8
Faith abrió la boca para responder y se dio cuenta de que en realidad no tenía una respuesta. Le habían enseñado que gracias al Protocolo las visiones siempre estarían enfocadas al limitado campo de las finanzas. Pero también le habían inculcado que los cambiantes depredadores eran criaturas violentas sin excepción a las que había que evitar a toda costa. Y le habían enseñado que Sascha Duncan era una psi defectuosa, en tanto que el poder de los demás cardinales era una llama vibrante.
—Faith —le dijo Sascha con la voz colmada de dulzura y una expresión aún más tierna—. Quizá sea esto lo que estabas destinada a ver.
Faith había atado cabos de forma lógica, pero le sorprendió su propia reticencia a sacar una conclusión.
—¿Por qué iban a mentirme sobre eso?
—Porque impedir un asesinato no reporta dinero. —La voz áspera de Lucas cortó el silencio.
—No. —Detuvo el columpio de golpe—. Nadie podría reprimir en mi mente ese tipo de visiones mediante el condicionamiento.
—Y no lo han hecho. Las estás teniendo —le recordó Vaughn.
—Tengo veinticuatro años. ¿Por qué estoy sufriendo ahora esas siniestras visiones?
—Quizá esa sea la edad a partir de la cual el condicionamiento comienza a fallar en ciertos psi —murmuró Sascha—. Yo solo tengo dos años más que tú.
Faith miró fijamente a la cardinal.
—¿Qué fue lo que reprimieron en ti?
—Todo. —Sascha buscó consuelo en la mano de su compañero, que no dejaba de acariciarla—. Me incapacitaron, me dijeron que no era una cardinal. Estuvieron a punto de volverme loca.
Locura. El demonio que había acosado a Faith cada minuto que pasaba despierta, que le susurraba al oído y la esperaba al final de sus días.
—¿Es eso lo que crees que va a pasarme?
—Si no aceptas tu don, sí.
—No es un don. Es una maldición. —No deseaba ver horror ni sufrimiento, ni terror ni maldad. No deseaba sentir—. Podría perder el juicio.
—¿De verdad te crees tan débil, pelirroja? —La voz de Vaughn era un ronco susurro al oído—. Saltaste aquella valla y te adentraste en territorio de los cambiantes sin pensártelo dos veces. Nosotros tenemos garras y colmillos y nos plantaste cara. Comparado con eso, las visiones deberían ser pan comido.
Faith se volvió y se enfrentó a aquellos alucinantes y feroces ojos.
—Lo único que podríais haber hecho era matarme. Las visiones podrían convertirme en un muerto andante.
—¿Por qué les tienes tanto miedo? —preguntó Sascha.
—No siento miedo. —Faith se puso en pie de repente—. Mi clan siempre ha velado por mí. ¿Por qué iba a querer perjudicarme? —Sabía que ella misma podía dar una respuesta razonable a esa pregunta, pero quería que fuera otra persona la que lo expresara en voz alta.
Vaughn se movió y Faith captó el movimiento por el rabillo del ojo.
—Tú ya conoces la respuesta.
Debería haber imaginado que Vaughn no dejaría que tomase el camino fácil.
—Dinero. —Su clan la había traicionado por dinero—. ¿Por qué soy la primera en… romper el Silencio?
—Puede que no lo seas. —Sascha se levantó para encararse a ella—. Quizá solo seas la primera a la que no han descubierto y silenciado.
Faith vio la verdad que Sascha era demasiado bondadosa para señalar.
—Te refieres a la rehabilitación, ¿verdad?
—O puede que a algo peor, dado tu valor. ¿Alguna desaparición extraña en tu árbol genealógico?
—Mi abuela fue vista por última vez poco después de dar a luz a mi padre. Y hace cinco años desapareció una de mis primas… Sahara solo tenía dieciséis años. —Pensó en lo que eso podría significar—. ¿Crees que el Consejo o el clan podrían tenerlas cautivas, trabajando para ellos cuando están lúcidas y dejando que las siniestras visiones las destrocen cuando no lo están?
—No lo sé, Faith. No soy una psi-c.
