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tras recuperar su arco de la hendidura en la roca que los había protegido y volvérselo a colgar al hombro, Richard fue hasta el borde del afloramiento rocoso donde Samantha y él habían quedado protegidos de la letal tormenta de árboles. Usó el pie para quitar la gruesa capa de afilados fragmentos ensangrentados de la parte superior de un torso. No quedaba gran cosa, pero sí suficiente para ver que, al igual que los demás, estaba cubierto con poco más que unos harapos mugrientos.

—Estos mediopersonas son diferentes —dijo para sí.

Samantha contempló los restos con repugnancia.

—¿Qué queréis decir con que son diferentes?

Puesto que había estado profundamente sumido en sus pensamientos, Richard no había advertido que lo había dicho en voz alta. Señaló al exterior al otro lado del destrozado paisaje a la vez que iniciaba la marcha.

—Míralos —dijo, señalando aquí y allá a lo largo del camino en dirección al bosque indemne situado a cierta distancia.

Samantha apresuró el paso para permanecer cerca mientras lo seguía, echando ojeadas a cada lugar que él señalaba. Por el camino, mientras avanzaba por entre los destrozos, Richard hizo una pausa para observar un cuerpo decapitado.

—¿Ves? Todos van vestidos básicamente igual, como ese de ahí. Visten poco más que andrajos. Casi parece como si desenterraran cadáveres y les robaran la ropa.

—Asqueroso —masculló ella.

—Los hombres que nos atacaron a Kahlan y a mí en el carro eran más fornidos que la mayoría de estos.

»Aquellos eran fuertes, estaban bien alimentados e iban vestidos con ropas normales.

»Estas personas de aquí son de menor tamaño, más delgadas. —Señaló con un ademán un brazo separado del cuerpo que sobresalía de los escombros y estaba cubierto de llagas purulentas y costras—. La mayoría de ellos parecen estar enfermos. Todos parecen mal alimentados. Dan la impresión de vivir como animales.

»Además, los hombres que me atacaron hablaban. Sonaban relativamente inteligentes. Efectuaron una reflexión sobre lo que era probable que hubiera sucedido antes de que tropezaran con nosotros y llevaron a cabo planes para lo que querían hacer.

—¿Qué clase de planes?

—Querían comerme allí mismo para intentar hacerse con mi alma, pero iban a llevarse a Kahlan para más tarde, posiblemente por su valor comercial. —Movió una mano para señalar a su alrededor—. ¿Oíste en algún momento que cualquiera de estos mediopersonas hablara?

—Sólo los oí gruñir y aullar —dijo ella a la vez que se abrazaba a sí misma con fuerza.

Richard asintió.

Samantha se apartó la maraña de cabellos negros de los ojos mientras miraba a su alrededor, pasando con cuidado por entre todos los escombros mientras lo seguía.

Frunció el entrecejo mientras reflexionaba.

—Parece extraño que estos mediopersonas sean tan diferentes.

—Además, a muchos de los mediopersonas que nos atacaron antes de que yo despertara los mataron las tropas que nos acompañaban, y hasta donde yo sé puede que alguna clase de magia que Zedd y Nicci consiguieron conjurar. Estaba oscuro y yo apenas empezaba a despertar, pero entonces, y más tarde cuando acudieron a rescatarme, vi una serie de cuerpos producto de lo que me pareció que había sido una batalla sangrienta. Sólo conseguí echar una breve ojeada, pero todos parecían idénticos, y no se asemejaban en absoluto a ninguno de estos seres de aquí, ni a los hombres que me atacaron. Oí por casualidad que los hombres decían que creían que se trataba de shun-tuk.

—¿Qué aspecto tenían? —quiso saber ella.

—Llevaban muy poca ropa. Algunos de ellos tenían pantalones, mientras que otros sólo lucían una tela arrollada a la cintura. Ninguno llevaba camisa, aparte de lo que consideré como chalecos decorativos cubiertos de cuentas, amuletos y talismanes.

»Todos ellos, no obstante, iban embadurnados con lo que parecía ceniza blancuzca. Los ojos estaban oscurecidos con tierra u hollín, o algo por el estilo. Llevaban las cabezas afeitadas. Unos cuantos tenían copetes que sobresalían de la parte superior de las cabezas. Llevaban lo que parecían cuentas, dientes y huesos arrollados alrededor de estos para conseguir que permanecieran erguidos.

Samantha volvió a abrazarse con los larguiruchos brazos.

—Eso suena aterrador.

Richard asintió.

—Guerreros de todas clases tratan de mostrar un aspecto amedrentador, y estos shun-tuk desde luego lo conseguían.

—Así pues, lo que decís es que todas estas tres clases distintas, los de aspecto enfermizo cubiertos con harapos, los hombres vestidos de un modo normal que os atacaron y los shun-tuk de apariencia salvaje, son todos mediopersonas.

—Exacto. Todos diferentes, pero todos mediopersonas. En el relato de Naja, cuando hablaba sobre el peligro que entrañan los mediopersonas, no mencionaba que hubiese clases.

Samantha gateó por encima de un tronco para seguirlo.

—No os comprendo.

—Lo que quiero indicar es que algo ha sucedido desde que los encerraron detrás de la barrera.

Samantha pareció desconcertada.

—¿Importa eso en realidad?

Richard miró atrás por encima del hombro y enarcó una ceja.

—Según Naja algunos de ellos poseían la habilidad de utilizar magia negra.

