4
Faith no sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había pasado, ya que el felino se había llevado su reloj. Pero estimaba que debía de rondar las dos horas como mínimo, tal vez tres. ¿Y si no tenía intención de regresar? Inspiró hondo y se dijo a sí misma que debía concentrarse. Si él no regresaba, volvería al coche y continuaría conduciendo. Entonces se le ocurrió que si el animal tenía la suficiente inteligencia como para haber detenido el vehículo, seguramente era lo bastante listo para haberlo dejado fuera de servicio.
Algo se agitó a su derecha y se aferró con más fuerza a la mochila, pero al ver que no sucedía nada, se permitió relajarse. Por extraño que pareciera, y aunque se encontraba en un lugar y en una situación nuevos para ella, se encontraba más cómoda allí de lo que se hubiera sentido en una ciudad. Las escasas ocasiones en que había visitado ciudades, se había alejado sintiéndose maltrecha en el plano mental, como si hubiera estado bajo un ataque constante. Aquellas experiencias siempre habían hecho que su casa le pareciera más un refugio que una prisión.
Volvió la cabeza para recorrer nuevamente el área con la vista y sintió que todos los músculos de su cuerpo se tensaban. Unos fieros ojos la miraban fijamente con expresión serena. Si hubiera sido humana, se habría desmayado. Siendo las cosas como eran, reprimir su reacción le exigió todo el control que poseía.
—Eres muy sigiloso —dijo, muy consciente de la peligrosa y mortífera criatura que tenía a escasos centímetros—. Imagino que es una de las ventajas de ser un leopardo.
El animal profirió un grave y profundo gruñido.
—No te entiendo.
¿Qué le había dicho para provocar una reacción tan agresiva?
De pronto el leopardo se marchó corriendo y Faith se quedó sola otra vez.
—¡Espera!
Pero él ya se había marchado. La lógica dictaba que debería levantarse y ponerse a caminar. Tarde o temprano se tropezaría con otro miembro de los DarkRiver. Dejando la mochila en el suelo, se puso en pie y dio un par de pasos en la misma dirección que había tomado el felino, con la esperanza de ver un sendero.
Una mano se cerró en torno a su cuello y un duro cuerpo masculino se apretó contra su espalda, como una columna de fuego viviente. Faith se quedó completamente inmóvil. Si bien él era ahora humano, sabía con cada fibra de su ser que se trataba del mismo depredador que le había gruñido un segundo antes. La mano con que le rodeaba el cuello no le hacía daño, pero sentía su poder, comprendía que podía aplastarle la tráquea sin el menor esfuerzo.
—No soy un leopardo —le dijo al oído, y aquel sonido era tan ronco que se preguntó si había adoptado por completo la forma humana.
—Oh. —No era extraño que hubiera errado; no sabía casi nada sobre la realidad de los cambiantes. Y ellos jamás se habían metido en el mundo de Faith—. Acepta mis disculpas por haberte ofendido.
—¿No sientes curiosidad por saber lo que soy?
—Sí. —También por conocer su rostro humano—. ¿Puedo darme la vuelta?
La suave risilla del hombre reverberó por todo el cuerpo de Faith y exigió su completa atención.
—No está tan oscuro, pelirroja… No llevo nada de ropa encima.
El cerebro de Faith tardó unos momentos en analizar cuidadosamente aquella declaración. En cuanto lo hizo, fue muy consciente del intenso calor de su carne apretándose contra ella. Esa parte que ansiaba nuevas experiencias deseaba darse la vuelta, pero sabía que eso sería una auténtica estupidez. No era probable que aquel hombre estuviera dispuesto a satisfacer la curiosidad intelectual que su cuerpo despertaba en ella. Casi le había arrancado la cabeza de un bocado por referirse a él con el nombre de la especie equivocada.
—Por favor, suéltame.
—No.
