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Mi vida estaba llegando a su fin

Uno siempre vive con la impresión de ser invencible, de que hay cosas que sólo les suceden a los demás, pero no a uno mismo. Ese día para mí acabó la inmunidad, y desde entonces me he acostumbrado a recibir malas noticias sin apenas extrañarme ni preguntarme ¿por qué a mí?

Durante varios meses sufrí algunos problemas de salud, los cuales afronté con cierta paciencia; pero a medida que pasaban las semanas, y continuaban los síntomas y el malestar, me planteé realizarme un examen médico más completo. Al solicitarlo aun creía poseer ese escudo que impedía que las desgracias trastornaran mi bienestar.

Tras algunas semanas de baja laboral, el reposo comenzó a desesperarme, y quise recuperar mi vida cotidiana sin dar demasiado protagonismo a lo que, con total seguridad, había sido una gripe algo más virulenta de lo acostumbrado.

Decidí comenzar a cuidarme: comer sano, volver al gimnasio, y ese tipo de propósitos. No llegué a cumplirlo más que unos pocos días, pues nuevos síntomas me atacaron, y me dejaron en cama otra temporada.

Calculé que el doctor ya habría recibido el resultado de mis analíticas; y con una leve inquietud, aunque armado con el «escudo», fui en busca de pistas sobre lo que me estaba ocurriendo.

La visita no duró demasiado, pero fueron los minutos más largos que haya sufrido jamás.

Encontré todas las respuestas que había ido a buscar, aunque surgieron un millón de nuevas preguntas que nadie conseguiría contestarme nunca con convicción.

En especial una: ¿me voy a morir? Dijesen lo que dijesen en mi mente sólo cabía una opción: mi vida estaba llegando a su fin.