11
—¿Qué? —preguntó Faith al ver que él seguía mirándola fijamente.
—Puedo ver una especie de rayo en tus ojos.
—¿Cómo…? —Sacudió la cabeza, pero no se bajó de su regazo, y eso le dijo a Vaughn cuanto necesitaba saber—. Gracias.
—De nada.
Faith le miró con recelo.
—¿Por qué estás siendo tan simpático?
Porque al felino le resultaba divertido tomarle el pelo.
—Siempre soy simpático.
El recelo se convirtió en completa incredulidad.
—Estás jugando al gato y al ratón conmigo.
Sorprendido por la rapidez con la que se había percatado, Vaughn se encogió de hombros.
—Soy un gato.
—Tienes razón. —Entonces Faith hizo algo que le dejó mudo de asombro. Se irguió, respiró hondo y le besó fugazmente en los labios—. Gracias. No habría logrado salir yo sola.
Una ira visceral acabó de un plumazo con el humor travieso de Vaughn.
—¿Qué coño hacías aventurándote tú sola en esa clase de visión?
—Ya sabes que no puedo controlarlas.
Atrajo a Faith con aquellas manos, cuyas garras amenazaban con surgir, y clavó la mirada en sus centelleantes y tormentosos ojos.
—Pues aprende a hacerlo.
Faith parpadeó, sin saber muy bien cómo manejar a Vaughn en su actual estado de ánimo. Aunque todo lo que había aprendido sobre los depredadores, sobre él, le decía que no dejara entrever su falta de seguridad.
—No puedo aprender a controlar algo sin unas reglas —señaló—, y no hay ninguna para los psi-c, ninguna que garantice que las visiones solo se presentarán cuando yo así lo desee. Sí, normalmente puedo provocarlas con ciertos detonantes, pero no puedo contenerlas durante demasiado tiempo.
—¿Quién lo dice?
—Mis instructores, el clan psi, el Consejo… —Comenzó a entender—. ¿Por qué no iban a enseñarme a bloquear las visiones si existiera un modo de hacerlo?
—¿Qué supondría ese control para el clan psi?
—Contribuiría a un considerable aumento de los ingresos —dijo—. Podría realizar vaticinios a voluntad… no habría posibilidad de que tuviera una visión mientras duermo o en cualquier otra situación donde mi memoria pudiera quedar comprometida, como últimamente me sucede en ocasiones. De modo que carece de sentido que no me enseñaran a controlarlas si saben cómo hacerlo.
—Faith, ¿por qué vives en esta casa rodeada de sensores?
Ella no quería responder y aquel impulso contradecía hasta tal punto cualquier clase de comportamiento racional que sabía que no podía rendirse a él.
—A veces las visiones tienen graves efectos sobre mi cuerpo y mi mente. He de ser monitorizada en caso de que necesite asistencia.
—Y si pudieras controlar las visiones, podrías contenerlas hasta que llegaras a un lugar seguro. No habría necesidad de que estuvieras encerrada aquí.
Faith apartó lentamente las manos del cuerpo de Vaughn.
—Quieres que diga que no me enseñaron a controlarlas porque de esta forma dependo de ellos y mi habilidad está a su entera disposición. No tengo más alternativa que realizar predicciones.
—Lo que quiero es que utilices ese pragmático cerebro que tienes… si ellos pueden encauzar tus visiones para que sean lucrativas y se centren en el mundo empresarial, ¿no te parece que pueden entrenarte para que decidas si quieres o no entregarte a una visión en un momento dado?
Para tratarse de un miembro perteneciente a una raza conocida por actuar primero y pensar después, lo que Vaughn decía tenía mucho sentido.
—Sea como sea —dijo en vez de enfrentarse a la irrefutable lógica de Vaughn—, ahora mismo no puedo controlar las visiones, y mucho menos controlar las visiones oscuras. Tampoco puedo arriesgarme a desvelar la degeneración de mi condicionamiento solicitando un adiestramiento extra.
—Eres una cardinal. —Vaughn le alzó la barbilla hasta que ella ya no pudo esquivar su salvaje mirada áurea—. No necesitas que nadie te lleve de la mano.
—Pero sí que alguien mantenga a raya la oscuridad. —No había forma de que lograra ser lo bastante competente controlando sus visiones, si acaso era eso posible, ni de que lo consiguiera lo suficientemente rápido como para luchar contra su creciente poder—. No puedo escapar de sus garras cuando se apodera de mí.
—Tal vez sea porque has guardado bajo llave lo que necesitas para combatirlo.
Faith le empujó en el pecho y se bajó de su regazo para arrodillarse lentamente a su lado.
