53
kahlan despertó con un sobresalto.
Oyó un confuso alboroto. Mientras intentaba centrar su atención, se percató vagamente del sonido amortiguado de voces distantes. No pudo distinguir lo que decían, tan sólo la ansiedad en su tono.
Parpadeó ante la mancha borrosa de la luz de las velas. Tenía la boca tan seca que notaba la lengua inflamada y pegada al paladar. Tragó, intentando generar saliva. Estaba demasiado débil para alzar algo más que un dedo.
Aunque la habitación probablemente estaba iluminada por una tenue luz, ella tuvo que entornar los ojos porque la claridad de las llamas le resultaba demasiado brillante. Tras lo que pareció una eternidad de oscuridad desconcertante, la luz le hería los ojos.
Advirtió que descansaba sobre una estera en el suelo en una habitación pequeña y sencilla. No reconoció el lugar. No tenía la menor idea de dónde podría estar. Ni siquiera era capaz de efectuar una conjetura.
Las gruesas velas estaban agrupadas sobre estantes que parecían haber sido tallados en sencillas paredes encaladas. El suelo estaba cubierto de alfombras gruesas con dibujos de colores vivos. Vio unas cuantas sillas y una mesa, las cuales, si bien no lujosas, estaban hechas con gusto. Había una puerta de madera frente a ella en el otro extremo de la habitación que estaba cerrada. A medida que su visión empezó a aclararse, vio que no había ventanas, por lo que no tenía modo de saber si era de día o de noche.
Por el rabillo del ojo, Kahlan vio a una mujer de mediana edad, de cabellos cortos y lisos y vestida con un sencillo vestido gris, sentada en un arcón bajo no muy lejos. La cabeza de la mujer estaba vuelta hacia el lejano sonido amortiguado de voces. Puesto que su atención estaba puesta en otra cosa, la mujer no advirtió que Kahlan había abierto los ojos.
Le satisfizo ver a la mujer con la atención puesta en las mismas voces que ella oía y se dijo que con toda probabilidad eso significaba que no estaba imaginando las voces y estas no formaban parte del oscuro mundo en el que había estado atrapada durante tanto tiempo. También había oído el aterrador susurro de voces en aquel mundo. La habían estado llamando desde algún lugar situado al otro lado de la oscuridad.
Kahlan meneó los hormigueantes dedos, devolviéndoles el sentido del tacto. Hizo girar una muñeca anquilosada. Al segundo intento consiguió incorporarse un poco, lo suficiente, al menos, para alzarse sobre los codos. Tuvo que apoyarse en las manos para sostenerse mientras descansaba un momento antes de ser capaz de sentarse.
Dobló el cuerpo al frente, apuntalándose con una mano para poder usar la otra para palpar el estómago allí donde Jit le había hecho un corte. Esperaba que le doliera. Esperaba encontrar una herida horrible y ensangrentada. En su lugar encontró una pulcra costura que mantenía cosida la camisa. No encontró ninguna herida. Paseó la mirada a su alrededor, pero no vio a Richard.
Al volverla cabeza, buscando, vio otra puerta en el fondo de la habitación. Si bien había unos dibujos sencillos en la parte exterior de la puerta, en el centro habían tallado con esmero una Gracia. Resultaba en cierto modo reconfortante ver la Gracia, y su ansiedad descendió un punto al ver el familiar símbolo que representaba la naturaleza ordenada del universo.
Kahlan tenía un insoportable dolor de cabeza, pero lo peor, no obstante, era que se sentía confusa y no conseguía entender nada. Era frustrante no poder juntar las piezas que conocía en el orden correcto, que hubiera tantas cosas que parecían faltar entre las partes que sí recordaba, no saber por qué faltaba tanta información. Fragmentos de cosas —voces, imágenes— flotaban en completo desorden.
Le parecía haber llevado a cabo algún viaje largo y arduo, pero no recordaba nada de ello. Era como si hubiera estado teniendo sueños terribles durante una eternidad mientras yacía incapaz de despertar de un padecimiento terrible e interminable. Era difícil decir qué era real y qué era todavía el extraño mundo imaginario, resonante y borroso que no quería abandonarla del todo.
—Por favor —consiguió decir en una voz ronca—, agua…
La mujer sentada en el banco-arcón pegó un salto. Se llevó una mano al pecho, jadeando sorprendida.
—Me habéis sobresaltado.
—Lo siento —fue todo lo que Kahlan consiguió pronunciar; notaba la lengua pastosa y esta no quería moverse como ella pretendía que lo hiciera.
—Por fin —dijo la mujer a la vez que se acercaba a toda prisa para arrodillarse junto a Kahlan—. Estaba tan preocupada. Pero Sammie… bueno, Samantha, supongo que es ahora, dijo que despertaríais. Y lo hicisteis. Tenía razón.
Kahlan alzó una mano débilmente, posándola en el brazo de la mujer.
—Por favor… agua… por favor.
La mujer alzó las manos en un gesto de disculpa.
—¡Ah! ¡Lo siento! Si, agua. Tengo un poco aquí. Dejad que la coja.
Kahlan la vio correr a la mesa y verter agua de un jarro en una taza alta. Regresó a toda prisa junto a la Madre Confesora.