La alarma apareció en el semblante de la muchacha.

—Estos no mostraban ningún indicio de ello.

Richard paró y volvió la cabeza para mirarla.

—Eso es lo que me tiene tan inquieto. A lo mejor estos de aquí son simplemente los carroñeros. Podríamos estar hablando de mediopersonas que han evolucionado desde los tiempos de Naja, que ahora son más peligrosos, que son aún mejores en dar caza a los que tienen almas que los de la época de la gran guerra o que estos que están muertos aquí.

Mientras seguían caminando a través de los restos, la única respuesta de Samantha fue un semblante preocupado.

Al cabo de un rato, lograron llegar a la linde de aquel escenario de destrucción y árboles abatidos. En el borde exterior del bosque arrasado, varios árboles enormes estaban recostados en otros que todavía permanecían en pie. Por lo que Richard sabía de los árboles derribados por el viento, un peso tan tremendo apoyado en otros árboles provocaría que algunos de ellos acabaran cayendo. La destrucción en esta parte del bosque no había finalizado todavía. Con el tiempo, el lugar volvería a repoblarse, pero transcurrirían muchos lustros antes de que el claro se rellenara por entre los huesos caídos de los árboles del bosque primario.

—Ten cuidado —advirtió Richard mientras rodeaba varios árboles más pequeños inclinados hacia fuera—. Si las ramas que sostienen a esos árboles de aquí cedieran, estos podrían caer en cualquier momento. Mantente sobre mis huellas y sígueme hasta que volvamos a estar en la seguridad del bosque.

Richard se abrió paso por entre los estragos de árboles dañados pero todavía en pie, intentando esquivar los que más peligro corrían de caer, pero no podía esquivarlos todos, porque había centenares de troncos parcialmente derribados que colgaban precariamente de las ramas de otros. Todos ellos estaban acribillados de astillas, algunas tan pequeñas como un dedo y otras más grandes que su pierna. Muchos empezaban a combarse a lo largo de grietas y jamás sobrevivirían.

—Así que parece que estos shun-tuk pudieran ser quienes retienen a nuestra gente —dijo ella tras meditarlo un poco—. ¿Cómo los encontraremos?

—Por lo que los hombres decían, los shun-tuk viven al otro lado de la barrera en un territorio lejano. —Richard se agachó con cuidado para pasar bajo un árbol parcialmente desarraigado que levantaba una sección del suelo del bosque—. Los hombres estaban sorprendidos de que los shun-tuk hubieran viajado tan lejos. Parece ser que la nación shun-tuk es inmensa.

—Estupendo —masculló ella por lo bajo—. Los mediopersonas que es probable que tengan cautivos a vuestros amigos y a mi madre van a estar muy al interior del tercer reino.

—Parece probable —repuso él mientras penetraba en el umbrío mundo del bosque; señaló entonces atrás con la mano en dirección a los árboles destrozados—. No creo que estos mediopersonas de aquí fueran de los que cogen prisioneros. Creo que si atraparan a alguien lo devorarían allí mismo. Los shun-tuk parecen diferentes. Actúan movidos por motivos de mayor alcance.

—Eso significa que cuando los encontremos nos enfrentaremos a problemas mayores de los que tuvimos aquí.

—Eso me temo. —Una vez más al interior de las oscuras sombras del silencioso bosque, Richard se detuvo y miró a Samantha—. La parte que más me preocupa es la magia negra que Naja dice que poseen. Podría haber adquirido más fuerza con el tiempo.

La nariz de la muchacha se arrugó.

—¿Por qué tendría que haber sucedido eso?

—Al igual que todo en la naturaleza, depredadores y presa buscan el equilibrio. Si hay demasiados conejos, por ejemplo, nacerán más lobos, y estos dispondrán de un amplio suministro de comida. Los lobos crecerán en número y reducirán la superpoblación de conejos. Si hay demasiados lobos, entonces estos llevan a cabo una caza demasiado extensiva de la fuente de alimento y se quedan sin presa. Por lo tanto, menos lobos sobreviven a la inanición. Entonces más conejos consiguen sobrevivir, y así sucesivamente.

—Pero eso sólo sucede con animales.

—Todo en la naturaleza busca el equilibrio. Incluso dentro de la población de lobos, como lo es el equilibrio entre macho y hembra. La Magia de Suma tiene su equilibrio en la Magia de Resta. El libre albedrío es el contrapeso de la profecía.

Samantha apartó algunos mechones de pelo del rostro mientras caminaba junto a él.

—Bueno, esa parte tiene sentido, pero ¿qué tiene que ver el equilibrio con la magia negra?

—La magia negra podría ser el contrapeso del don.

Ella frenó en seco y lo miró atónita.

—Esa es una idea espantosa.

—Cierto.

—Pero ¿por qué tendría que necesitar un equilibrio la magia?

—A lo mejor se ha multiplicado demasiado y la naturaleza busca equilibrarla dejando que la magia negra crezca.

Samantha ladeó la cabeza ligeramente hacia él.

—En ese caso ¿somos los cazadores o la presa? ¿Quién da caza a quién?

—Buena pregunta —dijo Richard antes de volver a girar hacia la zona baja, ligeramente despejada y cubierta de musgo que conducía de vuelta al interior de la zona más profunda del bosque—. El sendero debería de estar en esta dirección. Creo que no falta mucho hasta llegar a él, y entonces podremos ir más rápido.