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Faith descubrió que le era imposible rodearle por completo. ¿Cómo algo tan grueso podía encajar dentro de su cuerpo? ¿Y por qué se moría de curiosidad por descubrirlo?

Vaughn no había articulado palabra desde la última orden que le había dado; todo su cuerpo, ágil y duro como una roca, latía única y exclusivamente para ella. Su tacto era como seda bajo sus manos, insoportablemente suave, y la piel que cubría su dureza era delicada. Aquello le sorprendió sobremanera, pues nunca se hubiera imaginado que hubiera algo delicado en su jaguar. Aquel fue el último pensamiento coherente que tuvo.

Deslizó el puño cerrado por su gruesa longitud, satisfaciendo al animal que tenía a su lado, al ser primitivo que solo conocía el deseo, la necesidad y el sexo. Tanto le dolían los pechos que ansiaba desgarrarse la ropa y frotarse contra su torso, pero para eso tendría que liberarle, y no deseaba hacerlo. Lo único que quería era apretarle y acariciarle una y otra vez. Una y otra vez.

—Detente, Faith.

Faith hizo oídos sordos a la inoportuna interrupción y pensó en el millón de cosas que deseaba hacerle. Primero posaría la boca sobre aquel pecho dorado oscuro y saborearía el sudor, el calor tan tentador y cercano a ella. Tal vez incluso se quitara la ropa antes de pegar su cuerpo acalorado contra el de Vaughn.

—Cielo, para. —Vaughn enredó una mano en su cabello.

Faith intentó zafarse, pero él era demasiado fuerte. Entonces cubrió los dedos de Faith alrededor de su erección e intentó lograr que los retirara. Ella reaccionó clavándole en el pecho las uñas de la otra mano mientras que le apretaba el miembro con más fuerza.

El gruñido de Vaughn le puso el vello de punta. Esperaba que la mordiera, y aquello le parecía comprensible. Lo que no se esperaba era que él apretara la mano sobre la suya hasta que Faith creyó que iba a acabar haciéndole daño.

—¡No! —Faith le soltó.

Vaughn se puso fuera de su alcance con velocidad felina, tan rápido que ella tuvo que agarrarse a la barandilla para no caer al suelo. La cabeza le daba vueltas y se sorprendió tendiendo el brazo hacia él.

—Vaughn —dijo casi en un sollozo—. Por favor.

—Chist. —Se colocó a su espalda antes de que pudiera verle moverse—. Deja que te calme.

—¿Calmarme? —La necesidad se pegó a su piel, empujó contra los muros de su mente. Pero cuando iba a volverse, él la sujetó con las manos. Luchando con la rabia desesperada de un animal salvaje, se retorció y pataleó sin que su mente se acordara de sus capacidades ofensivas. En esos momentos era una criatura puramente física y, en ese aspecto, él era mucho más fuerte—. ¡No! ¡No!

Turbulentas nubes de ira se congregaron sobre el extremo frenesí que la dominaba.

Vaughn continuó sujetándola por la parte superior de los brazos mientras se aseguraba de no tocarla con ninguna otra parte de su cuerpo.

—Levanta los muros, cielo. —El jaguar luchó contra la decisión de Vaughn, pero una promesa era una promesa.

—¡No!

La respuesta de Faith fue tan violenta, tan obstinada, que Vaughn supo que fuera lo que fuese lo que la impulsaba, carecía por completo de cordura.

—¿Ves el bosque ante ti?

Se hizo un hosco silencio y luego ella contestó:

—Sí.

—Hay otros ahí que podrían vernos.

—¿Otros?

—Sí. ¿Quieres que otros me vean? —Vaughn le habló a una parte de Faith cuya existencia ella desconocía a pesar de que era precisamente esa parte la que estaba exacerbando su deseo.

—No —respondió de inmediato.

—Pues levanta los escudos.

Si no hubiera estado fuera de sí, podría haberle desafiado diciéndole que podían entrar en la cabaña y solucionar así el problema. Pero claro, no era consciente de sus actos.

El cuerpo de Faith se estremeció, pero dejó de discutir.

—Deberías dejar de tocarme ya —dijo tras un buen rato—. Y ponte algo de ropa encima, por favor.

Vaughn no la presionó esta vez, sino que hizo justo lo que ella le pedía. Casi acabó con él renunciar a la promesa de lo que podría haber sido.

