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Faith se sorprendió haciendo algo inexplicable al día siguiente. En lugar de emplear su tiempo en reforzar los escudos que sin duda estaban fallando, no dejó de pensar en el tacto de la piel de Vaughn bajo sus dedos, tan caliente, tan diferente a la suya. Absorta en el recuerdo, se acarició la parte superior del brazo con las yemas de los dedos. Por primera vez consideró su cuerpo como algo sensual y no funcional.

Se escuchó el sonido de una discreta alarma.

Poseyendo aún la disciplina necesaria para no dejar entrever su sorpresa, apagó la alarma. Era la una del mediodía, bien pasada la hora en que debería haber comenzado a trabajar. Tras una rápida pero exhaustiva revisión de sus escudos, que resultaron no estar comprometidos, salió y se reclinó en el sillón. Las funciones monitorizadas se conectaron con un zumbido que debía ser imperceptible para el oído humano, pero que ella siempre había escuchado con algún extraño sentido arraigado en lo más profundo de su ser.

Al cabo de unos segundos, la voz del psi-m que supervisaba la sesión fluyó del pequeño comunicador incorporado en el brazo del sillón. No había imagen porque, de niña, no habían deseado que pudiera distraerse al ver un rostro, y ella en ningún momento había pedido que eso cambiara. Pero no se engañaba creyendo que no podían verla.

—Todas tus funciones biológicas y neuronales están dentro de los parámetros establecidos. Sin embargo ha habido un incremento en tu potencial psíquico.

Aquello era una sorpresa. Como cardinal que era, superaba el máximo del gradiente pero, al parecer, los psi-m podían medir fluctuaciones en sus habilidades.

—¿Un incremento? —Fingió tan solo un frío interés—. ¿Es eso un signo de degradación mental?

—Todo lo contrario, es un signo de salud. En ocasiones se han observado tales incrementos en mentes de gradiente superior… no podemos medir a los cardinales por encima del 10,0, pero sí somos capaces de saber cuándo sus habilidades varían en una y otra dirección —explicó, manifestando una verdad sobre la que a todo el mundo, incluidos los psi, le gustaba dar su opinión—. Barajamos la teoría de que la mente, tras años de uso constante, descubre atajos psíquicos, adquiriendo de ese modo una capacidad superior.

Evasivas, pensó Faith. La razón de que sus poderes hubieran aumentado era que el condicionamiento estaba fallando. La conexión lógica era irrefutable. Sus canales precognitivos se estaban viendo forzados a abarcar más que el limitado campo de las finanzas, por tanto se ensanchaban. El tema o lo desagradable de las visiones era irrelevante. Su existencia era prueba suficiente de su potencial reprimido, potencial que le habían enseñado a cohibir de forma intencionada.

Eso hacía que se preguntase qué más habían sofocado. ¿Quién podría haber llegado a ser si no hubiera sido creada bajo el Silencio, seleccionada genéticamente para generar un flujo regular de ingresos? ¿Cómo habría sido nacer de forma normal, nacer sin temer a la locura, nacer siendo lo bastante mujer como para enfrentarse a Vaughn?

—¿Comenzamos con la sesión? —preguntó el psi-m—. ¿O te gustaría revisar los nuevos escáneres cerebrales?

—Antes quiero trabajar un poco. Iniciar secuencia aleatoria, lista completa.

Un panel cristalino surgió de detrás del sillón para curvarse sobre sus ojos. Se detuvo a un centímetro de las pestañas y se tornó opaco. Un segundo después, un flujo constante de palabras comenzó a aparecer a gran velocidad. Se trataba de su actual lista de solicitudes en espera. La clarividencia podía encauzarse, pero no se controlaba del todo, para frustración de muchas empresas. No obstante, Faith era una apuesta casi segura, motivo por el cual su tarifa era tan alta.

Una vez que había introducido los detonantes pertinentes en su cabeza, normalmente tenía una visión al cabo de una o dos semanas, y podía sobrevenirle en cualquier parte: en el jardín mientras paseaba, mientras dormía, durante una reunión con los psi-m. Sin embargo, y con el curso de los años, había quedado patente que si hacía que su mente estuviera receptiva, podía provocar las visiones en un entorno más controlado. Esa habilidad en particular le proporcionaba cierta libertad, a pesar de estar vigilada las veinticuatro horas del día, pero mientras cupiera la posibilidad de que una sola visión le sobreviniera sin estar en el sillón, nunca se le permitiría disponer de total intimidad.

