17
El jaguar estaba impresionado por el modo en que Faith sacaba las uñas. De no haber estado tan seguro de su traición, su temperamento podría haberse apaciguado, amansado por la manifiesta muestra de emociones. Pero eso no iba a suceder.
—Nikita Duncan es miembro del Consejo, nuestro enemigo. ¿Qué hacías confraternizando con ella? —Sabía bien lo que había oído, pero quería saber si ella podía decirle la verdad.
Faith apretó los labios.
—Es la segunda visita que he recibido por parte de un consejero. Shoshanna Scott fue la primera.
—Eso no responde a mi pregunta. —Irradiaba ira por todos los poros de su piel, sus músculos eran presa de una tensión brutal. Jamás le causaría daño físico, pero estaba realmente rabioso.
—Si escucharas en lugar de limitarte a actuar conmigo como un jaguar, te lo contaría. ¿Te das cuenta de que tus ojos se han vuelto completamente felinos? —Sacudió la cabeza—. Nikita ha venido por la misma razón que Shoshanna. He sido nominada para ocupar el puesto de Santano Enrique en el Consejo.
Vaughn apretó los puños con tal fuerza que le dolieron los huesos.
—Enrique era un montón de basura psi. ¿Y tú quieres ocupar su lugar?
Sus palabras fueron una bofetada verbal que la hizo estremecer.
—¿Qué sabes tú del consejero Enrique?
—Pregúntaselo a tu querido y puto Consejo. —Sus ojos habían perdido toda su humanidad cuando la miró fijamente retándola a que continuase.
Las cadenas del condicionamiento, de por sí al límite de su resistencia, se rompieron con un sonoro chasquido metálico. Estaba furiosa. Completa y absolutamente furiosa. Lo bastante furiosa como para que le trajera sin cuidado mantener la fachada de serenidad propia de un psi. Lo único que le impidió no levantar la voz fue la presencia de los guardias en el recinto.
—Sí —masculló—. Son mi querido y puto Consejo, los líderes de mi raza. ¿Cómo te sentirías tú si te pidiese que le cortaras la garganta a Lucas simplemente porque no se rige de acuerdo a las reglas que yo estimase correctas?
—Lucas no ampara a asesinos, aunque sean de los nuestros.
—Tampoco el Consejo —respondió de forma instintiva. Los psi eran su gente para bien o para mal. Se negaba a retirarle su lealtad tan fácilmente.
—Gilipolleces. —Vaughn se inclinó hacia delante y, a pesar de cuánto la había enfurecido, Faith esperaba sentir su contacto. Pero él no hizo nada—. El asesino que ves en tus visiones es psi y hay muchos otros iguales a él.
Faith meneó la cabeza.
—Los asesinos en serie son siempre humanos o cambiantes.
—¿Por qué coño ibas a tener visiones sobre razas con las que nunca has tenido un contacto real? —Esta vez fue él quien sacudió la cabeza, un movimiento violento que le recordaba al jaguar, no al hombre—. Joder, cielo, haz caso a lo que tú misma ves… se supone que este cabrón es una visión, pero él te tiene prisionera. Ni humanos ni cambiantes tienen esa capacidad.
Las afectuosas palabras de Vaughn eran bruscas, casi un gruñido, y eso pudo con ella. Porque lo que él decía tenía mucho sentido.
—No puede ser cierto. El Silencio acabó con la violencia.
—Claro, y tu hermana sigue viva.
Faith le abofeteó con fuerza. En cuanto lo hizo todo su cuerpo comenzó a temblar.
—Lo siento. Lo siento. —Miró fijamente las marcas blancas en el rostro de Vaughn, que ahora comenzaban a enrojecer—. Oh, Dios mío. —Aquella era su peor pesadilla hecha realidad—. Creía que mis escudos internos estaban aguantando, pero he debido de equivocarme… debo de estar cerca de un colapso psíquico y mental total. —Lo cual era igual a la locura, solo que con otro nombre.
—Mierda. —Enmarcó tiernamente el rostro de Faith entre las manos—. No te sucede nada. Soy yo quien se ha extralimitado. Tenías derecho a hacer algo más que abofetearme.
Faith colocó las manos sobre las de él.
—Lo siento. Lo siento —repitió intentando frenéticamente localizar las fisuras en su mente sin conseguirlo—. Nunca había pegado a nadie. Ni siquiera sabía que podía… ¿Por qué te he pegado?
