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Después de pasar todo el día trabajando en la escultura de Faith, Vaughn se reunió con los demás centinelas y la pareja alfa aquella noche para trabajar en la creación de escudos. El lugar era un claro próximo a la guarida de Lucas, no lejos de un pequeño río que dividía la zona y daba humedad al aire. Tamsyn, la sanadora, también estaba presente.

Sascha repasó los ejercicios con ellos una y otra vez, implacable en su impulso por hacerles invulnerables a un ataque psi, haciendo un descanso únicamente cuando comenzaron a gruñirse entre sí.

—Dada vuestra incapacidad psíquica, lo estáis haciendo mucho mejor de lo que esperaba. Estáis aprendiendo a protegeros a un nivel superior a las defensas normales de los cambiantes.

—Que ya son condenadamente fuertes. —Nate le puso el brazo sobre los hombros a Tamsyn. Su compañera sonrió y entrelazó los dedos con los de él.

—Sí —convino Sascha—. Pronto seréis prácticamente invencibles.

—Ya lo somos, querida Sascha —dijo Dorian, sentado con la espalda apoyada contra un árbol.

Sascha se acercó al rubio centinela e hizo que se levantara para darle un abrazo rápido. La herida de Dorian ya no estaba tan abierta como lo había estado tras de la muerte de su hermana Kylie a manos del asesino en serie, y antiguo consejero, Santano Enrique, aunque todavía seguía muy dolido. La terrible pérdida no había afectado a sus capacidades como centinela, pero eran un clan, y el clan no miraba hacia otro lado cuando uno de los suyos estaba sufriendo.

Las necesidades de Dorian no hacían que fuera menos respetado en la manada, donde la avidez de contacto físico era aceptada y fomentada. La empatía de Sascha en particular parecía afectar al macho latente a un nivel más profundo que al resto. Sascha apoyó la espalda contra el torso del centinela y cerró los ojos cuando este le rodeó la cintura con los brazos.

—Deja que le eche un vistazo a la Red Estelar para ver si algunos de estos cambios se están manifestando en ella.

Abrió los ojos un segundo más tarde y miró directamente hacia donde Vaughn se encontraba acuclillado. Pero Sascha no dijo nada de lo que él sabía que quería decir.

—Todo parece estar bien.

—Entonces, ¿se ha acabado la clase? —preguntó Dorian—. ¿Has castigado a alguien?

—Márchate antes de que cambie de opinión. —Sascha le dio un beso en la mejilla y rió por su intento de robarle uno más íntimo—. Vaughn, ¿puedes quedarte? Quiero hablar contigo sobre una cosa.

Mercy dejó escapar un sonido agorero.

—Estás en un lío con la profe, gato. No has hecho los ejercicios mentales, ¿verdad?

—Ha estado distraído —murmuró Clay, una sombra casi invisible en la oscuridad.

—¡Pero si habla! —Mercy levantó las manos en el aire—. Con estas, ¿cuántas palabras has dicho hoy? ¿Diez? —Continuó tomándole el pelo al silencioso centinela mientras se marchaba con este y con Dorian de la zona de entrenamiento.

Tamsyn se despidió de Sascha con un abrazo.

—Creo que mis hijos están colados por ti. Deberías haberles oído hablar cuando llegaron a casa… Sascha dijo esto, Sascha dijo aquello… —La sanadora meneó la cabeza—. Más vale que Lucas te tenga vigilada.

Rodeando a Tamsyn por la cintura, el alfa la besó en el cabello.

—Diles a tus malditos mocosos que la dejen en paz.

—¡Lucas! —Sascha parecía escandalizada.

Tamsyn rompió a reír.

—No te lo tomes en serio. Tu compañero se llevó ayer a mis adorables mocosos a correr con Kit y con algunos otros.

—Lo siento, aún no estoy del todo acostumbrada a vuestra forma de relacionaros.

Lucas se acercó para abrazar por detrás a su compañera y comenzó a mordisquearle el cuello.

—No te preocupes, cielo. —La sanadora sonrió ante los intentos de Sascha por conseguir que Lucas se comportase—. Solo hace unos meses que eres gato. Dale tiempo.

Nate tomó a Tamsyn de la mano.