La rotunda negativa sorprendió a Faith. Nadie le decía que no, mucho menos de esa forma. Siempre intentaban expresarlo en términos más educados. Cierto era que aquel tratamiento hacía que se mostrara más racional y dispuesta a cooperar, pero también le había despojado de los medios con los que enfrentarse a la dura realidad de un mundo en que la gente no seguía las reglas de conducta establecidas.
—¿Por qué no?
—¿Por qué debería?
Faith levantó la mano hasta la que él mantenía alrededor de su cuello y tiró. No pasó nada. El mensaje estaba claro: no iba a hacerle daño, pero tampoco pensaba ceder.
—Si no eres un leopardo —dijo, optando por intentar mantener una conversación civilizada—, ¿qué eres entonces? Estás en territorio de los DarkRiver y, de acuerdo con mi información, es un clan de leopardos.
—Lo es.
Le acarició distraídamente la piel con el pulgar. Faith reprimió la reacción física antes de que pudiera originarse. Si su cuerpo sentía algo, pronto su mente querría experimentar la emoción, y eso era inadmisible.
—¿No eres de los DarkRiver?
¿Acaso había sido engañada para que confiase en el felino equivocado?
—No he dicho eso.
—¿Por qué te niegas a contarme algo?
—Por lo que yo sé, eres una espía o una asesina.
La lógica de su afirmación era irrefutable.
—Solo quiero hablar con Sascha y marcharme. El Consejo me impondría un severo castigo si se enterase.
—Eso dices tú.
Faith reparó en que él olía a tierra y a bosque, a una clase de energía animal que le era desconocida. Desconocida, pero no desagradable. Si fuera capaz de sentir, podría incluso haber admitido que… le agradaba su aroma.
—Jaguar —dijo casi antes de que la idea surgiera de sus neuronas—. Panthera onca.
La masculina mano le acarició el cuello.
—Muy bien.
—Hace aproximadamente dos meses leí un libro sobre las distintas especies de felinos. —Por entonces le había parecido una elección extraña, pero se había sentido impulsada a terminarlo igualmente—. No puedes culparme por no saberlo de inmediato. Leopardos y jaguares tienen un pelaje muy parecido.
—Puedo culparte de todo lo que me plazca.
Faith comenzaba a sentirse como una presa acorralada.
—Suéltame.
—No.
Casi había llegado al punto en que estaba considerando actuar psíquicamente, a pesar de que nunca la hubieran entrenado en maniobras defensivas, cuando escuchó el sonido de un vehículo.
—¿Sascha?
—Quizá.
—Gracias.
—No me des las gracias. Si se te ocurre pestañear siquiera, te mataré.
Faith le creía.
—Tal vez deberías soltarme ahora y adoptar de nuevo la forma de un jaguar.
—¿Por qué?
—Porque estás desnudo.
—Me habrán traído ropa. Y si no es así, ¿a quién le importa?
—Ah.
Faith dirigió la vista hacia los árboles que tenía enfrente. Otro hombre salió de entre ellos. Iba vestido de manera informal, con vaqueros y camiseta blanca, pero en su rostro lucía unas marcas salvajes y primitivas, como si una enorme bestia le hubiera atacado y él hubiera salido victorioso. Ahora estaba atrapada entre dos depredadores, ambos dispuestos a matar.
Entonces una esbelta mujer salió de detrás del recién llegado y unos ojos cardinales se enfrentaron a los suyos.
—Hola.
—Sascha Duncan. —Faith se habría movido, pero el jaguar continuaba sujetándola por la garganta—. ¿Puedes hacer que me suelte?
La mujer ladeó la cabeza.
—Nadie puede obligar a Vaughn a que haga nada que no desee, pero puedo pedírselo. ¿Vaughn? —Levantó una mano y arrojó un par de vaqueros en su dirección.
Un musculoso brazo salió disparado al lado de la cabeza de Faith. El jaguar llamado Vaughn atrapó la prenda al tiempo que la soltaba. Faith no era tan tonta como para moverse.
—Me llamo Faith NightStar —dijo mientras alcanzaba a escuchar que Vaughn se ponía los pantalones.
