28
samantha se dedicó a pasear con nerviosa agitación mientras Richard proseguía la lectura del relato de Naja de la pared. Él podía percibir la angustia que había en aquel relato por el modo en que la misteriosa mujer de tiempos tan remotos se tomaba grandes molestias para asegurarse de que futuras generaciones comprenderían las razones detrás de los temores de las gentes de su época y su horror ante lo que había descendido sobre ellos a manos de un hombre tan malvado.
Ellos sabían que la vida para los habitantes del Nuevo Mundo se convertiría en una larga noche de terror si no detenían o contenían de algún modo a los mediopersonas, y era evidente que aquella mujer quería asegurarse de que todos los que vinieran después de ella también comprenderían cuál era el peligro encerrado tras la barrera.
—Queridos espíritus —murmuró para sí.
—¿Qué? —preguntó la muchacha, habiendo oído el comentario que él no había advertido que había efectuado en voz alta.
Richard respiró hondo ante la descripción de los macabros detalles.
—Bueno, Naja dice aquí que los mediopersonas empezaron a ir a la caza de almas para reemplazar las que ellos no tenían.
Richard entornó los ojos, concentrándose, para asegurarse de que la traducción era correcta antes de proseguir con la narración.
—Según esto, no tener alma empujó a estos seres a una forma de demencia.
Richard calló bruscamente, sorprendido.
—¿Y…? —preguntó Samantha cuando él dejó de hablar.
—Y… se comían a cualquier persona viva en un intento de tomar posesión de su alma. Tal esfuerzo era vano, según Naja, pero eso no impidió que los mediopersonas siguieran intentándolo.
Samantha se le acercó a toda prisa.
—¿Se comen a personas vivas? ¿Estáis seguro de que eso es lo que pone?
Richard asintió.
—Fue una consecuencia involuntaria del proceso utilizado en su creación. El comportamiento se desarrolló de improviso, comenta Naja, no mucho después de que los despojaran de sus almas. Aunque habían sido creados como armas, se tornaron incontrolables. No obstante todos los esfuerzos de los magos, a los mediopersonas los impulsaba una necesidad desenfrenada.
»Movidos por este apetito insensato y obstinado, no pueden comprender que esta sed es imposible de saciar. Naja dice que cazaban en solitario, pero que a menudo se juntaban varios para poder coordinar un ataque más efectivo.
—¿Empezaron a cazar en grupo? ¿Como manadas de lobos?
—Eso parece —le respondió Richard—. Naja dice que al principio lo destruían todo de un modo descontrolado, atacando de entrada a aquellos que los habían creado y luego a las tropas a cuyo servicio habían sido asignados antes de escapar e introducirse entre la población. A los magos hacedores los aterró su propia creación. Muchos huyeron.
»Durante un tiempo, no tuvieron modo de detenerlos. Los mediopersonas fueron los dueños de la noche. La gente aprendió rápidamente a encerrarse en casa una vez que se ponía el sol y esperar que aquellos que carecían de alma no fueran a por ellos.
»Rumores asustados llamaban a estos cazadores diabólicos de almas “los medio muertos impíos”.
—Es una descripción la mar de buena —comentó Samantha.
Richard estuvo de acuerdo.
—Naja cuenta que los hacedores de Sulachan con el tiempo consiguieron dar con una solución. Modificaron la magia que habían utilizado para crearlos y dirigieron esta necesidad de matar contra sus enemigos, los habitantes del Nuevo Mundo.
—¿Contra nosotros? —preguntó ella, asustada.
—Eso me temo —respondió él, asintiendo. Explica que los mediopersonas, si bien no son más fuertes que una persona normal y ni por asomo tan fuertes como los muertos devueltos a la vida, son más peligrosos porque son más rápidos, y, lo que es más importante, porque todavía poseen la capacidad de pensar como un depredador.
Richard estaba agotado por el esfuerzo de traducir símbolos tan complejos, pero no podía permitirse parar. Se frotó los ojos y siguió leyendo.
Al ver que llevaba un rato sin decir nada, Samantha le tiró de la manga.
—¿Qué más dice? ¿Qué estáis leyendo?
Richard soltó un profundo suspiro. Indicó vagamente, con cierta displicencia, la pared.
—No hay información nueva en esta parte. Sólo describe cómo matan estos seres a sus víctimas.
—Necesito saberlo —instó Samantha cuando él permaneció en silencio—. Vendrán tras nuestra gente, tras de mí. No intentéis protegerme manteniéndome en la ignorancia.
Richard echó una breve ojeada a la determinación pintada en sus ojos.
Supuso que tenía razón. Indicó con un ademán la descripción.
