los dedos. A la joven le dio un vuelco el corazón, pero no se apartó. El felino estaba satisfecho. Vaughn la soltó y se puso de espaldas a ella.

—Sube.

Tras vacilar brevemente, le puso las manos en los hombros. Vaughn deslizó las palmas en la parte posterior de sus muslos y sintió su temor, su confusión, su necesidad. Pero cuando la impulsó hacia arriba, ella le rodeó la cintura con las piernas y se aferró a él.

Totalmente eufórico, Vaughn atravesó a la carrera un bosque sobre el que poco a poco iba cayendo la noche; bajo las copas de los árboles la luz se apagaba con mayor rapidez. El jaguar disfrutó teniéndola en su territorio, en su mundo, aunque sabía que aún tenían que sacarla de la red sana y salva. Pero eso podía hacerse cuando ella estuviera preparada. Antes tenía que reclamarla a un nivel mucho más primario.

Se internó con ella en territorio de los DarkRiver y, después, en el suyo propio, sin detenerse hasta que tuvo en el dormitorio de su guarida a la única mujer que jamás había llevado allí. Una vez la dejó en el suelo, le permitió que se estirara y explorase, pues podía esperar ahora que ella estaba en su casa.

Faith trató de conservar aquella fría expresión típicamente psi en el rostro, pero el asombro se fue abriendo paso poco a poco.

—Tienes una casa extraordinaria. Parece que formásemos parte del bosque.

Vaughn exhaló entrecortadamente.

—¿Quieres que me dé una ducha?

Faith se quedó paralizada, deslizando la mirada hacia la cascada que había detrás de él.

—¿Qué?

—Estoy sudando a causa de la carrera.

El anochecer había sido frío, el aire vigorizante, pero una fina película de sudor le cubría la piel.

—Ah —respondió con voz suave y entrecortada—. No, está bien así.

Vaughn observó la femenina boca mientras hablaba sorprendido al darse cuenta de que había puesto fin a la distancia que los separaba sin tan siquiera ser consciente de ello. Alzó una mano y le acarició los labios con el dedo.

—Quiero comerte viva.

Mientras ella abría los ojos como platos, la bestia comenzó a nublar el cerebro de Vaughn con una acuciante necesidad sexual. La deseaba y estaba harto de esperar. Faith era su compañera, tenía derecho a tomarla. Se disponía a ladear la cabeza para reclamar un apasionado beso cuando, salido de ninguna parte, algo se interpuso bruscamente: el instinto protector que nunca le permitiría hacer daño a su mujer. Y si la tomaba ahora, podría incluso romperla.

La conmoción que le produjo aquella verdad le llevó a pensar de forma civilizada, obligándose a hacer lo más duro que había hecho jamás. Dio un paso atrás.

—Podría hacerte daño si lo hacemos. —Tenía los nervios a flor de piel, estaba demasiado hambriento y era demasiado fuerte como para arriesgarse a perder el control en el calor de la pasión.

La vio tragar saliva y el gato deseó lamerle el cuello, sentir su pulso en la boca y la fuerza de su corazón. Se trataba de sexo, no de dolor. La idea de abusar de ella le parecía aborrecible, pero temía sucumbir a la violenta necesidad de la bestia y perder la capacidad de pensar de manera racional. Y cuando lograra liberarse del hambre animal, podría descubrir que sus garras habían marcado para siempre la piel de Faith, que la había mordido y herido. Tal posibilidad le aterraba como jamás nada lo había conseguido.

—Vaughn —dijo Faith—, no pasa nada. Sé que no me harás daño. Lo único de lo que debemos preocuparnos es de mi condicionamiento y del impacto que podría tener.

—Podría hacerte pedazos si el felino toma el control. No sería consciente de ello, pero te estaría haciendo daño. —Su voz era ronca con un gruñido; tal vez su bestia le hubiera salvado la vida de niño, pero el pago que exigía era una porción mayor de su conciencia—. Te deseo demasiado, tanto que podría herirte sin querer.

Faith no se acercó más. En vez de eso, se quedó mirándole, estudiándole con aquellos ojos estrellados como un cielo nocturno y que parecían brillar en la penumbra de la caverna que él llamaba hogar, algo que pareció tranquilizarla. Había supuesto una sorpresa para Vaughn captar las primeras señales de distensión, pero ahora se alegraba de ello. Al menos Faith podía sentirse a salvo en su casa. Su casa. Jamás la despojaría de ese sentimiento utilizándolo como trampa para atacarla.

