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Vaughn escaló hasta el porche exterior de la casa colgada que Sascha compartía con Lucas y se cruzó con Mercy cuando esta bajaba. No le agradó nada ver a Sascha fuera pues, aunque el porche se encontraba a gran altura, era bien entrada la medianoche, y al Consejo de los Psi nada le gustaría más que ver a aquella cardinal muerta.
—Hola, Vaughn. ¿Por qué no te transformas y me haces compañía?
El centinela le hizo saber lo que le parecía esa idea con un áspero rugido característico de su especie.
—Sí, soy consciente de que debería estar durmiendo, pero no puedo. —Se recostó en la silla de madera que al parecer había sacado del interior—. Mercy ha jugado conmigo al ajedrez. —En la oscuridad, sus ojos estrellados estaban iluminados por chispas blancas, y no dejaba de tamborilear con los dedos en el brazo de la silla.
Tras responderle con un gruñido, Vaughn entró en la casa. Se transformó en el dormitorio, luego agarró unos vaqueros y una vieja camiseta negra del baúl donde todos los centinelas guardaban una muda de ropa. Cuando salió de nuevo, Sascha señaló con la mano la silla vacía situada al otro lado de la pequeña mesa plegable que tenía frente a sí. Vaughn enarcó una ceja y se sentó en la barandilla que rodeaba el porche enganchando las piernas en los postes.
—Nunca me acostumbraré a veros a los gatos encaramados a la barandilla. —Sascha sacudió la cabeza y frotó los pies descalzos en el suelo de madera—. ¿Os dais cuenta de que podríais caeros y romperos todos los huesos del cuerpo?
—Los gatos siempre caen de pie. —Vaughn olfateó el aire de la noche y lo encontró todo en orden, aunque hizo un reconocimiento visual para confirmarlo. Incluso en forma humana, su aguda vista seguía siendo igual de buena—. ¿Siempre estás así cuando Lucas se ausenta?
Sascha parecía nerviosa, agitada, aunque normalmente era un remanso de paz en medio del bullicio y la agitación que era el clan de depredadores de los DarkRiver.
—Sí. —Continuó tamborileando con los dedos—. ¿Estabas corriendo?
—Sí.
Al mirar a la compañera de su alfa, Vaughn comprendió la fascinación de Lucas. Sascha era hermosa y absolutamente única. No se trataba de sus ojos estrellados ni de su rostro, sino de su esencia. Tenía luz interior, lo que, por otro lado, era de esperar. Al fin y al cabo era una psi-e: una empática capaz de sentir y sanar las heridas emocionales más perjudiciales.
No obstante, aunque comprendía la fascinación de Lucas, no podía imaginarse sintiendo lo mismo. Sascha era de los suyos. Como centinela, daría la vida por ella, pero nunca se habría emparejado con ella… porque el concepto de emparejarse era algo ajeno para él. No comprendía cómo los leopardos podían atarse a una persona para el resto de su vida. No se trataba de que fuera promiscuo —era muy selectivo con sus amantes—, pero le gustaba su libertad, le gustaba saber que nadie dependía de él a nivel emocional.
Su muerte no le desgarraría el alma a nadie.
—Nunca sé lo que estás pensando. —Sascha le miró ladeando la cabeza ligeramente—. Ni siquiera estoy segura de caerte bien.
Al gato le agradaba que le vieran como a alguien inescrutable.
—Eres la compañera de Lucas. —Y por tanto contaba con su lealtad.
—Pero ¿qué opinas de mí como individuo? —insistió.
—La confianza requiere su tiempo.
Aunque ella se había ganado buena parte de su lealtad el día en que estuvo a punto de perder la vida intentando salvar a Lucas. El alfa era para Vaughn lo más parecido a una familia, un hermano de sangre en el sentido más primitivo de la expresión.
—Hay algo en ti… eres menos… civilizado que los demás.
—Sí. —No tenía por qué negarlo. Su parte animal era más predominante que en la mayoría de los cambiantes depredadores, había tenido que serlo para sobrevivir. Del mismo modo que había tenido que convertirse en un miembro del clan—. ¿Alguna vez echas de menos a otros como tú?
—Por supuesto. —Apartó la mirada y la clavó en el bosque; una solitaria psi en una manada de leopardos—. ¿Cómo no echar de menos el mundo donde has vivido durante veintiséis años? —Sus ojos se posaron nuevamente en él—. ¿Y tú?
