PRÓLOGO

Posiblemente no era más que otro intento de huir, como ya le había ocurrido en tantas otras ocasiones. Intentos inútiles de romper con las costumbres, con esos malos hábitos que poco tenían que ver con todo lo que le rodeaba, sino más bien con su propio comportamiento autodestructivo. Era consciente de que fuese donde fuese ese sentimiento de angustia le iba a acompañar, pero también de que mientras siguiese inmóvil no conseguiría más que perpetuar una penosa rutina que le estaba matando.

Desde hacía años, el desanimo y el poco arraigo a la vida que sentía hicieron inevitable y esperada su propia condena. Y, temida pero merecida, llegó imparable a instalarse en una mente que no opuso ninguna resistencia, salvo la del lamento banal y el llanto.

Ya habían sido varías las ciudades en las que había buscado esa nueva vida deseada. Y todas ellas sólo le vieron llorar. Se habían convertido en lugares oscuros, con paisajes que aborrecía y que alimentaban sus malos recuerdos del pasado. ¿Acaso había aprendido algo desde la anterior «huida» para creer que esta sería diferente? Las esperanzas eran cada vez menos, y mayor la desesperación.

Siempre había creído que era necesario tocar fondo para impulsarse con mayor éxito hacia la superficie. Se imaginaba ese momento como un grito de terror y a la vez de liberación que desgarraría algo en su interior, y le dejaría exhausto pero vacío de cargas como para empezar a construir una nueva vida.

Acababa de llegar a la nueva casa y ya notaba acrecentarse la ansiedad. Miles de preguntas acerca de si todo aquello tenía sentido, y el típico ¿qué hago yo aquí? que le recibían en cada nueva escapada llegaron puntuales.

Había soltado las maletas y sentado en el sillón de aquel amplio salón desconocido. A oscuras, su cuerpo no respondía al constante consejo de la razón de activarse para alejar el miedo. La mente se nublaba a cada nueva bocanada descontrolada de aire, el corazón palpitaba acelerado y los músculos iniciaron aquel incapacitante cosquilleo que le era tan familiar. Notó pánico de saberse solo, y todo se incrementó…

No retuvo la idea de pedir auxilio a su familia más de unos segundos. Acababa de llegar y no podía darles la razón tan pronto acerca de lo ridículo de esa «nueva vida» que esperaba.

«Vamos. Distrae la mente. Deshaz las maletas. Conoce la casa. Muévete y no te dejes caer tan pronto» repetía incesante, aunque lejos de cumplirlo se reclinó sentenciado, buscando tal vez ese grito de desesperación que le hiciese romper con todo lo anterior, como el superviviente de un accidente o de una grave enfermedad.

Pero ese aullido desgarrador no sucedió… En su lugar la mente dibujó terribles imágenes de su cuerpo sin vida, y del dolor que produciría a lo único que aun le importaba: su familia. Pero no pudo sino rendirse y dejarse caer, y quedó sin conocimiento sobre aquel viejo sofá de su nuevo hogar.

Cuando volvió a abrir los ojos se sintió desubicado y extraño, pero su cuerpo parecía flotar en el vacío, y apreció ese instante de paz. Completamente inmóvil revisó con la mirada todo lo que alcanzaba a ver. Era consciente de donde se encontraba y del desmayo tras una crisis de ansiedad, pero ahora todo eso parecía lejano, como si hubiese dormido durante días… Pensó que todo había sido por la impresión inicial, y que ahora ya relajado era buen momento para ordenar las ideas.

Había alquilado la casa a través de Internet, y visto únicamente en foto. Recibió las llaves por correo y había firmado el contrato antes de llegar, para no tener que hacer un gasto extra de hotel hasta por la mañana que vería al propietario y, en caso de estar ambos conformes, cerrar el acuerdo. Así que aun estaba a tiempo de abandonar y volver a casa con su familia si creía inútil o incluso peligroso el traslado.

Quiso analizar los pro y los contra antes incluso de conocer mas allá del salón de la casa. La idea de una gran casa le había impulsado a realizar ese nuevo cambio; pero seguro, no era lo más relevante para conseguir mejorar su vida.

Por ello prefirió esperar para conocer el lugar, y cerciorarse tras la penosa llegada de que ciertamente se encontraba con el suficiente valor de cambiar su entorno y liberarse de aquella carga tan tóxica.

Así que a oscuras, en total silencio y con las maletas aun sin deshacer, Mario inició un viaje al pasado, con el fin de descubrir si su presente debía pasar por esa nueva etapa en aquel aun desconocido lugar…