—Cuanto más esperemos —señaló ella con ese tono práctico de la mayoría de los psi, aunque en sus ojos centelleaban las primeras señales de tormenta—, peor será. Cada vez está más claro que necesitas sentir el contacto humano y yo te he estado privando de ello.

Vaughn lo sabía.

—Si no estoy atado, no me fío de mí mismo. —Un comentario hecho muy a la ligera, pero que expresaba una frustración muy real. Tenerla tan cerca como para poder tocarla, y no poder hacerlo, le provocaba un dolor atroz.

—Pues vamos a atarte.

Felino y hombre se quedaron paralizados por igual.

—¿Qué?

Faith tenía las mejillas ligeramente sonrojadas.

—Puede que también a mí me sirva de ayuda saber que puedo marcharme en cualquier momento. Puede que así la respuesta ofensiva del condicionamiento no sea tan violenta.

—¿Atarme? —preguntó de nuevo.

—Solo era una sugerencia. Lo siento si te he ofendido.

Vaughn frunció el ceño.

—No lo has hecho. Pero no quiero ser incapaz de protegerte si algo sucede.

—Tus reflejos son mucho más rápidos que los de cualquier otra criatura que haya visto. Dejaré uno o varios cuchillos a tu alcance. Puedes echar mano de ellos y cortar las ligaduras en caso de necesidad.

—Te digo que soy peligroso, ¿y tú quieres dejar unos cuchillos a mi alcance?

—Vaughn, te da miedo herirme porque me deseas demasiado. —Lógica psi combinada con tentadores rastros de temperamento femenino—. A menos que hayas estado ocultándome algo, no es muy probable que te excite utilizar cuchillos conmigo.

Ella tenía razón. No tenía miedo de hacerle daño a propósito, sino de hacérselo mientras la reclamaba, la saboreaba, se deslizaba en el apretado pasaje de su cuerpo…

—Deja de hacer eso —susurró Faith— si no vas a… jugar…

A Vaughn no le pasó desapercibido que había utilizado una expresión típica de los cambiantes, ni tampoco el intenso aroma almizcleño del deseo femenino. Y recordó que no estaría incapacitado para seducirla aun cuando estuviese atado. Se encaminó hacia un lateral de la estancia, sacó una vieja camiseta de un baúl y utilizó las garras para cortar la tela en tiras.

—Estoy en tus manos, pelirroja. —Guardando las garras, le entregó dichas tiras.

Faith se ruborizó siguiéndole con los ojos mientras él dejaba varias armas en lugares de fácil alcance en torno a la cama.

—Átame también las piernas —ordenó, plenamente consciente de todas las maneras en que podría hacerle daño con los fuertes músculos que hacían de él un depredador.

Ella asintió abriendo los ojos desmesuradamente.

—¿Vaughn?

—¿Sí?

—Si no puedo llegar hasta el final, ¿te dolerá?

—Como mil demonios, sí. Pero que se me pongan azules las pelotas no va a matarme. Así que no te preocupes por eso. Cuando no puedas con ello, levántate y sal de aquí cagando leches. Si parece que me he vuelto felino, cierra la puerta con llave después de salir y llévate el coche. Pisa el acelerador a tope. —Le enseñó las llaves—. El coche está en la cueva de la izquierda según entramos. ¿Recuerdas cómo se sale? Tienes que seguir recto sin desviarte o activarás las defensas.

Por extraño que pareciera, no percibía el miedo en su olor.

—Mi memoria está bien entrenada. No te preocupes porque caiga en una trampa.

A Vaughn se le ocurrió algo repentinamente.

—¿Has tenido una visión sobre esto?

—¡N… no! —Su fachada psi se resquebrajó—. Nunca he visto nada tan placentero.

Sus ojos estrellados se posaron en las manos de Vaughn mientras este se quitaba los pantalones y los arrojaba a un lado. La intensa concentración de Faith hizo que su erección, de por sí dolorosa, palpitara al compás del latido de su corazón.

—¿Cómo sabes que será placentero? —Se subió a la cama y se tumbó.

Exhalando un suspiro, ella se acercó y le ató una muñeca al cabecero. El felino gruñó, pero no intentó liberarse.

—Porque solo mirarte me proporciona el placer más intenso que jamás haya sentido.

—Joder, cielo, átame antes de decirme esas cosas.

