16
Le he entendido con los años,
y con los daños

Murió muy pronto, con apenas 53 años. No vio casarse a su hija, ni a su hijo mayor. Ni tuvo tiempo de conocer a sus nietos, con quienes, estoy seguro, habría sido un abuelo increíble. Mucho mejor de lo que fue como padre.

Era un hombre muy serio, y daba la sensación de que no le importaba nadie; aunque inevitablemente en las ocasiones que de verdad le necesitábamos, demostraba que no era así. Nos quería, pero a su manera. A la manera que el alcohol y la depresión se lo permitían.

Lo recuerdo, a pesar de todo, con cariño. Tardé muchos años en pasar por la puerta de su habitación sin creer verle acostado en su cama, leyendo, que era como pasaba la mayor parte de su tiempo. El resto lo pasaba en el bar, seguramente, como he entendido después, ahogando sus frustraciones con alcohol. Pero no puedes pedir a un niño que entienda eso

Debía ser tan grande su adicción, tan poderosa, que ni siquiera ver la muerte de cerca varias veces le impulsó a cambiar. Y lo que es peor, continuó bebiendo hasta el final de sus días, a costa de perder progresivamente el amor de su familia, que no llegábamos a comprenderle.

Mi relación con él fue bastante tensa. Mi carácter chocaba de frente con sus vicios y costumbres, y recuerdo haber sido especialmente cruel con él en muchas ocasiones. Él también lo fue conmigo.

Fue cruel por su parte dejarme sin un padre a quien admirar, y de quien aprender el camino correcto del que no debía apartarme nunca.

Afortunadamente mi madre, la persona más fuerte que haya conocido, ha conseguido con su esfuerzo suplir cualquier tipo de carencia. Y puede estar orgullosa de haber creado una familia envidiable.

Hubieron unos meses en que, tras sufrir una embolia, olvidó quien era y quienes éramos nosotros. Volvió a ser como un niño, viviendo una realidad que provenía de sus recuerdos de infancia y las aventuras de los libros que solía leer. No era capaz de saber qué era, pero vivió también ese tiempo con el desconsuelo de que algo le faltaba. Y no era otra cosa que el alcohol. Así que al recuperar «la cordura» no tardó en acudir en su busca.

Unos meses más tarde, cuando llegaba a casa del bar, volvió a perder el conocimiento, golpeándose en la cabeza y quedando en coma. Al día siguiente murió.

No creo que a estas alturas sea necesario trazar paralelismos, ni explicar el por qué de esa frase que se repite constantemente en mi mente:

«A mi padre, sólo voy a decir que lo he entendido con los años, y con los daños…»