* * *

Parecía que la sobrecarga sensual había producido un cortocircuito en algunas de sus otras pautas del condicionamiento. Una hora después de caminar de puntillas por los límites de la locura, Faith se sentó en el columpio a terminar de beber una taza de café. Vaughn era una figura de carne y hueso contra la barandilla que tenía enfrente. Pero Faith tenía la cabeza en otra parte.

—Mi hermana se llamaba Marine. —Un paso voluntario destinado a forjar un vínculo de confianza entre ellos—. Tenía solo veintidós años, pero ya estaba completamente integrada en los negocios del clan psi.

Vaughn no dijo una sola palabra. Tal vez supiera que ella simplemente necesitaba su presencia, que necesitaba saber que él estaría allí para apoyarla si lo necesitaba. Al fin y al cabo, él también había perdido a una hermana.

—Apenas nos conocíamos… puede que la viera una o dos veces al año. Pero solía mantener el contacto con ella. Me justificaba diciendo que lo hacía para mantenerme al día de los asuntos del clan, pero era mentira. Quería conocer a mi hermana. —Había guardado todos los informes escolares, todos los registros de su adiestramiento—. Era una telépata cardinal. —Levantó la vista para comprobar si él lo entendía.

Los ojos de Vaughn tenían una expresión apagada, pero perforaban la suave negrura de la noche.

—Muy poderosa.

—Sí. —Tomó un sorbo de café. Eso le calentó el cuerpo, pero no sirvió para mitigar el frío que sentía en su interior—. La mayoría de los telépatas tienen alguna otra especialidad, pero Marine era una telépata pura… podía comunicarse a distancias que no puedes ni imaginar. —Quería que él comprendiese la belleza de la exquisita mente de Marine.

—¿Por qué eso era un recurso tan importante si tenéis la PsiNet?

—Es cierto que la red nos permite comunicarnos y reunirnos a pesar de nuestra localización física, pero también implica cierto grado de vulnerabilidad. Nuestras mentes pueden piratearse mientras estamos en la PsiNet. Además, cualquier cosa que se diga en la red, incluso aquello que se habla tras los muros más gruesos de las cámaras mentales, pasa en cierto modo a formar parte de ella. Puede que nadie sea capaz de acceder a esa información, pero los datos están ahí. La comunicación telepática elimina esos factores. No hay posibilidad de que accedan sin autorización a nuestra mente. No quedan registros de ningún tipo.

—Una seguridad perfecta —musitó Vaughn—. Sus servicios debían de estar muy solicitados.

—Sí. —Pero su hermana había sacado tiempo de su apretada agenda para adiestrarse como Bloqueador para cuando llegara el día en que la mente de Faith se desintegrara.

—¿Se parecía a ti?

Faith sacudió la cabeza.

—Nuestro ADN materno era diferente. Después de que yo naciera, el clan psi decidió no arriesgarse a engendrar a otro psi-c cardinal. Estamos muy cotizados debido a nuestra rareza y no querían saturar el mercado. —Hacía mucho tiempo que le habían explicado aquel frío razonamiento, sin que nadie pareciera considerar el impacto psicológico que podría tener en un niño el darse cuenta de que no era más que un producto manufacturado para un fin muy concreto.

»Así que los psi-m seleccionaron a un número de candidatas a madre cuyo historial genético careciera de clarividentes. —También habían elegido a mujeres con un alto gradiente de telepatía por la sencilla razón de que llegaría el día en que Faith necesitaría un cuidador, y su padre prefería que el poder se mantuviera en manos de los familiares más próximos—. Funcionó. Marine era una tp cardinal sin el menor rastro de habilidades propias de la designación «c». Su piel era como… como el café con leche, y poseía una voz mental tan clara que tenía la resonancia de una campana bien afinada. Su madre procedía del Caribe.

—Pero ¿ella vivía con tu clan psi?

—Ese fue uno de los puntos que se estipularon en el contrato de reproducción. A la familia materna le interesaba comprobar si podía engendrar a un psi-c, así que mi padre les permitió utilizar su material genético con otra hembra de su linaje.

»Los descendientes varones resultantes nunca se han considerado parte del clan NightStar, del mismo modo que a Marine nunca se la consideró miembro de la familia caribeña. —Se interrumpió al ver la expresión en el rostro de Vaughn—. No lo entiendes. Yo tampoco. Creo que nunca lo he entendido. De haberlo hecho, no habría tenido tantas ganas de conocer cosas sobre Marine.