Vaughn no estaba bromeando. Conocía bien a su bestia, conocía sus límites y sus demandas.

Faith fue al otro lado de la cama para atarle la mano libre antes de hacer lo mismo con los pies. Al jaguar ya no le agradaba aquello… las garras le aguijoneaban la piel desde el interior y un rugido pugnó por abrirse paso a través de su garganta. Obligando a retroceder a la bestia, estiró las piernas para ayudarla. Pero sabía que llegaría un momento en que perdería la batalla con el felino.

—Las puertas están cerradas —le dijo con voz muy queda—. Si tienes que echar a correr, hazlo sin avisar y no te entretengas vistiéndote. ¡Solo vete!

Faith se quedó parada a los pies de la cama y le miró a los ojos.

—¿Por qué confío yo más en ti que tú mismo?

—Tú no conoces a la bestia. Haz lo que te digo.

—Vaughn, puedo plantarle cara.

—Sí, pero ¿puedes matar? Porque por lo que yo sé, es la única forma que tienes de incapacitarme.

—No me harás daño. Pero… —Levantó una mano al ver que él se disponía a interrumpirla—. Prometo que haré todo lo que me has pedido si actúas conmigo como un felino. Lo prometo.

Vaughn asintió satisfecho de que mantuviera su palabra. Luego la observó como un felino observa a su presa. Salvo que esta vez no podía abalanzarse sobre ella. Se preguntó qué haría Faith, si le atormentaría o no. La idea no le resultaba desagradable; un poco de tormento en la cama podría ser muy interesante. Lo único en lo que no se permitió pensar fue en que ella completase el acto y le acogiese dentro de su cuerpo.

Faith se subió a la cama para sentarse de rodillas junto a él.

—¿Puedo tocarte?

Una pregunta sumamente educada, pero en sus ojos ardía un verdadero infierno. Una psi que no estaba segura de poder romper el condicionamiento por completo. Y, sin embargo, con las agallas suficientes como para intentarlo. ¿No era maravilloso que fuese su compañera?

—Donde quieras.

Deseó poder besarla, pero incapaz de satisfacer su deseo, se deleitó pensando en la suavidad de aquellos labios contra los suyos. La intensa dulzura de su boca era una sensación que recordaba y que hizo que su cuerpo, tan tenso que pensó que iba a estallar, se tensara aún más.

Aquellos ojos centelleantes se cruzaron con los suyos.

—A mí también me gustan tus besos.

A Vaughn le encantaba ser capaz de excitarla con sus pensamientos más eróticos.

—Pues entonces ven aquí.

—Vaughn, ¿debería desconectarme de la red antes de…? ¿Y si mis escudos se derrumban?

—Puedes desconectarte en cuanto fallen tus escudos. Yo te cogeré.

Ya la había cogido, pero ella no estaba preparada aún para aceptar la profundidad de la conexión que compartían.

—Entonces esperaré hasta que sea inevitable —susurró—. Tengo cosas que hacer.

Vaughn sonrió utilizando el sexo para desterrar la sombra de la tristeza.

—Sí, hazlo. Bésame.

—Creo que es una idea excelente.

Apoyó las manos a ambos lados de su cabeza y posó la boca sobre la de él en un beso totalmente femenino, tierno y exploratorio, más que exigente, persuasivo. Para su desconcierto, Vaughn se sorprendió al descubrir que le agradaba que le persuadieran. El felino se tranquilizó, igualmente complacido. Le gustaba que le acariciasen y aquella era la más íntima de las caricias.

Cuando la lengua de Faith le rozó levemente los labios, Vaughn abrió la boca y dejó que le saborease mientras él hacía lo mismo con ella. Podía sentir su rodilla contra el costado, pero Faith se mantuvo lejos de su alcance, sin apretar los pechos contra su torso, donde deseaba tenerlos. Imaginó que ella le besaba estando desnuda, con el cuerpo tendido a lo largo del suyo, una ardiente e íntima comunión de bocas que podría provocarle un cortocircuito en todas sus terminaciones nerviosas.

Faith puso fin al beso para tomar aire. Una blanca tormenta eléctrica tenía lugar en sus ojos, los labios húmedos por el beso, la piel cubierta por un suave resplandor rosado testimonio de su excitación. A Vaughn le produjo gran placer dichas señales a pesar de que no las necesitaba; su aroma actuaba como una droga para sus sentidos. Inspiró profundamente, avivando su hambre, atizando aquel fuego, y esperó.