13
sammie echó una veloz mirada a la sangrante herida de mordisco del brazo de Richard.
—Igual que cuando os atacaron, lord Rahl.
—Eso parece —repuso Richard, aguardando a que Henrik ordenara sus pensamientos y continuara.
Richard sabía que lo que estaba oyendo de boca de Henrik sobre el singular ataque encajaba con lo que había oído comentar a los dos hombres que lo habían atacado. Mientras despertaba, los había oído afirmar que los shun-tuk devoraban personas, y recordaba muy bien haber visto huesos humanos y partes de uniformes d’haranianos no muy lejos del carro. No sabía cuántos restos más podría haber, y temía imaginario.
Por lo que él sabía, y por demencial que pareciera, los dos hombres creían que de algún modo podían capturar su alma si se lo comían. De no haber sido por los habitantes de Stroyza, seguramente lo habrían matado.
—Vi caer a más de nuestros hombres —siguió Henrik, con la mandíbula temblorosa—. Los oí chillar de dolor al ser derribados de sus caballos y despedazados mientras aún seguían peleando.
—¿Y Zedd y Nicci? —inquirió Richard—. ¿No utilizaban su don para intentar detener a esta horda? He visto a Zedd usar fuego de mago sobre tropas enemigas. Es devastador. Ellos dos deberían de haber podido hacer algo.
Henrik se limpió la nariz con la manga.
—Zedd lo intentaba, lord Rahl. Cuando la carga de toda aquella gente estuvo más cerca, más de nuestros hombres se unieron a la batalla intentando repelerlos y mantenerlos alejados del carro en el que estabais vos y la Madre Confesora. Los soldados combatían con ferocidad, pero la multitud aullaba igual que demonios y seguía atacando sin pausa.
»Con todos aquellos gritos y alaridos, era difícil oír nada. Pero sí que escuché hablar a Zedd y a Nicci. Estaban totalmente histéricos por hacer algo que ayudara a mantener alejados a los atacantes. No sé gran cosa sobre tales cuestiones y no oí todo lo que decían, pero pude darme cuenta de que ambos hacían todo lo posible por conjurar y lanzar su poder para repeler las oleadas de gente que arremetían contra nosotros. Sin embargo, parecía que nada de lo que hacían funcionaba como ellos esperaban. Puedo aseguraros que con la intensidad con que lo intentaban, si su don hubiera estado en perfectas condiciones, podrían haber sido capaces de detener al enemigo.
»En ocasiones, no obstante, ciertos conjuros sí funcionaban. Al menos hasta cierto punto. Vi que tanto Zedd como Nicci empujaban hacia afuera con los brazos a la vez, como si empujaran una pared invisible. Cuando hacían eso, de vez en cuando grupos de personas eran repelidas y rodaban por el suelo, derribando a los que estaban detrás. Aquello los arrojaba por los aires igual que hojas arrastradas por una ráfaga de viento. Sólo funcionaba con pequeñas cantidades de atacantes y les costaba un terrible esfuerzo. Por mucho que lo intentaron, no era suficiente para hacer frente a la infinita cantidad de atacantes que corrían hacia a través de aquel terreno despejado.
»Zedd echó una mirada a Cara y le dijo lo que incluso yo podía ver: que algo no iba bien con sus habilidades y que no iban a poder con ellos. El general dijo que por encima de todo tenían que protegeros a vos, lord Rahl, y a la Madre Confesora. Si todos se esforzaban para defender el carro, los que venían a por ellos sabrían que protegíamos algo importante.
»Nicci preguntó qué proponía. El general dijo que tenían que abandonar el carro.
»Pensé que Cara iba a partirle el cuello por decir eso. Se puso a chillarle, diciendo que mientras pudiera pelear, no os abandonaría jamás. Él la hizo callar a gritos, diciendo que si abandonaban el carro, como si no significara nada para ellos, y en su lugar hacían ver que salían huyendo para intentar escapar, entonces el enemigo iría tras ellos y pensarían que el vehículo no era importante. Dijo que aquella gente parecía querer atacarlos y matarlos. No estaban muriendo a centenares sólo para robar lo que no parecía ser otra cosa que un carro vacío.
