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sammie intentó darse la vuelta nuevamente y Richard volvió a girarla hacia él.

—¿Qué quieres decir con que viste la muerte? Tienes que controlarte y hablarme. ¿Qué quieres decir?

Jadeando, asustada, Sammie se limpió a manotazos las lágrimas que corrían por sus mejillas. Tomó unas cuantas bocanadas rápidas y señaló, como si estuviera más claro que el agua, como si también él debiera ser capaz de verlo.

—Lleva a la muerte dentro.

Cuando volvió a retorcerse para intentar escapar, Richard sujetó con más fuerza sus hombros.

—Tranquilízate. Respira profundamente. Kahlan está inconsciente. No puede hacerte daño. Yo estoy aquí contigo. Necesito que me expliques de qué estás hablando para que pueda entender lo que viste. Kahlan está viva. No está muerta.

El rostro de Sammie se arrugó al mismo tiempo que las lágrimas volvían a brotar.

—Pero vi…

—Eres una hechicera —dijo él en tono firme—. Compórtate como tal. Tu madre ha desaparecido. Puede que también necesite ayuda. Esto es importante. Ella querría que ocupases su lugar e hicieses lo que sea necesario. Puedes hacerlo, sé que puedes.

Sammie sorbió por la nariz, haciendo todo lo posible por contener las lágrimas. Finalmente asintió.

Ester posó una mano en la espalda de la muchacha.

—Estás a salvo, Sammie. Haz lo que lord Rahl te dice.

Con el labio inferior temblando, Sammie apartó la mirada de Ester para volver a posarla en Richard.

—¿Es eso lo que mi padre vio cuando murió? ¿Es así como sucede? ¿Tuvo que enfrentarse a eso? ¿Vio eso también mi madre? ¿Es eso a lo que todos nos enfrentamos cuando morimos?

Richard le oprimió los hombros, conmiserativo, y dijo con dulzura:

—Lo siento, Sammie, pero no puedo responder a eso. No sé qué vemos al morir. No sé lo que viste en Kahlan. Tranquila, respira hondo.

La muchacha suspiró dos veces.

—¿Mejor?

Sammie asintió y se apartó la mata de oscuros cabellos del rostro.

—De acuerdo —dijo Richard—, ahora explícame qué sucedió.

Sammie tomó otra bocanada de aire para tranquilizarse y luego indicó con un veloz ademán a Kahlan.

—Estaba conectada a ella, sintiendo su dolor… ya sabéis, el dolor de las lesiones menores, como sugeristeis. Estaba…, bueno, estaba intentando recoger una gran cantidad de ese dolor, reunirlo y asumirlo yo.

—Entiendo —repuso Richard mientras soltaba con cautela sus hombros—. Entonces ¿qué sucedió?

Sammie puso una mano sobre una cadera a la vez que apretaba los dedos temblorosos de la otra mano contra la frente, intentando recordar lo que había sucedido.

—Bueno, no lo sé con exactitud. No sé cómo explicarlo.

—Hazlo lo mejor que puedas, pequeña —instó Ester.

Sammie le dirigió una veloz mirada y luego alzó la vista hacia los ojos de Richard.

—¿Sabéis el modo en que la sensación de empezar a efectuar una curación es como estar atrapado en una corriente que te arrastra cada vez más al interior, buscando la dolencia de la persona?

—Sí, sé a lo que te refieres —contestó él—. Es como si perdieras la noción de quién eres a medida que te centras más y más en ellos y en su dolor. Sientes como si te disolvieras dentro de la otra persona, como si te perdieras a medida que te deslizas dentro de ellos. Da la impresión de que se apodera de tu poder y de ese modo tira de ti para que sigas adelante.

Sammie asentía mientras él hablaba.

—Esa era la sensación que daba. Cuando he curado a otras personas, no obstante, no me vi arrastrada de ese modo. Esa sensación ha sido la más fuerte que he sentido en mi vida.

—Lo más probable es que se deba a que los otros no estaban tan malheridos. Es la necesidad la que tira de ti hacia ella. Cuanto más grave es el problema, más fuerte es la necesidad. No tienes por qué sentir miedo de esa sensación. Por lo que sé, no es inusual.

—Esa no fue la parte aterradora —dijo Sammie, a la vez que dedicaba una mirada preocupada a Kahlan.

El labio inferior de la muchacha empezó a temblar otra vez. Parecía paralizada, incapaz de apartar la mirada de Kahlan, que yacía completamente inmóvil sobre la piel de borrego.

Richard colocó un dedo bajo la barbilla de Sammie y le giró el rostro hacia el suyo.

—Continúa. Cuéntame lo que viste.

La joven entrelazó los dedos y frunció el entrecejo mientras rememoraba la experiencia.

—Cuando empecé a deslizarme dentro de ella, fui arrastrada hacia su interior cada vez a mayor velocidad. Eso me hizo descender más de lo que había esperado. Comprendí que no era mi voluntad lo que me arrastraba, sino que algo no dejaba de tirar de mí hacia abajo. Fue como tropezar al descender por una ladera empinada y resbaladiza.

—Ya te dije que eso es muy normal.

