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los ojos de la muchacha se movieron de un lado a otro desconcertados.
—¿Cómo puede ponerse fin a la profecía?
Richard, más preocupado que nunca por lo que leía, repasó con el dedo un símbolo circular que contenía un complejo laberinto de sinuosos elementos secundarios que salían al exterior de forma radial desde el centro.
—Este símbolo circular de aquí es un elemento de tiempo, pero no consigo dilucidar del todo su contexto.
Richard volvió a revisar el símbolo mientras intentaba pensar en cómo expresar los conceptos que veía en palabras. Había partes que carecían de sentido para él, y otras que no tenían una traducción directa.
—No estoy exactamente seguro de lo que Naja explica aquí. Ella está familiarizada con el concepto y yo no. Entiendo las palabras, pero no lo que significan. Es una clase de representación que tiene que ver con el tiempo con la que no estoy familiarizado. Ella lo llama el Cómputo de Crepúsculos.
—¿Como contar días? ¿Es eso a lo que ella se refiere?
—Eso creo —respondió—. Pero parece ser más que eso. Parece ser alguna clase de cálculo formal que no reconozco.
—¿Creéis que podría ser un calendario o algo así? Las fases lunares, las posiciones de las estrellas, cosas así… pueden resultar complicadas si quieres llevar el cálculo al futuro.
Richard apretó los labios con fuerza un momento mientras intentaba comprenderlo.
—Eso muy cierto, pero no estoy seguro de que sea a lo que ella se refiere en este caso. La gente en aquella época debía de haber estado familiarizada con el término, de modo que ella no sintió la necesidad de explicarlo.
»También es posible que tenga que ver con la cronología de la profecía. La mayoría de las personas no se dan cuenta de que la cronología es siempre una de las grandes dificultades en la comprensión de la profecía. Es difícil saber si trata de un acontecimiento que sucederá mañana o dentro de mil años, o incluso si podría ya haber sucedido.
—Eso complica las cosas.
Richard asintió e indicó la pared.
—Podría ser que el Cómputo de Crepúsculos sea un modo olvidado de determinar acontecimientos proféticos en el fluir del tiempo.
La muchacha contempló la pared con interés.
—En ese caso, ¿qué dice sobre este cómputo?
—Naja dice que fueron capaces de determinar a través de eso que la profecía posee la clave para detener la amenaza.
—Pensaba que habíais dicho que debíamos poner fin a la profecía.
Richard se pasó los dedos hacia atrás por los cabellos mientras trataba de verle el sentido a lo que venía a continuación y, aún más, cómo explicárselo a ella. Era una combinación de símbolos difícil de descifrar. Algunos de los elementos parecían extrañamente familiares, pero no conseguía ubicarlos.
—Es cierto, pero luego pasa a explicar, aquí, que poner fin a la profecía sólo puede conseguirse trayendo la muerte.
Arrugó la frente mientras clavaba la mirada en la inusual red de símbolos con un número nueve de forma extraña en el centro. De repente le vino a la mente.
—No, espera, eso no es exactamente lo que dice.
Richard apretó los dedos contra la frente. Sentía calor y un cierto mareo.
Retrocedió de la pared y abrió los ojos de par en par.
—Dice que poner fin a la profecía sólo puede llevarlo a cabo el portador de muerte.
Samantha enarcó las cejas.
—Fuer grissa ost drauka —musitó Richard.
La nariz de la muchacha volvió a arrugarse.
—¿Qué?
Richard seguía con la vista clavada en el siniestro símbolo, sumido en un torrente de pensamientos desordenados. Ahora que recordaba algunos de los elementos y había encajado las piezas, no podía haber duda de cuál era la traducción.
—Es d’haraniano culto. Fuer grissa ost drauka significa «el portador de muerte».
Samantha le observó durante un tiempo mientras él examinaba con detenimiento los símbolos tallados en la pared.
—¿Sabéis quién es esa persona? ¿Sabéis dónde podemos encontrarlo?
Richard asintió despacio, hipnotizado por la simbólica, ganchuda y serpentina figura del número nueve. Se dio un golpecito en el pecho.
—Soy yo. Antiguas profecías me han llamado fuer grissa ost drauka. Yo soy el portador de muerte.
Richard no pudo evitar pensar en que ahora llevaba la muerte con él. En más modos de los que podría haber imaginado nunca, era fuer grissa ost drauka.