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La bestia que moraba en Vaughn arañó las paredes de su mente deseando oler más de cerca a Faith cuando ella pasó por su lado para entrar en la cabaña. Esta vez ató en corto al felino. El control de Faith pendía de un hilo muy fino y no tenía deseos de presionarla y provocar que esa hebra se partiera.

Porque lo cierto era que no estaba seguro de que pudiera matarla sin vacilar. Y eso le hacía desconfiar. No todos los psi eran dulces y compasivos como Sascha. Algunos eran desalmados asesinos. Los DarkRiver lo sabían demasiado bien; habían perdido a una joven llamada Kylie a manos de un asesino en serie psi hacía menos de un año, y sus aliados de sangre, los lobos del clan de los SnowDancer, habían estado a punto de perder a otra.

Brenna, la joven del clan de los SnowDancer que había sido secuestrada y torturada, seguía teniendo heridas muy profundas a pesar de todo cuanto Sascha y las sanadoras había hecho para ayudarla. Vaughn podía imaginar por qué; como uno de los cazadores que había dado caza y ejecutado al asesino, había visto el rostro del mal que había entrado en contacto con la chica y sabía exactamente el tipo de atrocidades que los psi eran capaces de cometer.

Faith podía resultar no ser lo que parecía. Hasta que lo supiera a ciencia cierta, Vaughn tenía que desconfiar de sus reacciones cuando estaba con ella. Aunque era cierto que los psi tenían, por lo general, dificultades para manipular las mentes de los cambiantes, Sascha era la prueba viviente de que no había nada imposible. Y a pesar del entrenamiento que había recibido por parte de la compañera de su alfa, él no era un psi, en tanto que Faith era una cardinal.

Siguiendo a su presa al interior de la casa, vio que se reunía con Sascha en medio del salón. Vaughn levantó la mano para frotarse el tatuaje del brazo; su lealtad hacia los DarkRiver provenía del más cruel acto de traición y estaba grabada en piedra.

Fueron los leopardos quienes acudieron en su ayuda en un tiempo en que había perdido a todos y todo cuanto le importaba. Y fue Lucas quien le había tendido la mano de la amistad que le había hecho salir del violento abismo de una ira capaz de consumirlo todo. Daría la vida por su alfa, y hasta ese momento nada ni nadie había amenazado jamás con alterar su inquebrantable resolución. Lo que Faith le estaba provocando solo unas pocas horas después de haberla conocido le hacía recelar aún más sobre la certeza de su reacción a ella.

* * *

Faith se quedó dormida segundos después de apoyar la cabeza sobre la almohada, agotada de cuerpo y de mente. Pero eso no detuvo las visiones. Nada lograba jamás impedirlas cuando estaban empeñadas en dar con ella.

La oscuridad rozó su conciencia y el pulso se le aceleró. Reconocía aquella oscuridad. No era amistosa, no era algo que deseara ver. Pero la oscuridad sí quería que Faith viera. Eso le proporcionaba un retorcido placer, placer que ella comprendía no porque fuera el suyo propio, sino porque estaba generado por la oscuridad. Durante esas visiones ella era la oscuridad y de haber sido capaz de sentir miedo, ese hecho la habría aterrorizado. Pero, como era natural, no estaba asustada; ella era un producto del Silencio.

La oscuridad aún no resultaba aplastante. Parecía… satisfecha. Su necesidad había sido saciada por el momento y estaba saboreando el maldito subidón. Pero entonces le mostró un atisbo del futuro. No verlo le era tan imposible como dejar de respirar.

Asfixia.

Tortura.

Muerte.

Incapaz de soportar aquel espanto, intentó alejarse, pero la oscuridad se negaba a dejarla ir. El corazón le latía a un ritmo peligroso e irregular. Aquello era imposible, trató de señalarle su pragmática mente psi. Pero esta se vio sofocada por las primitivas entrañas de su psique, que gritaba porque sabía que sí era posible.

A veces las visiones no se marchaban jamás. El resultado final era la locura, tan profunda y extrema que de la mente solo quedaban retorcidos fragmentos. Faith arañó la oscuridad, pero no había nada a lo que sujetarse, nada que le permitiera abrirse paso y salir de ella. Estaba en todas partes y en ninguna, una prisión opresora de la que no podía escapar. Su desbocado corazón comenzó a reducir el ritmo mientras su mente concentraba toda su energía en encontrar un modo de escapar… solo para estrellarse contra un muro.