Su mirada recayó en el símbolo Tricep entre la masa de datos desplegados y continuó eligiéndolo una y otra vez a pesar de la velocidad y la cantidad de información. Su mente había elegido. Cerró los ojos y dejó que su respiración se alterara. Era el primer paso para sumirse en un estado de duermevela que Faith llamaba suspensión animada. Mientras se encontraba en dicho estado, no existía ni en el mundo real ni en la red, sino en un lugar al que solo los psi-c podían ir, convirtiéndose en parte de los cauces por los que fluye el tiempo.

Entonces abrió sus canales psíquicos. En realidad, ni siquiera podía cerrarlos pero, si se concentraba, podía expandirlos a la enésima potencia. A pesar de que formaban parte del cerebro, los canales eran inaccesibles desde la PsiNet; lo único que podía llegar a través de ellos eran las visiones. Y si había una parte de ella que no estaba segura de qué visiones iba a tener, no dejó que esa incertidumbre se filtrara en su mente consciente.

La predicción para Tricep fue un juego de niños. Se desligó de la visión con la ya familiar sensación de haber distendido apenas sus músculos mentales. Mientras dictaba los detalles de lo que había visto, cayó en la cuenta de que si continuaba por ese camino, sin duda se volvería loca… de aburrimiento.

Después de pedirle al psi-m que encendiese de nuevo la pantalla, realizó otras dos lecturas perfectas antes de que la hicieran parar.

—No queremos agotar tu cerebro.

Dado que la sesión había requerido una porción minúscula de sus considerables poderes, Faith podría haberle desautorizado, pero no lo hizo. Tenía otras cosas en que emplear su tiempo y sus energías.

—Estaré en mis habitaciones privadas.

—Faith, tus niveles de monitorización han descendido considerablemente en los últimos tiempos.

Lo que venía a decir que ya no la espiaban a cada minuto del día.

—He aclarado el asunto con mi padre. —Una medida provisional a lo sumo. Anthony no tardaría en percatarse de que no estaba intentando entrar en las filas del Consejo; entonces ¿qué excusa alegaría para evitar verse sometida a una vigilancia absoluta?

En cuanto llegó a su dormitorio, se despojó del vestido mientras se tomaba una barrita energética, luego se dio una ducha rápida antes de ponerse unos pantalones de pijama de algodón y una camiseta de tirantes. Una vez lista, se sentó en la cama adoptando la clásica posición de yoga con las piernas cruzadas y comenzó a calmar los canales de su mente preparándose para entrar en la PsiNet.

No era necesario encontrarse en ese estado; los psi entraban y salían de la red a voluntad. La diferencia era que Faith no estaba acostumbrada a abrirse a tan vasto archivo de información. Incluso en su última incursión, se había mantenido alejada de las áreas de información más suculentas y, por tanto, más caóticas. Pero estaba harta de ser un robot condicionado perfecto; no dejaría que las respuestas programadas al estrés la mantuvieran prisionera.

«Y bien, ¿qué otras reacciones fisiológicas experimentabas?»

La voz socarrona de Vaughn surgió en su mente y amenazó con arruinar los frutos de la meditación. Se dijo a sí misma que debía olvidar el olor de su piel, el intenso calor del cuerpo del jaguar cuando se rozó contra sus piernas, la caricia de sus labios.

—Céntrate —farfulló, y comenzó a recitar la serie de empresas que figuraba en su lista de pendientes. Tardó veinte minutos en completarla y al terminar, su mente quedó en total calma.

Abrió el ojo de su mente y se aventuró en el archivo de datos mayor y más actualizado del mundo, dispuesta a buscar información sobre los psi-c, sobre sí misma. Pero, a pesar de su concentración, ese día la red no le deparó nada. Sus habilidades de clarividente percibieron algo soterrado, pero no tenía modo de saber si se trataba o no de un eco o de una premonición.

Horas más tarde, renunció a la infructuosa búsqueda, absteniéndose de tomar otra barrita nutritiva o un tazón de sopa, y se acurrucó bajo la fina manta de su cama. Por lo general, cuando se encontraba tan agotada mentalmente, no tenía visiones o, en todo caso, no era consciente de ellas. Pero la oscuridad no había quedado satisfecha la última vez que la había invadido.