Faith sintió que Vaughn se acercaba a ella y, de algún modo, eso le confirió la fortaleza que necesitaba.
—Yo sí. Y sé que aun en la locura hay momentos de lucidez. Mi tía paterna está internada en un sanatorio… se volvió loca después de cumplir los sesenta, como suele pasar, pero continúa haciendo predicciones que generan millones cuatro o cinco veces al año. Más que suficiente para pagar por sus cuidados. Para que esté cómoda en su locura.
La última vez que Faith había visto a su tía fue mediante conferencia electrónica; Carina NightStar no podía soportar ningún tipo de contacto directo. Lo que vio atormentaría a Faith hasta el día de su muerte. La fría psi, con un gradiente de 7,5, que había sido una de sus instructoras, una mujer con un índice de aciertos de casi el ochenta y cinco por ciento, se había convertido en una criatura cuya apariencia ya no era humana. Se había arrancado los labios a mordiscos, y arañado y mutilado tantas veces, que habían tenido que quitarle la mayoría de las uñas y los dientes. Tenía la ropa desgarrada, el pelo enmarañado. Algo extraño y maligno centelleaba en sus ojos.
—Pero a diferencia de mi tía, a aquellos que tenían oscuras visiones no se les podía permitir que siguieran hablando con el resto de nosotros. Eso pondría en tela de juicio el éxito de todo el Protocolo. Tendrían que ser encerrados, recluidos antes de que fueran víctimas de la desintegración mental. —Faith comenzaba a comprender la verdadera atrocidad de todo cuanto los cambiantes le estaban pidiendo que aceptara.
»Los psi recluidos pueden seguir realizando predicciones. De hecho, serían las herramientas perfectas: máquinas cuya existencia se desconoce y cuyo tratamiento no está sujeto a ninguna ley. Y si violaban deliberadamente otras partes del condicionamiento, quedarían expuestos a todo… inclusive a visiones de complots o rebeliones que podrían resultar muy útiles a los poderosos.
—Faith —comenzó Sascha.
—Lo siento. —Levantó una mano—. Necesito tiempo para procesar todo lo que he averiguado hasta ahora.
—Puede que no te quede demasiado tiempo. —A pesar de sus palabras, el tono de Sascha no fue en absoluto áspero.
—¿Querrás verme de nuevo? Creo que podré escaparme dentro de unos cinco días.
—Por supuesto.
Faith se preguntó si en aquellos cinco días podría encontrarle sentido a las mentiras en base a las que, por lo visto, la habían criado. ¿Qué era verdad y qué era falso? Tal vez los cambiantes tuvieran razón en algunas cosas, pero ¿quién decía que la tenían en todo? Tenían lealtades diferentes, las emociones controlaban sus vidas.
Quizá se equivocaran. Quizá su propia gente no la veía como un medio de hacer dinero. Quizá.
* * *
Vaughn acompañó a Faith hasta el límite de los árboles.
—¿Podrás saltar la verja?
—Sí. —Se colocó la mochila con cuidado a la espalda—. ¿Volverás dentro de cinco días? —Faith miraba a todas partes menos a él.
—Yo cumplo mis promesas, pelirroja. —La asió de la nuca—. Hasta puede que te haga una visita antes. No queremos que se eche a perder todo lo que hemos avanzado hasta ahora, ¿verdad?
—¿Avanzado?
Vaughn le acarició la piel con el pulgar.
—Me gusta sentir tu tacto bajo los dedos.
—No vengas, Vaughn. Si te cogen, te harán daño.
Su bestia interior percibió algo en su voz que le agradó.
—Nunca me pillan, cielo. Si soy capaz de infiltrarme en la guarida de los SnowDancer sin que se enteren, esto no es más que un juego de niños para mí.
—Hay guardias psi capaces de peinar el área en busca de signos vitales.
—Estos bosques son territorio de los cambiantes… tienen que saber que no vamos a quitarles el ojo de encima. No te preocupes por mí. Soy mayorcito. —Pero estaba encantado con su preocupación, pues tenía la certeza de que era eso lo que había olfateado en el aire.