—Porque Marine era tu hermana y yo no tenía derecho a utilizar su muerte contra ti. —Inclinó la cabeza hasta que su frente se apoyó en la de ella—. Soy yo quien debería disculparse. No pongas esa cara, pelirroja. Si fueras un gato, lo más probable es que me hubieras hecho trizas la cara con las garras.
Faith meneó la cabeza ante tan violenta imagen.
—No puede ser verdad.
—No somos humanos —dijo de manera pausada—. Nos regimos por normas diferentes y nunca actuamos de forma civilizada cuando nos mueve la pasión, sea positiva o negativa. Es en esos momentos cuando el animal es más fuerte, más poderoso.
Faith se preguntó si no estaba imaginando la advertencia soterrada… la invitación subyacente.
—Pero yo no soy una cambiante. No pego a la gente.
—Las mujeres humanas llevan siglos abofeteando a los hombres por ser unos cabrones. Has hecho algo que surge de manera natural.
—No para un psi.
—Faith, el Silencio no es normal. Es una imposición. Lo que eres sin él es normal. —Levantó la cabeza de golpe—. Alguien se acerca.
Faith sintió el asalto de la mente de un guardia topar contra sus escudos periféricos.
—Vete —susurró—. ¡Márchate!
El miedo que sentía por él era más fuerte que cualquier otra emoción.
—Antes dime una cosa… ¿Vas a aceptar la oferta?
Sabía lo que Vaughn quería que dijera, pero no podía mentirle.
—No lo sé.
—Decide. No puedes vivir en ambos mundos.
Luego Vaughn desapareció como un borrón entre las copas de los árboles. Faith se levantó y se dirigió hacia la casa, alejándose del guardia que se aproximaba. Tenía miedo de lo que sus ojos pudieran revelar. Porque por primera vez en su vida aquellas profundidades estrelladas comenzaban a mostrar algo diferente al infinito Silencio de una cardinal perfecta; comenzaban a mostrar vulnerabilidad.
Todavía era capaz de fingir normalidad, de vivir en su mundo, pero estaba cambiando. Dicho cambio tenía que ser aceptado sin reservas o eliminado de forma irrevocable de su psique. No había un término medio. Si se convertía en miembro del Consejo no podía esperar que los cambiantes siguieran siendo amigos suyos, ni que Vaughn la visitara, la abrazara y la despertara.
Tenía que elegir.
* * *
Vaughn completó su turno de guardia sin intercambiar una sola palabra con sus compañeros de clan, luego se zambulló en el purpúreo resplandor crepuscular que daba paso a la noche. Corrió durante horas adentrándose cada vez más en el corazón de Sierra Nevada, territorio que antaño perteneciera únicamente a los lobos. El fresco aire de la montaña acariciaba su pelaje de un modo que normalmente le proporcionaba el mayor de los placeres, pero no esa noche.
Esa noche su parte humana estaba al mando y le dominaba una cólera irracional. Se había emparejado con una mujer que podría rechazarle y alejarse de él. Para siempre. Tenía ganas de zarandearla hasta que entrase en razón y aceptase el vínculo que existía entre ellos de una vez por todas. ¿Cómo podía no verlo? Y sin embargo, así era.
Impulsado por una caótica mezcla de ira y dolor, corrió tanto que dejó atrás todo lo conocido. Solo entonces se encaramó a los árboles y encontró un lugar desde el que observar la atmósfera del bosque y poder pensar. Pero no fue pensar lo que acabó haciendo, sus emociones eran demasiado virulentas para dedicarse a algo racional. De modo que intentó envolverse en la soledad de la noche, trató de aprender el sonido del silencio, el sonido con el que viviría si Faith renunciaba a su vínculo.
Tardó escasos segundos en darse cuenta de que se había equivocado. No estaba solo, el olor de la manada era intenso en la pantera que le había seguido los pasos. Lucas no hizo el menor ruido cuando se paseó por otra de las ramas del mismo árbol en el que se encontraba Vaughn. Tampoco hizo nada para entablar conversación, y cuando Vaughn se marchó de nuevo, el alfa corrió a su lado.
Habían pasado horas cuando Vaughn emprendió el camino de regreso a su hogar y ambos se transformaron. Indiferentes ante su desnudez, se sentaron sobre el pequeño cerro en el que se encontraba la cueva y contemplaron cómo despuntaba el día.
—¿Dónde está Sascha? —preguntó Vaughn.
—Tammy y ella se han quedado a pasar la noche en la guarida de los SnowDancer después de atender a Brenna.
