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kahlan señaló con un ademán todos los cadáveres esparcidos por la ladera.

—¿Qué es todo esto?

—Una larga historia —respondió Richard.

—Ahora lo que necesitamos es llevaros a ambos de vuelta al Palacio del Pueblo —dijo Zedd a Kahlan.

Kahlan supo por los semblantes de todos los que la rodeaban que sucedía algo.

—¿Hay algún problema?

—Me temo que sí —dijo Richard—. A los dos nos ha tocado la muerte liberada por la Doncella de la Hiedra. Estamos infectados con el veneno de ese contacto.

Kahlan pestañeó. Recordaba haber estado prisionera de Jit, envuelta sin poder hacer nada en la telaraña de enredaderas de espinas, haber tenido a aquellas criaturas espantosas danzando a su alrededor y sangrándola. Pero no recordaba todo lo que había sucedido. Había perdido el conocimiento y, al desvanecerse, también lo hizo el recuerdo de aquellos acontecimientos terribles.

Al parecer, no recordaba algunas de las cosas más espantosas.

—¿Fuimos tocados con la muerte?

—Eso me temo —repuso Nicci—. Al menos antes de que sucediera, Richard consiguió bloquearlo lo suficiente para que no os matara allí mismo.

—Podemos curaros a los dos —le aseguró Zedd cuando vio la expresión de su rostro—. Pero no aquí.

—Es necesario que sepas lo serio que todavía es —dijo Nicci con brutal honestidad—. Los dos lleváis a la muerte dentro. Tienes que saber que si no os sacamos ese contacto, los dos moriréis. Podemos hacerlo, pero solamente en un campo de contención.

—El Jardín de la Vida —sugirió Kahlan.

Zedd y Nicci sonrieron a la vez que asentían.

Kahlan sintió un gran alivio al ver que tenían una solución. Comprendió el motivo de que estuvieran tan ansiosos por regresar al palacio. Ahora, también ella lo estaba.

—Lord Rahl —llamó uno de los hombres de la Primera Fila a la vez que corría hacia ellos—. Allí hay establos. —Señaló a lo lejos un edificio situado más allá de la sombra de unos robles—. Parece que unos cuantos de los caballos han huido, pero todavía quedan, y también hay un carruaje.

Zedd lanzó un suspiro de alivio.

—Estupendo. Eso nos ayudará a regresar más deprisa y a ahorrar energías. Es necesario que partamos al momento.

—¿Has encontrado al abad? —preguntó Richard a Nicci.

Ella negó con la cabeza.

—Da la impresión de que se ha ido. Yo diría que hace ya un buen rato.

—Probablemente él se llevó los caballos —dijo el soldado.

Richard apretó las mandíbulas.

—Tenemos que ir tras él.

—No, no es necesario en absoluto —dijo Nicci en un tono que impidió incluso a Richard pensar en discutirlo; luego la hechicera movió un dedo para señalar a los presentes—. Y tampoco ninguno de estos hombres. Los quiero a todos con nosotros. Quiero toda la protección posible.

—Estoy de acuerdo —intervino Cara.

Kahlan percibió que alguna otra cosa no iba bien. A pesar de que acababan de ganar la batalla, había una sombra de algo flotando sobre los reunidos. Kahlan no sabía qué podía ser. Pensó que la voz de Cara, en especial, sonaba un poco sombría.

Nicci asintió para dar su conformidad.

—Ya sabéis qué sucedió la última vez que nos atacaron. Teníamos más hombres entonces, y con todo fuimos avasallados y capturados. No podemos permitir que vuelva a suceder. Estar en manos de esos mediopersonas una vez ya fue demasiado.

—¿Mediopersonas? —preguntó Kahlan.

Todo el mundo hizo caso omiso de la pregunta.

—Es más importante llevaros de vuelta al palacio inmediatamente —dijo Zedd, con más diplomacia—. La vida de Kahlan es más importante que ir tras el abad Dreier.

Kahlan podía ver inquietud en la voz del mago. Ante la mención de lo importante que era el bienestar de Kahlan, pudo ver cómo la tensión desaparecía de los músculos de Richard a medida que lo abandonaba su ira con respecto a Ludwig Dreier. Hasta aquel instante, su esposo había tenido ganas de combatir.

—Tienes razón —dijo, con la voz considerablemente más sosegada—. Tendremos que ocupamos del abad Dreier, Hannis Arc y el rey espíritu más tarde, una vez que Kahlan y yo estemos curados.

—¿Rey espíritu? —preguntó Kahlan.

—Es una larga historia —contestó él, sin mirarla.

