Aun cuando hoy día, en nuestro país, la comunidad homosexual goza de un nivel de libertad amplio, con unas leyes defensoras de derechos inalienables, impensables un cuarto de siglo atrás, la vida cotidiana para algunos de ellos no se desarrolla con la tranquilidad y el sosiego que cabría esperar. El «momento dulce» en el que se vive no resulta suficiente. Todavía no es raro encontrar gays jóvenes que siguen siendo víctimas de la homofobia de una parte de la sociedad que se empeña en poner trabas a sus vidas. Las actitudes homófobas de las familias de muchos gays, así como el acoso en la escuela, les dificulta la canalización de su vida afectiva. Curiosamente estoy constatando durante la realización de este trabajo de autoayuda que, en nuestro aquí y ahora, un sector joven de la población gay tiene casi tanto pánico a salir del armario como hace veinticinco años, cuando estaba en vigor la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que, con su aplicación, podía mandar a los homosexuales al penal reformatorio de Huelva.
Seguramente, el inconsciente colectivo de una parte de nuestra sociedad no ha llevado a cabo todavía una verdadera catarsis que diluya los miedos irracionales que se fueron cincelando a lo largo de la historia. A veces es preciso hacer un camino de «desaprendizaje» de modelos homófobos, es decir, borrar toda una serie de vivencias que hemos tenido a lo largo de nuestra infancia por una educación represora y partir de otros modelos nuevos. Para ello es conveniente contar con unos referentes que permitan llevar adelante esa modificación de conducta.
A continuación, transcribimos las entrevistas mantenidas con Fabio y Marcos, dos jóvenes universitarios Y Edgar, un hombre de casi cuarenta años.
Buenos días, Fabio; ante todo, agradecerte tu participación en este libro de autoayuda. En primer lugar, yo te pediría que me comentases cuáles son a tu juicio los temas que se deberían abordar en un libro de autoayuda.
Yo creo que la autoestima es fundamental para todo el mundo, pero, sobre todo, para las personas que han sufrido la marginación o la discriminación, e incluso, como en mi caso, cuando era niño, el maltrato. Otro tema que también considero que se debería tratar, sobre todo en el caso de los gays, son los apegos familiares con la madre. También marca mucho el tema de la relación de pareja. Considero que en un libro de autoayuda para la comunidad GLTB también se debe hacer hincapié en esa parte del colectivo gay que se mueve en el mundo de la noche y del consumismo, del culto excesivo al cuerpo y la belleza, o de relaciones un tanto superficiales.
¿Qué valores consideras que se deberían potenciar para paliar esas carencias emocionales?
Pues yo creo que el fomento de la autoestima en uno mismo, porque por mucho que tú quieras hacer, cambiar el ambiente, o la sociedad, no va a ser posible, no puedes cambiar nada, o bien poco. Lo único que puedes hacer es modificar tu actitud hacia ello y, a partir de ahí, adaptarte a lo que tienes y saber usarlo de una mejor manera. Fabio, has hecho referencia dentro del tema de la autoayuda a un aspecto importante de tu infancia cuando has comentado que fuiste maltratado.
¿Puedes comentarme esa infancia tuya?
Considero que la relaciones con mis padres no fueron todo lo sanas que deberían de ser, principalmente por ser hijo único. Me sentí un poco solo de pequeño, porque era un niño bastante introvertido y tímido. Tenía una madre superprotectora y una figura de padre ausente, como suelen tener algunos gays que conocemos. Pronto empecé a notar carencias afectivas, pero no resulta fácil explicar cómo una persona puede estar superprotegida además más mimada de lo normal, y con unas buenas comodidades económicas; pero que a su vez no tenga la atención necesaria. Porque yo, que vivía en un ambiente cómodo, me sentía muy solo por pasar todo el día encerrado en una habitación jugando con mis muñecos sin que nadie se ocupara de estar conmigo, de jugar conmigo, o de darme esa afectividad necesaria. Esto te lo pongo un poco como antecedente al maltrato que sufrí. En el colegio tuve dificultad para tener amigos. Cuando yo estaba en sexto curso de E.G.B. cerraron mi colegio. Comenzaba la etapa de mi pubertad. En el siguiente colegio en el que estuve empezó el típico caso de acoso, de bullying, como ahora lo llaman ahora; de que si éste es mariquita, y entonces, a partir de que empiezan a señalarme con el dedo, como el mariquita del colegio, comienza a correrse la voz y sufro el típico caso de acoso escolar, de maltrato: primero psicológico, humillaciones todos los días, insultos… luego, se pasó a las agresiones físicas.
¿Por parte de tus compañeros?
