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richard estaba exhausto tras un día de viaje fatigoso por terreno accidentado. Cuanto más al norte iban, más accidentado se tornaba el terreno, y también más sombrío y deprimente. En ocasiones las nubes estaban tan bajas que las copas de los árboles desaparecían en la capa de nubes grises.
Era agotador trepar por empinadas elevaciones rocosas para luego tener que descender por el lado opuesto y a continuación volver a repetir la operación cuando la siguiente ascensión escarpada aparecía entre los árboles. Todo ello lo empeoraban en algunos lugares las extensiones de maleza tan espesa que era fatigoso atravesarlas y hacían el avance sumamente lento. En otros lugares tropezaron con sotobosque que tenía capas enmarañadas de enredaderas llenas de espinas que eran infranqueables y tuvieron que rodearlas.
Richard no había dormido bien la noche anterior, tras hablar con el hombre sin alma que encontraron bebiendo en el arroyo que había querido devorarlos. Richard deseaba haber podido matar al hombre dos veces.
Samantha también tenía aspecto cansado. Se había mostrado inusitadamente callada la noche anterior y luego durante todo el día mientras avanzaban penosamente por los bosques sin caminos de las Tierras Oscuras. Cuando Richard había preguntado si se encontraba bien, ella había dicho que la había puesto nerviosa oír a un hombre tan malvado decir tales cosas terribles; haberle visto mirarla a los ojos y decirle que quería devorar su carne, beber su sangre y arrebatarle el alma.
Richard sabía que lo que probablemente la había perturbado más era saber que otros que sentían lo mismo habían asesinado a su padre y era probable que retuvieran cautiva a su madre.
Al menos, él esperaba que siguieran reteniendo cautiva a su madre, y que no le hubieran hecho daño. Richard tenía la esperanza de que Zedd, Nicci, Cara y Benjamín y el resto de los soldados también siguieran con vida, y que no los hubieran masacrado. Sabía lo débil que era en realidad esa esperanza, no obstante. Tenía que ser aterrador estar en manos de tales caníbales despiadados. No podía evitar sentirse constantemente atormentado por el temor por la seguridad de sus amigos y ese temor era lo que lo empujaba a seguir adelante tan deprisa como podía.
Además, tenía siempre en mente que el único modo de salvar la vida de Kahlan era que Zedd y Nicci le extirparan el contacto de la muerte dejado por la Doncella de la Hiedra.
Echó una mirada a su alrededor cuando advirtió que el bosque se estaba volviendo más y más oscuro. Todavía no era lo suficientemente tarde como para que oscureciera. Alzaba la vista de vez en cuando, pero el espeso dosel de hojas era tan tupido sobre sus cabezas que no le dejaba ver el cielo, por lo que no podía saber hasta qué punto estaba nublado. Sentía calor a pesar de que persistía una neblina fría.
Mientras avanzaba por una angosta zona baja pantanosa, Richard cayó de hinojos. Abrumado por lo cansado que se sentía, lo exhausto que estaba, parecía incapaz de dar otro paso. Tenía que parar, tenía que hacer una pausa para descansar un momento.
—Lord Rahl, ¿qué sucede? —preguntó Samantha a la vez que corría a su lado—. ¿Qué os pasa?
Richard inhaló con fuerza al mismo tiempo que bajaba la cabeza.
—Estoy sumamente cansado, eso es todo. —Le quitó importancia con un ademán—. No es nada. Es sólo que ha sido un trayecto duro y no he dormido bien…
Samantha posó la menuda mano sobre su frente.
—Tenéis fiebre.
A él no le sorprendió en absoluto.
—Esa sensación da.
Ella le dio un empujón en la parte delantera del hombro con una mano a la vez que indicaba con la otra.
—Venid, recostaos en esa roca un minuto.