»Nicci dijo que él tenía razón. Zedd dijo que odiaba tener que admitirlo, pero que estaba de acuerdo. También añadió que sería mejor que se dieran prisa y tomaran una decisión o sería demasiado tarde para que el plan sirviera de algo.
»Cara tenía las mandíbulas tan tensas que no podía hablar. Estaba tan colorada como su traje de cuero. Finalmente, refunfuñó y saltó a la plataforma del carro. Desplegó a toda prisa una lona vieja y con la ayuda de Nicci la extendió, tapándoos a ambos de modo que pareciera que no era más que un carro de suministros vacío casi por completo.
—No sé si se me habría ocurrido hacer eso —dijo Richard—. Ben es general por un buen motivo. ¿Qué sucedió a continuación?
—Cara me alzó fuera del pescante y me bajó al suelo del carro junto a ella. Mientras su esposo, Zedd y Nicci saltaban al suelo, se inclinó muy cerca y me apuntó al rostro con su agiel. Me dijo que escuchara con atención. Echó una veloz mirada a un punto del bosque en el otro lado de donde estaban la mayoría de los atacantes, en el que no vi a nadie.
»Volvió a inclinarse sobre mí y me preguntó si veía el sendero que se internaba en el bosque. Yo no lo veía, pero tuve miedo de decirlo. Dijo que quería que corriera hacia aquel sendero y huyera.
—¿Correr? —preguntó Sammie—. ¿Si había un lugar en el que no había nadie, entonces por qué no fuisteis todos en esa dirección e intentasteis escapar?
—Se lo pregunté. Le supliqué que viniera conmigo. Dijo que transportar a lord Rahl y a la Madre Confesora les haría ir más despacio y que no podrían ver bien para correr lo bastante deprisa entre los árboles. Indicó que los descubrirían y perseguirían. Dijo que los acorralarían y entonces el enemigo tendría a lord Rahl y a la Madre Confesora.
»Por encima de todo, salvaros a vos, lord Rahl, y a vuestra esposa era lo más importante para D’Hara y para el futuro de todos.
»Me explicó que Benjamin tenía razón, que esa era la única posibilidad que tenían de salvaros a los dos, pero que tenían que actuar deprisa. Dijo que correrían en otra dirección para que pareciera que intentaban huir y de ese modo los perseguirían a ellos y con suerte ni siquiera advertirían que os habían dejado ocultos en el carro abandonado.
»Pregunté qué le iba a suceder a ella y al general, y a Zedd y a Nicci, y al resto de los hombres. —Henrik hizo una breve pausa para contener un sollozo—. Cara apretó los dientes y dijo que era lo que tenían que hacer para protegeros.
Henrik se deshizo en lágrimas, conteniendo sollozos. Sammie posó una mano sobre la suya y le dijo con dulzura que lo comprendía. También ella tenía los ojos llenos de lágrimas. Le dijo que conocía el dolor que se sentía al perder a seres queridos.
Al muchacho le sorprendió enterarse de lo de sus padres y le dijo que lo sentía. Sammie le oprimió la mano y contestó que se avecinaban problemas, y que todos tenían que ser valientes.
Henrik finalmente prosiguió con el relato.
—Cara me alzó por encima del costado del carro y me depositó en el suelo. El general le gritó desde el otro lado del carromato que se apresurara. Ella asintió y volvió a girarse hacia mí.
»Me apuntó al rostro con el agiel y me dijo que corriera como el viento. Tenía que escapar para poder encontrar ayuda para lord Rahl y la Madre Confesora. Dijo que todos contaban conmigo. Tratarían de conducir al enemigo en la otra dirección para darme tiempo de modo que pudiera escabullirme a través del bosque y encontrar ayuda.
»Yo estaba aterrorizado. No quería abandonarles. Pregunte qué iba a sucederles a ella y a los demás.
