Para finales de 1984, el caso del Monstruo de Florencia se había convertido en una de las investigaciones criminales más notorias y comentadas de Europa. Jean-Pierre Angremy, un intelectual francés miembro de la Academia y en aquellos tiempos cónsul en Florencia, estaba fascinado con la historia y publicó una novela, Une ville immortelle. La escritora italiana Laura Grimaldi escribió una célebre novela sobre el caso, La sospecha. Magdalen Nabb, autora inglesa de novelas de misterio, escribió The Monster of Florence. Era el comienzo de una producción literaria que vería la publicación de numerosos ensayos y novelas basados en el caso. Este atrajo incluso la atención de Thomas Harris, que incluyó la historia del Monstruo en su novela Hannibal, la secuela de El silencio de los corderos. (En Hannibal, Hannibal Lecter se ha trasladado a Florencia, donde vive bajo el seudónimo de «doctor Fell» y trabaja de conservador de la biblioteca y los archivos del palacio de la familia Capponi, después de haber asesinado a su predecesor para que quedara vacante el puesto.) La editorial más importante de Japón pidió a Spezi que escribiera un libro sobre el Monstruo, y este lo hizo. (Sigue imprimiéndose y va por la sexta edición.) Se han publicado más de una docena de libros sobre el caso del Monstruo, así como un espantoso cómic para chicos adolescentes titulado II Monello («El granuja»), que provocó un gran escándalo. El creador se abstuvo, sabiamente, de firmarlo con su nombre.
Como era de prever, también se hicieron películas sobre el caso: en 1984 se estaban rodando dos al mismo tiempo. El director de la primera optó por poner nombres ficticios a los personajes a fin de evitar problemas legales, pero la segunda era un documental categórico que terminaba diciendo que el Monstruo era miembro de una familia incestuosa y que la madre sabía que él era el asesino. La mayoría de los florentinos se indignó cuando se enteró de que los cineastas estaban rodando en las auténticas escenas de los crímenes. Los padres de las víctimas contrataron a un abogado para intentar detener el rodaje del documental. No lo consiguieron, pero su esfuerzo produjo un extraño fallo: el juez dictaminó que la película podía exhibirse en cualquier lugar de Italia excepto en Florencia.
En respuesta a las protestas públicas, la policía y los carabinieri reorganizaron la investigación en torno a una unidad especial, la Squadra Anti-Mostro o SAM, dirigida por el inspector jefe Sandro Federico. La SAM pasó a ocupar buena parte de la cuarta planta de la jefatura de policía de Florencia y recibió cuantiosos fondos y recursos, entre ellos una de esas máquinas que parecían casi milagrosas por su habilidad para encontrar la respuesta a cualquier problema: un ordenador IBM. La máquina, sin embargo, estuvo un tiempo acumulando polvo en un rincón; nadie sabía cómo funcionaba.
En la misma época en la que se produjeron los asesinatos de Vicchio, pareció que otro asesino en serie actuaba en Florencia. Seis prostitutas fueron asesinadas, una detrás de otra, en el centro de la ciudad. Pese a los crímenes del Monstruo, el homicidio seguía siendo un fenómeno raro en Florencia, por lo que la ciudad estaba horrorizada. Aunque los modus operandi de los asesinatos de las prostitutas eran distintos los unos de los otros y no guardaban parecido alguno con el de los asesinatos del Monstruo, ciertos elementos llevaron a la policía a pensar que podían estar relacionados. Todas las prostitutas aparecían asesinadas en el piso donde dirigían su negocio. Los crímenes destacaban por su sadismo y el asesino, o asesinos, nunca se llevaba el dinero o las joyas. El robo no constituía un móvil.
Mauro Maurri, el médico forense que había realizado las autopsias de las víctimas del Monstruo, se quedó perplejo cuando examinó las heridas de una de las prostitutas, a la que habían matado con un cuchillo después de torturarla. En opinión del doctor Maurri, las heridas de cuchillo recordaban a las de algunas de las víctimas del Monstruo, y era posible que hubieran sido efectuadas con un cuchillo de submarinismo.
¿Existía la posibilidad de que el Monstruo estuviera matando de otras formas, eligiendo otras víctimas?
—No lo sé —contestó Maurri cuando Spezi le formuló la pregunta—. Sería aconsejable realizar exámenes comparativos entre las heridas de cuchillo de los cadáveres de las prostitutas y las heridas de las víctimas del Monstruo.
Los investigadores, por razones que se desconocen, jamás solicitaron un examen comparativo.
La última prostituta asesinada vivía en un cuchitril de la via della Chiesa, en esos tiempos una calle muy pobre del barrio florentino de Oltrarno. En el piso había unos pocos muebles destartalados y en las paredes colgaban dibujos sencillos hechos por su hija, que el Estado le había arrebatado unos años atrás. Encontraron a la prostituta estirada en el suelo junto a la ventana. El asesino había utilizado un jersey a modo de camisa de fuerza para sujetarle los brazos y la había asfixiado introduciéndole un trapo en la garganta.
La policía registró hasta el último centímetro del piso en busca de pistas. Observaron que el calentador de agua se había reparado no hacía mucho y que la empresa, Quick House Repair, había pegado su etiqueta en el tanque. Uno de los detectives, al ver el nombre, hizo una importante conexión y regresó a la sala, donde el inspector Sandro Federico seguía examinando el cuerpo de la prostituta asesinada.
—Dottore —dijo, agitado—, venga a la otra habitación. Tengo algo interesante que mostrarle.
El detective sabía que el negocio de Quick House Repair pertenecía a Salvatore Vinci.