70

70

hannis Arc condujo al rey de los muertos al exterior, al amanecer de un nuevo día en el mundo de la vida. Detrás de ellos, los mediopersonas, congregados en decenas de miles, los seguían a una distancia respetuosa. Lo más probable es que fuera una distancia temerosa.

Hannis Arc dejó de andar cuando el rey detuvo su paseo para asimilar el nuevo día. Nubes espesas oscurecían el cielo así como los picos más altos. Velos de neblina discurrían lentamente lo bastante bajos como para difuminar las cimas de las agujas de piedra.

Todo en el lugar parecía viejo, desmoronado y sin vida. Los escasos arbustos y árboles raquíticos que se aferraban a la vida en peñascos y zonas resguardadas parecían sólo vivos a medias. Verdaderamente era un lugar donde la vida y la muerte coexistían.

—Ha pasado mucho tiempo desde que vi este mundo por última vez —dijo el rey espíritu en una voz que parecía provenir de ambos mundos a la vez—. Es estupendo estar de vuelta. Por fin, tras todo lo que he conseguido hacer en el inframundo, ya es hora de meter en cintura este reino.

Hannis Arc contempló cómo el espíritu y el hombre recién unidos echaban una mirada al deprimente mundo de la vida. Vika había organizado su partida y se había ocupado de que los shun-tuk reunieran las provisiones que necesitarían para el viaje. Todo estaba listo.

—Quiero ponerme en marcha de inmediato —dijo Hannis Arc.

—¿Y planeáis llevar al hombre cuya sangre utilizasteis? —preguntó el rey mientras se regalaba la vista con la visión del erial de roca como si contemplara un vistoso campo de flores silvestres.

—¿Richard Rahl? —Hannis Arc sonrió para si—. Desde luego. Es necesario hacerle sentir el dolor y la angustia de perder su poder y autoridad, hacerle padecer la humillación de su caída de líder de un imperio a don nadie.

—Entiendo —repuso el rey sin mirar en su dirección—. Así que, ¿planeáis asumir la carga y el riesgo de arrastrarlo con vos tan sólo para humillarlo?

El obispo contempló al refulgente espíritu torciendo el gesto.

—Esa es la idea. Llevo planeando mi venganza sobre la Casa de Rahl durante casi toda mi vida. Por fin estoy listo para hacerme con el gobierno del imperio d’haraniano. Él verá cómo sucede.

Su acompañante sonrió del modo en que lo haría una persona de más edad y experiencia. A Hannis Arc no le gustó especialmente la sonrisa, pero aguardó a que el otro diera su opinión.

—He tenido experiencia en tales cuestiones y puedo deciros que hombres como ese no sienten humillación al perder el gobierno. Sienten tan sólo una necesidad de hacer lo que sea necesario para volver a estar en la cima o para obtener venganza. Al fin y al cabo, ¿os sentisteis humillado al perder a toda vuestra familia? Creo que no. Espero que sintierais sólo una necesidad de venganza. ¿Estoy en lo cierto?

—Bueno, sí, pero quiero que padezca con su caída del poder.

El espíritu encogió los hombros.

—Deseáis una clase de satisfacción que jamás obtendréis.

La frente de Hannis Arc se arrugó aún más.

—¿Qué es lo que queréis dar a entender?

El rey espíritu giró hacia él.

—Me trajisteis de vuelta del mundo de los muertos para retomar mi tarea inacabada y a cambio me he comprometido a ayudaros a gobernar este mundo. Eso es lo que estoy haciendo.

—¿Pidiéndome que abandone mi venganza contra lord Rahl?

El espíritu de Sulachan volvió a sonreír.

—¿Sabéis por qué estoy aquí hoy, lord Arc?

A Hannis Arc lo complació oír que Sulachan se refería a él de ese modo, aunque no le complació que lo cuestionaran.

—Tal y como acabáis de decir, porque usé mis aptitudes para traeros de vuelta.

Si Hannis Arc lo deseaba, también podía enviar al espíritu de Sulachan de vuelta a aquel mundo eterno. Pero por el momento, para que su plan tuviera éxito, necesitaba lo que sólo aquel hombre podía proporcionar. Además, el acuerdo valía la pena y Hannis Arc sentía que estaba obteniendo la mejor parte con creces.

El espíritu sonrió otra vez.

—Sí, pero vos sólo me trajisteis de vuelta porque me necesitabais, y me necesitáis porque hace mucho tiempo me convertí en alguien inestimable para la persona correcta. Yo podía permitirme aguardar. Tenía toda la eternidad.

»Vos fuisteis el primero en presentarse que fue lo bastante sensato como para ver el potencial si uníamos nuestros talentos y objetivos.

»Parte de mi valor es mi vasta experiencia, que puede ayudaros a alcanzar vuestro objetivo.