»Contestó que no me preocupara por ellos. Dijo que mi tarea era correr, escapar y encontrar ayuda. Me quedé allí temblando, mirándola fijamente, incapaz de creerlo que sucedía.
»Cara señaló en dirección a la oscuridad con su agiel y ordenó: “¡Vete!”. Me di la vuelta para marchar, pero entonces me agarró del brazo.
»Me giré y ella estaba mirándome a los ojos. Dijo: “No permitas que muramos en vano, Henrik. Consígueles ayuda”. Contesté: Lo prometo, Cara.
»Y entonces todos echaron a correr, con el aullante enemigo pisándoles los talones.
Las palabras de Henrik se transformaron en sollozos.
Richard sentía tanto dolor que las manos le temblaban. Su respiración era irregular. Pero el dolor parecía distante en la entumecida ofuscación de su pesar.
Restregó la mano con energía por el hombro del muchacho, comprendiendo sus emociones, sintiendo una gran pena por la terrible experiencia por la que había pasado. Su propia angustia le producía una terrible opresión en el pecho.
—Mientras corría en dirección al bosque, divisé por fin el sendero —siguió Henrik, haciendo un supremo esfuerzo por recuperar la compostura para finalizar el relato—. Oí aullidos a mi alrededor y corrí al sendero sin aminorar el paso. No había dado ni diez zancadas por la oscura senda cuando vi a alguien detrás de los árboles. Me detuve en seco. No advirtieron mi presencia. Vi formas oscuras avanzando por entre la maleza. Los enemigos habían estado al acecho por si acaso alguien intentaba escapar en aquella dirección.
—Era una trampa —dijo Richard—. Hicieron que pareciera vacía y tentadora como ruta de escape para atraer allí a la gente.
Henrik asintió.
—Eso supongo. Debido a mi pequeña estatura, o puede que debido a que estaba solo allí en la oscuridad y había tantísimo ruido en el campo de batalla, no me descubrieron. En cuanto comprendieron que los demás corrían para intentar escapar en la otra dirección, enloquecieron y salieron a toda velocidad para tomar parte en la persecución.
»Cuando los vi venir supe que si seguía avanzando por el sendero no tardarían en cogerme. Estaba atrapado y no había ningún sitio al que huir, así que corrí a ocultarme tras un árbol caído. Escarbé en el musgo y la madera podrida para introducirme bajo el tronco.
»Permanecí tan inmóvil como pude, conteniendo la respiración en mi escondite. Pude distinguir figuras oscuras moviéndose entre los árboles y, mucho más cerca, más de mil piernas pasaron corriendo por delante de mí. Percibí el sonido de todos aquellos pies retumbando en el bosque.
»Me aterraba que en cualquier momento uno de ellos fuera a descubrirme. Sabía que si lo hacían, me despedazarían.
»Estuve allí escondido mucho tiempo, demasiado asustado para moverme. Podía oír aquel espantoso chillido que emitían al cargar por entre los árboles como una manada de animales salvajes que huelen la sangre.
Henrik alzó los ojos hacia Richard.
—Los otros hicieron bien al no intentar transportaros a vos y a la Madre Confesora a través de aquel bosque. De haberlo hecho, estaríais muertos.
Richard sabía que debía su vida a sus amigos, y no le parecía justo que él debiera vivir a costa de su muerte. Deseó con desesperación hallar un modo de ayudarlos… si seguían vivos.
—Por fin —dijo Henrik—, tras lo que pareció una eternidad, se acabaron los pasos, pero oí sus alaridos y gritos mientras iban en pos de Cara y los demás. Aquel ruido cada vez sonaba más lejos.
»Después de que reinara el silencio en el bosque durante un tiempo, me atreví por fin a gatear al exterior y echar una cautelosa mirada a mi alrededor. El bosque estaba silencioso como una tumba y no vi a nadie. Empecé a correr.
—Entonces, ¿al seguir ese sendero llegaste a este lugar? —preguntó Richard.
Henrik asintió.
—Encontré gente aquí ocupándose de sus animales. Les supliqué que vinieran a ayudaros. Por suerte, lo hicieron.