—Despedazan a la gente, creyendo que el alma que ansían está dentro. Los mediopersonas a menudo devoran las vísceras de las víctimas primero porque piensan que el alma reside allí. Beben la sangre, temiendo que el alma podría escapar rezumando al exterior. Cuando no están satisfechos porque todavía no han sido capaces de obtener lo que ansían, descarnan por completo los huesos, devorando cada pedazo de carne en un intento de encontrar y consumir el alma.
»Grupos de ellos competirán por las sobras, cada uno esperando conseguir el alma para sí. Lo comen todo: músculos, sangre, órganos, incluso la cara. Succionan el cerebro, o aplastan el cráneo con una roca para acceder a él. A menudo parten los huesos de mayor tamaño y devoran el tuétano, todavía tratando de encontrar la esquiva alma. Sólo dejan parte de los intestinos.
Samantha tenía una expresión atónita.
—¿Cómo es posible que crean que pueden conseguir un alma comiendo personas?
—Carece de sentido para nosotros, pero sí lo tiene para ellos. Creen que las almas residen dentro de una persona o que se esconden en los tejidos corporales.
Las lágrimas afloraron a los ojos de Samantha.
—Son demonios impíos.
—Demonios desalmados —convino Richard, e indicó los símbolos mientras proseguía—: No poder conseguir el alma que buscan sólo consigue que se vuelvan más frenéticos, más furiosos. Cuanto más matan, menos saciados se sienten y más se obsesionan.
»Naja dice que estos seres pueden percibir la presencia de un alma, tal y como un depredador puede oler la sangre.
Samantha volvió a agarrarle la manga y se inclinó hacia él.
—¿Queréis decir que pueden usar esa habilidad para rastrear y dar caza a personas?
Él asintió.
—Naja menciona que los mediopersonas son la muerte misma, con dientes, viniendo a por los vivos.
Tuvo que hacer una pausa para tomar aire. La narración era gráfica y le estaba produciendo náuseas. A ella sólo le había facilitado los datos más sobresalientes para que pudiera comprender a qué se enfrentaban. Juzgaba que era suficiente.
Samantha, que parecía a punto de llorar, sacudió la cabeza horrorizada.
—La muerte con dientes, viniendo a por los vivos —dijo para sí—. Eso es lo que le sucedió a mi padre, entonces. Y puede que a mi madre. Si no se la comieron viva cuando la cogieron, ya lo habrán hecho a estas horas.
—Eso no lo sabemos. —Richard pasó una mano alrededor de los pequeños hombros de la muchacha y la abrazó contra su costado—. Lamento mucho tener que leerte esto.
Ella se secó las lágrimas con la manga.
—Una mentira amable no me habría hecho ningún bien. Soy la única persona con el don que queda aquí. Necesito saber la verdad sobre a lo que se enfrenta mi gente. Puede que sea demasiado joven para poder defenderlos, pero soy todo lo que tienen.
Richard comprendió cómo se sentía. Le aterraba pensar qué podría haber sido de sus amigos. Redobló su concentración en la traducción del relato. El tiempo del que disponía se agotaba con rapidez, pero necesitaba comprender a qué se enfrentaban y luego ir a su encuentro.
Sabía que con su don corrompido y sin funcionar debido al contacto de la muerte que llevaba dentro, su vínculo con la gente de D’Hara no funcionaría. Y el agiel de Cara, el don de Zedd y el de Nicci tampoco funcionarían.
—Qué inquietante —indicó—. Naja explica que cuando los hacedores del emperador crearon a los mediopersonas, a los espíritus de estos, una vez extraídos a la víctima, no se les permitió ir al mundo de los espíritus y que, debido al modo en que funcionaban los hechizos para reanimar a los muertos, sus almas también fueron sacadas del inframundo. Esos espíritus permanecen atrapados entre reinos.
»Incapaces de acceder a la persona de la que fueron sacados y de cruzar el velo para pasar al inframundo, estos espíritus perdidos en ocasiones acaban rondando por este plano de la existencia. —Echó una mirada a Samantha—. Naja dice que no todos aquellos que vagan al interior del mundo de la vida son amistosos.
—Estupendo —repuso ella con expresión agria.
Richard podía imaginarse la cólera vengativa de tales espíritus perdidos.
La narración adquirió más complejidad con algunos términos que tenían que ver con la magia, tanto de Resta como de Suma, que Richard no comprendió. Si bien había elementos que describían conjuros que nunca antes había visto, sí fue capaz de captar el significado general de lo que Naja explicaba. Y resultaba aterrador.
Examinó con atención la siguiente línea de símbolos dos veces antes de estar seguro de lo que decía. Deseó no haberlo comprendido, pero estaba muy claro.