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samantha se encorvó más cerca del texto, examinando los símbolos tallados en la pared como si a lo mejor estudiándolos con más atención pudiera de repente ser capaz de leerlos. Incapaz de averiguar nada, giró finalmente hacia Richard.
—Lord Rahl, ¿estáis seguro de todo lo que me dijisteis que pone? ¿Que los mediopersonas realmente se comían a la gente? ¿Que sus almas y las almas de los muertos resucitados realmente andan perdidas por ahí y vagando entre mundos? Todo ello resulta muy difícil de creer.
—Sé lo que dice, Samantha.
—Pero estos… —agitó una mano ante la pared—, estos símbolos que hay por toda la pared son sumamente complicados. No dudo de vuestro conocimiento de tales cosas, lord Rahl, pero ¿estáis seguro de que vuestra traducción es correcta?
Él examinó los símbolos que acababa de traducir en busca de cualquier pista que pudiera habérsele pasado por alto. Si bien había unos pocos elementos de los que no estaba del todo seguro, eran puntos menores que no alteraban la esencia de la espantosa historia de Naja.
—Lo traduje con exactitud.
Samantha arrugó la nariz con semblante escéptico.
—¿No es posible, sin embargo, que pudierais haber entendido mal parte de ello? ¿O que a lo mejor malinterpretarais su intención?
Él bajó la mirada hacia ella, deseando que existiera alguna legitimidad en sus dudas.
—¿Acaso no está la muralla siendo atravesada por primera vez desde que la erigieron? ¿Y qué hay de esas heridas que tú curaste? Eran mordiscos. Esos dos hombres, venidos de detrás de la barrera, intentaban comerme vivo, tal y como está descrito aquí.
La muchacha hizo una pequeña mueca mientras luchaba con la idea.
—Pero ¿realmente creéis que su intención era robar vuestra alma? A lo mejor eran caníbales procedentes del otro lado de la barrera. A lo mejor padecen una hambruna allí y tienen que comerse a gente para sobrevivir.
—Los dos estaban sanos y robustos, y parecían bien alimentados. No padecían inanición. Pregunta a Ester si dudas de mi memoria. Ella los vio. De lo único que estaban ávidos era de mi alma.
»La conversación que oí al despertarme sigue estando un poco difusa, pero a medida que leía, algunas de las cosas extrañas que escuché empezaron a tener sentido. Hablaron sobre comerme y apoderarse de mi alma.
Ester y los demás llegaron justo a tiempo de detenerlos y salvar mi vida.
Samantha apretó fuertemente los labios con resignación.
—Bueno, me alegro de que llegaran a tiempo. —Ladeó la cabeza hacia la pared—. Al fin y al cabo, vos sois el único que sabe cómo leer esto. Supongo que vuestra traducción debe de ser correcta. No dudo de vos, lord Rahl, es sólo que…
—Lo sé, yo también desearía estar equivocado —repuso antes de reanudarla traducción de la siguiente parte del relato de Naja.
»Aquí dice —explicó tras un momento de estudio—, que al final, no sabiendo cómo detener los obsesivos ataques de los impíos medio muertos de Sulachan, la única esperanza de poder sobrevivir había sido encerrarlos a todos tras los hechizos barrera.
Con semblante desolado, Samantha se abrazó a sí misma.
—Lord Rahl, no digo que no lo estéis traduciendo bien, pero ¿no podría ser todo esto un mito? ¿Alguna especie de antigua leyenda que estuvieran trasmitiendo? ¿Una parábola o lección?
Richard deseó que ella tuviera razón, pero sabía que no era así. Negó con la cabeza.
—Cuando empezaba a despertar, recuerdo que oí a esos dos hombres diciendo que iban a llevarse a Kahlan con ellos porque temían que los shun-tuk regresaran buscando supervivientes. Los hombres iban a devorarme, luego devorarían a Kahlan o comerciarían con ella. Dijeron que los shun-tuk harían cualquier cosa por conseguir almas. Esos hombres y los shun-tuk venían de más allá de la barrera, no de leyendas anotadas aquí.
»No puede haber duda de que esto tiene que ser cierto. Ojalá fuera de otra forma, Samantha, pero no lo es.
Ella parecía abatida, como si ya no pudiera soportar más oír todo aquello.
—Eso fue lo que le hicieron a mi padre. Deben de haberse llevado a mi madre para comérsela más tarde o si no para comerciar con ella. Soy incapaz de imaginar su sufrimiento y su terror.
Richard comprendió, entonces, el porqué de su insistencia en que su traducción estaba mal. La atrajo contra sí con un tierno abrazo.
Se había ensimismado hasta tal punto en intentar comprender lo que sucedía que había empezado a pensar en ella como si fuera una hechicera más que como una muchacha que había perdido a sus dos progenitores, una muchacha que justo empezaba a transformarse en una joven mujer y que no había visto nunca cosas tan terribles.
—Lo lamento, Samantha. Lo entiendo. También yo vi huesos de algunos de mis amigos. Se llevaron a los otros tal y como se llevaron a tu madre. Sé cómo te sientes.
Ella se secó los ojos.
—Lo siento. No puedo permitir que mi debilidad interfiera con intentar hallar un modo de impedir que esos demonios vengan a por todos nosotros.
Richard dirigió una mirada de refilón a los símbolos de la pared, al final del relato que había estado leyendo sobre ese mismo tema.
—No sé si eso es posible.
Ella alzó los ojos, rebosantes aún de lágrimas.
—¿Qué queréis decir?
Él volvió a girar hacia el Idioma de la Creación de la pared, dejando a un lado sus sentimientos antes de proseguir con la narración. Sabía que tenía el tiempo en contra.
—Explica que ellos también buscaban un modo de proteger a los habitantes del Nuevo Mundo y poner fin a la amenaza. A pesar de todo el empeño de sus magos, jamás consiguieron hallar un modo de poner fin a la amenaza. Parte del motivo fue que a los esbirros del emperador Sulachan les habían conferido poderes sobrenaturales contra los que ellos carecían de defensa.
—¿Qué clase de poderes sobrenaturales? ¿Lo dice?
Richard asintió.
—Dice que los impíos medio muertos son capaces de utilizar magia negra muy antigua, muy poco común y muy poderosa. Era temida en todas partes porque nadie la comprendía demasiado. Explica que los medio muertos no tan sólo están protegidos por estas fuerzas arcanas, sino que algunos de ellos incluso eran capaces de usar esta habilidad para despertar a los muertos.
»Naja dice que de no haber levantado la muralla, a las gentes del Nuevo Mundo las habrían masacrado.
»Explica que una vez que la amenaza finalmente se abra paso a través de esa barrera, sólo existe un modo de impedirle que asole el mundo de la vida.
Samantha se aproximó más.
—¿Hay un modo?
Richard asintió, todavía con la mirada fija en lo que ponía en la pared.
Volvió a descifrar los símbolos, con la esperanza de estar equivocado. No lo estaba.
—Y bien, ¿cuál es? —Samantha le tiró de la camisa—. Lord Rahl, ¿qué dice? ¿Cómo los detenemos?
Richard carraspeó.
—Dice: «Se puede poner fin a la amenaza del tercer reino poniendo fin a la profecía».