—Las emociones.
Vaughn se tumbó boca arriba actuando como si aquel fuera su territorio. Había leído que a los machos de los clanes depredadores les gustaba marcar su territorio, tanto si se trataba de tierras como de compañeras sexuales. Las llamas se apoderaron de su cuerpo, un recuerdo de la tormenta eléctrica que había tenido lugar momentos antes.
—Combatir el fuego con el fuego, pelirroja.
El eco de sus pensamientos podría haber sobresaltado a Faith si no hubiera estado concentrada en evitar que sus ojos recorrieran aquel cuerpo que con tanto desenfado reposaba sobre su cama. Grande y poderoso, había algo en Vaughn que invitaba a que lo acariciasen.
—No puedo. —Sacudió la cabeza para disipar tan extraña compulsión—. No entiendes la magnitud de la locura que infectaba a los psi-c antes de que se implantara el protocolo del Silencio. —Ella había visto los archivos, los cuales nadie podría haber amañado—. En el historial de mi propia familia figuran casos de demencia generación tras generación.
—¿Cuántos por generación?
La mente de Faith analizó sus recuerdos.
—Al menos uno.
—¿Cuántos psi-c en cada generación?
—Siempre han nacido un número inusitadamente alto de clarividentes en el clan NightStar. En cada generación ha habido al menos uno, y a veces dos, psi-c cardinal, y alrededor de diez de bajo nivel.
—Uno entre once o doce parece una probabilidad muy buena comparada con aquello a lo que ahora te enfrentas.
La locura segura dentro de veinte o treinta años si tenía suerte, sentenciada a pasar las cinco o seis décadas siguientes encerrada en el infierno de su mente fracturada.
—Pero aquellos que se volvieron locos antes… eran jóvenes. ¿Y si soy yo la que está defectuosa en esta generación? Si rompo el silencio, caeré.
—Y si no lo rompes, te pasarás toda la vida encerrada.
—Para ti es fácil. —Meneó la cabeza—. Tú has crecido al aire libre, sintiendo y experimentándolo todo. No puedes ni imaginar lo que me estás pidiendo que considere.
Una mano grande se posó en su espalda, a escasos centímetros del nacimiento de su trasero.
—Mírame, Faith.
Ella giró el cuerpo hasta que los dedos de sus pies casi rozaron la tela vaquera que cubría el muslo de Vaughn, sin apartar en ningún momento los ojos de su rostro. Aquel hombre no era dócil y a Faith le atraía eso de él. Pero ella era diferente.
—He vivido en ese recinto desde que tengo memoria. Incluso la libertad de la PsiNet casi me estaba vetada por algún condicionamiento sumamente sutil. —Condicionamiento que había roto por sí misma, se percató con un alborozo que no pudo explicar del todo—. Estoy poniéndole remedio a eso. Me estoy aventurando en la red y viendo la información que ofrece.
—Nada de eso implica abandonar tu pequeño y seguro capullo.
Una respuesta tajante de un hombre cuya parte animal sin duda no veía razón alguna para mentir.
—Crees que eso me convierte en una cobarde, que debería salir y vivir en el mundo. Lo que no entiendes es que el mundo podría matarme.
—Entonces, explícamelo.
Faith sabía que aquel jaguar tendido en su cama, aquel hombre de piel resplandeciente y cabello dorado, no aceptaría sin más la situación.
—Una cosa que no puede fingirse es la reacción que tenemos los de mi designación cuando estamos rodeados por un gran número de individuos sin escudos. Todas las especies poseen un escudo natural, aunque el de los cambiantes es más sólido, pero la capa externa de la mente, el yo público, está desprotegido casi a nivel universal.
—¿El mío? —Apretó los dientes.
Faith sacudió la cabeza.
—Tú estás totalmente blindado. Eso es algo que le sucede a algunas personas… una extensión del escudo natural. Sin embargo en tu caso imagino que Sascha ha tenido un poco que ver. —Él no respondió y Faith sintió que algo desconocido se marchitaba en su interior—. No soy digna de tu confianza, ¿verdad?
Vaughn presionó los dedos sobre su columna.
—La confianza es algo que hay que ganarse.
—Yo confío en ti.
—¿De veras? ¿No será que te has visto obligada a hacerlo?
No lo sabía, por tanto no tenía ninguna respuesta que pudiera darle. Se movió y dejó de sentir la mano de Vaughn sobre su piel, aunque ahora los dedos de sus pies se apretaban contra el muslo del centinela.