Sascha intentó acercarse, pero el hombre que estaba con ella utilizó la espalda para impedir que lo hiciera, sin quitarle la vista de encima a Faith.
—¿Para qué has venido? —preguntó Sascha.
—Tengo que hablar contigo.
—Pues habla. —Esta vez quien respondió fue el hombre de las cicatrices.
Faith sabía que tenía que ser el alfa de los DarkRiver, el hombre con el que Sascha se había emparejado sentimentalmente. No conseguía imaginar cómo; no había nada humano en aquellos ojos que la miraban.
—Y ten cuidado con lo que dices —le susurró Vaughn al oído, pasándole el brazo por encima del hombro para atraerla contra su cuerpo.
Esta vez, Faith se resistió.
—No puedo asimilar tanto contacto —declaró con franqueza—. Deberías soltarme, a menos que quieras que me dé un ataque.
El contacto accionaba sus sentidos y no podía aguantar la sobrecarga. Era algo que le habían advertido los psi-m en repetidas ocasiones. Después de haber visto imágenes de otros psi-c pasando por aquello, no tenía deseos de sufrirlo en sus propias carnes.
—Vaughn, difícilmente puede atacarme estando Lucas y tú aquí. —Sascha miró al hombre que estaba amenazando a Faith a un nivel que la joven no había experimentado antes, y que no tenía ni idea de cómo sobrellevarlo—. Te avisaré si hace algo en el plano psíquico.
Vaughn retiró el brazo no sin antes vacilar ligeramente, pero Faith aún podía sentirle a su espalda. Las ganas de darse la vuelta y verle la cara eran tan grandes que hicieron flaquear la confianza que tenía en su capacidad de sobrevivir en el mundo exterior. Ya le estaba influenciando, haciéndola actuar de maneras que no podía permitirse, no si quería conservar la cordura.
—¿De qué querías hablarme?
Faith reparó en que la mano de Sascha descansaba sobre el hombro del macho de los DarkRiver llamado Lucas. Aquello le sorprendió. Sentía un hormigueo en la piel allí donde Vaughn la había tocado; no podía comprender cómo Sascha era capaz de soportar el abrumador alud de sensaciones. Pero esa idea apenas si tenía relevancia con respecto a su situación.
—He oído que ya no eres parte de la PsiNet —comenzó.
—Es correcto.
—Necesito cierta información.
—¿Qué clase de información?
Faith desvió la mirada hacia el hombre que tenía delante, pero de pronto se percató de que el más peligroso era Vaughn. Sascha estaba conectada a Lucas, de modo que el alfa debía de tener cierto sentido del civismo. Pero ¿y el jaguar cuyo rostro humano seguía siendo un misterio para ella? No era más que un animal puramente salvaje.
—¿Podríamos discutirlo a solas? —Envió una señal telepática, una solicitud educada para establecer contacto mental.
—Para. —Mientras Lucas se colocaba de forma que Sascha quedara oculta a la vista de Faith, Vaughn se acercó a ella lo suficiente como para que el calor de su cuerpo amenazara con abrasarla a pesar de la ropa—. No tienes privilegios mentales con Sascha.
Faith se quedó inmóvil. ¿Cómo era posible que aquel cambiante supiera lo que estaba haciendo?
—Lo siento. No pretendía ser grosera. —La comunicación telepática era algo habitual entre los de su raza. Y tal y como ella vivía, esa noche ya había conversado en voz alta más de lo que lo había hecho en toda la semana anterior.
—Cualquier cosa que tengas que decir, puedes hacerlo delante de nosotros o guardar silencio y no decir nada —declaró Lucas.
Sascha consiguió que el alfa se moviera lo suficiente como para poder mirar a Faith.
—Él es mi compañero y Vaughn es del clan.
La lealtad de la psi renegada no podía estar más clara. Nada de lo que Faith había averiguado en la PsiNet la había preparado para aquello… ni para el considerable poder de Sascha Duncan. Fuera lo que fuese, no era una cardinal defectuosa que no podía mantenerse enlazada a la red. Faith apostaría la vida a que no se equivocaba y, quizá, tuviera que hacerlo.
