11
richard apartó la mirada de la figura inconsciente de Kahlan cuando oyó el sonido de pies que se arrastraban fuera en el pasillo. Ester apartó la piel de borrego para permitirle el paso a Henrik. Cuando el muchacho vio a Richard, sonrió, pero la sonrisa delataba claramente su preocupación.
Richard le devolvió la sonrisa, intentando no transmitir su propia preocupación.
—Gracias por venir, Henrik. Ven, siéntate a mi lado.
Henrik tomó asiento con cautela en el suelo, cerca de Richard y Sammie. Sus ojos, reflejando puntos luminosos de la luz de las velas, permanecieron un buen rato puestos en Kahlan. Él estaría muerto si ella no hubiera entrado en la guarida de Jit y lo hubiera liberado.
—¿Va a ponerse bien la Madre Confesora, lord Rahl?
Richard negó con la cabeza.
—No lo sé aún. No sabemos lo suficiente sobre qué es exactamente lo que le sucede. Tengo la esperanza de que puedas contarme algo que nos ayude a saber cómo curarla.
—No sé mucho sobre enfermedades y cosas así, pero no creo que podáis curarla.
Aquello cogió desprevenido a Richard.
—¿Por qué dices eso?
—Debido a lo que por casualidad oí que comentaban Zedd y Nicci. Dijeron que sólo podían esperar ayudaros a ambos temporalmente, hasta que pudieran llevaros de vuelta al Palacio del Pueblo.
Perpleja, Sammie se acercó.
—¿El Palacio del Pueblo? ¿De verdad? ¿Un palacio? ¿Oíste el motivo?
Henrik asintió.
Viendo que estarían ocupados conversando, Ester aprovechó para acercar más el balde de agua y las vendas para reanudar su tarea de limpiar las heridas de Kahlan.
Richard alzó una mano, impidiendo a Henrik responder a la pregunta de Sammie.
—Necesito que empieces por el principio. Cuéntame todo lo que sucedió. Es importante que conozcamos todos los detalles. No te dejes nada. A veces los detalles pequeños tienen un significado cuya importancia se te puede escapar, pero a mí no.
Richard no pudo evitar pensar en todas las veces que Zedd le había dicho lo mismo a él. Siempre quería que le proporcionara todos los detalles por pequeños que fueran. Se sintió un tanto incómodo al advertir que repetía las mismas cosas que antaño le resultaban tan frustrantes.
Henrik apartó hacia atrás su desordenada mata de pelo.
—Bueno, la Madre Confesora entró y me soltó de las paredes hechas de enredaderas de espinas que la Doncella de la Hiedra había utilizado para aprisionarme, pero entonces Jit apareció y la capturó…, pero vos ya sabéis esa parte porque tropecé con vos cuando huía.
»Me contasteis que vuestros amigos venían de camino desde el Palacio del Pueblo para ayudaros y me pedisteis que fuera y les dijera dónde estabais vos y la Madre Confesora. Así que seguí corriendo y no tardé mucho en encontrar la columna de caballería que acompañaba a Zedd, Nicci y Cara. Estaban muy impacientes por localizaros. Les conté dónde estabais y que Jit tenía a la Madre Confesora. Les conté que ibais a entrar para salvarla.
»Fui con ellos para poder mostrarles el camino. Cuando por fin llegamos, os encontramos a vos y a la Madre Confesora. Jit estaba muerta. Parecía como si todo su cuerpo hubiera sido desgarrado desde dentro. Había sangre por todas partes. Era una visión horrenda.
»Tanto vos como la Madre Confesora estabais inconscientes y sangrando mucho. Después de que Cara y los soldados os soltaran de las enredaderas de espinas donde os tenía atrapados la Doncella de la Hiedra, Zedd redujo a cenizas aquel horrible lugar. Resultó extraño ver arder un fuego tan virulento en mitad de una ciénaga. Iluminó las nubes. No queda ni el más mínimo resto de la guarida de Jit.
—Me alegro —dijo Richard medio para sí—. ¿Luego qué?
La boca de Henrik se crispó un poco mientras fruncía el entrecejo recordando.
—Los soldados os depositaron en la parte trasera de un carro. Cara estaba tan enfadada porque vos y la Madre Confesora estuvierais heridos que parecía a punto de escupir fuego.
Richard no pudo evitar sonreír.
—Puedo imaginario.
La sonrisa desapareció cuando pensó en el peligro que corrían sus amigos. Era necesario que los encontrara, y pronto.
—Continúa.
—Con la caballería encabezando la marcha, iniciamos el regreso, en dirección al Palacio del Pueblo —dijo Henrik—. Zedd y Nicci se ocupaban de vosotros. En un principio, Zedd estaba realmente angustiado por la gravedad de las heridas de ambos.
»Mientras caminaban junto al carro, Zedd halló un pedazo de tela enrollado en vuestras orejas y Nicci otro en las de Kahlan. Dijo: “Con razón están vivos”.
»Zedd no lo comprendió, pero Nicci le contó que se decía que el grito de una Doncella de la Hiedra, si alguna vez abría de par en par la boca y lo dejaba escapar, era el sonido del mismísimo Custodio del inframundo. Dijo que arrastraría a la Doncella de la Hiedra y a cualquiera que lo oyera al inframundo, pues es la muerte, incluso para ella misma, de modo que a una edad muy temprana, antes de que puedan desarrollar una voz capaz de llamar a la muerte al mundo de la vida, sus madres cosen los labios de sus hijas con tiras de cuero imbuidas de poderes arcanos.