Al escuchar el nombre de la mujer del clan de los SnowDancer que había sido violada por Enrique, la cólera de Vaughn explotó alcanzando su grado máximo.
—¿Confías en los lobos para que cuiden de tu compañera?
—Sí. Hawke nunca falta a su palabra. —Lucas sonrió de oreja a oreja—. Y el condenado lobo sabe que Clay y Nate le harán pedazos si se le ocurre ponerle un dedo encima a cualquiera de nuestras mujeres. Ellos también están allí.
—Qué derroche de confianza.
—La confianza lleva su tiempo.
Y aunque la asociación comercial entre los DarkRiver y los SnowDancer se había mantenido durante casi una década, la alianza de sangre entre los dos clanes se remontaba a tan solo unos meses.
—¿Por qué me has seguido?
—Se me ocurrió que tal vez querrías hablar.
—¿Por qué? —Vaughn desaparecía casi todas las semanas para darse largas carreras, pues el jaguar buscaba la soledad.
—Por Sascha. Dijo algo antes de marcharse a la guarida de los SnowDancer.
—¿El qué?
—Sus poderes están desarrollándose de un modo inesperado. O es eso, o se debe a la influencia de la Red Estelar. —El leopardo macho cruzó los brazos sobre las rodillas y se agarró una muñeca con la otra mano—. No había sentido tu presencia durante todo el día y estaba preocupada.
—¿Se ha preocupado porque no ha «sentido» nada?
—Dice que es consciente en todo momento de nuestra presencia en la red, que es como un zumbido que le avisa de que estamos vivos. Pero ayer te cerraste de tal forma que creyó que podría haberte sucedido algo.
A Vaughn no le agradaba especialmente la idea de que le vigilaran.
—Quiero que me enseñe a bloquearla.
—Sí, Sascha ya se lo imaginaba. Ha estado trabajando en algo para todos.
—Bien.
—Así que, ¿estás herido?
—No.
No se trataba de algo físico.
—¿Quieres hablar?
—Tanto como que me hagan una lobotomía.
—Entonces, ¿qué te parece un mano a mano?
Vaughn decidió que hacer papilla a Lucas parecía una forma excelente de desahogar su frustración y su ira.
—Vale.
Adoptaron de nuevo forma animal y se pusieron manos a la obra. Tal vez Lucas fuera su alfa, pero esa noche eran simplemente dos amigos. Y Vaughn era un jaguar. Por lo general tenían un tamaño mayor que los leopardos, y él no era una excepción. Sin embargo Lucas era más rápido, consecuencia de haber nacido como el Cazador de la manada, responsable de ejecutar a antiguos miembros del clan que se habían convertido en violentos renegados. En resumidas cuentas, significaba que estaban igualados en la mayoría de las situaciones, pero en esos momentos la cólera que dominaba a Vaughn hacía de él una bestia letal, un aluvión de colmillos y zarpas y unas fauces peligrosamente poderosas.
Cuando por fin acabaron, ambos estaban magullados y un tanto ensangrentados. Lucas se limpió un rojo arañazo en el pecho.
—Sascha se va a cabrear. Puede que sane antes de que ella lo vea. —No se trataba de una vana esperanza. La mayoría de los cortes y arañazos superficiales se curaban relativamente rápido en los cambiantes.
—Se te va a poner el ojo morado.
—Joder. —Lucas se tocó el ojo—. Eso sí que no se me va a curar antes de esta noche.
—Sí, bueno, tú casi me arrancas la mano. —Flexionó la muñeca aún dolorida debido a que Lucas le había apresado la pata.
—Tenía que impedir que me arrancases la oreja de un zarpazo. No creo que a mi compañera le hubiese impresionado demasiado una pantera con una sola oreja. —Lucas esbozó una amplia sonrisa.
Vaughn frunció el ceño.
—¿Qué?
—Faith te lo enseñará.
Apoyando la cabeza entre las rodillas flexionadas, exhaló bruscamente.
—Faith…
No podía decirlo, no podía traicionarla ni siquiera con Lucas. Era su compañera. Esa lealtad estaba por encima de todo lo demás. Hasta que ella se marchara, hasta que rompiera el vínculo, haría honor a ella con todo su ser.
Lucas le agarró del hombro.
—Esa mujer te hará trizas con más facilidad que cualquier otro animal, hará que te sientas como si te estuvieran cortando el corazón en mil pedazos, pero también te sanará como jamás nadie será capaz de hacer.
Si Faith finalmente lo escogía a él.