—Ese yo público —comenzó, retomando un tema que le era familiar como medio para serenarse— repele un bombardeo constante de pensamientos y emociones. Todos los psi están entrenados para protegerse contra esos datos aleatorios, hasta el punto de que la mayoría ni siquiera nota ya el ruido de fondo. Pero está bien documentado que a los psi-c nos afectan esos pensamientos, por fuertes que sean nuestros escudos.
—¿Cómo os afectan?
Él deslizó la mano bajo la tela de la camiseta para posarla sobre la parte baja de su espalda y Faith sintió que se le formaba un nudo en el estómago.
—Tienes que dejar de tocarme.
—¿Por qué?
—Porque es demasiado. —Sobre todo cuando le estaba pidiendo que atribuyera todas esas traiciones a su propia gente, a su propia familia—. Por favor, Vaughn.
Faith parecía tan frágil ahí sentada, con aquellos ojos estrellados y esa piel cremosa. De tratarse de cualquier otra mujer, hubiera tirado de ella y la habría abrazado con fuerza. Sin embargo, si le hacía algo así a Faith podría provocarle un ataque de pánico, y en esos momentos no quería que se sintiera vulnerable en ningún aspecto; la oscuridad podría estar al acecho, esperando encontrar cualquier brecha en sus defensas. Aunque tampoco podía dejar que huyera.
—Cada vez que hago lo que tú quieres, estoy ayudando a tu clan y al Consejo a mantenerte prisionera.
—¿De verdad lo crees?
—El miedo a que te toque forma parte de su forma de manipularte.
Faith pareció apretar los brazos con que se había rodeado las rodillas.
—Si te pido que rompas el contacto porque voy a sufrir un ataque o a perder la consciencia, tienes que hacerlo. Solo de ese modo dejaré que sigas acercándote a mí.
Una gran satisfacción inundó a Vaughn.
—Así que reconoces que has estado dejando que me acerque a ti.
Ella ladeó la cabeza con tal arrogancia que habría hecho que cualquier felino se sintiera orgulloso.
—Soy una cardinal. Todos nosotros nacemos con unos cuantos poderes… desde que nos conocimos he estado practicando para utilizarlos de forma ofensiva.
—Cuenta.
—No. —Cautivada por el risueño ambiente de confianza que les envolvía, los ojos de Faith ya no eran las dos frías profundidades de pizarra que viera la noche en que se conocieron—. ¿Por qué debería revelarle mis secretos a alguien en quien no confío y que no confía en mí?
—¡Ay! —Le acarició la delicada espalda con los dedos—. Sabes cómo hacer daño.
—Me mantiene viva.
Al jaguar no le gustó oír eso, no le gustó la idea de que Faith necesitara tales armas, porque eso representaba que había peligro.
—Tienes que irte. Encuentra un modo de fortalecer tus escudos para poder enfrentarte al mundo exterior y marcharte de aquí.
La sonrisa de Faith no reflejaba la más mínima diversión.
—Voy a morir. Es un hecho irrefutable. En cuanto corte el vínculo con la PsiNet y pierda la retroalimentación necesaria, mi mente se marchitará. A menos que puedas hacer por mí lo que sea que Lucas hace por Sascha.
—¿Cómo lo has descubierto?
—No soy estúpida, Vaughn. Está claro que existe algún tipo de conexión psíquica entre ellos. —Agachó la cabeza y apoyó la barbilla sobre las manos, que tenía dobladas encima de las rodillas—. Casi puedo palparla. Es como si fuera algo ajeno a la red pero que tiene un cierto parecido con ella.
Todos sus sentidos se pusieron en alerta roja. Si los psi podían percibir la Red Estelar que conectaba a la pareja alfa con los centinelas, los DarkRiver perderían una de sus ventajas tácticas cruciales. Sin embargo, si Faith era alguien excepcional, la cuestión era por qué. Imaginaba cuál era la respuesta, pero el felino nunca se precipitaba antes de estar completamente seguro de su éxito. Eso era lo que hacía de él un cazador tan eficiente.
—Y si fuera capaz de sacarte de la red, ¿crees que podrías aceptarme? —Presionó las yemas de los dedos contra la parte baja de su espalda.
Faith se puso tensa.
—No me presiones, gato.
Era la primera vez que ella le plantaba cara. Intrigado, extendió la palma y la deslizó hacia las costillas, tan cerca de sus pechos que le estaba costando Dios y ayuda contenerse para no seguir desplazando la mano hacia arriba.
—¿O qué?
—No te gustaría averiguarlo.
—Tal vez sí que me gustaría. —Moviéndose con la velocidad animal propia de su raza, la tumbó y se colocó encima antes de que ella pudiera responder. Los ojos de Faith adquirieron un aterciopelado brillo negro y luego unas chispas plateadas comenzaron a rasgar aquella intensa oscuridad—. ¿Qué demonios…?