Hannis Arc frunció el entrecejo, pues no le agradaba que lo tratasen como si fuera un socio subordinado y sin experiencia. En su opinión, el subordinado en su acuerdo era Sulachan. Después de todo, él había regresado al mundo de la vida sólo debido al poder y la habilidad de Hannis Arc. Puede que tuviera toda la eternidad para esperar, pero había estado atrapado en el inframundo durante miles de años y lo habría estado para siempre de no ser porque él lo sacó de allí. Si era tan listo, habría sido capaz de regresar al mundo de la vida por sí mismo.

—¿En qué modo me beneficia vuestra experiencia con respecto a Richard Rahl?

—La grandeza exige la clase de dedicación a un propósito que he mostrado, que me ha llevado a volver a estar en el mundo de la vida hoy. Yo no dejo que nada me distraiga de mi objetivo. Vos también habéis mostrado gran dedicación al propósito de gobernar.

»Las distracciones merman la energía puesta en la meta a alcanzar. Es por eso que os pregunté qué es lo más importante para vos: arrastrar a este hombre con nosotros o gobernar el mundo.

El estado de ánimo de Hannis Arc empezaba a ensombrecerse tanto como lo estaba el cielo.

—No existe un motivo por el que no pueda hacer ambas cosas.

—Estaríais mandando sobre un hombre, cuando deberíais estar completamente dedicado al esfuerzo de mandar sobre todos los hombres.

Hannis Arc echó una ojeada atrás a los blancuzcos mediopersonas, asesinos todos ellos, esparcidos en silencio por el terreno detrás de ellos. Volvió a dirigir la mirada al espíritu que lo observaba.

—Desde el día en que mataron a mis padres siguiendo órdenes de un Rahl he estado planeando mi venganza, de modo que…

—¿Y por qué suponéis que la Casa de Rahl mató a vuestros padres, a vuestro padre, el gobernante de la pequeña, insignificante y remota provincia de Fajín?

Hannis Arc efectuó una corta pausa, sintiendo el chispear de neblina sobre los tatuajes del rostro mientras dejaba que su ira se enfriase un poco.

—Para eliminar la posibilidad de que pudiera sublevarse e intentar gobernar.

Sulachan sonrió.

—Es por eso que la Casa de Rahl ha gobernado D’Hara durante tanto tiempo, y la Casa de Arc ha gobernado la pequeña provincia de Fajín. La Casa de Rahl estaba concentrada en gobernar, no en humillar a vuestro padre haciendo que contemplara cómo gobernaban ellos. Simplemente eliminaron la posibilidad de un desafío a su poder. Si tu objetivo es gobernar, entonces deberías gobernar.

—Creo que puedo hacer ambas cosas.

—Eso creyó el padre de Richard Rahl. Mantuvo la distracción de Richard a su alrededor demasiado tiempo y al final le costó la vida. Una serie de hombres como él han fracasado debido a que los detuvo alguien que jamás habría resultado un problema si lo hubieran matado desde el principio. Richard Rahl es el líder del imperio d’haraniano porque es fuerte y decidido, y porque Rahl el Oscuro no lo mató cuando debería haberlo hecho.

»Richard Rahl es un hombre increíblemente peligroso. Es, al fin y al cabo, fuer grissa ost drauka. No es un hombre al que se pueda tratar a la ligera.

»Si os sobreestimáis demasiado, si pensáis que podéis controlarlo en todo momento, si pensáis que vuestro poder es lo bastante fuerte para vencerlo y mantenerlo sojuzgado, entonces lo subestimáis. Lo subestimáis por vuestra cuenta y riesgo. Puede que lo tengáis prisionero en estos momentos, pero cada momento que siga con vida estará pensando en cómo mataros.

»No llegó a ser lord Rahl, el líder del imperio d’haraniano, el hombre que derrotó al emperador Jagang y al poderío del Viejo Mundo, por casualidad, y lo que mejor se le da es eliminar a aquellos que intentan sojuzgarlo. Justo ahora, os estáis convirtiendo en su blanco, su objetivo principal, y os lo puedo asegurar, a él nada va a distraerlo de su objetivo.

Hannis Arc hizo una mueca.

—Odio admitirlo, pero puede que no andéis errado. Ese hombre ha demostrado ser muy decidido.

El rey espíritu giró para mirar a su interlocutor a los ojos.

—Gobernar es la venganza, lord Arc. Matad a vuestro enemigo ahora, mientras tenéis la oportunidad, y luego podéis seguir adelante y gobernar.

—¿Vuestro retorno a este mundo es vuestra venganza?

Sulachan mostró una sonrisa siniestra y vengativa.

—Ahora seré yo quien triunfe sobre todos aquellos que quisieron quitarme el mando y desterrarme a los infinitos recovecos del inframundo mientras al mismo tiempo desterraban a todos los que había creado —alzó un brazo e indicó con él el desolado paisaje— a este lugar desierto. Al final, no pudieron contenernos, ni con barreras ni con la misma muerte. Ahora, haremos lo que queremos y obtendremos nuestra venganza.