* * *
Por primera vez en más de veinticuatro años, Faith estaba absolutamente perdida. Habían controlado su vida desde la cuna. En realidad nunca había tenido la más mínima posibilidad. Pero ahora tenía que tomar una decisión que cambiaría el curso de todo su futuro. El problema era que no sabía cómo tomarla.
De modo que pasó la mañana descargando en su mente una lista atrasada de detonantes y la tarde, realizando predicción tras predicción hasta que Xi Yun intervino.
—No puedes mantener este nivel de actividad.
Faith le dijo al psi-m lo que este esperaba oír.
—Gracias por detenerme. Me había olvidado.
Lo que en otro tiempo había sido verdad se había convertido en nada más que una excusa útil.
—Es mi trabajo. —Se hizo un breve silencio—. Te envío un plan nutricional al ordenador de tu cocina. Tus biolecturas muestran bajas cantidades de ciertos minerales.
—Te lo agradezco.
Tras cortar la comunicación, entró en la cocina y se tomó sin prisas la sopa y las barritas que le habían prescrito.
Pero no eran más que las cuatro de la tarde cuando terminó. Inquieta, se fue al dormitorio y optó por ocupar la mente con los flujos de datos de la red. Estaba postergando las cosas, pero decidió que estaba en todo su derecho de hacerlo; nadie debería tener que enfrentarse a tantos sobresaltos como ella había soportado en los últimos días. Si disponía de espacio para respirar, quizá su subconsciente vislumbrase una respuesta por sí solo. Entretanto pondría su mente consciente a descifrar el rompecabezas que representaba el súbito interés que el Consejo mostraba por ella. Y no eran los únicos de quienes tenía que desconfiar.
Kaleb Krychek podía ser un adversario muy peligroso si decidía que ella representaba una verdadera amenaza para conseguir su ascenso. Faith quería comprobar si podía averiguar algo más sobre él, seguramente una tarea bastante inútil dadas las habilidades del hombre, pero era mejor que obsesionarse con un jaguar que no estaba allí para confundirla, desafiarla y enfurecerla.
Que tal vez nunca volviera.
La PsiNet era la misma oscuridad cuajada de estrellas de siempre: fulgurante, brillante y hermosa. Vaughn no comprendía a lo que le estaba pidiendo que renunciara. Aquella red de mentes en expansión desbordaba energía, capacidad mental, fuerza. Los cardinales eran fulgurantes supernovas en tanto que los de menor gradiente eran simples resplandores, pero todas y cada una de las mentes contribuían a iluminar el negro aislamiento de la individualidad absoluta. La PsiNet era el mayor don de su raza, la mayor obra de arte jamás creada. Si se desconectaba de la red perdería la luz, estaría sola como nunca antes lo había estado.
La posible oferta del Consejo era una oportunidad para sumergirse aún más profundamente en la red, la posibilidad de convertirse en uno de los cuidadores de tan magnífica creación. ¿Y Vaughn? ¿Acaso él no era también algo asombroso, algo que jamás había imaginado que podría tocar? Su sola presencia disipaba la soledad de su interior dándole una intimidad, una proximidad, que la red nunca podría proporcionarle. Ojalá pudiera tenerlos a ambos.
Pero debía elegir.
Sacudiendo la cabeza para sus adentros a fin de hacer a un lado la pregunta para la cual no tenía respuesta, se desplazó hasta uno de los principales canales de datos. Aunque se podía acceder a la información desde cualquier parte de la red, la mayoría de los datos sin filtrar eran desviados a través de estos puntos y, como tal, se encontraban en su forma más pura.
Absteniéndose de realizar una búsqueda que pudiera dar la voz de alarma, se dedicó a copiar archivos que respondían a ciertas palabras clave y luego se limitó a dejar que los continuos flujos entrantes la atravesaran. Aquel acto no era nada inusual, de modo que no se molestó en comprobar si alguien la seguía.
Cuando después de pasada una hora no encontró nada que se ciñera a sus parámetros, dejó el canal para recorrer la red, cribando los datos aleatorios que superaban los filtros preprogramados. El proceso no era tan caótico como parecía por un motivo muy sencillo: la red se fundamentaba en las mentes de millones de seres psíquicos y, por tanto, se regía según el principio de la energía psíquica. Nadie había conseguido explicar por completo aquellos principios hasta la fecha, pero todos los psi sabían que si buscabas algo con el empeño y el tiempo suficientes, la red comenzaría a arrojarte datos relevantes, como si fueran un rastro de miguitas de pan.
De igual forma que hizo con Faith.