—Será mejor que vayamos a recoger a Roman y a Julian antes de que Lysa decida que ya no quiere seguir siendo nuestra amiga.

Lucas esperó hasta que Tamsyn y Nate estuvieran lo bastante lejos para que no pudieran oír lo que decía:

—¿Por qué no nos marchamos a hablar a casa? No tardaremos si vamos corriendo.

—¿Y qué pasa conmigo? —preguntó Sascha paseando la mirada entre los dos cambiantes. Todavía seguían olvidándose de que ella no podía transformarse.

Lucas le dio la espalda.

—Monta, cariño —le dijo brindándole una sonrisa pecaminosa, haciéndole rememorar la primera vez que él se había ofrecido a llevarla.

«Más tarde.» Una advertencia mental que se convirtió en una promesa.

Segundos después, con ella subida a su espalda, los tres se pusieron en marcha. Sascha confiaba en él ciegamente, incluso a la vertiginosa velocidad que imprimió. Los cambiantes podían moverse rápidamente en ambas formas. Aferrándose al musculoso cuerpo de su pantera, reflexionó acerca de lo que había averiguado esa noche. Solo una cosa era segura: la vida de Vaughn estaba a punto de complicarse mucho.

El fresco viento sobre su cara; el grave gruñido de Lucas cuando algo se interpuso en su camino y le advirtió que se apartara; los intensos aromas del bosque… todo ello la arrastró firmemente al plano físico. Deleitándose con su libertad para disfrutar, se sumergió en la experiencia como solo podría hacerlo una antigua cautiva del Silencio.

Pero la estimulante carrera terminó demasiado pronto y llegaron a la guarida. Lucas se fue a por unas bebidas dejándola a solas con Vaughn. Sascha miró al jaguar apostado frente a la ventana delante de ella.

—Vaughn.

—Lo sé. —Él se cruzó de brazos, su tatuaje quedaba oculto por la sudadera gris que se había puesto junto con los vaqueros.

Lucas entró de nuevo en la habitación.

—Cógela. —Le lanzó un botellín de cerveza a Vaughn y a ella, una botella de zumo de arándanos; el alcohol tenía un extraño efecto en la mente de los psi.

Sascha esperó hasta que los dos hombres tomaron un buen trago del verde botellín.

—He visto algo en la Red Estelar.

Lucas le pasó un brazo por el cuello y comenzó a jugar con el extremo de la trenza.

—¿El qué?

—Tal vez deba ser Vaughn quien lo explique. —Se sentía incómoda—. No pretendía violar tu intimidad. Lo siento mucho.

El jaguar se pasó la botella medio vacía de una mano a otra.

—Sabía que habías visto el vínculo.

—¿Con Faith? —Lucas dejó de tirar de la trenza a Sascha—. ¿Por qué no nos has dicho que te habías emparejado?

—Porque Faith no lo sabe. —Vaughn se pasó la mano por el pelo con evidente frustración—. No está preparada.

—No puedes ignorar a una compañera —señaló Lucas—. El vínculo tiene el don de manifestarse en los momentos más inesperados.

—Ya se siente atrapada de por sí… ¿qué crees que le va a parecer esto? —Vaughn se meció sobre los talones—. ¿Pueden otros psi detectar el vínculo?

Sascha se tomó un momento para considerarlo.

—No deberían. El vínculo de pareja es de naturaleza cambiante, totalmente ajeno a la PsiNet. Pero… —hizo una pausa— Faith está vinculada a ambos. No sé qué efectos va a tener. Tienes que decírselo.

—Podría hacer que huyera. Ya tiene suficiente tal y como están las cosas.

Sascha sabía que tenía razón. Vaughn era el centinela de quien más había recelado… había algo peligroso y primitivo en él. El animal que moraba en su interior era muy fuerte. No podía imaginar cómo se las iba a arreglar Faith para manejar a un macho tan agresivo. La psi-c no tenía experiencia en el tema de las emociones, sentir era algo nuevo para ella. Pedirle que aceptase no solo a un hombre como Vaughn, sino también la extrema devoción que implicaba el vínculo de pareja, podría ser pedir demasiado.

Pero como ya había remarcado Lucas, dicho vínculo no podía ser ignorado.