—Solo viví diez años fuera de este mundo. —Tiempo más que suficiente para tener grabadas a fuego las cicatrices de la traición—. Dime una cosa. ¿Por qué razón un psi viviría solo y alejado de la gente?
Sascha no le reprendió por no haberle dado una verdadera respuesta.
—Bueno, podría emparejarse con una pantera que prefiere vivir en lo alto de un árbol, en medio de ninguna parte. —Hizo una mueca, pero su sonrisa la delató—. No es frecuente, pero algunos psi prefieren vivir en un entorno aislado… normalmente pertenecen al extremo más débil del gradiente. Quizá porque sus dones no amenazan con aplastarlos como al resto de nosotros.
—No. —Vaughn sacudió la cabeza—. Esta está protegida como si fuera el presidente. —«Ella.» De pronto la bestia estaba convencida de eso.
—¿Estás seguro?
—Vallas. Cámaras ocultas. Guardias. Sensores de movimiento.
Sascha alzó las cejas.
—Pues claro. Debe de ser una psi-c.
—¿Clarividencia? —Resultaba útil tener a un psi en el clan. Antes de que llegara Sascha, desconocían casi por completo las complejidades del mundo de los psi—. Creía que eran extremadamente raros. ¿No querría el Consejo tenerlos recluidos en algún lugar cercano donde pudieran mantenerlos vigilados?
Sascha meneó la cabeza.
—He oído decir que los más poderosos necesitan distanciarse incluso de otros psi. Así que, aunque viste guardias, es probable que nadie viva en la casa salvo la propia psi-c. Mis conocimientos sobre ellos no son demasiado amplios… los clarividentes son casi una raza aparte dentro de los psi y pertenecen a clanes psi, los cuales los representan en público. Conocer en persona a uno de ellos es algo insólito. Se rumorea que algunos no salen de sus casas. Jamás.
Vaughn comprendía la necesidad de soledad, pero existía una patología para lo que Sascha estaba describiendo.
—¿Son prisioneros?
—No, no lo creo. Son demasiado importantes para tenerlos descontentos —dijo, luego pareció darse cuenta de lo que había dicho—. Ya sabes lo que quiero decir… los psi no sienten felicidad ni desdicha, pero si la designación «c» decide dejar de hacer predicciones, las repercusiones económicas serían devastadoras para los psi.
»Así que no, no creo que sean prisioneros, solo que prefieren vivir dentro de una concha donde no tengan que enfrentarse al lado oscuro de sus habilidades. —Su voz se volvió un susurro—. Tal vez si salieran de vez en cuando, recordarían el mundo al que han renunciado y comprenderían la realidad de su don.
Vaughn la observó y supo que Sascha estaba recordando la cruel tortura que su compañero había sufrido de niño y su venganza posterior… venganza que había cimentado el vínculo entre Lucas y él. Quizá si los psi-c no se hubieran sumido en el Silencio, si no hubieran dejado de pronosticar catástrofes y crímenes, Lucas podría haberse evitado tener que vivir ese horror.
Y tal vez Vaughn podría haber crecido como un jaguar en lugar de ser abandonado por sus propios padres para que muriese del modo más brutal. Tal vez…
* * *
«Estrangulación manual.»
Mientras Faith miraba fijamente el techo de su dormitorio en penumbra, esas dos palabras no dejaban de retumbar y dar vueltas en su cabeza como un incesante bucle. Resultaba tentador catalogarlo todo de coincidencia y relegarlo a un rincón de su mente. Una parte de ella quería hacer justamente eso. Haría que fuese mucho más sencillo, mucho más soportable. Pero sería una mentira.
Marine estaba muerta.
Y Faith había vaticinado su asesinato.
Si hubiera sabido cómo interpretar las visiones, su hermana pequeña podría seguir con vida. Si lo hubiera sabido… Desde niña le habían enseñado que no servía de nada llorar por el pasado, que derramar una sola lágrima era una absoluta pérdida de tiempo, así que por eso no lloró. Ni siquiera se le ocurrió pensar que tenía que hacerlo, aunque en lo más recóndito de su ser, una parte reprimida y casi irreparablemente rota de ella gritó en agonía.