Ahora iba a hacerle pagar por ello.

* * *

Vaughn completó su turno de vigilancia en la extensa frontera y se reunió con su sustituto, Dorian. El leopardo latente se encontraba en forma humana, ya que carecía de la capacidad para transformarse. Aquello no hacía que fuera menos capaz o letal pues, de lo contrario, jamás habría alcanzado el rango de centinela.

Al igual que todos, la lealtad de Dorian era inquebrantable. Jamás podrían tentar a un centinela para que cometiese traición. Pero tentarle para que hiciese alguna otra cosa era algo muy diferente.

—¿Conoces los cuadrantes?

Dorian asintió al tiempo que se colgaba un rifle a la espalda. Era su única arma visible.

—¿Algún problema?

—Algunos de los jóvenes lobos están jugando a cazar en el cuadrante este.

—¿Puedo dispararles?

—Ahora somos amigos. —De hecho, los dos clanes tenían un juramento de sangre. Pero dado que solo hacía unos meses que Lucas y Hawke, el alfa de los SnowDancer, habían forjado ese vínculo, a los clanes les estaba llevando tiempo adaptarse—. No los uses como diana de prácticas.

Dorian esbozó una sonrisa feroz.

—Prometo que no dispararé a matar.

—No me cabe duda de que Lucas y Hawke te lo agradecerán.

Tras poner al centinela de menor edad al día de los demás movimientos en el cuadrante, adoptó de nuevo la forma de jaguar y se marchó.

Debería haberse dirigido a su propia guarida para dormir unas horas, pues su cuerpo le había mantenido en vela la mayor parte de la noche. Cuando se quedaba dormido se despertaba a causa de unos vívidos sueños, más que dispuesto a rendirse y hundirse en el cuerpo de una mujer en concreto.

De haber creído que ese deseo podría satisfacerlo con otra, no habría tenido problemas para encontrar una amante complaciente. Para los leopardos él era un jaguar, pero eso no había impedido que las mujeres del clan de los DarkRiver siempre le hubieran considerado un compañero sexual más que satisfactorio. Y esas mujeres no eran de las que vacilarían en hacérselo saber si no estaba a la altura.

No obstante, no corrió en dirección a una de esas mujeres bien dispuestas, sino hacia una psi que podría sufrir un ataque a causa de la furia que él albergaba. Eso era inadmisible para cualquiera de sus dos mitades. La había marcado y la haría suya, aunque para ello tuviese que convencerla poco a poco, beso a beso. A los gatos se les daba bien engatusar. Tan solo era un aspecto más sensual de su juego predilecto: acechar a su víctima.

El jaguar cubrió la distancia que separaba su zona de vigilancia de la casa de Faith con la confianza y eficiencia fruto que le otorgaba ser el animal más peligroso del bosque. Pero esa noche no tenía interés en las criaturas pequeñas que corrían a ampararse en las sombras cuando le oían aproximarse.

Porque esa noche andaba a la caza del placer.

* * *

El instinto de Faith la impulsaba a luchar contra las voraces acometidas de la oscuridad, pero tal y como había averiguado en las semanas previas al asesinato de Marine, cuanto más luchara, mayor sería la fuerza con que se aferraría a ella. De modo que dejó que la oscuridad —que él— la engullera y la introdujera en su mundo.

Retazos rojos se agitaban en las tinieblas de aquel hombre. La sed de sangre estaba resurgiendo mucho más rápido de lo que Faith habría imaginado; el asesinato de Marine no había saciado a aquella criatura, simplemente le había abierto el apetito.

Él la soltó cuando ya no había posibilidad de que escapara. Ahora Faith observaría y vería, sería su público y su discípula, pues él era un ser extraordinario y esperaba que los demás le rindieran homenaje. Le hacía montar en cólera el que ella fuera el único individuo conocedor de su genio, lo cual le hacía pagar obligándola a ser testigo de cada uno de sus actos malevolentes. Aún no habían tenido lugar, pero mientras estuviera sumida en los retorcidos jirones de una visión vinculada de algún modo a la mente del asesino, eran una realidad para Faith.