—Lo que sucede es que no deseo echar a perder mi próximo encuentro con Sascha. Si te atrapan, me pondrán bajo exhaustiva vigilancia.
Faith tenía la piel suave, pero estaba rígida como un sable. Cuando le rozó la mejilla con los labios, Faith ahogó un grito y se apartó.
—Vete, pelirroja. Los guardias están a una distancia óptima.
Faith corrió rápidamente hasta la valla y la escaló con fluida gracia femenina. Oh, sí, no tenía la menor duda de que haría que en la cama las cosas resultasen muy interesantes. Y tenía toda la intención de comprobarlo. El sabor de Faith en sus labios era lo más embriagador que jamás había probado.
Ella aterrizó al otro lado y volvió la vista como si le estuviera buscando. Vaughn dejó que sus ojos centelleasen en el oscuro bosque y supo el momento preciso en que ella le divisó. Entonces desapareció, oculta tras las verjas del mundo psi.
Menos mal que a los gatos se les daba de maravilla escalar.
* * *
Temprano, a la mañana siguiente, Faith apuntaló los escudos que la protegían de la vasta inmensidad de la PsiNet y salió de su dormitorio. Tal y como había esperado, escuchó el incesante pitido de una llamada entrante. Los psi-m estaban comprobando su estado antes de que su período de descanso de tres días se hubiera cumplido oficialmente. Si no respondía, era más que probable que lo tomaran como una excusa para entrar en su casa.
En el pasado, aquello la había tranquilizado; si una visión se torcía, estarían allí para recoger los pedazos. Pero ese día, la ausencia de privacidad, la falta de capacidad para llevar una vida real, hacía que… No tenía palabras para describir su reacción. Ninguna que no manifestara un sentimiento, la única cosa que no podía aceptar.
Presionó la tecla de respuesta en el teclado táctil.
—¿Sí?
El rostro sereno de uno de los ayudantes de Xi Yun apareció en la pantalla.
—No ha respondido a las dos llamadas previas. Deseábamos cerciorarnos de que estaba consciente y racional.
«Porque los psi-c tenían por costumbre volverse irracionales y perder la cabeza.»
Faith se dio cuenta de que los psi-m siempre recalcaban aquello de forma sutil, nunca dejaban que olvidase la amenaza que se cernía sobre su cabeza.
«Si le repites algo a un niño con bastante frecuencia acabará por creerlo.»
Las palabras de Sascha resonaron suavemente en su cabeza negándose a dejar que regresara al estado de aislamiento y conformidad en que había vivido antes de saltar aquella verja… y de toparse de frente con el depredador más peligroso que podía imaginar.
—Aunque acepto su necesidad de garantizar mi seguridad, di aviso de que no estaría disponible durante tres días. Ese período no termina hasta esta noche. ¿Es eso tan difícil de entender? —Su voz era fría; un cuchillo forjado en la fragua de la soledad—. ¿O quiere que haga que le trasladen y sustituyan por alguien que entienda lo que digo? —Nunca antes había lanzado un ultimátum semejante, pero aquello innombrable que estaba despertando en su interior no podía quedarse callado ante esa última amenaza a su independencia.
El psi-m parpadeó.
—Mis disculpas, clarividente. No volveré a cometer este error.
Él también había tomado nota de su inusual comportamiento y lo había apuntado para un chequeo físico completo. Faith apagó el panel de comunicación sin mediar palabra, consciente de que acababa de hacerse un flaco favor. Ahora los únicos lugares donde estaría a salvo de ser vigilada serían sus zonas privadas, y ni siquiera estaba segura de eso. Habría sido mucho más lógico haber mantenido la boca cerrada.
¿O no?
Se quedó inmóvil y reflexionó acerca de su comportamiento. Era una psi-c de veinticuatro años cuyos vaticinios rayaban la absoluta precisión. Valía billones, y no millones como había supuesto Sascha. Y sabía que su fortaleza psíquica le reportaba inmunidad para un montón de cosas que, de lo contrario, podrían suponer un problema.
Como ser internada en el Centro y que le borrasen la mente durante el proceso de «rehabilitación».