Faith hizo oídos sordos a aquellos desgarradores gritos procedentes de su psique en estado de desintegración. Solo sabía que no podía darle la espalda a aquello. No se trataba de que hubiera interpretado de forma errónea una tendencia de mercado, sino que era una cuestión de vida o muerte. No podía optar por hacer la vista gorda… no cuando seguía sintiendo el peso de la oscuridad presionando contra sus párpados de forma violenta y hostil.
El asesino no había terminado.
Un discreto pitido cortó el denso silencio. Alegrándose de que el dormitorio dispusiera de un sistema de voz, en vez de visual, respondió sin encender las luces.
—¿Sí?
—No hemos recibido ninguna lectura desde ayer —respondió el mismísimo Xi Yun.
—Estoy cansada. —No deseaba sentarse en aquel sillón rojo y arriesgarse a delatar la turbación que nublaba su mente—. Necesito recuperar horas de sueño, tal como me sugeriste.
—Entendido.
—No me conectaré en unos días.
—¿Cuántos?
Aquella pregunta debía de ser una medida preventiva contra la tendencia al olvido de los suyos, pero Faith había empezado a sentirse molesta por tal intromisión, a verlo como un modo más de encadenarla, de cerciorarse de que sus habilidades estuvieran siempre disponibles.
—Tres días.
Ese era el tiempo máximo que le permitirían, el tiempo máximo que «confiarían» en su capacidad para cuidar de sí misma. A menudo había pensado que si el clan NightStar y el Consejo estuvieran seguros de no perjudicar sus habilidades, probablemente retirarían sus escudos en la PsiNet y la someterían a vigilancia intensiva en el plano más íntimo: a través del control mental. Todo por su propio bien, naturalmente.
Faith se estremeció, y se dijo a sí misma que la culpa la tenía la baja temperatura del cuarto, que nada tenía que ver con el miedo. Ella no tenía miedo. No sentía nada. Era una psi. Más aún, era una psi-c. Su condicionamiento había sido más riguroso incluso que el de otros cardinales; le habían enseñado a no permitir que ni siquiera la más mínima sombra de emoción se filtrara en su mente consciente, pues lo contrario supondría la absoluta destrucción de su psique. Faith lo creía así. Existían antecedentes de psi-c en su clan, y en los tiempos previos al Silencio, uno de cada cuatro habían acabado en una institución mental antes de haber alcanzado los veinte años de vida.
«Tres días.»
¿Para qué los había pedido? A pesar de lo que pensara Xi Yun, no estaba cansada. Dormía menos que la mayoría de los psi, le bastaba con cuatro horas de sueño a lo sumo. Pero no había pedido esos tres días para relajarse sin hacer nada. Tenía un propósito en mente, un destino, aunque en esos momentos no era consciente de cuál. Aun así, se levantó de golpe de la cama y se dispuso a guardar en una pequeña mochila algo de ropa y un neceser con lo necesario para unos pocos días.
Hacía un mes, había pedido a un miembro de su clan que le comprara una mochila sin un motivo aparente. Nadie había cuestionado su petición, pues habían asumido que debía de tratarse de un detonante para alguna visión. No les había sacado del error porque ni siquiera ella había estado segura de que no fuera tal el caso. Pero ahora veía que, una vez más, su habilidad la había llevado a actuar anticipándose a algo que iba a suceder.
* * *
Mientras Faith hacía la mochila preparándose para un viaje que no sabía que iba a realizar, en la PsiNet se cerraba una puerta psíquica, confinando a seis mentes dentro de una cámara en apariencia impenetrable.
—Se está volviendo imperativo encontrar un sustituto para Santano Enrique. —Nikita miró a las mentes que le rodeaban, cada una con el aspecto de una fría estrella blanca contra la negrura de la red, y se preguntó quién estaba conspirando en esos momentos para clavarle un puñal por la espalda. Siempre había alguien. El hecho de que sus cuerpos físicos estuvieran desperdigados por el mundo no suponía protección alguna contra un ataque.
—Tal vez no sea Enrique el único que deba ser reemplazado. —Aquella insinuación sutil procedía de Shoshanna Scott—. ¿Estás segura de que no fuiste tú quien transmitió la deficiencia genética a tu hija?
—Todos sabemos que Sascha era deficiente —respondió Marshall—. Nikita engendró a una cardinal… ¿Cuántos cardinales hay en tu árbol genealógico, Shoshanna?