—Fue lo que pensé al principio. Pero no tardé en darme cuenta de que no me limitaba a descender al interior de su necesidad tal y como lo he hecho con otros a los que he curado. Estaba siendo llevaba hacia algo.

—¿Hacia algo? ¿Hacia qué? —preguntó Richard.

—Algo oscuro. Algo oscuro y siniestro. Cuando estuve más cerca, oí voces.

Richard no se esperaba esa respuesta.

—¿Voces? ¿Qué clase de voces?

—Al principio no supe reconocerlas. Era un rumor lejano. A medida que me hundía cada vez más de prisa en dirección a la oscuridad que había dentro de ella, comprendí que eran gritos.

Richard frunció el entrecejo.

—¿Gritos? No comprendo. ¿Cómo podías oír gritos?

Sammie miró al vacío, como si volviera a experimentarlo.

—Era como un millar de gritos fusionados. —Sacudió la cabeza ante su propia descripción, o puede que en un esfuerzo por huir del recuerdo, y volvió a alzar la mirada hacia él—. No, como un millón. Como un billón. Era como un número infinito de gritos aflorando de un lugar oscuro. Eran los gritos más horrorosos, aterradores y angustiados que podáis imaginar. Daba la impresión de que podrían abrasarte.

Richard no pudo evitar echar una veloz mirada a Kahlan.

—¿Viste algo? —quiso saber—. ¿Viste de dónde venían estos gritos?

Sammie se retorció las manos, doblando los dedos mientras trataba de hallar las palabras.

—Estaba…, estaba siendo atraída hacia oscuridad. Pero entonces vi que no era oscuridad exactamente.

—¿Qué quieres decir?

—Era más bien una masa convulsionada de formas. De ahí procedían los gritos. Una masa arremolinada de espíritus que culebreaban, forcejeaban, se retorcían y gritaban a la vez.

Richard se quedó atónito, incapaz de imaginar qué era lo que sucedía.

Sammie parecía frustrada intentando dar con las palabras correctas para describir lo que había visto.

—Siento no poder explicarlo muy bien, pero cuando lo vi, lo sentí, supe que era la muerte. Simplemente lo supe.

Richard se obligó a respirar hondo.

—Suena aterrador, pero, aunque no puedo explicar lo que es, eso no significa que fuera la muerte.

Sammie inclinó la cabeza a un lado a la vez que lo miraba frunciendo el entrecejo.

—Pero lo era, lord Rahl. Sé que lo era.

Richard estaba impaciente por conseguir que la joven hechicera reanudara la tarea de curar a Kahlan, pero se recordó que tenía que ser comprensivo con sus miedos. Todo eso era nuevo para ella y su madre no podía ayudarla. Sospechaba que la joven malinterpretaba el dolor producto de la gravedad de las heridas de Kahlan.

—Sammie, lo que encontraste probablemente fuera el dolor, el profundo sufrimiento que hay dentro de Kahlan. He curado a personas heridas de suma gravedad, así que sé lo aterrador que puede ser. Estar inmerso en su padecimiento es una experiencia sombría y sobrecogedora. El tiempo parece detenerse. El mundo de la vida puede parecer distante. Perdido en ese lugar extraño, sabes que lo que les está haciendo daño podría matarlos y sólo tú puedes ponerle fin. Sabes que se enfrentan a la muerte si no logras ayudarlos.

—No —insistió Sammie a la vez que negaba con la cabeza—. Cuando miré a través de aquella reluciente cortina verde, supe que miraba más allá del velo al mundo de los muertos.

Richard se quedó totalmente rígido. La habitación parecía demasiado silenciosa, demasiado pequeña, demasiado calurosa.

—¿Qué has dicho?

La lengua de la joven asomó veloz para humedecerle los labios.

—Cuando miré detrás de aquella cortina, supe que miraba más allá del velo, al interior de…

—Dijiste que era verde.

La frente de Sammie se arrugó mientras esta pugnaba por contener las lágrimas.

—Así es.

—¿Por qué dijiste que era verde?

Perpleja, lo miró con el entrecejo fruncido.

—Porque lo era. Era como una reluciente cortina verde de niebla. Ondeaba, en unas zonas más brillante y en otras más oscura, como un fino y delicado dosel transparente de color verde agitándose bajo una leve brisa. Es difícil de describir.

»Al otro lado de ese horrible velo verde vi lo que me pareció una masa arremolinada de espíritus. Todos chillaban como si sufrieran terriblemente. Ese es el sonido que oí. Algunas de las formas se desgarraban mientras chillaban, en tanto que otras surgían constantemente de la oscuridad situada debajo para ocupar el lugar de las que se desintegraban, añadiendo a su vez sus espantosos alaridos al mar de almas, todos fusionándose en un único grito prolongado y desesperado.

»Algunas de ellas me vieron e intentaron agarrarme, pero no podían traspasar aquel velo verde. Otras me hicieron señas para que fuera hacia ellas. Era la muerte llamándome, intentando arrastrarme a su interior.

Richard clavó la mirada en Kahlan. Él había tropezado con el inframundo en varias ocasiones y el velo que había ante el mundo de los muertos siempre era de un fantasmagórico color verde.

Cayó lentamente de rodillas junto a la figura inconsciente de la mujer a la que amaba más que a la vida misma.

—Queridos espíritus, ¿qué está pasando?