Por así decirlo, la arrogancia era algo que se les presuponía. Que su gente hubiera subyugado sus sentimientos no significaba que hubiesen dejado de ser conscientes de las diferencias de clase, riqueza y poder. Por primera vez pensó en el poder político que poseía y que no aprovechaba. Tal vez incluso tuviera la suficiente influencia para prescindir de toda vigilancia, menos cuando estaba en el sillón. Quizá no de inmediato, pero ¿poco a poco?
Dirigiendo la vista hacia el mueble en el que había pasado gran parte de su vida, tomó una decisión. En lugar de sentarse en él, regresó a su dormitorio y se tumbó en la cama. Iba a emplear el tiempo libre que aún le quedaba para recorrer la PsiNet, para buscar información cuya existencia nunca antes había considerado posible… porque sus guardianes la habían mantenido entre algodones hasta tal punto que se había convertido en una prisionera.
Habían llegado al extremo de advertirle que no era aconsejable que se expusiera en exceso a la red, diciéndole que su mente era más vulnerable que la del resto de las designaciones y que, por tanto, era más fácil penetrar en ella de forma clandestina. En respuesta, Faith había construido cortafuegos más fuertes y raras veces se aventuraba fuera de ellos. Pero si Sascha Duncan no era una psi imperfecta, entonces era posible que Faith NightStar no fuera débil. Retazos de recuerdos irrumpieron en su mente. Vaughn la había tocado, la había besado, y en ningún momento había ocultado la intensa naturaleza de su personalidad. Pero ella había empezado a aprender a sobrellevarlo. Y si era capaz de enfrentarse a un jaguar…
Inspiró hondo, cerró los ojos y abrió la mente hacia la oscura noche aterciopelada de la PsiNet. Las estrellas brillaban en la oscuridad, pero esas titilantes luces estaban vivas, las mentes únicas de millones de seres psíquicos. En cuanto entró en la red, sus cortafuegos móviles se alzaron para proteger su psique exploradora. Aquellos que carecían de cortafuegos eran vulnerables al sabotaje y a sufrir una posible emboscada, como que dejasen su mente errante incomunicada del cerebro físico, un modo seguro de garantizar un coma irreversible. La mayoría de los psi estaban obsesionados con sus cortafuegos. Faith había acabado obsesionándose también.
Llevaba ausente durante un par de minutos a lo sumo, dejando que la información se filtrara en vano a través de ella, cuando sintió que algo nuevo y sensible la rozaba al pasar por su lado. La MentalNet. Esta se detuvo y Faith sintió que la rozaba de nuevo, como si estuviera verificando algo.
Aparentemente satisfecha por sus patrones cerebrales, la MentalNet siguió su camino. Era extraño que se hubiera detenido, pero Faith podía entenderlo; era poco probable que la MentalNet, que todo lo veía, se hubiera encontrado a menudo con uno de los psi-c navegando por un flujo activo de datos.
A su alrededor, la red era un hervidero de información y actividad. Mentes desplazándose fluidamente hacia distintos destinos, otras desapareciendo sin previo aviso mientras seguían enlaces no visibles para la mente de Faith. Aquello era normal. La PsiNet se basaba hasta cierto punto en lo que cada psi ya sabía… ¿Cómo podía conectarse a una mente y, por tanto, a un lugar de los que no tenía referencias?
La inmensidad y el desconocimiento de los flujos de datos que la rodeaban la llevaron a moverse con sigilo guardando discreción en cuanto a su presencia. Al haber dejado atrás su estrella cardinal, no era más que otro psi en la red. La mayoría de los cardinales no se molestaban en proteger su fulgor, semejante al de las supernovas, ni siquiera cuando deambulaban, pero Faith prefería viajar de incógnito. Sus complejos cortafuegos sirvieron para mantener su anonimato. Lo más curioso era que había sido el clan psi quien le había enseñado las técnicas que enmascaraban su identidad; lo había considerado una precaución para prevenir que la tomaran como rehén.
Faith vagó hasta una sala de chat psíquica, algo que no había hecho nunca. Los psi-m habían sido muy explícitos con respecto al peligro de sobrecarga que entrañaba aquel lugar de reunión completamente impredecible.