—Si esto llega a oídos del Consejo, me recluirán completamente. —Y luego la utilizarían. La usarían hasta que estuviera vacía y la locura fuera lo único que quedara en ella.
—¿No te sentenciarían a rehabilitación? —le preguntó una sedosa voz susurrante al oído.
—No. Soy demasiado valiosa.
A Vaughn le sorprendió la absoluta ausencia de presunción u orgullo en aquella declaración. Faith hablaba de sí misma como si lo hiciera de una máquina o una inversión. Bajó la mirada hacia la cabeza de la mujer y se preguntó por la mente que había dentro. ¿Era tan inhumana, tan fría, como parecía? El instinto le decía otra cosa; el instinto la veía como algo más, como algo fascinante.
—Nosotros no revelamos secretos al Consejo —espetó Lucas—. Y ahora habla o márchate.
—Creo que mi habilidad está mutando. —Fría, clara, inquietante, había algo raro en su voz. No estaba… completa—. Veo cosas. Cosas perturbadoras y violentas.
—Esas visiones, ¿tratan de sucesos concretos? —Sascha se apoyó en Lucas.
—Hasta hace dos días, creía que no. —Faith se alejó levemente con extrema sutileza.
Vaughn sabía que estaba intentando aumentar la distancia que los separaba, pero él no quería eso, de modo que se movió con ella y sintió que se ponía tensa. Sin embargo la mujer no dijo nada, sino que se concentró en responder a la pregunta de Sascha.
—Los sueños y las visiones relevantes tienen como motivo recurrente la muerte por asfixia. —Su voz se mostró inalterable ante el horror de lo que estaba describiendo—. Entonces, hace dos noches, me informaron de que mi hermana, Marine, había sido asesinada por estrangulación manual.
Vaughn sintió que la empatía de Sascha se extendía hacia Faith, pero pareció no surtir efecto. Daba la impresión de que Faith NightStar estuviera encerrada en una concha tan dura que nada podía entrar… o salir de ella.
—¿Por qué acudes a mí? —Sascha logró que su descontento compañero se hiciera a un lado para quedar frente a frente con la psi de Vaughn.
Faith cambió el peso de un pie a otro, pero su voz continuó siendo firme.
—Eres la única psi que conozco que no me entregará al Consejo de inmediato.
La bestia de Vaughn reaccionó violentamente al absoluto aislamiento implícito en la confesión de Faith; podía comprender esa clase de soledad. Pese a que era un solitario por naturaleza, sabía que sus compañeros de clan darían la vida por él. Lucas ni siquiera vacilaría. Tampoco lo haría Clay ni el resto de los centinelas. Incluso los malditos lobos le defenderían contra cualquiera, salvo contra otro lobo.
Sascha sacudió la cabeza.
—Lo que he de decirte puede que no sea lo que quieras escuchar.
—Si hubiera querido mentiras habría recurrido al Consejo o a mi clan.
Vaughn sintió una inesperada ráfaga de orgullo. Faith era menuda, pero la mujer que tenía frente a sí poseía una gran fortaleza.
—¿Cuánto tiempo tienes antes de que alguien te eche en falta?
—Ayer dije que estaría fuera de servicio durante tres días, pero no creo que tengan tanta paciencia. He de volver al recinto mañana por la noche como muy tarde.
Sascha miró por encima de su hombro. Lucas frunció el ceño ante la silenciosa pregunta de su compañera, pero le hizo una seña con la cabeza a Vaughn.
—¿Se te ocurre alguna idea?
—La vieja cabaña. —El lugar estaba lo bastante alejado como para que no representara un peligro para nadie y lo bastante escondido para proporcionarles privacidad—. Tenemos que vendarle los ojos. Sascha puede asegurarse de que no intente nada raro.