Al proceder de la diminuta provincia de Fajín, Hannis Arc carecía de medios para reclutar un ejército con el que llevar a cabo sus ambiciones de conquista. A sus órdenes tenía sólo unos pocos hombres y necesitaría un enorme poderío militar para tomar su objetivo, el Palacio del Pueblo, y gobernar desde la sede tradicional de poder de la Casa de Rahl.

Y ahora, a través de Sulachan, tenía lo que necesitaba. No tan sólo tenía a la nación shun-tuk, también tenía a su disposición un ejército infinito de muertos.

Hannis Arc vio a Vika aguardando pacientemente a poca distancia, de modo que supo que esta había finalizado los preparativos.

Con las manos entrelazadas a la espalda, dirigió por fin la mirada al sabio rey. Un espíritu que él controlaba.

Los tatuajes que cubrían su cuerpo habían resultado tediosos, habían necesitado muchísimo tiempo y le habían causado mucho dolor. Pero habían demostrado valer la pena. Esos símbolos en el Idioma de la Creación no tan sólo ayudaron a Hannis Arc a traer de vuelta del inframundo el espíritu de Sulachan, sino que también lo protegían del rey espíritu. Eran, en cierto modo, la armadura del obispo.

—Ahora que la barrera ha caído no hay razón para permanecer aquí. No quiero perder tiempo. Es necesario que nos pongamos en camino.

El espíritu agachó la cabeza.

—Como ordenéis, lord Arc. —Echó un vistazo atrás al inmenso ejército de mediopersonas—. Estamos todos listos y nos pondremos en marcha a vuestra orden.

—Primero mataré a Richard Rahl.

Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro del espíritu de Sulachan.

—Deberíamos permitir que algunos de los shun-tuk se den un banquete con los cautivos. Dejad que vuestro enemigo esté entre los devorados. Que padezca la misma muerte espantosa que los demás.

Hannis Arc negó rotundamente con la cabeza.

—No. Tenéis razón en que debería matarlo inmediatamente. Lo he observado con atención durante los años de la guerra y estáis en lo cierto sobre lo peligroso que es. No debo correr riesgos.

»Pero ahora que la decisión está tomada, quiero hacerlo yo mismo, con mis propias manos. Quiero contemplar cómo la muerte se lo lleva. Quiero ver morir a ese hombre de modo que la amenaza que representa finalice de una vez por todas. Quiero que me mire a los ojos y sepa que soy yo, Hannis Arc, quien lo destierra al mundo de los muertos.

»Antes de que muera, quiero que sepa que estoy soltando a los shun-tuk sobre todos sus amigos para que les arranquen y devoren la carne de los huesos mientras todavía están vivos.

El espíritu alzó la barbilla a la vez que inhalaba profundamente mientras contemplaba el desolado paisaje.

—Mi primer día de vuelta en el mundo de la vida y ya me siento de lo más complacido.

Hannis Arc sonrió, visualizando ya el terror que Richard Rahl estaba a punto de experimentar mientras padecía su triste, solitaria y violenta muerte. Llamó con una seña a Vika.

La mord-sith dio una única zancada al frente.

—¿Sí, lord Arc?

Él no pudo reprimir una sonrisa mientras la miraba a los azules ojos.

—Tráeme a Richard Rahl. Su hora de morir ha llegado por fin.

Ella ladeó la cabeza.

—Por supuesto, lord Arc. Os lo traeré al momento.

—Bien. Y no hay necesidad de hacerlo con delicadeza. No le queda mucho tiempo de vida. Si está sufriendo terriblemente cuando me lo traigas, no me sentiré en absoluto disgustado.

—Tampoco yo —repuso ella en aquel tono escalofriante que usaba cuando le permitían dar rienda suelta a la práctica de sus habilidades.

Él indicó con la mano a lo lejos.

—Vamos a ponernos en camino de inmediato. Haz que los shun-tuk traigan todas nuestras provisiones primero, luego tráeme a Richard Rahl.

—Desde luego, lord Arc. Os alcanzaré.

Hannis Arc dirigió una mirada al rey.

—Después de que lo degüelle con el mismo cuchillo que utilicé para que sangrara sobre vos, lo arrastraremos tras nosotros mientras marchamos y dejaremos un rastro de su sangre para que los shun-tuk la laman.

Vika paseó la mirada de la sonrisa del rey espíritu a Hannis Arc y luego se alejó a toda prisa.

—Qué final tan sangriento y apropiado será este para la Casa de Rahl —musitó Hannis Arc para sí mientras empezaba a caminar hacia el sur.

Una vez que hubiera atravesado las puertas que conducían fuera del tercer reino, podría encaminar sus pasos hacia el corazón del imperio d’haraniano.