Nikita se sorprendió por el apoyo de Marshall. Como el miembro más antiguo del Consejo y su líder tácito, este tendía a mantenerse neutral.
—No podemos permitirnos el lujo de dividirnos en estos momentos —señaló—. Los DarkRiver y los SnowDancer aprovecharán cualquier debilidad que mostremos.
—¿Hasta qué punto estás seguro de que cumplirán su amenaza? —preguntó Tatiana Rika-Smythe, la mente más joven de la cámara.
—Todos recibimos un trozo de Enrique después de que lo ejecutaran. Creo que sabemos a la perfección cómo reaccionarán los leopardos y los lobos si intentamos hacerle daño a Sascha. —Henry Scott no poseía la estrella de un cardinal de nacimiento, pero era igualmente poderoso. Eso, sumado a las astutas dotes para la política de Shoshanna, hacía de la pareja una firme candidata a hacerse con el liderazgo del Consejo. Quizá fuera ese el motivo de que Marshall se sintiera de pronto tan dispuesto a respaldar a Nikita.
—Necesitamos a otro cardinal para sustituirle —aseveró Ming LeBon, su voz mental era tan gélida y mortífera como lo habría sido su presencia en una reunión en el plano físico. Experto en el combate mental, era además un maestro en las disciplinas humanas de kárate y jiu-jitsu—. No nos sirve ningún otro gradiente; Enrique era un Custodio y se esforzaba al máximo para mantener en vereda a la MentalNet.
Nadie discrepó. Los hechos eran los hechos. La MentalNet, guardiana y bibliotecaria de la PsiNet, era proclive a impredecibles ataques de conducta errática. En las seis últimas generaciones, dichos episodios se habían dado con tanta frecuencia que los consejeros se turnaban para mantenerla vigilada. De entre todas las designaciones psi había dos en particular que parecían tener una afinidad especial para la tarea.
—El acceso de Enrique a la MentalNet también le permitió ocultarnos su mente defectuosa —señaló Henry.
La estrella de Ming permaneció en absoluta calma.
—Eso es algo inevitable. A pesar de todos nuestros estudios no podemos predecir en quiénes va a fracasar el condicionamiento.
—La mayoría de los cardinales de la red no son aptos para ocupar un asiento en el Consejo —repuso Nikita.
Eran demasiado cerebrales y tenían escaso o ningún conocimiento del despiadado pragmatismo que se requería para mantener a los psi en la cúspide de la cadena alimentaria.
—¿Tienes a alguien en mente, Ming? —inquirió Marshall.
—Faith NightStar.
Nikita se tomó unos momentos para localizar los archivos de información básicos sobre la cardinal.
—¿Una psi-c? Entiendo que las designaciones «c» y «tq» son las más capacitadas para controlar la MentalNet, pero los psi-c son… inestables.
—Más del noventa y cinco por ciento acaban recluidos en instituciones mentales después de cumplir los cincuenta —agregó Shoshanna—. No es una elección viable.
—Yo discrepo. Faith NightStar tiene una mente igual de poderosa que la de Enrique y ha venido realizando predicciones muy acertadas desde que tenía tres años. Ningún otro clarividente ha sido tan productivo o certero. Durante sus años de vida no ha mostrado síntomas de deterioro mental y, como cardinal con designación «c», ha estado sometida a una vigilancia muy estrecha.
—Ming ha expuesto un buen argumento —intervino Marshall—. Puede que Faith sea la opción más segura después de Enrique. Al menos sabemos que con la edad que tiene no se ha vuelto una psicótica, y la vigilancia que seguirá necesitando mientras realice predicciones como consejera garantizará que cualquier cambio sea percibido de inmediato.
—Independientemente de a quién elijamos, tenemos que confirmar a un sucesor pronto. —La voz psíquica de Ming fue tajante—. He preparado un informe exhaustivo sobre Faith. —Les mostró el archivo mental que se encontraba dentro de las cámaras del Consejo.
—¿Alguien más desea proponer un candidato?
—Otra posibilidad es Kaleb Krychek —respondió Shoshanna—. Es un tq cardinal y forma parte de las filas del Consejo. Os dejo los expedientes sobre él junto a los de Faith. Como podréis ver, el control que posee sobre sus habilidades telequinésicas se considera soberbio.