Entonces percibió un contacto, una alarma sensorial tan estridente que cortó de golpe los hilos entretejidos de la visión. Despertó sobresaltada y se encontró con un par de ojos que no eran del todo humanos. Tras inspirar de forma entrecortada, se percató de que unas manos le asían la parte superior de los brazos. «Piel contra piel.» La camiseta de tirantes que llevaba puesta estaba empapada en sudor y, como era de esperar, debería haber comenzado a colapsarse a causa de la sobrecarga sensorial.

—No me sueltes —dijo con la voz áspera a pesar de todo—. No me sueltes o volveré a caer.

Vaughn la apretó con fuerza preocupado por la expresión en los ojos de Faith. Parecían estar desenfocados, como si no estuviera del todo despierta.

—Háblame, Faith.

Ella continuó respirando entrecortadamente y entonces, para sorpresa de Vaughn, extendió los brazos para ponerle las manos sobre el pecho. Su contacto era puro calor pese a que él había esperado frialdad. Casi quemaba, y el jaguar quería más.

—No dejes que caiga de nuevo. Por favor, Vaughn. Por favor.

No comprendía qué era lo que tanto la asustaba, pero él era un centinela y sabía proteger a los demás. Sus sentidos se habían puesto alerta hacía unos minutos a pesar de que Faith no había hecho el menor ruido. Vaughn había entrado en su cuarto con sigilo esperando que ella se despertase y le dijera que se largara de allí. En vez de eso, se la había encontrado apenas respirando, empapada en sudor y las manos cerradas en un puño con tal fuerza que sangraban por los diminutos cortes que habían hecho las uñas.

Ahora ese mismo instinto le impelía a estrecharla fuertemente entre sus brazos. El contacto desestabilizaba a Faith; quizá le afectara tanto como para traerla de vuelta de dondequiera que hubiera ido.

Negro absoluto.

Por fin se percató de qué era lo que le pasaba a los ojos de Faith y que tanto le preocupaba: una completa ausencia de estrellas. Había visto cómo los de Sascha hacían eso mismo en una ocasión, pero esa noche había algo diferente en Faith, como si hubiera una oscuridad más profunda detrás de la negrura que alcanzaba a ver. Le pasó la mano por la espalda y la introdujo por debajo del cabello para asirle la nuca. La mujer a la que había conocido unas horas antes le habría empujado y amenazado con sufrir un ataque. La que tenía delante estaba demasiado quieta, demasiado pasiva.

—¿Quieres que te bese, pelirroja? —la desafió—. Nunca he besado a una psi. Podría ser divertido.

Faith contuvo el aliento y meneó la cabeza contra él, como un gatito sacudiéndose el agua. Luego le empujó en el pecho. El demonio podría haber hecho que la retuviera un segundo más, pero era demasiado consciente de que el cuerpo de Faith había tenido un efecto inesperado en el suyo. Vaughn estaba acostumbrado a su sexualidad, a lo que no estaba habituado era a que reaccionara totalmente en contra de sus deseos. Dejando a Faith que se zafara, la vio retroceder hasta que su espalda se topó contra el cabecero de la cama. Los ojos que le miraban estaban abiertos como platos y cuajados de estrellas.

Vaughn esbozó una perezosa sonrisa burlona.

—Así que, ¿has vuelto?

Ella asintió, sin quitarle la vista de encima, como si él fuera un enorme animal salvaje que la viera como su postre. Faith no iba demasiado desencaminada. No cabía la menor duda de que al felino le encantaba el olor de esa psi y que el hombre la encontraba perturbadoramente cautivadora.

—Nunca antes había asustado a nadie amenazando con darle un beso —comentó estudiando su rostro en busca de cualquier atisbo que aún perdurase de aquello, fuera lo que fuese, que la había atemorizado lo bastante como para considerarlo a él como algo seguro.

—No siento miedo.

Vaughn la agarró de la camiseta.

—Has perdido el control sobre tus respuestas fisiológicas otra vez, ¿eh?

Faith tironeó de la mojada tela para arrebatársela.

—Ni siquiera los psi pueden evitar sudar mientras duermen.

—¿Estarás bien?

Faith no quería que se fuese, una reacción nada lógica. Vaughn no podría detener las visiones si estas se empeñaban en aparecer, pero una parte irracional de Faith estaba convencida de que si él se marchaba, la oscuridad regresaría y, esta vez, nada la haría desaparecer.

—Por supuesto.

—Pues no lo parece. —Vaughn la miró ceñudo y alargó la mano para retirarle el pelo de la cara—. ¿Quieres darte una ducha?