—Puede que te sorprenda —dijo Sascha—. Está viendo cosas terribles sin que nadie le haya enseñado a enfrentarse a ellas, pero no se ha derrumbado. Creo que Faith es más fuerte de lo que ni siquiera ella se imagina.

El cuerpo de Vaughn era un sólido muro de músculos frente a ellos.

—¿Cómo la sacamos de la PsiNet? ¿La Red Estelar podrá manteneros a las dos a la vez?

Sascha se mordió el labio inferior.

—Creo que hay suficiente retroalimentación. —Los psi no podían vivir sin dicha retroalimentación, razón por la cual desconectarse de la PsiNet equivalía normalmente al suicidio—. En teoría, dos mentes psi deberían aumentar el efecto potenciador.

—¿Deberían? —Lucas se giró para fulminarla con la mirada.

Vaughn vio cómo Sascha hacía lo mismo con su compañero.

—No son más que conjeturas. Para empezar, se supone que la Red Estelar de los DarkRiver no debería existir. No sé cómo funcionará, pero tenemos que intentarlo. No tenemos otra alternativa.

Lucas se volvió hacia el centinela.

—Joder, Vaughn. ¡Tenías que emparejarte con otra maldita psi! —Atrayendo a su compañera contra su cuerpo, le mordisqueó ligeramente el cuello—. De acuerdo, así que tenemos que utilizar la red. Ya resolveremos el resto más tarde.

—Podría matarnos a los cuatro si nos equivocamos y no hay retroalimentación suficiente —apuntó Vaughn con los puños apretados.

—Entonces tendremos que hacer nuevos centinelas mediante juramentos de sangre si es preciso para fortalecer la red. —La promesa de Lucas poseía la resolución de una amistad forjada en el más oscuro de los fuegos—. Pero antes tenemos que sacar a Faith. ¿Alguna idea?

—¿Utilizamos el disco? —Sascha se refería a la grabación incriminatoria que habían hecho cuando atraparon al asesino en serie que había matado a Kylie y violado la mente de la joven del clan de los SnowDancer, Brenna.

Vaughn quiso aprobar la idea, pero era un centinela y había jurado proteger a los DarkRiver.

—Las razones por las que en su momento no emitimos la grabación siguen estando vigentes. No podemos arriesgarnos a que el Consejo se sienta acorralado. —Un animal en esa situación no tenía nada que perder a la hora de asestar un golpe mortal.

—Vaughn tiene razón —dijo Lucas—. No pueden saber cuántas veces podríamos chantajearles.

—Dime, Sascha. —Vaughn se cruzó de brazos e intentó reprimir el impulso de tomar lo que quería sin importar las consecuencias—. ¿Se te ocurre alguna otra cosa?

—El estilo de vida ermitaño de Faith es un punto a nuestro favor. —Sascha se apoyó contra Lucas—. La gente conoce su nombre, pero son muy pocos los que la han visto. Su desconexión no causará tanto alboroto como mi deserción. Aunque, por otro lado, perderla hará que el Consejo deje de ganar millones.

—¿Cómo?

—Sobre todo en concepto de impuestos —respondió Sascha—. Los psi-c generan enormes sumas de capital que fluyen. Sé por mi madre que en ciertos casos, el Consejo utiliza clarividentes para aumentar su riqueza de un modo más directo. Se hace con los servicios de manera gratuita o con un cuantioso descuento.

—Deja que adivine —interrumpió Vaughn, enfurecido con la idea de que su compañera hiciera algo para ayudar a ese grupo de monstruos desalmados—. Nadie quiere cabrear al malvado Consejo reclamándole el pago por sus servicios.

Sascha asintió.

—La gente que lo hace tiene la mala costumbre de desaparecer legando su dinero al Consejo.

—Así que lucharán con uñas y dientes para retenerla. No pueden fingir que es defectuosa como hicieron con Sascha. —Las marcas faciales de Lucas se acentuaron cuando la ira tensó su expresión—. Y también es una cardinal. Sus ojos impiden que pueda ocultarse de forma efectiva.

—Nadie va a esconder a Faith. —Vaughn sabía que su voz había bajado varias octavas, pero le traía sin cuidado.

—¿Y Faith? —preguntó Sascha con suavidad.

—¿Qué pasa con ella? —Vaughn dejó el botellín vacío en el alféizar de la ventana.

