74

74

samantha?

—Estoy aquí.

Richard bajó la mirada hacia la Gracia del anillo que Magda y Merritt habían dejado para él. Estaba pensado para recordarle lo que era importante. La Gracia era una representación de ambos mundos y del modo en que la vida se fusionaba y mantenía un equilibrio con ambos: el mundo de la vida y el mundo de los muertos. También era una representación de su interconexión.

Alzó los ojos.

—Samantha, necesito que retrocedas. Aléjate de la pared verde.

—Lord Rahl, no tengo ningún sitio al que ir…

—Me refiero a que necesito que te apartes… a un lado. Por si acaso el límite del inframundo se desplaza, retrocede un poco por el pasillo.

—¿Por qué? ¿Qué vais a hacer?

—Apresúrate, no tenemos mucho tiempo antes de que los shun-tuk aparezcan. Date prisa. Retrocede todo lo que puedas.

—De acuerdo —dijo ella desde más allá en la cueva que había al otro lado—. Ya me he apartado.

—Escucha, Samantha… si algo sale mal, quiero que te vayas. ¿Entiendes? No vaciles. Si algo sale mal, corre y sal de aquí. Tu madre querría que vivieses.

—Lord Rahl, me estáis asustando. Y ya estoy bastante asustada. Hay huesos humanos en algunas de las cuevas.

Aquello era una noticia descorazonadora.

—Entiendo, pero si no puedo escapar de aquí dentro, entonces tú tienes que huir.

—Tardé mucho tiempo en bajar aquí, escabulléndome por delante de todos esos shun-tuk con aspecto de fantasmas. No sé si puedo volver a salir.

—Sé que es aterrador. Pero si no funciona, tienes que intentarlo. ¿Entendido?

—Lo entiendo —dijo ella finalmente.

—Ahora, quédate donde estás.

—Me he apartado. Lord Rahl, tenéis que daros prisa. Puedo oír el resonar de voces. Creo que alguien se acerca.

Richard inspiró profundamente. Tenía que funcionar. Tenía sentido.

Tal y como Samantha le había dicho en una ocasión, él pertenecía a ese mundo. Con todo, se resistía a intentar algo así. Pero estaba muerto de todos modos. Todo el mundo moriría. Esta era su única posibilidad.

Sabía que más que nada, a pesar de cómo intentaba convencerse de que tenía su lógica, aquello era una acción desesperada.

Zedd siempre decía que en ocasiones una acción desesperada era magia… magia auténtica.

Trató de respirar más despacio. No podía permitirse esperar más tiempo. Lo había sopesado lo mejor que había podido. No había ya tiempo para darle vueltas. Se había quedado sin opciones y sin tiempo. Todos estaban en la misma situación. Tenía que probarlo.

Bajó la mirada hacia la Gracia del anillo una última vez. Contempló las líneas que salían desde el centro, las que representaban la chispa del don cuando cruzaba el mundo de la vida y luego continuaba al interior del mundo infinito de los muertos. Cada una era una línea continua e intacta.

Richard se armó de valor, apretando los dientes con fuerza. Y a continuación, echó a correr al frente al interior de la reluciente luminiscencia verde que era el límite exterior del inframundo mismo. Experimentó la misma impresión que si cayera por un precipicio a medianoche.

Se vio instantáneamente perdido en una eternidad de oscuridad.

No había espíritus cuando cruzó a su mundo, como los había habido antes cuando él estaba en el lado de la vida del límite. Ya no había aullidos, ni gemidos, ni extremidades convulsionadas.

No había nada.

No había calor, ni frío, ni luz, sólo una especie de oscuridad que estaba más allá de la oscuridad. En cierto modo le recordó la sensación que producía cuando se miraba al interior de una piedra noche, sólo que esto era más parecido a penetrar en ella o, más bien, a ser engullido por esa negrura perfecta.

Se sintió total y absolutamente perdido.

Todo estaba muerto para él.