23
Me da pena en lo que te has convertido

… A continuación debes visualizar un precioso campo. Estás caminando por él, y ves que cerca hay un niño de espaldas a ti. Vas lentamente hacia él, y te das cuenta que eres tú mismo de pequeño… Le abrazas durante un largo rato… y finalmente se dirige a ti para decirte algo

Me encontraba en un fin de semana de terapia psicológica grupal, junto a otros chicos recién diagnosticados de VIH. No me estaba resultando fácil abrirme y realizar los ejercicios que nos proponían, de hecho evité participar en la mayoría de ellos. Lo que realmente me apetecía y me ayudaba a calmar la angustia eran las largas conversaciones que tenía con el resto de chicos; cada uno con una historia diferente, pero unidos por el mismo problema: la no-aceptación, el miedo a la enfermedad, a los efectos secundarios de los medicamentos, las dudas sobre el futuro

La primera noche compartí habitación con un chico marroquí, muy afeminado y poco agraciado, que intentó meterse en mi cama sin éxito, hasta que por fin se quedó dormido. Yo no conseguí pegar ojo en toda la noche. Me invadía el pensamiento de estar en un lugar equivocado, con la gente equivocada… me sentía fuera de lugar, como si todo aquello no fuese conmigo.

Recuerdo que al día siguiente, en una de las sesiones, un chico explicó su historia con la enfermedad. Durante su discurso dijo algo que provocó un ataque incontrolado por mi parte:

Ahora tengo novio, desde hace unos meses. Tenemos relaciones sin protección, porque él siempre insiste, y a estas alturas ya no me atrevo a contarle la verdad… ¿Y si se lo he pegado? Seguro que me deja al enterarse

Lógicamente, porque eso es de ser un pedazo de hijo de puta. —Lo dije convencido, realmente enfadado y casi ofendido por lo que estaba oyendo.

La respuesta del psicólogo fue expulsarme de la sesión si no pedía disculpas. Así que me levanté y me fui. No volví a ninguna de las sesiones. El día anterior había sufrido una crisis de ansiedad en pleno ejercicio de relajación e hipnosis. Y ese segundo día me expulsaron por increpar a alguien que sistemáticamente practicaba sexo sin protección a pesar de saber de su infección… Realmente aquello no era para mí. Aun así permanecí en la casa rural a la que nos habían invitado con gastos pagados, y me dediqué a beberme el vino que robaba del comedor (detesto el vino pero no había cerveza) y a boicotear los horarios de las sesiones ofreciendo a mis compañeros quedarse conmigo de botellón en la habitación. Pocos se negaban; de hecho para esa misma noche organizaron un sorteo, del cual saldría el nombre del «afortunado» que compartiría habitación conmigo. Y ese fue Héctor. La verdad es que atendiendo al físico, no me alegré demasiado del resultado.

Cuando regresé a mi cuarto tras la cena y una larga charla con algunos del grupo, me encontré con una sorpresa: Héctor, el chico elegido por sorteo, había juntado las camas, colocado unas cuantas velas y servido unas copas de vino. Además casualmente lo encontré recién salido de la ducha, vestido únicamente con una toalla. Al ver el panorama no pude sino abrazarle, muerto de la risa, y darle las gracias.

Finalmente no resultó tan equivocado el azar. En ningún momento llegó a insinuarse, ni me hizo sentir violento como había pasado la noche anterior con el chico marroquí. Al contrario, me sentí muy cómodo desde el primer momento, tumbados uno junto al otro, contándonos cualquier cosa que se nos pasara por la cabeza.

Le hablé de mi relación con Álex. Hacía apenas dos meses del diagnóstico, y aun no había conseguido apartarlo de mí. De hecho me resultaba más difícil que nunca simplemente sacar el tema.

Dile que te has enamorado de mí.

¡Estás loco! ¡Nos mata a los dos! —Le contesté riendo.

No sé, no me parece tan mala idea. Él ya sabe lo que hay, no le pillará por sorpresa.

Es que tampoco quiero hacerle daño… —Sinceramente sentía lástima por Álex pues, a fin de cuentas, a su manera, debía estar sufriendo tanto como yo.

¡Tú eres tonto! Después de todo lo que te ha hecho, que cojones te importa… piensa en ti de una puta vez. Lo dicho, tú y yo hemos follado esta noche, y te has quedado loco conmigo. —Aunque reía sin parar explicando el plan, lo decía totalmente en serio.

Me despertó el teléfono, que no dejaba de sonar. Era la segunda noche que no dormía prácticamente nada, y levantarme a contestar era un reto imposible. Así que lo dejé sonar y regresé a mis sueños.

Horas más tarde alguien llamó insistentemente a la puerta. Esperé que abriera Héctor, pero ya debía estar en la terapia… Ni se me pasó por la cabeza que pudiera ser él; pero ahí estaba Álex.

Ya no podía esperar más… —Dijo ante mi gesto de sorpresa.

Me besó y entró en la habitación.

No tardó ni tres segundos en fijarse en las camas unidas, y seguro también reparó en las velas y el vino en la mesita de noche.

—¿Con quién has dormido?

No lo pensé; ciertamente buscaba un ataque que resultase definitivo:

He conocido a alguien

Interrumpí la sesión para despedirme de todos. Oculto tras unas gafas de sol estreché la mano a cada uno de mis compañeros, y les deseé lo mejor. Dejé a Héctor para el último. Nos abrazamos, y con verdadera preocupación me preguntó:

—¿Vas a estar bien?

Sí, quédate tranquilo. —No pude evitar soltar alguna lágrima, que indudablemente él notó

Más tarde te llamo y me cuentas ¿vale?

¿Nos vamos ya? —Interrumpió Álex desde la puerta

Mejor te llamo yo. —Y obedecí.

Ya en el coche de vuelta a casa, con Álex junto a mí llorando como nunca le había visto hacer, recordé el ejercicio de hipnoterapia del día anterior.

… te das cuenta que eres tú mismo de pequeño… Le abrazas durante un largo rato… y finalmente se dirige a ti para decirte algo:

Me da pena en lo que te has convertido