—¿Le has preguntado si quiere dejar la red?

—Es mi compañera. —Por supuesto que dejaría la red—. Intentaré darle algo de tiempo para que se haga a la idea, pero al final no le quedará otra alternativa.

—Creo que sí que la tiene.

La bestia de Vaughn asomó a la superficie.

—¿Cómo?

Emparejarse era una compulsión entre los cambiantes. Incluso a las mujeres más independientes, a aquellas que oponían mayor resistencia, les resultaba difícil pasar largos períodos de tiempo alejadas de los machos que estaban destinados a ser sus compañeros.

—Ella no es una cambiante, así que no le afecta del mismo modo que a ti, a menos que se abra como hice yo con Lucas. Puede que sea incómodo para Faith, pero seguramente ella pueda bloquearte.

—¿Estás segura? —Las garras de Vaughn estaban tan próximas a la piel que sentía el pinchazo de las puntas a punto para atravesarla.

—No. Faith no es como yo. Ser una empática significaba que no podía ignorar lo que sentía por Lucas. No sé si Faith está tan ligada a ti.

—Así que, ¿tal vez esté emparejado con alguien que podría elegir no ser mi compañera?

La idea era una auténtica pesadilla. Solo podía emparejarse una vez. El vínculo normalmente entrañaba que la hembra tomase en algún momento una decisión madura, lo que hacía que el lazo entre Vaughn y Faith fuera muy inusual. Pero daba igual cómo se hubiera forjado, una vez hecho, ni siquiera la muerte podría romperlo. Nadie se emparejaba dos veces. Podrían buscar una amante, pero nada llenaría jamás el vacío en su interior. Jamás.

—Necesito correr.

Pero aunque corriera hasta caer rendido, su bestia no encontraría consuelo en un acto que antes siempre había representado la libertad. Porque Vaughn estaba encadenado, unido al nivel más profundo a una mujer que podría destruirle.

* * *

Faith echaba de menos a su jaguar, tanto como para alterar su rutina.

Estaba paseando por los jardines a la fría luz de la mañana y devanándose los sesos intentando hallar el modo de arreglar otra escapada nocturna cuando comenzó a pensar en Vaughn, en su presencia, y sí, en su contacto. Tan enfrascada estaba en sus pensamientos que estuvo a punto de tropezarse con un guardia. Ese no era el problema. El problema era que, con el sobresalto, estuvo a punto de perder los nervios.

Reprimiendo su reacción en el último momento, inclinó la cabeza.

—Mis disculpas. No sabía por dónde iba.

—La culpa ha sido mía. —El guardia le dirigió un breve gesto y continuó con su ronda.

Faith se obligó a caminar en dirección contraria, con el corazón martilleándole en el pecho. Ten cuidado, se dijo a sí misma. Bastaba con un solo desliz. Decidiendo intentar distraerse con algo menos incendiario, se sentó en un pequeño banco del jardín y abrió el archivo mental que Anthony le había dado.

Kaleb Krychek había llevado una vida interesante. Un tq cardinal hijo de dos psi-tp de bajo gradiente, había sido criado casi como ella, pasando prácticamente toda su infancia en un centro de adiestramiento. Su padre había logrado averiguar que uno de los instructores del joven Kaleb había sino nada más y nada menos que Santano Enrique. Faith no sabía por qué había desaparecido Enrique, pero ese dato podría resultar ser un arma en caso de que alguna vez la necesitara.

Kaleb había sido reclutado por el Consejo casi inmediatamente después de su triunfal graduación en el Protocolo. Su ascenso había sido meteórico, máxime teniendo en cuenta que era un cardinal; aunque la mayoría de los cardinales trabajaban para el Consejo, eran demasiado cerebrales para que les interesase la política y el poder.

Faith pasó otra página del expediente y se sorprendió al ver una lista de personas desaparecidas. Al menos diez miembros de alto rango de la subestructura del Consejo habían desaparecido en extrañas circunstancias y, en todos los casos, Kaleb había sido el beneficiado. Sin embargo, no había nada que le inculpase; un hecho que solo serviría para aumentar su atractivo a los ojos de los mortíferos seres que conformaban el actual Consejo.