Un violento torbellino rojo desgarró sus pensamientos cuando él se introdujo por la fuerza en su mente. Perdió todo sentido de la identidad, dejó de ser una cardinal llamada Faith y se convirtió en una criatura formada a base de dolor y de miedo. La oscuridad la empujó a los límites de la locura amenazándola con todas y cada una de las emociones que le habían enseñado a no sentir, a ni tan siquiera reconocer que las poseía. Su impotencia hizo reír al asesino, que la aferró con los dientes y la sacudió con fuerza.

Él no solo quería que observara, sino también que comprendiera sus enfermizos deseos. Que no le enfureciera, que no pudiera enfurecerle. Rodeada por una sádica furia asesina, Faith hizo lo único que podía hacer para protegerse. Renunció a la parte civilizada de su mente y se replegó tras los muros internos del corazón de su psique, haciéndose un ovillo, como un niño colocándose en posición fetal.

Pese a todo, la oscuridad la golpeó repetidamente. Al asesino le divertía su incapacidad para enfrentarse a él, y jugaba con ella como lo haría un gato con un ratón atrapado. No quería matarla. No, lo que deseaba era alardear de su poder hasta que ella dejara de resistirse y le permitiera violar su mente. Entonces sería libre para mostrarle todos sus deseos, todos y cada uno de los actos futuros que había planeado, una incesante vorágine de horror.

Encerrada en las entrañas más primitivas de su psique, a demasiada profundidad como para recordar que supuestamente no debía sentir miedo, Faith comenzó a luchar con todas sus fuerzas.

Y no logró liberarse.

* * *

Vaughn aterrizó en silencio sobre la suave alfombra del dormitorio de Faith. Estaba descalzo, pero cubierto de cintura para abajo; ese mismo día había guardado unos vaqueros en el bosque, ya que no deseaba escandalizar a Faith más de lo que iba a hacerlo. Naturalmente, todavía estaba impaciente por ver la sorpresa reflejada en sus ojos cuando le encontrara allí por segunda noche consecutiva.

Sin embargo, sus sentidos se pusieron en alerta roja en cuanto dio un paso en dirección a la cama. La manta estaba tirada en el suelo y Faith, hecha un ovillo. Respiraba con dificultad y, por lo que pudo percibir su agudo oído felino, el corazón le latía lentamente. Un olor extraño, a algo que no pertenecía a aquel lugar, impregnaba el aire. Cuando entrecerró los ojos en la penumbra, atisbó que una negrura más densa rodeaba a Faith, tal y como había sucedido en la cabaña.

Convencido de que la oscuridad la aferraría con mayor fuerza si sabía que Vaughn estaba a punto de intervenir, el centinela se subió a la cama con gran sigilo. A continuación la tomó en brazos con velocidad sobrehumana y la apretó contra sí, bloqueando físicamente la oscuridad al amoldar su cuerpo al de ella. La lógica ponía en duda que eso pudiera funcionar; fuera lo que fuese lo que la estaba atacando, lo hacía en el plano psíquico. Pero el instinto le decía que daría resultado. Y el instinto no se equivocaba.

Sintió el roce del frío vacío de aquella maldad en estado puro cuando su cuerpo rompió en dos la oscuridad. No encontró nada en él a lo que aferrarse porque era demasiado diferente, demasiado animal. Vaughn dejó que un rugido se abriera paso por su garganta; había sacado las garras justo después de arrastrar a Faith a la seguridad de su abrazo. Ahora que ella estaba protegida por un muro humano y que ya no era capaz de alimentarse de Faith, la oscuridad se fue desvaneciendo.

Vaughn esperó hasta que el aire quedó limpio del aquel olor nocivo antes de bajar la mirada hacia Faith. Guardando las garras, utilizó una mano para retirarle el cabello de la cara. Tenía la piel fría, demasiado fría, y el corazón le latía aún más despacio, como si continuara luchando con todas sus fuerzas, sin ser consciente de que ya estaba a salvo. Vaughn deseó rendirse a la violencia pero, en vez de eso, deslizó la mano sobre su nuca y la besó.

Solo el contacto humano afectaría a Faith a un nivel tan profundo como para atravesar la naturaleza psíquica de su mente. A la mayoría de los humanos le habría sorprendido la feroz intensidad de aquel beso, pero él no era humano. Y no estaba sorprendido.