El roce de su mano hizo que todas sus terminaciones nerviosas hormigueasen, pero se mantuvo firme. Podía sobrellevarlo. Eso era lo que la había sacado de la visión, y aprendería a aguantar cualquier cosa que le ayudase a mantener a raya a la oscuridad.

—Sí. ¿Despertaré a Sascha y a Lucas?

—No están aquí.

—¿Estamos solos?

Faith se sintió de repente vulnerable, de un modo tan visceral y femenino que fue una sensación completamente nueva para ella.

—¿No creerías que iba a permitir que nuestro alfa y su compañera permanecieran en un lugar que una psi cardinal conociera? —replicó—. Puede que te vendásemos los ojos, pero los psi tenéis otras formas de saber las cosas.

—Pensaste que conduciría a otros hasta aquí.

—Era una posibilidad.

Faith no sabía qué decir, no había esperado que Sascha la abandonase de esa forma. Una suposición que, si lo pensaba con detenimiento, no estaba basada en hechos.

—Sascha no quería marcharse —dijo Vaughn, y la sorpresa estuvo a punto de hacerla reaccionar de un modo manifiestamente físico—. Pero no íbamos a consentir que los dictados de su corazón la pusieran en peligro.

—¿Su corazón?

—Es una psi-e.

Faith ojeó su archivo mental.

—No existe una designación «e».

—Date una ducha y te contaré otra de las cosas que el Consejo te ha estado ocultando. Son casi las cinco… ¿quieres un café?

—De acuerdo.

Faith era consciente de que había extrañas lagunas en sus conocimientos y que el sabor del café era una de ellas. Sabía lo que era, por supuesto. Nadie que leyera tanto como ella podría no conocerlo, pero en realidad nunca lo había probado.

Vaughn se levantó de la cama y ella siguió con los ojos el movimiento de aquel cuerpo que era puro músculo y fuerza masculina. Estaba perfectamente proporcionado, bellamente formado. Tenía una musculatura bien definida y su piel rebosaba vitalidad, algo que Faith encontraba… «interesante», pensó con desesperación cuando su propia mente intentó utilizar otra palabra.

—¿He aprobado el examen?

Faith se encontró con aquellos ojos que brillaban tenuemente en la oscuridad y vio algo en ellos que ahora reconocía como diversión. Su respuesta surgió de una parte de ella cuya existencia desconocía hasta el momento.

—Pareces estar sano, pero tendría que diseccionarte para emitir un dictamen certero.

Para su sorpresa, Vaughn esbozó una sonrisa.

—Así que sí sabes jugar después de todo.

Faith quiso discutírselo, pero él se disponía ya a abandonar el dormitorio.

—¡Espera! —exclamó sin pensar.

Vaughn se dio media vuelta.

—¿Qué sucede?

Ahora que él se había detenido, Faith no podía decirlo. ¿Y si Vaughn se marchaba y la oscuridad la encontraba de nuevo?

—La ducha… ¿Dónde puedo encontrar una toalla?

—Espera. —Y Vaughn salió del cuarto.

Cuando regresó, ella había comenzado a respirar agitadamente. Vaughn se detuvo nada más entrar.

—Huelo a miedo, pelirroja.

Faith se levantó de la cama y fue a por la toalla. Ni siquiera podía permitirse el lujo de pensar que se acercaba a él porque hacía que se sintiera segura.

—Te lo estás imaginando.

Ella tiró de la toalla, pero Vaughn no la soltó.

—Soy un gato. No cometo ese tipo de errores. Vamos.

Sabiendo que debería discutir, pero sin ganas de hacerlo, le siguió cuando la condujo fuera del dormitorio. Al ver que él no encendía ni una sola luz, Faith se percató de que se debía a que podía ver perfectamente en la oscuridad. Dado que ella no podía, abrió la mente y encendió la luz de la cocina cuando entraron.

Vaughn se quedó paralizado.

—¿Telequinesia?

—Una pizca. —En realidad, su potencia tq era prácticamente nula, pero no le pareció inteligente reconocerlo.

—¿Algunas otras «pizcas» que yo deba saber? —La taladró con la mirada.

Faith se encogió de hombros.

—¿Qué estás haciendo?

—Poner en marcha la cafetera antes de dedicarme a hacerte de niñera. —Abrió un bote que se encontraba sobre la encimera que ocupaba la pared del fondo.

Faith se sintió como si la hubiera abofeteado.

—Dame la toalla. No necesito niñera.

Vaughn la ignoró mientras terminaba de poner la cafetera.