—Kaleb es más joven que yo —señaló Tatiana—, y ya está prácticamente en la cumbre. Yo diría que eso le convierte en una opción mejor que Faith… además de ser increíblemente joven comparada con Kaleb y conmigo, ha estado aislada. No tendrá la capacidad para sobrevivir como consejero.
—No estoy de acuerdo. —Nikita tampoco estaba convencida de la idoneidad de Faith, pero sí de la amenaza que representaba Krychek—. Kaleb ha llegado a la cumbre a pesar de su juventud. Eso demuestra una férrea determinación que podría hacerle susceptible a la misma clase de psicopatía que Enrique.
—Todos somos ambiciosos hasta cierto punto —replicó Tatiana—. No obstante, puede que tengas razón en este caso… tal vez necesitemos a un consejero menos agresivo para tranquilizar a la población.
—Los candidatos elegidos también deben tener la capacidad de mantenerse en el cargo —intervino nuevamente Shoshanna—. Si perdemos a dos consejeros en un breve período de tiempo, podría echarse todo a perder.
—Shoshanna tiene razón. —El tono de Marshall ya no reflejaba el menor partidismo—. Estudiemos los expedientes. Nos reuniremos mañana y estableceremos un plazo de tiempo para fijar las evaluaciones con ambos candidatos. A menos que tengáis una tercera sugerencia.
—No tanto una sugerencia como algo que debemos tener presente. —La mente de Shoshanna refulgía, poderosa—. No ha habido psi-m en el Consejo en las dos últimas generaciones. Tal vez tengamos que ponerle remedio. Eso podría servirnos para evitar que tengamos otro Enrique en nuestro seno.
Por una vez Nikita estaba de acuerdo con la consejera rival.
—La otra opción es encargar chequeos médicos para todo el Consejo.
—La confidencialidad sería mucho mayor si el médico fuera uno de nosotros —apostilló Henry.
—Pero eso también otorgaría a dicho consejero demasiado poder en comparación con el resto. —A Nikita no le agradaba la idea de que cualquiera de sus colegas consejeros tuviera conocimiento de su cuerpo y de su mente.
—Estoy de acuerdo —convino Tatiana Rika-Smythe—. Se debe considerar la inclusión de un psi-m, pero como representante de esa designación, no como guardián nuestro.
—¿Y la MentalNet? Las designaciones «c» y «tq» son las dos especialidades que mejor la controlan —recalcó Henry.
—Eso es algo que podemos tener en cuenta en las fases finales de evaluación —adujo Ming, el más imbuido en el Silencio de los seis y del que menos sabía Nikita—. ¿Alguna sugerencia más?
Quien habló fue Marshall, aunque no respondiendo exactamente a ese tema:
—Es una lástima que perdiéramos a Sienna Lauren. Mostraba un gran potencial.
—Fue inoportuno —convino Ming—. Le tenía el ojo echado como posible protegida.
Lo cual, supuso Nikita, solo podía significar que Sienna Lauren había nacido con las habilidades para el combate mental que hacían que Ming fuera tan letal.
—Habida cuenta de la tendencia de la familia Lauren a romper el condicionamiento, la rehabilitación era la solución lógica. Aún seguirían con vida si no hubiesen intentado eludir nuestra sentencia.
—Por supuesto —dijo Ming.
—En cuanto a los psi-m —prosiguió Nikita—, Gia Khan, del subcontinente hindú, ha demostrado ser muy útil atendiendo asuntos del Consejo.
Se hizo un breve silencio mientras los demás examinaban los documentos básicos sobre Khan.
—Podría ser una posibilidad. Añadámosla a la lista de candidatos junto con Kaleb y Faith.
—¿Qué pasa con los aspirantes? ¿Hay alguno que tengamos que considerar seriamente? —preguntó Shoshanna.
—No. Los hay que se creen poderosos, pero si lo fueran, uno de nosotros ya estaría muerto. —Tatiana sabía de qué estaba hablando; ella había entrado a formar parte del Consejo cuando el consejero que había ocupado su puesto, Michael Bonneau, sufrió un desafortunado «accidente» mientras se encontraba solo en su casa en compañía de su ayudante adjunta, la propia Tatiana.
—Entonces estamos de acuerdo. Kaleb Krychek, Gia Khan o Faith NightStar.