Colocó con delicadeza una mano en la espalda de Kahlan para sostenerla erguida al mismo tiempo que le acercaba la taza a los labios.
—Poco a poco. No intentéis ir demasiado deprisa al principio. Habéis estado dormida bastante tiempo. Sammie, quiero decir, Samantha consiguió haceros beber cuando todavía estabais dormida, pero me temo que no fue ni con mucho suficiente para el largo tiempo…
—¿Quién? —preguntó Kahlan, desconcertada por el parloteo de la mujer.
—Lo siento. No es importante por el momento. Tomad un sorbo, adelante, pero hacedlo despacio.
El agua era muchísimo más deliciosa que nada que ella hubiera probado jamás. Kahlan consiguió engullir unos cuantos tragos antes de que la mujer retirara el tazón para obligarla a ir más despacio.
—Con calma. Bebed poco a poco.
Kahlan asintió para poder recuperar la taza. La segunda vez sorbió más despacio, haciendo pasar el agua por toda la boca, paladeando la humedad. Consiguió tragar correctamente.
Advirtió que los ojos de la mujer no dejaban de ir hacia la puerta cada vez que oía las lejanas voces.
Cuando la mujer volvió la cabeza otra vez, vio que Kahlan la miraba.
—Lo siento, Madre Confesora. Me llamo Ester. Richard me pidió que cuidara de vos hasta que despertarais.
—Richard —dijo Kahlan con repentino alivio y emoción—. ¿Está aquí? ¿Dónde está?
—No, lo siento. Él y Sammie…
—Samantha.
La mujer soltó una corta risita.
—Sí, Samantha.
—¿Quién es Samantha?
Kahlan se sintió aliviada al ver que con el agua su voz por fin empezaba a funcionar. Se dijo que casi sonaba como ella misma.
—Samantha es nuestra hechicera. Teníamos más. Pero ahora ella es la única que tenemos, desde que asesinaron a su padre y su madre desapareció.
Kahlan se cubrió la cara con una mano, aturdida, a la vez que cerraba los ojos un momento para que descansaran de la luz. Sentía como si todavía pudiera estar en un mundo de fantasía donde nada en el torbellino de las cosas que oía tuviera el menor sentido.
—Perdonadme, Madre Confesora, hablo demasiado deprisa y no hago más que confundiros.
Kahlan asintió.
—¿Richard?
—Él y Samantha tuvieron que irse.
A Kahlan se le cayó el alma a los pies.
—¿Adónde?
Ester inspiró profundamente.
—Bueno, es una larga historia, Madre Confesora. Acabáis de despertar. No quiero soltároslo todo de golpe. Sorbed el agua. Debería traeros algo de sopa. Estáis en los huesos. Necesitáis comer.
Kahlan bajó la mirada para contemplarse. Sí que parecía haber perdido algo de peso, pero no una barbaridad.
—La Doncella de la Hiedra me tenía cautiva… —dijo, intentando orientarse en el mundo para tratar de comprender cómo era que había ido a parar a esa extraña habitación de piedra.
—Jit —repuso Ester.
Kahlan alzó la mirada.
—Sí, eso es. Jit. —Entornó los ojos, tratando de recordar—. Richard… creo que Richard estaba allí…
Ester asentía.
—Sí, nos contó que fue allí a liberaros de esa mujer espantosa. La Doncella de la Hiedra era una criatura malvada. Por desgracia, Jit capturó también a Richard, pero entonces él la mató…
—¿Richard mató a Jit? —Kahlan se llevó una mano a la frente, intentando recordar un acontecimiento de tanta importancia, pero no pudo.
—Sí, pero eso causó problemas.
Kahlan sacudió la cabeza.
—¿Problemas? Estoy confusa. —Todo parecía como si hubiera sucedido hacía muchísimo tiempo—. Lo siento, Ester, pero no entiendo de qué estás hablando. No entiendo qué está sucediendo. No sé quién eres o dónde estoy ni cómo he llegado aquí.
Ester miró en dirección a la puerta. Las voces estaban cada vez más cerca. Además de la tensión en el rostro de Ester, Kahlan pudo advertir también que las voces no sonaban amistosas. Le pareció que oía a un hombre exigiendo algo.
Ester volvió finalmente la cabeza hacia ella.
—Lord Rahl… y Henrik…
—¿Henrik? —Recordaba a Henrik—. ¿Está él aquí? ¿Está bien, entonces?
—Sí, sí —contestó la mujer a la vez que asentía—. Lord Rahl y Henrik nos contaron la mayor parte de lo que ha sucedido. No todo, supongo, pero gran parte. Lord Rahl tuvo que marcharse, sin embargo, de modo que quiso que yo os lo explicara… que os informara de lo que había sucedido.
—¿Adónde fue? —Eso no era propio de Richard, dejarla en alguna parte estando inconsciente—. ¿Por qué tendría Richard que dejarme aquí?
Ester posó una mano en el hombro de Kahlan al ver lo frustrada que empezaba a sentirse esta intentando comprender.
—Madre Confesora, os lo explicaré todo con más detalle una vez que hayáis comido algo y desaparezca vuestra desorientación, ¿de acuerdo? Por ahora, lo que necesitáis saber es que Richard fue a rescataros y mató a Jit. Pero cuando moría, ella os tocó a ambos con la muerte.