»Solía imaginarme jugando con ella de niña… antes de que reprimieran mi imaginación mediante el condicionamiento. Ella era una fantasía y todo cuanto necesitaba en una amiga. —Pero en realidad nunca había habido el más mínimo atisbo de amistad en su relación; dos perfectas psi con agua helada corriendo por sus venas—. Ahora ya nunca tendré oportunidad de conocerla. Ella se ha ido.

Para siempre.

Faith clavó la mirada en algún punto más allá del hombro de Vaughn. Cuando él se movió para colocarse a su lado y le acarició el cabello suelto con la mano, no le pidió que se apartara. Necesitaba saber que había oído su silenciosa pena, que sabía quién había sido Marine. Alguien tenía que saberlo, alguien tenía que recordarla en caso de que Faith no pudiera hacerlo.

Una lágrima rodó por su cara y, que Faith pudiera recordar, fue la primera vez que algo semejante le sucedía. Fue como fuego líquido sobre su piel, tan caliente, tan puro.

—Fue asesinada para satisfacer la sed de sangre, la vida le fue arrebatada porque la oscuridad estaba ávida de dolor y de tormento. Y yo fui demasiado débil para impedirlo. —Desdobló los dedos de una mano y la frotó sobre su corazón tratando de mitigar el nudo que la culpa había formado en su interior.

—No tenías la capacidad para hacerlo. —La voz de Vaughn era tan tierna que dolía.

—¿De veras? O tal vez no quise ver lo que las visiones trataban de decirme, quizá fui demasiado cobarde.

—La culpa nunca te abandonará —le dijo con la franqueza típica de los cambiantes—, pero puedes evitar que se vuelva corrosiva.

—¿Cómo?

—Haciendo algo que equilibre la balanza, salvando a la hija o la hermana de otra persona. —Cada palabra estaba cortada por la afilada espada del conocimiento.

Faith le miró a la cara, sin sorprenderse de que sus ojos se hubieran vuelto completamente felinos.

—¿Querrías hablarme de ella? —Ya sabía que aquel jaguar era un solitario, pero deseaba que le otorgara aunque solo fuera un poco de su confianza.

La mano de Vaughn se quedó inmóvil sobre su cabello.

—Mi hermana murió de hambre porque yo era demasiado joven y débil para encontrar suficiente alimento para mantenerla con vida. Y la echo de menos cada día de mi vida.

Faith tendió la mano hacia él para intentar consolarle, algo que hacía por primera vez. La posó sobre su muslo de forma titubeante, pero aquello significaba tanto que a pesar de que Vaughn no dijo nada al respecto, comenzó a acariciarle otra vez el cabello.

—¿Cómo se llamaba?

—Skye. —Su voz se fue tornando cada vez más ronca hasta llegar a un punto en que se parecía más a un gruñido que a un sonido humano—. Nuestros padres nos abandonaron en territorio de depredadores solo con lo puesto.

—Pero eran cambiantes.

—Ser un animal no te protege del mal. —El muslo de Vaughn se volvió duro como una roca bajo su mano—. Mis padres no eran malos, pero se vieron envueltos en ello… necesito creer eso si quiero seguir cuerdo.

Faith guardó silencio tratando de darle lo que él le había dado a ella.

—Mis padres eran muy jóvenes y no estaban casados cuando me tuvieron… la mayoría de los jaguares no siguen las costumbres humanas. Skye nació tres años después. Cuando ella tenía dos y medio, mis padres se unieron a una nueva iglesia y se casaron. Poco después, renunciaron a sus posesiones terrenales y comenzamos a vivir en una comuna —Vaughn habló con dureza—. Nada de eso habría importado si yo no hubiese empezado a notar la forma en que algunos de los «mayores» miraban a Skye. Ella era un bebé y esos hombres querían tocarla.

Faith no podía imaginar nada más atroz.

—La protegiste.

—Conseguí que la mataran. —Vaughn había vivido con aquello durante más de dos décadas—. Nunca me apartaba de ella… me negué a permitir que se le acercaran. Me tacharon de niño problemático y mis padres tuvieron que disciplinarme de acuerdo a su nueva religión. —Horas de palizas, de aislamiento, de repetirle una y otra vez que estaba «lleno de pecado».

Le había aterrorizado que los mayores consiguieran acercarse a Skye mientras él estaba encerrado, pero sus padres no debían de estar completamente sometidos, porque siempre velaron por Skye mientras a él le castigaban.