—Estaba bromeando. Que no se te alborote el pelaje. —Señaló hacia el fondo del pasillo—. Ve a darte esa ducha y yo me sentaré fuera a esperarte.

Faith cogió la toalla que él le ofrecía.

—Estoy bien. —No sabía qué le había llevado a decir una mentira tan flagrante. Ella nunca mentía; no tenía motivos para hacerlo—. Y yo no tengo pelaje. —Pero, por alguna extraña razón, se imaginó lo que sería acariciar aquella piel negra y dorada que había atisbado la primera vez que él le siguió los pasos.

—Pídemelo amablemente y puede que te deje hacerlo.

Ese hombre le había leído la mente por segunda vez.

—¿Tienes poderes telepáticos?

Vaughn la empujó suavemente en dirección al cuarto de baño.

—No, lo que sucede es que mientes fatal. Tus ojos lo dicen todo. Además, sé cuándo una mujer está pensando en acariciarme.

—No estaba pensando en acariciarte. —Le precedió por el pasillo—. Estaba pensando en tu pelaje.

Notó un calor a la espalda y escuchó un ronco susurro al oído.

—Déjame que te acaricie y yo dejaré que me acaricies a mí… tu piel me tiene fascinado.

Faith no tenía ni idea de cómo lidiar con él, de modo que abrió la puerta del baño y entró.

—No tardaré.

Sus ojos se demoraron sobre ella y Faith fue consciente de que la camiseta se le pegaba al cuerpo, resaltando toda su figura, desde los pechos plenos hasta la curva de la cadera.

—Tómate tu tiempo.

Faith se preguntó por qué se sentía como si hubiera sido marcada. Él no la había tocado y sin embargo… lo había hecho.

* * *

Vaughn escuchó el ruido del agua cuando se apoyó contra la pared junto al cuarto de baño. Le había dicho que estaría allí mientras se duchaba y eso haría. Y no solo porque había captado el penetrante olor acre del miedo. Algo más inquietante les había acompañado en aquel dormitorio impregnado de pesadillas: una tercera presencia que el felino había reconocido como algo que no era natural, que no era bueno.

No había sido capaz de determinar si aquel persistente efluvio pertenecía a un humano, a un cambiante o a un psi, pero se había pegado a Faith como una segunda piel y solo había desaparecido cuando ella encendió la luz de la cocina. Aunque ahora ya no estaba, Vaughn dudaba que fuera la última vez que se encontrara con ello. Era muy posible que Faith fuera una especie de portadora psíquica que proporcionaba un canal para infiltrarse en los DarkRiver.

Sin embargo, el instinto le decía otra cosa. Aquella oscuridad destilaba algo maligno, algo violento y espantoso. Y a pesar de que albergara ciertas dudas acerca de su pelirroja psi, el jaguar no olfateaba nada desagradable en ella. Faith olía a mujer y a calor, tentadora y apetecible.

Fuera lo que fuese que estuviera ocurriendo, tenía el presentimiento de que la propia Faith no era consciente de nada. Incluso era posible que alguien estuviera accediendo a su conciencia a través de su conexión a la mente colectiva de la PsiNet.

Oyó cómo se cerraba el grifo de la ducha y justo entonces se dio cuenta de que no le había dado ninguna prenda para sustituir el pijama sudado. Esperó a que ella se percatase de lo mismo. Faith abrió una rendija al cabo de un minuto.

—Necesito ropa.

Vaughn se giró de medio lado y apoyó el brazo contra la pared.

—No sé. Creo que estarías muy bien sin nada.

Aquellos ojos estrellados le miraron sin parpadear.

—No estás jugando limpio.

—Pillas las cosas rápido, pelirroja. —A través de la rendija de la puerta pudo ver que se cubría con la toalla unos pechos que parecían sorprendentemente generosos teniendo en cuenta su pequeña constitución. La bestia se arrimó sigilosamente a la superficie de su mente.

—Me llamo Faith.

—Hum. —Se movió lo necesario para acariciar con los dedos un sedoso mechón. En aquellos momentos su cabello mojado había adquirido un oscuro tono rojo que le recordaba a la sangre—. ¿Tienes una muda en la mochila?

—Una camisa y los pantalones que llevaba puestos.

Ella no protestó porque la estuviera tocando y Vaughn se preguntó si se habría dado cuenta de lo mucho que había avanzado en solo unas horas. Había algo en Faith que ansiaba experimentar sensaciones induciéndola a resistirse al condicionamiento del Silencio. Vaughn estaba complacido, y se debía a que le gustaba tocarla. El gato no veía razón para mentir al respecto.