* * *

Un ardiente cosquilleo penetró en la dermis de Faith, y aunque no era doloroso, sí exigía una respuesta. Temerosa de que fuera un truco, pero incapaz de ignorar la candente quemazón de las terminaciones nerviosas cobrando vida, abandonó la posición fetal. Y vio que una descarga de energía se filtraba en su mente, plateada y fulgurante, apasionada e imparable, una tormenta eléctrica que arrasaba a su paso los persistentes ecos de la malévola oscuridad.

Un calor abrasador comenzó a inundar su sangre. A su alrededor surgieron un millar de hogueras. Faith estaba en el centro, protegida pero no resguardada del incendio. Aquellas llamas querían acariciarla, tocarla, lamerla.

Incapaz de soportar el ansia salvaje de la tormenta, de resistir la intensidad de la deflagración, se liberó a fuerza de voluntad del sueño y regresó al mundo real. Pero el sueño la siguió. Le ardían los labios y su cuerpo era pasto del fuego. Una llama más intensa la envolvía, una piel que parecía tener una temperatura mayor que la suya, calor vivo sobre su nuca, bajo sus muslos, contra la mejilla apretada sobre una dura y musculosa superficie.

Trató de tomar aire, pero su boca había sido capturada. Alzó los párpados débilmente y se encontró con unas profundidades doradas, brutales, salvajes y… seguras. Sus labios fueron liberados el tiempo preciso que tardó en inspirar y fueron reclamados de nuevo. Se sorprendió al percatarse de que tenía la mano sobre el hombro masculino y que se aferraba a él.

La cabeza le daba vueltas a causa de la vorágine de sensaciones, pero la alternativa era peor. En su estado de semiinconsciencia, no estaba segura de que la oscuridad no fuera a regresar si se apartaba de aquella sobrecarga sensorial. De modo que la acogió, cambiando de posición para rodear con los brazos el cuello del peligroso cambiante que había en su cama y pegarse a su cuerpo.

Si de locura se trataba, prefería ahogarse en aquel calor que verse arrastrada a la sádica crueldad de la oscuridad. Su parte femenina era consciente de que él tenía las manos en su espalda, apretándola contra su cuerpo, y de que a pesar de ser grandes y poderosas, no le hacían daño. En ese instante, incluso aquel pensamiento se disipó bajo aquella violenta avalancha de sensaciones, y se convirtió en una criatura carnal, sin mente ni voluntad. Entonces Faith cerró los ojos.

Vaughn sintió la absoluta rendición de Faith. El felino estaba dispuesto a tomar lo que era suyo, pero el hombre sabía que aquella no era la clase de sumisión que le satisfaría y que con eso solo conseguiría asustarla. Faith no se estaba entregando a él. Le estaba utilizando para escapar de la oscuridad. A Vaughn no le molestaba que le utilizase, pero sí que no fuera consciente de a quién se aferraba.

Puso fin al beso y tuvo el placer de sentir cómo ella le clavaba las uñas en la piel cuando intentó atraerle de nuevo contra su cuerpo.

—Faith.

Ella se apretó contra el centinela, sin abrir los ojos.

—Faith. —Imprimió en su voz el tono autoritario de un ronco gruñido. No le resultó complicado. Teniendo en cuenta el estado de excitación en que se encontraba, no le estaba siendo fácil controlar a la bestia. Era algo que Faith tendría que aprender a sobrellevar, pero no en esos momentos. En esos instantes se trataba de mantenerla a salvo—. Abre los ojos.

Ella negó con la cabeza, pero deslizó las manos de su cuello para cerrarlas en dos puños contra su torso.

Una sonrisa perezosa se dibujó en los labios de Vaughn.

—No estoy desnudo.

Tomó uno de los puños de Faith y lo posó sobre la tela vaquera que le cubría el muslo, entonces tuvo que reprimir un deseo ardientemente sexual cuando ella extendió los dedos y aquella sensación repercutió directamente en su entrepierna.

—¿Eres real? —susurró Faith.

Aquella pregunta dejó brutalmente claro hasta qué punto se había replegado dentro de su mente antes de que él la hubiera hecho salir. Vaughn se inclinó y la mordisqueó el cuello, lo que hizo que Faith se sobresaltase y abriera los ojos por fin. Centellas plateadas brillaban en aquellas profundidades estrelladas, vívidas y salvajes.