Algunos murmullos llegaron hasta ella. Tal y como le había dicho al jaguar, cualquier cosa que se hablaba en la red nunca salía de ella, aunque lo que se comentaba dentro de cámaras y escudos quedara encerrado dentro y se degradara en secreto. También los rumores desprotegidos acababan degradándose con el tiempo. Pero hasta que lo hacían, formaban parte del mayor sistema vivo de información del planeta.
—Kaleb Krychek ha sido visto con Nikita Duncan.
—El Consejo tiene una lista de candidatos preseleccionados.
—… hay un posible psi-c…
—Enrique también era un psi-tq.
Faith se sorprendió de los rumores; el Consejo era especialista en asegurarse de censurar la información cuando era necesario. Por lógica, eso significaba que tenían que haber filtrado la lista de candidatos preseleccionados. ¿Se trataba de una prueba? ¿Poner a Kaleb en contra de Faith y esperar a ver cuál de los dos salía con vida? No le extrañaría que el Consejo empleara tácticas tan sádicas disfrazándolas de eficiencia, pero no tenía sentido en esas circunstancias.
Si hubiera querido una combinación de pura fuerza letal y frío pragmatismo psi, entonces Kaleb era, sin la menor sombra de duda, el candidato indicado. Lo había demostrado sobradamente. Lo cual solo podía significar que la filtración era una advertencia para Kaleb de que esta vez había otro factor en la ecuación. De ser así, no tenía ningún valor. Faith sabía que no había nada que impidiera a Kaleb acabar con ella si decidía que debía ser neutralizada.
Algo rozó su mente, y le pareció tan familiar que apenas le dio importancia. Pero segundos después de que la MentalNet hubiera pasado, se sorprendió dándose la vuelta para buscarla aunque, claro estaba, no podía verla. Simplemente existía. Algo en aquella toma de contacto había estimulado la sección de su mente que albergaba los canales de las visiones. Aquella certeza era un tanto vaga, más un presentimiento que una visión de que la MentalNet iba a tener una gran relevancia en su vida.
Tras dedicar unos instantes más a intentar refinar aquel presagio, se dio por vencida y regresó a su cuerpo, agotada la energía psíquica por el caos de su mente. Resultaba tentador eludir el sueño como método para escapar de la oscuridad, pero luchó contra esa vocecilla esgrimiendo una lógica indiscutible: las visiones se presentarían estando despierta o dormida. En eso, no tenía alternativa.
Del mismo modo que no tenía opción alguna en la decisión de quedarse o abandonar la red.
* * *
Pero dos horas después, el contacto físico que la despertó no era malvado, sino algo mucho más peligroso.
Aquel dedo descendió por su mejilla.
—Tienes ojeras… debería dejarte dormir.
—No. Tenemos que hablar.
Vaughn rompió el contacto físico y se levantó con agilidad para sentarse sobre la cama. Faith se incorporó para mirarle frente a frente.
—He estado pensando en lo que quieres, en la decisión que quieres que tome, pero el hecho es que tengo que vivir en este mundo. Si corto el enlace con la PsiNet, moriré.
—Una vez me preguntaste si podía hacer por ti lo mismo que Lucas hace por Sascha. La respuesta es sí.
Toda su seguridad se hizo trizas.
—¿Cómo?
—Toma tu decisión y pregunta después. No puedo arriesgarme a confiarte esa información mientras estés conectada a la red.
—Por Sascha. —Una emoción que reconoció como celos clavó sus garras en Faith.
—Por todos los psi que un día podrían necesitar de dicho conocimiento.
—Me estás pidiendo que tome una decisión sobre todo mi futuro, sobre toda mi vida, basándome en tu creencia de que puedes sacarme. ¿Y si te equivocas?
—No estoy equivocado. —Sus palabras denotaban la seguridad de un macho depredador acostumbrado a conseguir lo que quería.
—¿Cómo lo sabes?
Vaughn la tocó de nuevo, rozándole los labios rápidamente con los suyos.
—Porque ya estás fuera… lo único que tienes que hacer es abrir los ojos y ver.
—Vaughn —susurró con la voz teñida de necesidad, frustración y desesperanza.
—Siempre.
Faith sintió en la oreja el cálido aliento de Vaughn y meneó la cabeza de manera recriminatoria.
—No si elijo continuar llevando la vida que se me da bien vivir.
Algo se agitó en aquellos ojos no del todo humanos.
—Incluso entonces, Faith. Incluso entonces. Si me llamas, vendré.