Entonces Vaughn divisó un lobo gigantesco en un rincón del dormitorio. La criatura rabiosa estaba agazapada, preparada para atacar.
El instinto del jaguar tomó el control.
Empujó a Faith a un lado, se aproximó sigilosamente al lobo… y lo atravesó cuando se le echó encima. Solo su agilidad le salvó de armar un gran estruendo cuando se estampó con fuerza contra la alfombra. Entornó los ojos mientras se levantaba al percibir una suave risa femenina, tan queda que apenas si pudo escucharla. A juzgar por aquel sonido, estaba claro que la psi no solía reír a menudo.
—Muy graciosa.
Vaughn se enfrentó a la mirada negra y plateada de la mujer que le observaba tumbada sobre la cama, con el cabello rojo cayéndole sobre el rostro, apoyado en las manos. No creía haber visto nada más hermoso en toda su vida. El deseo sexual del gato que moraba en él le corrigió de inmediato: sería aún mejor si estuviera desnuda.
—¿Has vencido al cachorrito malo? —le preguntó.
Sabía que Faith ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Había reído y ahora le estaba tomando el pelo. ¿Duraría aquel cambio o intentaría sepultarlo? Aunque Vaughn no tenía la más mínima intención de dejarle escoger la opción número dos.
—¿Ilusiones? ¿No necesitas meterte en mi mente para eso? —Y su mente era la de un cambiante, prácticamente a prueba de manipulaciones por parte de los psi.
—Soy aún mejor que eso —respondió sin rastro de arrogancia—. Mis ilusiones son tan sólidas que si hubiera habido una cámara en el cuarto, también habría recogido la imagen del lobo.
Vaughn se acercó a ella con paso felino y tuvo la satisfacción de ver cómo aquellos increíbles ojos centellearon para luego volverse completamente negros, de un tono algo más suave que la absoluta oscuridad que desprendían después de las visiones. Se arrodilló junto a la cama, deslizó las manos debajo del cabello de Faith y le enmarcó el rostro.
—A mí me pareces una mujer.
«Mi mujer.»
Inclinó la cabeza y la besó. Un beso casto en su opinión, una mera cata cuando lo que deseaba era darse un festín, pero Faith gimoteó y se aferró a él. Durante cinco segundos nada menos. Luego se apartó. Vaughn maldijo entre dientes de forma violenta y explícita. Aquello no funcionaría si Faith no podía soportar nada más que un beso inocente; el contacto humano era la piedra angular de su esencia.
Después de aquella semana que había pasado viviendo en plena naturaleza siendo niño, los leopardos del clan de los DarkRiver únicamente consiguieron hacer que reaccionara manteniendo un estrecho contacto con él. El primer mes con el clan había dormido en su forma animal, rodeado por otros cuerpos cubiertos de pelaje. Privado del contacto, tendía a volverse más y más agresivo, más feroz; el felino que moraba en él salía a la superficie hasta que el hombre quedaba profundamente enterrado en su interior. El clan generalmente le resultaba de ayuda, aunque últimamente deseaba las caricias de otra persona.
—Vaughn —le llamó con voz dócil, extremadamente dulce—. Vaughn, has sacado las garras.
Faith podía sentirlas contra el cuero cabelludo y el rostro, y le aterrorizaba lo bastante como para admitirlo. Su reacción surgió de una parte primitiva de su ser que había existido antes del Silencio, antes de la civilización. Lo único que importaba era la supervivencia… a toda costa.
Una oleada de energía psíquica aturdiría al depredador que la mantenía prisionera, pero seguramente causaría un daño permanente. Se estremeció solo de pensar en eso.
—No me hagas daño, Vaughn. —Una vez más, empleó su nombre a propósito—. Necesito sentirme a salvo contigo. —Por irracional que fuera, así era como se sentía incluso en esos instantes.
Vaughn había dejado salir al felino, pero la presión de las garras sobre su piel era tan leve que ni siquiera corría el peligro de que la arañara, mucho menos de hacerle un corte. Sin embargo, sabía que ese control pendía de un hilo y, en ese preciso instante, el jaguar que asomaba a los ojos de Vaughn caminaba al borde del precipicio.
—Nunca te lo perdonarás si me hieres.
—Jamás te haría daño. —Su voz era un sonido gutural atrapado entre su parte humana y su parte animal—. Tócame.
