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kahlan estaba atónita.
—Veréis —dijo él a la vez que se recostaba en el asiento—, esa vida que queda dentro de la persona, la vida que se está acabando, resulta alterada de modo que en ese último y singular instante en que cruzan al otro lado, durante ese breve momento en que todavía se aferran a la vida y al mismo tiempo tocan la muerte, más que ver las experiencias pasadas o sentir alguna sensación de pérdida o de amor, en su lugar, debido a los cambios que he efectuado en su interior, son capaces de acceder al mismo fluir del tiempo que experimentan los profetas.
»En ese momento extraordinario, conectados con la convergencia entre la vida y la muerte, son capaces de ver toda la extensión del tiempo, permanecer en su fluir y de ese modo dar a conocer profecías, igual que un profeta genuino.
Kahlan estaba horrorizada.
—¿Pensáis que podéis utilizar ciencias ocultas para obtener profecías de las personas cuando están muriendo?
Él le lanzó una mirada condescendiente.
—Es un proceso que creé y desarrolle, que comprendo a fondo y controlo. No hay especulación involucrada.
—¿Y habéis hecho esto antes? ¿Tenéis intención de volverlo a hacer?
—Tal es el propósito de la abadía. Allí utilizo este proceso para reunir profecías y luego entregárselas a lord Arc. Lord Arc usa la profecía como guía.
Kahlan se lo quedó mirando fijamente con incredulidad.
—¿Estáis diciendo que lleváis gente a la abadía y la asesináis de modo que os griten profecías en el momento de morir?
—¿Asesinar? No, no exactamente. Recolectamos profecías del gran abismo de la eternidad.
—Mediante el asesinato.
Él desestimó la acusación con un ademán.
—Las personas elegidas para ayudarnos en esta gran tarea no son víctimas de un asesinato. Al contrario. Es un honor para ellas ser elegidas para entregar sus vidas a una causa tan noble. Puede que no sean capaces de comprenderlo todavía, claro, pero son héroes que sacrifican sus vidas por el bien de otros.
—Eso es demencial —musitó Kahlan.
—No, en absoluto —repuso él, mostrándose irritado ante la sugerencia—. El sacrificio de estos pocos se lleva a cabo para el bien de la mayoría. Es brillante tanto en su concepción como en su ejecución.
—«Ejecución» es la palabra correcta —dijo Kahlan—. Una ejecución por vuestra retorcida causa.
Él le dedicó una mirada malhumorada.
—Vosotros hacéis lo mismo.
—Nosotros no hacemos tal cosa y lo sabéis.
—Los que usáis la profecía. Los que viven en el Palacio del Pueblo la usan… los que son como vuestro esposo que recopilan y acaparan el trabajo de toda una vida de profetas que han accedido a ese gran fluir del tiempo desde el más allá, como hago yo, sólo para guardar esa valiosa profecía en bibliotecas secretas de modo que puedan utilizarla para controlar las vidas de otros en lugar de beneficiarios. Los profetas también ponen sus vidas en las profecías, no menos que los que están en la abadía, y vosotros le succionáis hasta la última gota a ese esfuerzo por un motivo egoísta, no por el bien común, que es lo que desea el Creador.
Kahlan sabía que era mejor no decir nada.
Él volvió a inclinarse al frente y la apuntó con un dedo.
—Vos y lord Rahl os guardáis las profecías para utilizarlas como un arma para esclavizar a la gente.
»Nosotros, en cambio, usamos las profecías para ayudar a guiar las vidas de nuestra gente. No se las ocultamos. La profecía pertenece por derecho a todo el mundo, no tan sólo a unos cuantos.
»Y ahora otros en otras tierras han pedido unirse a nosotros y beneficiarse de los conocimientos que obtenemos.
Kahlan no se molestó en intentar discutir tal locura. Estaba harta de intentar conseguir que la gente comprendiera el modo en que funcionaba la profecía y cómo no funcionaba. Estaba descorazonada con los territorios que habían abandonado el imperio d’haraniano para seguir a Hannis Arc a cambio de promesas de que les darían a conocer las profecías sin reservas.
Al final, la gente creía lo que quería creer. La verdad tenía muy poco valor.
—Habéis sido elegida para contribuir a esta gran tarea —acabó diciendo él mientras se recostaba finalmente en su asiento—. Debido a vuestro renombre, importancia y abolengo como Madre Confesora, esperamos profecías excepcionales de vos.
Kahlan echó una ojeada a la mord-sith y luego volvió a mirar al abad.
—Así que vais a matarme. Vaya sorpresa. Los hombres malvados han estado matando a gente inocente desde el principio de los tiempos.
»¿Vais a cortarme la cabeza, esperando que farfulle profecía primero? Estupendo, pero no tratéis de convenceros de que coloco la cabeza en el tajo voluntariamente. Será un simple acto de asesinato, nada más, y por supuesto no tendrá nada de noble.
Él desestimó sus palabras con un movimiento de la mano y una expresión avinagrada.
—No es tan simple —dijo la mord-sith con una sonrisa de complicidad.
—¿Y por qué no? Dijisteis que matáis personas de modo que den a conocer profecías en el último instante de su vida. Eso es una locura sin más.
—No, no me habéis entendido —replicó ella—. Me refería a que el proceso no es tan simple.
—Deben ser preparados, primero —terció el abad Dreier con una especie de fervor retorcido.
—¿Cómo los preparáis para ser asesinados?
Él enarcó una ceja.
—Con tortura.
Kahlan lo miró atónita.
—Torturáis a personas en la abadía.
—Esa es la función del complejo: procesar a las personas en su camino a entregar su don de la profecía. Mediante tortura se conduce adecuadamente a las personas a ese umbral entre la vida y la muerte y se las mantiene en el límite entre los mundos hasta que están finalmente listas para aceptar lo que les ofrecemos.
Kahlan no podía creerlo.
—¿Qué ofrecéis? ¿Qué podríais ofrecerles mientras los torturáis?
—Liberación —respondió la mord-sith.
—¿Liberación? —preguntó Kahlan, todavía mirándolos a ambos con incredulidad.
—Liberación —confirmó el abad Dreier—. Sólo cuando abrazan voluntariamente el bien mayor y aceptan ser el conducto para este regalo a la humanidad, los liberamos y les concedemos el privilegio de cruzar a la muerte.
Kahlan sentía náuseas. Ahora comprendía a la perfección el papel que la mord-sith representaba en este plan.
Erika sonrió cuando vio que Kahlan por fin comprendía.
—Hay una gloria trascendental en una intensa agonía —dijo la mord-sith con tranquila convicción, como para justificar lo que hacían.
—Gloria —dijo Kahlan con sarcasmo, sintiendo repugnancia ante toda aquella maldad.
—Sí, ya lo creo, gloria. —La perversa satisfacción que experimentaba aquella mujer al llevar a cabo su trabajo salió a la superficie—. Tenemos la intención de proporcionaros tanta gloria como aún no podéis ni imaginar.
Ludwig Dreier contemplaba fijamente a Kahlan.
—Y entonces, también vos, como todos los demás que ha habido antes de vos, ofreceréis voluntariamente una profecía para que se os permita cruzar al lado de la muerte.