Richard paseó la mirada a su espalda y luego se instaló en la roca cubierta de hojas que ella señalaba. Samantha se colocó frente a él, con el rostro casi a la misma altura que el suyo, y luego le presionó las sienes con las yemas de los dedos. Richard percibió el tenue pero familiar hormigueo de la magia.
Finalmente ella apartó las manos.
—Es la oscuridad que lleváis dentro —le dijo en voz queda—. El contacto de la muerte. Es la misma maldad siniestra que intenta hacerse con vos. Está empeorando, como os dije que sucedería.
—Sí lo hiciste —repuso él a la vez que asentía—. ¿Hay alguna cosa que puedas hacer?
Ella tardó un buen rato en contestar.
—Lo siento, lord Rahl. Ya he hecho todo lo que he podido. Ojalá supiera más sobre curaciones. Desearía conocer algún truco o algo que ayudara, pero no es así. Hará falta vuestro abuelo ahora para proporcionaros una auténtica ayuda a vos y a la Madre Confesora.
—¿Y si intentas usar el don para darme energías, más que para curarme?
Ella lo meditó y a continuación le puso las yemas de los dedos en las sienes. Richard pudo oír pájaros a lo lejos, y percibir el suave soplo del aire húmedo en el rostro. En su interior, percibió el cálido bienestar de la magia. Sintió la familiar suspensión del tiempo bajo el dominio de aquella magia.
Samantha retiró las manos.
—¿Mejor?
Richard se puso en pie y movió los hombros adelante y atrás, tratando de percibir si se sentía más fuerte. Al menos era capaz de permanecer en pie.
—Creo que me ha ayudado. Sí que me siento un poco más fuerte.
Gracias.
—Desearía que fuera más que eso, lord Rahl, pero me temo que no es la solución que necesitáis, sólo un estímulo temporal. El descanso será de más ayuda hasta que se os pueda curar como es debido.
Él asintió y consiguió mostrar una pequeña sonrisa para tranquilizarla.
—Creo que ya puedo caminar. Sigamos adelante. Descansar más tendrá que esperar.
Richard se obligó a moverse a pesar de lo mucho que deseaba aminorar el paso o parar a descansar. Sabía, en algún lugar en lo más profundo de su ser, que si se rendía y se tumbaba en el suelo, moriría, de un modo muy parecido a como las personas atrapadas en tormentas invernales acababan tumbándose en el suelo para dormir y jamás volvían a levantarse.
Cuando muriera, pensó, dispondría de toda la eternidad para descansar. Si quería vivir, si quería que otros vivieran, eso requeriría un gran esfuerzo.
Al llegar a lo alto de cada nueva elevación deseaba poder ver a través del espeso follaje verde, las ramas de coníferas y las sombras oscuras entre los interminables troncos de árboles lo que había más allá. Deseaba poder llegar a una posición estratégica para poder ver a mucha mayor distancia, pero no había tal posición estratégica en el interminable, oscuro y formidable bosque.
Mientras caminaba, alzó la mirada a lo alto de un árbol, pensando que si trepaba muy arriba, tal vez podría obtener una vista de lo que había más adelante. Pero no le sobraban energías, y mucho menos tiempo, para andar subiendo a árboles. Sabía por dónde iba, y sabía que iban en la dirección correcta, así que todo lo que necesitaba era colocar un pie delante del otro y al final llegarían allí. Echar una mirada desde algún punto elevado no les haría llegar allí más deprisa.
A medida que transcurría el día, reparó en que la luz iba aumentando. En un principio pensó que las nubes podrían estar dispersándose, pero entonces, al coronar una elevación, a través de una abertura en las espesas capas de ramas, vio finalmente un retazo de luz.
Trotó en dirección a un estrecho claro en los árboles y en la nebulosa distancia se vio recompensado con su primera visión fugaz de la barrera. Había estado impaciente por llegar a ella durante días y ahora, al verla de improviso, se sintió anonadado. Paró en seco y abrió los ojos de par en par. Samantha se detuvo junto a él, también con los ojos como platos.