Faith se detuvo cuando estaba a punto de negarse. ¿Por qué razón le pedía aquello en esos momentos? Era lista, podía dilucidarlo. Reprimiendo la respuesta instintiva de su cuerpo, que la impelía a luchar o a salir huyendo, cerró los ojos y se obligó a respirar con una cadencia que le ayudara a pensar con claridad. El aroma de Vaughn la inundó, salvaje y terrenal, pero de algún modo tuvo un efecto positivo sobre su caótico proceso de pensamiento, permitiéndola centrarse. ¿Por qué un cambiante exigiría que le tocasen cuando su control era tan precario? La lógica dictaba que era porque él creía que eso iba a ayudarle a imponer de nuevo la disciplina. ¿Y si la lógica se equivocaba?
—Confío en ti —le dijo.
Consciente de que él no había guardado las garras, se movió con pausada precisión y le rozó los labios con los suyos. Le sintió caliente, primitivo y soberbiamente masculino. Su mente comenzó a fallar casi de inmediato. Esa noche había estado sometida a demasiada presión aun antes de que la bestia dominara a Vaughn. Su cerebro le gritaba que estaba a punto de fundirse. Una lástima, porque no pensaba fallarle. Vaughn la había sacado de su pesadilla… no podía hacer menos por él.
Los dientes de Faith rozaron sin querer el labio inferior del centinela y el rugido que brotó de su garganta se derramó en su boca. Se quedó paralizada. Entonces Vaughn le capturó el labio con los afilados dientes y le mordió de forma incitante. Sintió que le ardían las entrañas y las llamas que consumían su mente se unieron al estremecedor calor de su cuerpo.
Se le encogió el estómago, el sudor le perló la piel y, sin saber cómo, enredó las manos en el cabello de Vaughn. Calor y piel, deseo y necesidad, poder y furia, todo ello la atravesó de un modo tan brutal que hizo añicos sus escudos internos. El placer se convirtió de pronto en dolor, tornando su visión en negrura.
Vaughn sintió el momento preciso en que Faith se derrumbó. Hacía rato que había guardado las garras, y ahora puso fin al beso porque ella parecía incapaz de hacerlo.
—Faith.
Respirando de manera agitada, abrió los ojos, que habían adquirido aquel siniestro color negro.
—Se está apoderando de mí.
Sus palabras reflejaban un hecho inevitable.
La cólera amenazaba con acabar con el recién recuperado control de Vaughn.
—No, no es así.
Mientras se levantaba del suelo vio cómo ella se tumbaba de lado en el centro de la cama, sin dejar de mirarle un solo momento.
—¿Te he ayudado?
—Sí —respondió Vaughn lamiéndose su sabor de los labios.
—Al menos soy lo bastante fuerte para hacer eso.
—Eres lo bastante fuerte para superarlo todo. Has pasado de ser incapaz de soportar nada a aceptar y dar un beso en un breve espacio de tiempo.
El centinela se subió otra vez a la cama. Y aunque iba en contra de todo cuanto le decía su instinto, dejó la distancia necesaria entre los dos para no abrumarla.
—Ojalá fuera lo bastante fuerte como para hacer más… para ser más. —Su voz era un susurro, pero el felino estaba seguro de haber percibido una fría rabia soterrada. ¡Bien!
—Tienes el don de ver el futuro, Faith. Eso hace que seas extraordinaria.
Faith le sorprendió acercándose ligeramente a él.
—No te vayas hasta que despierte. Me preocupa que las visiones oscuras vengan de nuevo y mis escudos están ahora agrietados.
En otras palabras, estaba asustada. Y si podía sentir miedo, entonces podía experimentar placer.
—¿En qué momento te he dado a entender que fuera a marcharme aunque tú me lo pidieras?
—¿Me esperarás pasado mañana por la noche? Sé que dije cinco días, pero las visiones son cada vez más frecuentes. Creo que puedo arreglarlo para que nadie me eche en falta.
—Ten cuidado. —El clan psi de Faith era demasiado poderoso como para no mantener el contacto. La más mínima sospecha sobre su valioso activo y el Consejo encerraría a Faith en un lugar completamente aislado del que sería más difícil sacarla. No le importaba derramar sangre, pero sí que ella pudiera quedar atrapada en un fuego cruzado—. Duerme, pelirroja. Estoy contigo.
Faith cerró los ojos y poco después Vaughn sintió que el temor que la embargaba se desvanecía. Montó guardia mientras ella dormía. Seguramente los psi habrían dicho que no podía serle de utilidad en el plano físico siendo ella una criatura psíquica, pero había visto y olido la aciaga realidad de la amenaza que la había apresado en dos ocasiones. El instinto le decía que si podía mantener aquella oscuridad lejos de ella, la mantendría a salvo.
Vaughn no se marchó hasta que comenzó a despuntar el día y ella abrió los ojos.