—Cuando fue obvio que yo no iba a ceder y que había aleccionado a los demás niños para que también recelaran de los mayores, estos emprendieron una campaña para deshacerse de nosotros. Les pidieron a nuestros padres que demostraran su devoción a su nuevo dios renunciando a los «frutos del pecado», los hijos que habían concebido fuera del matrimonio.

—¿Cómo pudieron…? —Faith meneó la cabeza desconcertada y Vaughn se percató de la fuerza con que le agarraba el cabello.

Aflojando la mano, acarició aquella sedosa masa.

—Necesitaron mucho tiempo para doblegar a mis padres. —Pero al final su madre no había sido capaz de mirarle sin ver el pecado en él y su padre había dejado de escuchar nada de lo que Skye pudiera decir—. Nos alegramos inmensamente cuando nos metieron en el coche y nos dijeron que no íbamos a volver. —Podía recordar hasta el más mínimo rayo de esperanza que había embargado su tierno corazón de diez años. Porque, a pesar de todo, él era todavía un niño—. En vez de eso, nos llevaron a las entrañas del bosque y nos dejaron allí.

Fue entonces cuando sus padres les sermonearon con las malvadas creencias que les habían adoctrinado. Skye lloró y trató de correr tras ellos, pero sus padres eran jaguares adultos y ella solo una cría. Vaughn la siguió, esperó hasta que Skye estuvo demasiado exhausta para seguir corriendo y luego buscó un lugar para ocultarse.

—Oh, Vaughn.

—Murió en mis brazos cinco días después. —Se le había roto el corazón hasta el punto de que no había estado seguro de que llegara a recuperarse—. Le di sepultura en una cueva. —Donde la lluvia no volvería a mojarla y jamás tuviera frío de nuevo—. Después decidí seguir caminando. Quería alcanzar a mis padres para poder matarlos.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó con voz queda, sin entrar a juzgar su necesidad de vengarse.

—No lo hice. Me derrumbé dos días después. —Pero incluso estando exhausto, quebrado y perdido había sido presa de la cólera más visceral—. Lo que no sabía era que me había adentrado sin querer en territorio de los DarkRiver. —Si sus padres no les hubieran dejado en las entrañas del bosque, Skye también habría sobrevivido.

»Un centinela me encontró al cabo de unas horas. Una vez que pude hablar, me preguntaron qué había ocurrido y estuvieron dispuestos a derramar sangre por mí. Pero no fue necesario. Mis padres ya estaban muertos para entonces.

Sintió la conmoción de Faith por la brusquedad con que sacudió la cabeza.

—¿Qué?

—Mi madre intentó regresar a por nosotros. —Saber aquello le proporcionaba cierta sensación de paz, la sensación de que existía un dios mejor—. Mi padre estaba empeñado en impedírselo. Dos jaguares adultos luchando en forma animal pueden provocarse graves heridas… él mató a mi madre y luego se suicidó.

Faith se levantó y Vaughn retiró la mano de su cabello.

—Lo siento. —Se acercó a él y le tocó la mejilla en una caricia que duró apenas un segundo.

Sin embargo, Vaughn sabía cuánto debía de haberle costado después del ataque que había sufrido antes.

—Fue mejor así. De haber vivido, habría sido yo quien los hubiera matado. —Y eso le habría destruido sin la menor esperanza de redención—. El clan de los DarkRiver alertó sobre la secta a la policía, que hizo una redada y la desmanteló. Debido a que entre las víctimas había humanos que se oponían a la pena de muerte, fueron encarcelados en lugar de ser juzgados según las leyes de los cambiantes.

Sangre por sangre, carne por carne, vida por vida. El juicio le había dejado sin nada contra lo que dirigir su ira, su rabia.

Podría haber tomado el camino de la perdición, pero los DarkRiver no le habían dejado.

—¿Cómo pudiste sobrevivir? —preguntó Faith, rodeándose con los brazos—. ¿Cómo? ¿Con tanto dolor? ¿Cómo, Vaughn? ¿Cómo puedes ser tan fuerte?

—A veces la ira puede ser algo bueno. Hace que sigas adelante cuando no queda nada más. —Se enfrentó a aquellos ojos estrellados, tan inquietantes, tan hermosos—. Enfurécete, Faith. Utiliza la necesidad de venganza como escudo contra la oscuridad mientras le das caza.

—¿Y si no tengo eso dentro de mí? ¿Y si soy demasiado débil?