En su voz, ella pudo percibir el mismo peso letal del veneno que notaba en sí misma. Sabía que Zedd y Nicci no estaban siendo cautelosos en exceso. Sabía que la situación era grave y que era necesario que regresaran al palacio inmediatamente.

—Podéis sacarnos esto, ¿no es cierto? —preguntó a la vez que paseaba la mirada una y otra vez entre Zedd y Nicci—. La verdad.

—¿La verdad? —inquirió Nicci—. Creo que sí.

—Pero no estás segura —indicó Kahlan a la vez que ladeaba la cabeza hacia la hechicera.

Nicci sonrió, lo que animó su hermoso rostro un poco, aunque no tanto como le habría gustado a Kahlan.

—Creo que podemos, Kahlan. Esa es la verdad. Pero tenemos que llevaros al Jardín de la Vida para poder intentarlo. Una magia como la que esto requiere sólo puede llevarse a cabo en un campo de contención.

A Kahlan no le gustó cómo sonaba, pero le alegró que Richard y ella estuvieran en manos de los mejores.

Richard suspiró.

—Supongo que la máquina de los presagios estará contenta de tenerme de vuelta y estoy seguro de que tendrá mucho que decir sobre todo esto —dijo medio para sí mientras envainaba por fin la espada—. Al fin y al cabo, me dio la clave para salvar a Kahlan de la Doncella de la Hiedra, de modo que parece saber algo sobre lo que está sucediendo. Tengo que averiguar qué sabe. —Soltó otro suspiro—. Al menos, antes de que tenga que poner fin a la profecía.

Zedd se inclinó hacia él, frunciendo las tupidas cejas.

—¿Poner fin a la profecía?

Richard agitó una mano para quitarle importancia. Al hacerlo, Kahlan vio un anillo en su mano derecha que no había visto nunca antes.

—Es una larga historia para más adelante —dijo Richard a su abuelo.

El misterioso anillo mostraba una Gracia.

—Richard —dijo Kahlan, alargando la mano y pasando un dedo sobre el antiguo símbolo del anillo—, ¿de dónde ha salido esto?

Richard le dedicó la más curiosa de las miradas.

—De una lejana antepasada tuya. Parte de la larga historia para más adelante.

—Si sobrevivo a este contacto de la muerte y vivo el tiempo suficiente.

Nicci posó una mano en el brazo de Kahlan y le dedicó una sonrisa llena de afecto.

—No era mi intención asustarte. Es grave, y no quiero engañarte y decirte que no lo es, pero tengo plena confianza en que puedo curaros.

La Madre Confesora asintió, sintiéndose un poco mejor, pero percibiendo aún aquel curioso estado de ánimo.

—Muy bien —dijo Richard—. Tenemos que ocuparnos de esa cura. —Giró hacia los soldados—. Preparad caballos y regresemos al palacio.

—Ya tengo ganas de estar allí —dijo uno de ellos—. Ya he tenido suficientes Tierras Oscuras para toda la vida.

—Tienes mucha razón —repuso Richard mientras iban en dirección a los establos.

—Estaremos en casa antes de que nos demos cuenta —indicó Zedd lanzando una tranquilizadora sonrisa por encima del hombro mientras avanzaba para ir por delante de Richard y Kahlan.

A Kahlan le pareció que la sonrisa parecía forzada.

—Richard —susurró Kahlan al tiempo que se inclinaba hacia su esposo—. ¿Qué le sucede a Cara? Parece… no sé. No parece estar bien. —Paseó una veloz mirada por los soldados de la Primera Fila—. ¿Y dónde está Ben? ¿No debería estar aquí?

El rostro de Richard palideció.

—Perdimos a Ben.

Kahlan sintió como si el suelo se abriera a sus pies. De improviso comprendió la sensación no expresada de desasosiego que percibía en todos.

—¿Qué?

Con la mirada gacha, Richard tragó saliva.

—Lo intenté… todos lo intentamos. No pudimos…

Con un nudo ascendiéndole por la garganta, Kahlan dio la vuelta y corrió hasta Cara, sujetándole ambos brazos para detenerla.

—Cara…

Al mirar al interior de aquellos ojos azules, Kahlan no pudo hablar debido al nudo que se le había hecho en la garganta.

Cara asintió comprendiendo, mientras su labio temblaba levemente. Puso una mano detrás de la cabeza de Kahlan y la apretó contra su hombro.

—Dio su vida para protegernos —dijo—. Es lo que él habría querido. Estoy orgullosa de él.

—Yo también —repuso Kahlan entre lágrimas—. Queridos espíritus, por favor protegedle ahora.