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richard alargó el brazo al costado, impidiendo a Samantha salir demasiado del bosque y penetrar en terreno despejado, donde temía que podrían descubrirlos. Ella permaneció junto a él, contemplando la visión en silencio.
Desde el borde del pequeño cerro disponían de una buena vista a través de la abertura en los árboles. Podía decirse que contemplaban una muralla que se alzaba del suelo del bosque y ascendía muy por encima de los árboles más altos, de modo que tenían que alzar las cabezas para verla parte superior. La muralla hacía que los imponentes árboles centenarios dieran la impresión de no ser más que plantones.
—Siempre supe que era grande —dijo Samantha—, pero imaginé que fuera así de enorme. Hasta que no estás aquí de pie frente a ella, no conoces realmente su auténtico tamaño.
Richard comprendía a qué se refería. A veces, cuando la escala de algo se salía tanto de lo normal, o quedaba tan fuera del marco de referencia que uno tenía, cuando era hasta tal punto más grande que cualquier cosa que uno hubiera visto jamás, era difícil comprender su auténtico tamaño. De cerca, tales lugares monumentales a menudo parecían aún más incomprensibles.
La muralla de piedra parecía ser tremendamente alta, incluso para Richard, y él había visto un buen número de lugares espectaculares, tanto naturales como creados por el hombre. Le producía una sensación de mareo el mero hecho de contemplar el tamaño de la imponente fachada de piedra de la muralla.
La pared se alargaba a derecha e izquierda hasta un punto a lo lejos en el que finalizaba al unirse a enormes riscos que ascendían vertiginosamente más altos que cualquier montaña que él hubiera visto. Muy arriba, más allá de nubes quebradas, pudo ver retazos de nieve descansando en las empinadas pendientes. Otra capa de nubes más arriba ocultaba las cimas de las montañas de modo que ni siquiera conseguía ver los picos.
La muralla que tenían delante estaba construida con piedras de diferentes tamaños y formas, todas encajadas con meticulosidad como un complejo rompecabezas. Todos los bordes parecían estar en sólido contacto con cada parte de cada bloque fijado a su alrededor. No vio ni un solo punto en el que se hubiera podido introducir un pedazo de papel entre los bloques de piedra perfectamente encajados. La pared parecía haber sido construida sin argamasa, con el riguroso encaje y el enorme peso fijándolo todo perfectamente entre sí. Era la pared de construcción más perfecta que Richard había visto en su vida. Él había visto un buen número de construcciones espectaculares hechas por el hombre, pero esta era excepcional en su singular sencillez y magnitud.
Ladera abajo, un poco a la derecha, Richard pudo ver la abertura en la muralla. Había una estructura sobre las puertas que recordó haber visto desde la portilla.
No vio a nadie por ninguna parte. No había gente delante de la muralla, nadie vigilando desde lo alto de esta y nadie yendo y viniendo a través de las puertas abiertas. Le pareció curioso que tras miles de años alzándose como una barrera impenetrable, ahora que las puertas de la muralla estaban abiertas la zona despejada situada a su alrededor estuviera tan desierta.
Se preguntó por un breve instante si todos los mediopersonas del tercer reino habrían salido ya en tropel por aquellas puertas para ir al sur al mundo de la vida, en busca de las almas que creían que estaban allí para que las cogieran. No sabía cuáles podrían ser sus motivaciones: permanecer cerca de sus hogares o, ahora que eran libres, salir al mundo a acabar con todo, a darse un atracón de carne y sangre.
Durante un rato, Richard permaneció observando en silencio mientras sentía las frías motitas de neblina en el rostro. Comprobó toda la parte superior de la muralla, intentando ver si había alguien observándolos, si se asomaban guardas de vez en cuando. Era imposible saberlo con seguridad, claro, pero no vio a nadie. No sabía si podrían tener alguna clase de aberturas pequeñas para mirar hacia afuera. Aunque, ¿cuál sería el propósito? La muralla estaba allí para mantenerlos encerrados, no para defenderlos.
Pensó que podría ser que todos aquellos que querían marchar hubieran salido ya, y los que no querían habrían permanecido en el norte, donde habían vivido durante milenios. También era posible que sólo salieran en ciertas ocasiones, cazaran y luego regresaran a la seguridad de su reino, como murciélagos que emergieran al anochecer para alimentarse de sangre.
Lo que más se preguntaba, no obstante, era cómo Samantha y él iban a entrar sin que los descubrieran en campo abierto. Indudablemente tenía que desechar toda esperanza de escalar la pared. La cara exterior parecía demasiado lisa para que encontraran asideros para las manos o puntos de apoyo para los pies en ninguna parte. Desde luego, vista desde más cerca podría descubrir que había pequeños lugares donde asirse entre las piedras, pero no era seguro. Más importante aún, incluso si pudieran escalar la pared estarían desprotegidos y en terreno despejado durante un largo tiempo y los podrían eliminar fácilmente con flechas. Fuera posible o no, Richard descartó la idea de escalar la muralla.
Las montañas situadas a cada lado tenían un aspecto aún más formidable. Las montañas ofrecían mejores posibilidades de escalada de lo que parecía proporcionar la pared lisa, pero, con todo, parecía increíblemente difícil por no decir imposible que Samantha y él pudieran escalar aquellos riscos, en especial bajo la lluvia. Además, también los riscos los dejarían desprotegidos y en terreno abierto durante demasiado tiempo.
Richard también sabía que la gente de Naja no habría colocado la barrera aquí si existiera un modo fácil de cruzar o rodear las montañas. Sin lugar a dudas, los hechizos barrera serían el medio principal de mantener encerrada la amenaza, pero al igual que la muralla, las montañas también constituían una barrera formidable una vez que los hechizos empezaron a debilitarse. Subir aquellas montañas era una opción tan poco realista como la de escalar la muralla.
Además, el motivo de que buscara un modo de entrar sin tener que cruzar las puertas era para mantenerse fuera de terreno despejado y que no los descubrieran. Escalar tanto las paredes como los riscos no les permitiría entrar sin ser vistos.
La sorpresa era su mejor arma. No quería renunciar a ella sin un buen motivo.
Deseó poder tener a un dragón a mano para que los llevara volando por encima de la imponente muralla que ocupaba la brecha entre las montañas, pero hacía muchísimo tiempo que no veía un dragón.
Eso dejaba a las puertas como el único modo realista de penetrar en el tercer reino.
Mientras permanecía allí de pie contemplando la enormidad de la pared, Richard comprendió que lo que veía en realidad era la manifestación física de lo mucho que la gente en la época de Naja temía a lo que estaba detrás de ella, y no fue un pensamiento reconfortante. Sabía que no había elección, así que apartó con toda deliberación la idea de su mente y regresó a la tarea de pensar en soluciones.
—Descendamos más cerca de las puertas —dijo en voz baja para que no lo pudieran oír—. Tenemos que estudiarlas con más detenimiento.