»Nicci dijo que sospechaba que estabais vivos debido a que vos metisteis esos pedazos de tela en los oídos de ambos y eso os protegió del poder completo de ese grito.
»Zedd quiso saber cómo sabía tanto sobre tales cosas, y Nicci contestó que en una ocasión había sido una Hermana de las Tinieblas que servía al Custodio del inframundo. Explicó que las Doncellas de la Hiedra eran criaturas ruines que utilizan una clase de magia negra que está directamente conectada con el mundo de los muertos.
»Contó que tales poderes eran una perversión de la Gracia y que por ese motivo no les podía afectar el don que ellos poseían. Indicó que eso era lo que hacía que las Doncellas de la Hiedra fuesen tan peligrosas: que el lord Rahl y la Madre Confesora carecerían de poder contra ella.
»Les explicó, entonces, que ambos estabais afectados no sólo por la magia negra de la Doncella de la Hiedra, sino que también habíais sido tocados por su grito. Dijo que estabais infectados con la muerte misma.
Sammie dedicó una mirada a Richard, como diciendo: «Ya os lo dije».
Richard efectuó un gesto con la mano a Henrik para que prosiguiera.
—Bueno, Zedd no acababa de creerse todo lo que Nicci le contaba sobre el poder del grito.
—¿No suena familiar? —preguntó Sammie por lo bajo.
Richard le dirigió una mirada de soslayo, pero no dijo nada.
Henrik estaba absorto en su relato y no la oyó.
—Así que Nicci le dijo: «Compruébalo por ti mismo». Él se inclinó y posó dos dedos sobre la frente de Kahlan. Ella preguntó si lo percibía.
»Zedd dijo que notaba alguna clase de oscuridad letal y aterradora.
—Tal y como yo dije —apuntó Sammie.
Richard asintió.
—Tenías razón.
Ella sonrió triunfal mientras Henrik proseguía su relato.
—Zedd estaba realmente asustado debido a lo que había percibido en Kahlan. Cara también sintió miedo y preguntó si ibais a morir. Nicci dijo que no si ella os trataba.
—¿Dijo cómo curarlos? —preguntó Sammie de repente, excitada por la posibilidad de tener una respuesta al acertijo.
—Dijo que creía que podía hacerlo, pero que tenía que hacerse en un campo de contención.
Richard sintió como si el suelo se hundiera bajo sus pies. Ya no era una simple cuestión de ser curados por una persona con el don. Esto no era una herida.
—¿Un campo de contención? —Sammie arrugó la nariz—. ¿Qué es eso?
Henrik se encogió de hombros, incómodo al no saber darle una respuesta.
—Es un lugar que impide el paso a todos los hechizos del exterior mientras manipulas o abres formas de magia peligrosas —le explicó Richard—. Lo que es más importante, sin embargo, es que también mantiene encerradas esas cosas que liberas… tanto intencionada como accidentalmente.
Sammie pareció estupefacta ante la descripción.
—¿Dónde podemos conseguir uno de estos campos de contención? ¿Cómo se fabrican?
—Son muy antiguos —respondió Richard—. Por lo que yo sé, los construyeron en épocas remotas magos muy poderosos. Sólo conozco la existencia de unos pocos, y tienen miles de años de antigüedad.
—Hay uno en el Palacio del Pueblo —indicó Henrik.
—Así es —dijo Richard—. El Jardín de la Vida es un campo de contención.
Henrik entornó los ojos mientras intentaba narrarlo todo con exactitud.
—Nicci le dijo a Zedd que tenía que erradicar el contacto de la muerte alojado en vuestro interior.
»También explicó que debido a que esa infección había corrompido y distorsionado la Gracia que había en vuestro interior, si intentaban eliminarla fuera de un campo de contención la llamada de la muerte atraería al Custodio hacia vosotros y moriríais. Dijo que podían curar las otras heridas que deberían hacerlo de inmediato para manteneros con vida hasta que pudieran regresar al campo de contención.
Sammie se quedó atónita ante un relato tan fascinante.
—Me encantaría ver un palacio. Seguro que es majestuoso. Jamás había oído hablar de un campo de contención. ¿Qué aspecto tiene?
Richard indicó con un ademán por encima de su cabeza.
—Este en concreto es un hermoso jardín con un techo de cristal.
—¡Techo de cristal! —Sammie se quedó boquiabierta—. Jamás he soñado siquiera con algo tan increíble. Daría cualquier cosa por ver un palacio tan espléndido.
—A lo mejor algún día puedes —repuso Richard, que estaba impaciente porque Henrik siguiera con el relato—. ¿Luego qué?
—Zedd dijo que era necesario que regresaran a toda prisa al palacio, porque lo que teníais era muy grave. Se inclinó sobre Kahlan, preocupado por la terrible herida de su estómago. El traqueteo del carro hizo que se abriera y sangraba mucho. Mientras empezaba a curarla, Nicci caminó al otro lado del carro y alargó una mano hacia adentro para empezar a curaros, lord Rahl.
»A Cara la tranquilizó ver que tanto Zedd como Nicci se dedicaban por fin a curaros, así que subió al pescante y se sentó junto a su esposo, el general Meiffert. Ayudó a subirme allí para que pudiera sentarme junto a ella mientras Zedd y Nicci trabajaban.
—Entonces, ¿por qué no acabaron de curarnos? —preguntó Richard—. ¿Qué les pasó?
Por su expresión, quedó claro que Henrik desearía no tener que contar aquella parte de la historia.