—¿Y si no es así? —replicó—. ¿Y si solo tienes que abrir la puerta?

* * *

Faith regresó al recinto justo a tiempo. El panel de comunicación sonó cuando salía de su dormitorio a primera hora de la mañana siguiente. Era Anthony otra vez.

—Padre.

—Faith, tengo cierta información para ti.

—Entiendo.

Apagó la pantalla y regresó a su cuarto. Echó la llave, se apoyó contra la pared con los ojos cerrados y abrió una puerta al plano psíquico. La conciencia errante de Anthony la estaba esperando cuando salió. Al igual que ella, su padre prefería viajar de incógnito, enmascarando su auténtica fuerza tras patrones de normalidad.

—Sígueme.

En menos de un minuto en tiempo real se encontraron tras los muros de una cámara del clan NightStar. La mayoría de la gente que deseaba privacidad en la Red tendía a utilizar un cuarto sencillo que podía crearse de forma inmediata. Como era natural, el nivel de seguridad de esa habitación dependía de la fuerza de los psi implicados en su creación.

Por otra parte, el clan NightStar podía permitirse mantener un número de cámaras permanentes en la red, manteniéndolas con una corriente de energía continua aportada por la mayoría de sus miembros. Todas las cámaras eran inexpugnables, a prueba de pirateos, pero Faith se preguntaba si la MentalNet era capaz de entrar en ellas a voluntad. Y si podía hacerlo, ¿tenía el Consejo los medios necesarios para recuperar los datos recabados?

—Tengo algunos aliados en las filas del Consejo —le dijo Anthony—. Gente cercana a los consejeros.

—¿Qué has averiguado?

—Eres uno de los candidatos predilectos para reemplazar al consejero Enrique.

—¿Quiénes son los otros? —Faith mantuvo la calma mental. No podía permitirse el lujo de dejar que el estado alterado de su mente física afectara a su ser errante. Su padre era un psi demasiado fuerte como para no detectar la anomalía.

—Resulta que también se ha propuesto el nombre de un psi-m, pero el Consejo se centra en ti y en un tq llamado Kaleb Krychek.

—He oído mencionar su nombre con relación a varios asuntos dentro del Consejo.

—Correcto. Kaleb ha llegado muy alto siendo muy joven… está a punto de cumplir los veintisiete años. Es muy hábil anticipándose a los movimientos de sus contrincantes y urdiendo estrategias.

—Mientras que yo no tengo experiencia en dichas tácticas.

—Tú cuentas con una ventaja de la que él carece.

—Soy una psi-c. —Y al Consejo le encantaba estar en una posición de poder. Sus dotes incrementarían de forma considerable dicho poder.

—He preparado un expediente sobre Kaleb. —Le mostró el punto de la cámara donde estaba almacenado y ella descargó la información en su mente errante—. Es peligroso y es obvio que ya ha matado, a pesar de la falta de pruebas.

—Me andaré con cuidado para asegurarme de que no me convierto en víctima de un accidente inesperado.

—No está claro cuál de los consejeros te respalda y cuál favorece a Kaleb, así que no bajes la guardia en presencia de ninguno de ellos.

—Jamás bajaría la guardia precisamente con ellos.

—¿Quién te ha abordado?

—Shoshanna Scott.

—¿Cuál es tu impresión?

—Que no se había formado una opinión en firme. —Salvo por la sangre que manchaba sus manos. Faith aplastó aquel pensamiento tan pronto reapareció. No podía permitir que perturbara su presencia en la red—. Supongo que otros se pondrán en contacto conmigo a su debido tiempo.

—Si necesitas hablar conmigo en cualquier momento, no te preocupes por las formalidades. Establece contacto telepático.

Faith asintió sabedora de que eso era un privilegio. Cierto que Anthony era su padre, pero solo unos pocos elegidos tenían el derecho a iniciar contacto telepático con él.

—Por supuesto. Gracias por el expediente. Lo estudiaré con detenimiento.

Y eso pretendía hacer. Tal vez su mente estuviera comenzando a perder el control, pero todavía estaba lúcida. Quizá aún pudiera salvar su cordura y su vida como una psi, la única que sabía cómo vivir.

En lo que se negaba a pensar era en la inevitable consecuencia de lograr ese objetivo: ser incapaz de nuevo de experimentar la exquisita agonía de las emociones que proporcionaba placer y dolor por igual… no volver a relacionarse con un jaguar.