Faith era una tierna florecilla en comparación con él. Lo cual suscitaba la pregunta de por qué la habían nombrado candidata. Estaba a punto de ahondar en el expediente de Kaleb cuando lo sintió. La llamada de la oscuridad.

—No.

Parecía obsceno que después de tres días de paz mental, aquella maldad la hubiera localizado a plena luz del día.

Su primer impulso fue el de luchar, el de impedir la repetición de la última y malévola invasión. Pero estaba harta de huir. Si podía relacionarse con un jaguar y salir ilesa, entonces podía enfrentarse a la faceta más desagradable de sus propias habilidades. Expulsando el aire que estaba conteniendo, dejó que él la dominara e hiciera alarde de sus triunfos. Vio a través de sus ojos, se obligó a observar aquello que aún no había sucedido. Podía cambiarse, era mutable. Pronto llegaría el día en que él persiguiera al objeto de sus fantasías, en que lo acechara y urdiera su plan. Faith estudió cada aspecto de su futura víctima y trató de descubrir quién era, dónde estaba y, lo más importante, en qué tiempo.

Llevaba un traje negro con una camisa blanca, su piel tenía un extraño tono entre los psi tras generaciones de mestizaje; un blanco puro con palidísimos matices azulados subyacentes. Pero la gélida impavidez de su rostro mostraba que era indiscutiblemente miembro de la raza de Faith. La psi desconocida tenía el cabello rubio platino, que armonizaba con su tez y sus ojos de un vívido azul. No se parecía en nada a Marine.

Pero su mente insistía en susurrarle que el asesino no había sentido lo mismo con Marine. Las visiones relacionadas con su hermana se habían centrado únicamente en la muerte en sí y en las emociones del asesino durante la misma, en tanto que esa nueva víctima iba a ser perseguida, vigilada, saboreada. Sí, para él había sido un subidón acabar con la vida de Marine, pero no había experimentado la sensación extrema de expectación que sentía en esos momentos. Tal vez de haberlo hecho, ella habría podido comprender a tiempo… habría podido salvar a Marine de la agonía de ser asfixiada.

Se libró de las opresivas cadenas de la culpabilidad, cadenas que podrían costar otra vida, y siguió su anterior curso de pensamiento. Su recién despertado instinto le decía que la clave de todo radicaba en responder a la cuestión de por qué Marine y la nueva víctima inspiraban reacciones tan dispares en el depredador.

Mientras se debatía ante aquella pregunta, la oscuridad se desvaneció de su mente. El asesino había quedado aplacado por su aquiescencia, pero esa era una deducción poco fiable. La próxima vez podría decidir violar su mente. No obstante, en esos momentos no podía pensar en aquella posibilidad. Porque alguien la estaba vigilando. Y ese alguien hacía que se le erizase el vello.

Abrió los ojos y se encontró frente a frente con Nikita Duncan, una consejera y una de las mujeres más peligrosas de la red. Según se decía, el veneno de su mente era más letal que el virus biológico más mortífero. Y había encontrado a Faith en medio de una visión oscura.

Faith se levantó y se sacudió la parte trasera del vestido.

—Consejera Duncan.

—Te pido disculpas por molestarte. —Los ojos almendrados de Nikita eran perturbadores y penetrantes—. Creía que tus visiones tenían lugar en un entorno monitorizado.

Faith sacudió la cabeza y le dijo una verdad a medias.

—A veces activo sin querer un detonante mientras considero la mejor manera de abordar un proyecto, o simplemente mi cabeza encuentra este entorno más propicio para una visión en particular.

—Entiendo. Bien, supongo que los guardias no están lejos, así que no hay motivo de alarma.

Y tampoco una verdadera intimidad.

—No. —Se enfrentó a la mirada de Nikita—. ¿Qué puedo hacer por usted, consejera?

* * *

Lo último que Vaughn esperaba ver cuando saltó la verja y siguió el olor de Faith hasta una zona escondida de la propiedad era a su compañera enfrascada en una conversación con Nikita Duncan. Consciente de que la madre de Sascha era una poderosa telépata, permitió que la bestia asomara la cabeza; si ella le detectaba podría no reconocerle como a un cambiante. Además siguió manteniendo una distancia considerable entre ellos. Pero podía escuchar cada una de las palabras que se decían. Y lo que oyó hizo que quisiera destrozar con las garras la rama bajo la que se encontraba.