—No habléis de mí como si no me tuvierais justo delante. —Un comentario frío, pero Vaughn se preguntó qué le había llevado a hacerlo. A los psi se les conocía por no ofenderse por nada, ya que para hacerlo, tendrían que sentir.
—¿Alguna objeción a que te vendemos los ojos?
—No. Siempre y cuando sea Sascha quien me guíe.
—¿Por qué?
—Déjala en paz, Vaughn. —Sascha frunció el ceño—. No puede sobrellevar tu energía.
—Bajo ningún concepto va a ponerte la mano encima. —El centinela miró a Lucas.
—Vaughn tiene razón. No sabemos nada de ella.
Sascha se volvió para discutir, pero Vaughn sabía que Lucas no cedería en ese punto.
El alfa agarró a su compañera de la muñeca y le dijo a Faith:
—Deja que Vaughn te guíe o márchate.
Sascha pareció darse cuenta de que no iba a ganar aquella batalla.
—No te tocará más de lo necesario —le dijo a Faith.
—De acuerdo.
La joven hizo un gesto conciso y su cabello se agitó. Tan cerca como estaba, Vaughn fue incapaz de contener el impulso de pasar los dedos sobre aquella hoguera que fulguraba incluso en la oscuridad. Ella se quedó inmóvil, aunque no debería de haber notado aquella suave caricia.
—Toma. —Sascha se quitó el pañuelo que llevaba y se lo arrojó al centinela.
Una vez atrapó la improvisada venda, Vaughn encerró a Faith entre sus brazos. La joven no se movió mientras le colocaba el suave tejido sobre los ojos a pesar de que el torso de él se apretaba contra su espalda. Vaughn se estaba mostrando deliberadamente provocador con ella. Jamás lo habría hecho si la hubiera creído débil y fácil de intimidar. No, aquella mujer, a pesar de su aparente fragilidad, era lo bastante fuerte como para plantarle cara.
Pero mientras terminaba de anudar el pañuelo, sintió que una quietud diferente la embargaba. Vaughn imaginó cómo debía de ser: oscuridad, completa oscuridad, y se estaba viendo obligada a confiar en que unas personas a las que acababa de conocer hacía unos minutos no la hicieran daño. Decía mucho de ella que estuviera allí, sin hacer nada, mostrando una aparente calma absoluta. Decidió no presionarla más de lo que ya lo había hecho, de modo que se colocó delante de ella, la tomó de la mano e hizo que enganchara dos dedos en una trabilla de sus vaqueros.
Sintió un leve tirón cuando los dedos de Faith le asieron.
—Gracias.
—En marcha.
Mientras seguían a Lucas y a Sascha con mayor lentitud hasta el coche, Faith le habló:
—Crees que me lo invento. No es así.
—¿El qué?
—Los ataques. Me han mostrado grabaciones de psi-c derrumbándose después de verse sometidos a una avalancha de sensaciones.
Vaughn frunció el ceño.
—¿Me estás diciendo que nunca te han tocado?
—Una vez cada seis meses me realizan un chequeo médico que, inevitablemente, requiere de cierto contacto. Y, como es natural, a veces necesito asistencia médica. —Se tropezó y apretó la mano contra la espalda de Vaughn para no caerse, una suave y femenina impronta tan fugaz que desapareció nada más producirse—. Te pido perdón.
—¿Solo te tocan los médicos? ¿Nunca te han abrazado?
—Quizá los cuidadores me acunaran cuando era un bebé.
Aun a pesar de todo lo que había aprendido de Sascha sobre su raza, era incapaz de imaginar la inhumana frialdad de semejante existencia.
—Hemos llegado al coche.
Faith dejó que él la empujara suavemente dentro del vehículo. Una vez ocupó el asiento junto al de ella, Vaughn cerró la puerta. Se pusieron en marcha casi de inmediato. Faith era como una estatua a su lado. De no haber visto cómo su pecho se agitaba con la respiración, de no haber podido oler su suave aroma de mujer, habría pensado que estaba hecha de…
«Suave aroma de mujer.»