—He oído que están considerando candidatos —intervino una mente en la conversación.
—Se han tomado su tiempo —respondió otra.
—Perder la fortaleza del cardinal Santano tiene que resultar preocupante para algunos de los miembros más débiles —dijo una tercera mente.
Lo más probable era que Faith no hubiese tenido ni idea de lo que estaban discutiendo de no haberse tropezado con el nombre del antiguo consejero Santano Enrique durante su investigación sobre Sascha. Mientras se mantenía atenta a la conversación, buscó un punto más discreto desde el que escuchar mejor y se quedó inmóvil.
—Ninguno de los consejeros es débil —replicó la primera mente—. Únicamente a los aspirantes les gusta creer lo contrario.
—¿Se sabe algo sobre los candidatos?
—He oído que el Consejo ha decretado el secreto de sumario. Cualquiera que lo viole se enfrenta automáticamente a la rehabilitación.
—¿Alguien sabe qué fue lo que le sucedió realmente a Santano? Solo se informó que había fallecido por causas desconocidas.
—Por lo que he oído, nadie sabe nada.
—Lo que de verdad me gustaría saber es cómo abandonó la red Sascha Duncan —dijo la misma mente que había planteado la pregunta sobre Santano.
—Eso es agua pasada… era débil y no podía mantenerse conectada. Es probable que su mente no estuviera hecha para mantenerse enlazada, razón por la cual ha sobrevivido.
—Una respuesta aceptable, pero ¿no te parece demasiado conveniente?
Se hizo un breve silencio y luego alguien dijo:
—Quizá deberíamos continuar con esta conversación en un lugar más seguro. —La mente salió como una centella y las otras la siguieron hasta un destino seguramente conocido por las tres.
Intrigada por lo que había escuchado, Faith recorrió diversas salas, pero no encontró a nadie que discutiera sobre tan incendiarios asuntos. No obstante, fue una verdadera suerte que hubiera estado vagando sin propósito aparente, pues al final descubrió que tenía dos sombras vigilando sus pasos. Rehízo mentalmente el camino que había realizado y se dio cuenta de que habían estado allí desde el principio.
Sabía quién era responsable de hacer que la siguieran. Incluso en el supuesto anonimato de la PsiNet, era demasiado valiosa para dejarla sola. Una especie de gélida cólera se asentó en sus entrañas, tan intensa que podía sentir cómo le quemaba. Y poco le importó que pudiera parecer una respuesta emocional.
Emprendió el regreso a su mente siguiendo un camino lo más directo posible. En cuanto estuvo tras los muros de su psique, abrió los ojos y se planteó cuál iba a ser su próximo paso. ¿Revelaría demasiado los cambios operados en ella si exigía disponer de privacidad? ¿Podría vivir sabiendo que nunca la dejarían sola?
No.
Reprimiendo todo aquello que arremetía contra las paredes de su Silencio condicionado, se levantó, se recogió el cabello en un sencillo moño y se puso uno de los vestidos holgados que prefería llevar mientras trabajaba. Este era de color teja, con tirantes finos, y el dobladillo le llegaba hasta los tobillos. Aunque las visiones se negaran a abandonarla, al menos su cuerpo disfrutaría de una sensación de libertad.
Ya preparada, se encaminó hacia el salón y ocupó su posición habitual en el sillón. Habrían comenzado a monitorizarla nada más entrar en la estancia, pero ahora estarían atentos ante la expectativa de una sesión. En vez de eso, erigió las murallas más resistentes imaginables —no podía impedir las visiones, pero sí contenerlas de vez en cuando durante un tiempo— y se puso a leer un libro.
Cuando lo terminó dos horas más tarde, sabía que tenían que estar impacientándose. Nunca había utilizado el sillón para cosas tan mundanas. A continuación cogió otro libro. Al cabo de diez minutos, el panel de comunicación anunció una llamada entrante. Utilizó el mando a distancia para encender la pantalla que tenía frente al sillón.
—Padre.
El título no era más que un modo conveniente de referirse a él. Anthony Kyriakus era un extraño para ella salvo como fuerza dirigente del clan, sin importar que una parte de su sangre corriera por sus venas.