—No eres estúpida, Faith. Tienes que saber por qué estoy aquí.

—Por supuesto. Sin embargo, desconozco la razón para la nominación. —La voz de Faith era tan fría y eficiente como un escalpelo, completamente diferente de como sonaba cuando hablaba con Vaughn. Le sorprendió percatarse de lo buena actriz que era, y eso hizo que dudase de qué personaje era real y cuál, un fraude.

—Hay cosas que no sabrás hasta que hayas sido aceptada.

—Comprendo que el Consejo necesite hacer las cosas de manera confidencial, pero para ser totalmente sincera, no veo que tenga ninguna ventaja sobre los demás posibles aspirantes.

El lacio cabello negro de Nikita se movió en torno a su rostro, que no se parecía en nada al de su hija.

—¿A quién pondrías tú en esa lista de aspirantes? Tengo curiosidad por saber hasta qué punto estás al tanto de lo que pasa en la red.

—Si no le importa, consejera, me guardaré mis pensamientos para mí. —Faith dirigió fugazmente la mirada en dirección a Vaughn y él esperó que conectara con su mente, pero no lo hizo. Decepcionado a pesar de la ira, continuó observando. Y escuchó—. Hay ciertos nombres que es mejor no pronunciar de antemano.

—Cierto. —Nikita guardó silencio durante unos segundos—. Cuentas con una amplia vigilancia.

Faith no dijo una sola palabra y Vaughn se dio cuenta de que lo hacía porque Nikita había constatado un hecho, no formulado una pregunta. Era la lógica pura y dura de los psi. Y a Faith no le había pasado desapercibida.

—¿Cómo es que estás informada si te tienen entre algodones? —preguntó Nikita.

—La PsiNet.

—Tenía la impresión de que los psi-c raras veces frecuentaban la PsiNet.

—Algunos lo hacemos. —El tono de su voz reflejaba que sabía bien lo que hacía, y el depredador que había en Vaughn valoró aquello. Faith no podía permitirse parecer débil delante de Nikita, una mujer tan desalmada que se había desvinculado de su hija con la misma facilidad con la que otra mujer podría tirar la basura.

—Bien. Antes de irme deberías saber que ciertos consejeros no están a favor de tu candidatura. —Nikita echó un vistazo a su reloj—. Espera una citación para la próxima semana.

Vaughn mantuvo su posición oculta hasta que Nikita estuvo dentro del coche que la aguardaba junto a la verja y dejó de captar su olor. Entonces siguió la pista de su traicionera presa humana hasta otro lugar apartado del recinto.

—Vaughn. Me había parecido verte.

Él sabía que Faith estaba mintiendo. No le había visto; le había sentido. El que no deseara reconocer la verdad solo sirvió para añadir más leña a la hoguera de su ira. Empujándola con la cabeza hasta que ella comprendió el mensaje y se sentó en el suelo, se fue tras el nudoso tronco de un árbol cercano para transformarse.

Una parte de él quería escandalizarla con su desnudez, pero la cólera que le embargaba en esos momentos era demasiado grande; no quería que la bullente ira mancillara su incipiente sexualidad. Menos mal que había hecho caso al instinto del jaguar poco después de conocer a Faith y que había escondido cerca diversas prendas de ropa. Tras coger un par de vaqueros, se los puso antes de regresar con ella.

Faith le estaba esperando. Se había rodeado las rodillas con los brazos y estaba mirando justo en la dirección por la que él volvía, aunque no había hecho el más mínimo ruido.

—Vaughn, los guardias…

—… arman tanto jaleo como para despertar a un ejército entero, por no hablar de que huelen a «gloria bendita». —Se acuclilló delante de ella, pero no la tocó. No se fiaba de sí mismo.

—¿Qué?

—No importa. ¿Qué coño estaba haciendo aquí la madre de Sascha?

Aquellos oscuros ojos estrellados, en los cuales se apreciaba cada vez un mayor recelo, se endurecieron.

—No tienes derecho a hablarme así. ¡Si lo que pretendes es intimidarme para conseguir algo, ya puedes ir arrastrándote hasta algún oscuro agujero y quedarte ahí!