Y eso le partiría en dos, destruiría su sentido del honor y de la lealtad… porque estaría durmiendo con el enemigo. Pero Faith tenía que hacerle comprender por qué esa decisión era tan difícil para ella.
—Esta es mi gente, mi versión del clan, y son muchos los lazos que me unen a ella. Puede que no me quieran del mismo modo que los DarkRiver te quieren a ti, pero mi clan psi me necesita. Si me marcho, un centenar de puestos de trabajo que dependen directamente de mí se perderán, desde los guardias hasta los psi-m. Pero es el efecto dominó lo que será realmente devastador. El clan psi dejará de tener ingresos. No podrán costear las escuelas, se pararán las investigaciones, a los niños los sacarán de los programas de enriquecimiento mental cuando puede que sean dichos programas los que permitan que algunos de nosotros luchen contra el Silencio.
—Estás hablando de la lealtad —repuso Vaughn sin la menor inflexión en la voz, pero Faith pudo sentir la intensidad apenas contenida de la bestia como si fuera una tercera presencia entre ellos.
—Quizá esta lealtad sea distinta a la vuestra, pero sigue siendo lealtad.
—Tienes razón —replicó, sorprendiéndola—. Pero, cielo, la lealtad ha de ganarse y ha de hacerse honor a ella. Tu clan te encerrará un día en una institución mental y dirán que están cuidando de ti.
Faith sabía que no lo había dicho con intención de ser cruel. Su jaguar simplemente utilizaba todas las armas disponibles en su arsenal.
—Puede que no lo hagan —dijo, rogándole a Vaughn en silencio que la mintiera, que le facilitase las cosas—. Si Sascha y tú tenéis razón, no me volveré loca si acepto mis verdaderas habilidades, si acepto esa oscuridad que acudirá a mí en ocasiones.
Vaughn meneó la cabeza.
—¿Qué sucederá la primera vez que tengas la visión de un asesinato y te des cuenta de que formas parte del organismo que va a autorizarlo?
En su mente tomó forma una vaga impresión, pero se desvaneció antes de que pudiera descifrarla.
—¿Por qué iba el Consejo a…?
—Sascha los llama custodios. Por lo visto tu PsiNet los necesita, pero por algún motivo son los que tienen mayor probabilidad de ser víctimas de uno de los efectos colaterales menos conocidos del Silencio: la psicopatía homicida.
—Estás diciendo que el Consejo alimenta su necesidad de matar. —El corazón de Faith era como una roca que le aplastaba el pecho desde el interior.
—Tenemos constancia de ello. —Sus ojos adquirieron un brillo hermoso y salvaje.
Faith no dudaba de él; la parte animal de Vaughn era demasiado fuerte como para mentir.
—¿Por qué? ¿Por qué iban a continuar apoyando el Protocolo si hubiera quedado demostrado ser imperfecto a un nivel tan profundo?
—Porque pueden.
Una respuesta cruelmente franca, y de la cual Faith no podía desentenderse. El Consejo había sido la ley absoluta para la raza psi durante más de cien años. Antes del Silencio, la rebelión y la controversia aparentemente habían surcado la red con libertad, manteniendo a sus gobernantes a raya. Ahora nadie se atrevía a hablar y nadie vigilaba.
—Digamos que tienes razón en todo. ¿Puedes imaginar cuánto bien podría hacer desde dentro? Podría trabajar por la libertad de mi raza desde un puesto de verdadero poder.
—Y si te liberas, podrías sembrar las semillas de una revolución para que así tu gente, tu clan, puedan luchar por ellos mismos.
—Jamás permitirán que me vaya.
—Nadie puede impedirme que te saque si me dices que sí.
«Dilo —le instó con la mirada—, di que sí.»
Faith luchó contra la necesidad interior que deseaba obedecer, algo ávido, desesperado y doloroso.
—Necesito pensar. Déjame pensar.
—¿A solas, pelirroja?
Faith detestaba que la oscuridad la hubiera reducido a esto, que la hubiera convertido en una criatura cobarde, temerosa de cerrar los ojos.
—Sí.
«Nunca más —pensó Faith—. Nunca más.»
—Siempre, Faith. Siempre.
Le vio marcharse a través de la claraboya. Mantuvo la forma humana, pero no era menos grácil ni menos magnífico. El conjunto de músculos bajo su piel era una verdadera belleza, tentador, persuasivo, seductor. Estiró los dedos sin ser consciente de ello y tendió el brazo hacia él.
Pero Vaughn ya se había marchado.