—Faith, el equipo médico me ha informado de un comportamiento errático en ti.
Ahí estaba, pensó, la solicitud de un examen mental y físico completo.
—Padre, ¿considerarías una violación de tus derechos como ciudadano libre ser vigilado en la PsiNet? —Una pregunta absolutamente lógica—. ¿O me está permitido seguirte adondequiera que vayas?
Los ojos castaños de Anthony mantuvieron su fría expresión.
—Ha sido por tu propia seguridad.
—No has respondido a mi pregunta. —Tomó de nuevo el libro—. Como parece que no puedo informarme en privado, he pensado que debería hacerlo en público. —Una amenaza sumamente sutil.
—Nunca has mostrado el menor deseo de estar en completo aislamiento.
Aislamiento, no intimidad. Cada vez resultaba más claro que habían estado dirigiendo su vida de un modo determinado desde siempre. Pero él tenía razón, no podía mostrar un cambio drástico sin una explicación. Un vago recuerdo de la red le dio la inspiración, y si procedía de la misma parte de ella que le mostraba las visiones, optó por ignorar ese hecho.
—Tal vez un cardinal adulto con la rara designación «c» podría estar interesado en otras oportunidades… pero es muy improbable que dichas oportunidades se le ofrezcan a alguien que tiene una niñera.
Al ver la rapidez con la que en el rostro de su padre se reflejó que la había entendido, a Faith no le cupo la más mínima duda de que Anthony ya había estado considerando esa misma perspectiva.
—Es un juego peligroso. Solo los fuertes sobreviven.
—Razón por la que no puedo parecer débil.
—¿Has oído algo en concreto?
—Te lo contaré a su debido tiempo. —Una mentira flagrante porque ese momento nunca llegaría, sin importar lo que su padre creyera. El Consejo difícilmente iba a contemplar la posibilidad de incorporar a un clarividente asceta como miembro. Pero era una razón casi perfecta que esgrimir como excusa para reclamar su privacidad.
Algo brutal e inquietante arremetió contra los muros que había erigido para contener las visiones y Faith supo que tenía que salir de allí antes de que explotara y la dejara en evidencia. Porque las visiones comerciales nunca eran tan poderosas, tan agresivas. Dejó el libro y bajó las piernas por un lado del sillón.
—¿Mi respuesta, padre?
—Todo ciudadano tiene derecho a la intimidad —reconoció—. Pero si necesitas ayuda, ponte en contacto conmigo.
—Por supuesto.
Faith apagó la pantalla sin despedirse; era algo redundante en su situación, cosa que había descubierto siendo niña. Pero al menos ahora la dejarían en paz en la red, lo cual era un gran paso. Nadie podía albergar sospecha alguna sobre ella en ese particular; incluso la información que había descubierto sobre Sascha provenía de boletines informativos. Sin embargo, sus próximas búsquedas no iban a ser tan simples.
Notó otra violenta arremetida contra su mente. Salió tranquilamente del cuarto y se obligó a coger una botella de agua y varias barritas nutritivas de la nevera. En cuanto enganchó una barrita apareció en su cabeza la imagen de la sonrisa burlona de Vaughn. Podía imaginar lo que diría él sobre la comida que había elegido y, aunque era un juego peligroso, se permitió el lujo de concentrarse en el jaguar de camino a su dormitorio. Una vez dentro, dejó la comida y cerró la puerta.
El siguiente empellón casi la hizo caer al suelo. Faith se tambaleó, pero permaneció de pie… si caía, los sensores situados al otro lado de la puerta podrían percibirlo. Respirando con calma, se las arregló para llegar a la cama antes de derrumbarse. El sudor le empapaba manos y sienes… una reacción fisiológica a factores de estrés desconocidos.
«Miedo.»
Era una psi. No debería sentir miedo. Pero tampoco debería estar viendo lo que ahora estaba forzada a ver. Entonces la oscuridad atravesó las delgadas paredes de sus defensas y le clavó las garras en su mente. Faith arqueó la espalda, cerró los puños, apretó los dientes con fuerza brutal y ya no fue consciente de nada que no fuera la visión.