—Te traeré una camiseta… puedes vestirte más tarde en caso de que decidas acostarte de nuevo. —Había ropa de mujer en los armarios, pero deseaba cubrirla con su olor. Y su bestia interior era lo bastante feroz como para que le importase muy poco por qué deseaba hacerlo. Simplemente lo quería así—. Espera aquí.

Esta vez ella no le pidió que se detuviera, pero Vaughn sintió sus ojos clavados en él mientras recorría el pasillo. Faith no se había movido ni un solo milímetro cuando regresó. Fuera lo que fuese lo que había visto, la había asustado tanto como para derribar su habitual escudo de fría reserva.

—Toma.

—Gracias.

Faith cerró la puerta dejando a Vaughn para que imaginase todo tipo de cosas. Estaba llegando a la parte en que él reemplazaba la camiseta que le había dado con su cuerpo, cuando ella salió.

—He dejado la toalla secándose. —Se remetió el cabello detrás de las orejas.

Vaughn vio que su vieja camiseta le llegaba unos centímetros por encima de la rodilla, cubriéndole más de lo que había previsto.

—Eres bajita.

—¿Y ahora te das cuenta?

—¿Cuánto mides, uno sesenta?

—Un metro y cincuenta y cinco centímetros para ser exactos.

Era mucho más baja que él, lo que haría que las cosas en la cama resultasen muy interesantes. Se apartó de la pared, sin extrañarse del curso que estaban tomando sus pensamientos, pero perturbado por su contundencia. Los felinos eran animales muy sensuales y Faith era una mujer muy tentadora, menuda pero bien formada. Y esa piel… hacía que desease lamerla de arriba abajo.

—¿Por qué me miras de ese modo? —Faith dio un paso atrás y alzó la cabeza.

Ni su tono de voz ni su expresión denotaban emoción alguna. No percibía el olor del deseo. Pero el felino sabía muy bien que ella le encontraba fascinante.

—Sí, hará que las cosas resulten muy interesantes.

No tendría el menor problema para levantarla contra la pared y hundirse en su interior. Con fuerza. Pero quizá lo dejara para más tarde; seguramente su psi agradecería un poco menos de entusiasmo las primeras veces.

—Vaughn, tus ojos son más parecidos a los del jaguar que de costumbre.

Él sacudió la cabeza bruscamente y se alejó por el pasillo.

—Creo que el café está listo.

¿Qué demonios le estaba haciendo esa psi? Entre los DarkRiver se le conocía por ser distante hasta el punto de resultar frío e inaccesible. La mayoría de las mujeres que habían alcanzado recientemente la madurez se mantenían lejos de él en tanto que se pavoneaban ante otros machos porque sabían que Vaughn no se dejaba guiar por la polla. Al menos no hasta ahora.

Faith le alcanzó.

—¿Tienes algún nutriente que pueda tomar?

—¿Nutriente? —Frunció el ceño—. ¿Te refieres a comida?

—En caso de que no tengas, llevo algunas barritas energéticas en la mochila.

—Eres peor de lo que era Sascha. —Le puso la mano en la parte baja de la espalda y la instó a caminar hacia la cocina.

Faith se apartó de un brinco, como un gato escaldado.

—Te he dicho que no me toques.

Un gruñido surgió del fondo de la garganta de Vaughn.

—Hace unos minutos me suplicabas que no me marchara. Decídete, pelirroja.

El centinela era consciente de que el jaguar se dejaba entrever en su voz, haciendo que sonase más ronca de lo que Faith seguramente podría soportar.

—Me encontraba totalmente fuera de control cuando desperté. —Le miró con cauto recelo, pero no retrocedió. Entonces le sorprendió aún más cuando dio un paso hacia él—. Y lo sabes.

El felino gruñó de nuevo, pero esta vez de satisfacción. Aquella mujer tenía un aspecto frágil pero poseía una fortaleza de hierro.

—¿Estás segura de que soy tan lógico?

—No. Pero tampoco eres un animal.

Vaughn se acercó lentamente hasta tenerla arrinconada contra la pared y apoyó los brazos a cada lado de su cuerpo. Solo tenía que levantarla y podría tenerla sexualmente a su merced.

—Ahí es donde te equivocas, cielo. —Le rozó la oreja con los labios—. Soy tan animal como el que más.

Antes de que ella pudiera decir nada, Vaughn se apartó y entró en la cocina. Unos segundos después escuchó la respiración entrecortada de Faith.

—¿De veras?

Vaughn la miró por encima del hombro.

—¿Tú qué crees?