La bestia que moraba en él se agazapó en posición de ataque. Porque, a diferencia de los guardias que habían cubierto el área alrededor de la casa de Faith con su inconfundible olor, Faith no olía a psi. Igual que Sascha. La mayor parte de la raza psíquica desprendía un hedor metálico que repelía a los cambiantes, pero nada en Faith le repelía, aunque ni al hombre ni al animal le gustaba su frialdad. La ausencia de tan característico olor podría no ser más que una coincidencia. Por otra parte, podría tratarse de un indicio característico de que aquellos psi no habían sucumbido por completo a lo inhumano del Silencio.
Movido por la curiosidad, se sorprendió inclinándose para olfatear de nuevo. Faith se puso aún más rígida y Sascha volvió la cabeza para fulminarle con la mirada. Vaughn sonrió. La compañera de su alfa meneó la cabeza y se giró de nuevo. Sascha estaba aprendiendo que, a veces, los felinos eran como eran.
—¿Por qué piensas que tu don está mutando? —le preguntó a Faith, moviéndose para acercarse más de lo que sabía que a ella le habría gustado.
—Realizo predicciones comerciales. Para eso es para lo que me han adiestrado y la manera en que siempre se ha manifestado mi habilidad.
—¿Siempre?
Ella volvió la cabeza a pesar de que no podía verle.
—¿Por qué no pareces convencido?
—Los psi tiene el don de utilizar el adiestramiento para suprimir poderes que no les gustan. —El felino en su interior estaba fascinado por la belleza de su piel. Era tan magnífica y exquisita que casi estaba convencido de que tal vez supiera a nata.
—No puedes hacer eso con la precognición.
—No, pero quizá puedas canalizarlo —declaró Sascha—. Si le repites algo a un niño con bastante frecuencia acabará por creerlo.
Lucas acarició la mejilla de su compañera y Vaughn deseó hacer lo mismo con Faith. Delicada, gélida, difícilmente era el tipo de mujer que solía atraerle, pero había algo fascinante en ella, algo irresistible.
—¿Qué edad tenías cuando comenzaron a adiestrarte? —preguntó Vaughn a su psi. Él la había encontrado primero, por tanto era suya. Era el jaguar quien hablaba y a Vaughn no le apetecía contradecirle.
—Me pusieron bajo el cuidado del clan psi a los tres años.
—¿Qué significa eso?
—La mayoría de los niños son criados por uno de los padres o por los dos. A mí me criaron las enfermeras y médicos del clan. Fue por mi propio bien; los psi-c necesitan estar aislados o se vuelven clínicamente dementes.
La bestia en Vaughn arañó las paredes de su mente.
—¿Te aislaron con solo tres años de edad?
Esta vez alargó la mano y dejó que algunos mechones del cabello de Faith se deslizaran entre sus dedos. Ella no reaccionó de un modo visible, pero pudo sentir su tensión. Eso estaba bien. Quería que se sintiera inquieta… esa maldita concha que la envolvía le irritaba sobremanera.
—Sí. —Faith se movió, haciendo que su cabello se le escapara de los dedos—. Tuve los profesores e instructores necesarios, pero venían a mi casa. De niña raras veces abandoné el recinto.
—No sabía que hicieran eso —susurró Sascha en la parte delantera del coche—. ¿Cómo sobreviviste?
—Fue por mi propio bien. —Había algo casi infantil en el tono distante de la voz de Faith, como si estuviera repitiendo algo que le habían inculcado a fuerza de repetírselo.
Aquello hizo que Vaughn deseara abrazarla.
Sus pensamientos cesaron de golpe ante tan extraño impulso. Retrocediendo hasta su lado del asiento, activó todas sus defensas y se recordó a sí mismo que, con los ojos vendados o no, Faith era una cardinal. Y los cardinales no necesitaban levantar ni un solo dedo para incapacitar a su presa.
Podían manipular o matar con un solo pensamiento.