Sí, por parte de mis compañeros de clase, de otras clases, e incluso por chicos que yo no conocía, y, prácticamente, todos los días; si no era en el patio, era en la entrada del colegio o a la salida. Evidentemente, la vida me la hacían imposible, tirándome bolas de papel, lanzándome granos de arroz con los bolígrafos vacíos. Todas las mañanas me subía por la escalera de mi casa a la azotea para no ir a clase, porque me decía: ¿para qué voy a ir? ¿Para que me peguen un día más? [El acoso escolar que nos refiere Fabio, desgraciadamente, sucede de un modo mucho más habitual de lo que a menudo presuponemos. Estudios recientes ponen de manifiesto que el índice de suicidios entre los adolescentes es notablemente superior en aquellos que han sufrido bullying.]
¿Los profesores del colegio nunca intervinieron?
No me prestaron ningún apoyo. Cuando algunos lo presenciaban, incluso se lavaban las manos. Yo no recibí apoyo alguno; y luego, tampoco esto lo podía hablar con nadie, porque no tenía amigos. Mi padre era una figura ausente; por aquella época lo trasladaron a Andalucía por motivos de trabajo y, poco tiempo después, mis padres se separaron. O sea que si mi padre era ya una figura un poco ausente, cuando se fue a Andalucía ya dejé de tener trato con él completamente. Como no podía acudir a nadie, mi vía de escape fueron por una parte algunos libros de autoayuda que, curiosamente, una tía mía, que estaba metida mucho en el mundo esotérico, me iba dejando. Yo me evadía de aquella situación como buenamente podía. Era la época en que te empiezas a enamorar platónicamente. Yo, en todos los colegios en que estuve, me enamoraba de algún chico y pensaba que iba a tener algo con él. Me ponía a fantasear: era mi válvula de evasión.
¿Tu válvula de evasión eran los sueños?
Soñaba despierto. Otra evasión clave para mí ha sido la televisión. De pequeño me sentaban delante de la tele hasta la una de la madrugada, que era cuando acababa, para que no diera guerra. Me tragaba todo y, como estaba siempre solo en mi casa, me dedicaba mucho a ver la televisión. Mi mundo era la televisión.
¿Cómo continúa tu vida?
Pues voy pasando por colegio en colegio. En todos se repite la misma historia de maltrato porque también vuelvo a ser señalado como el mariquita del colegio o conozco a alguien que cuenta la historia y va pasando la fama de un colegio a otro. En el instituto conocí a una persona que también fue clave para mi ayuda; una profesora con la que entablé amistad. Empezó también a dejarme libros; no solo de autoayuda, sino también de temas espirituales, filosóficos o de crecimiento personal. Me centré más en lo que era la psicología, la espiritualidad, la filosofía y temas de crecimiento personal, la mayoría mezclados con la autoayuda, y la verdad es que sí que me ayudaban un poco a desapegarme y a superar determinadas circunstancias y a valorar más otras. Cuando yo estaba en el último año del instituto, escuchando la radio, di con el programa de COGAM, el colectivo de gays, lesbianas y transexuales de Madrid. Lo estuve escuchando durante un año. Les escribí, y un día fui a COGAM para conocerlos; me dijeron que si quería podía participar en el programa de radio como voluntario. Todos los problemas de maltrato que había tenido en la adolescencia me habían dejado la autoestima por los suelos, pues yo no me atrevía casi ni a salir por el ambiente gay, porque tenía muchos complejos con mi físico; aunque yo creo que tengo un físico que no está mal, más agraciado que normal… No me resultó fácil entrar en los grupos de COGAM por mi timidez, pero por medio de los compañeros del grupo de radio fui conociendo a otras personas y me fui abriendo paso dentro del mundo gay. ¿Qué edad tenías entonces? Pues tendría veintiún años.
¿Y hasta esa edad no habías tenido relaciones sexuales?
No. Poco después empecé a tener relaciones y conocí a mi primera pareja, si bien todavía seguía teniendo mis miedos. Yo creo que, en el fondo, todavía no se han terminado de ir del todo, sobre todo por el asunto de los complejos. Me aferré mucho a esa relación porque era como mi gran sueño: tener a alguien que satisfacía todas mis carencias. Era como mi droga. Me aferré a él ya los pocos meses me dejó: ya te puedes imaginar el drama de no poder vivir sin él, llorando todas las noches. Me costó un año superarlo.
¿Tu madre sabe que eres gay?
Mi madre sabe que soy gay. En un principio ella no tenía mucha información, porque confundía la homosexualidad con la transexualidad y no tenía muy claro ese concepto. Al principio le costó, pero luego lo ha aceptado muy bien, incluso ha venido a la manifestación del Orgullo Gay conmigo.
¿Y tu padre?
Con mi padre nunca llegué a tratar esta cuestión; aquí es curioso resaltar que yo siempre he pensado que mi padre también era gay y por eso su homofobia era exacerbada. Es el típico caso del señor que con treinta y muchos años nunca ha tenido novia; muchos aspectos de su pasado hacen pensar que pudiera también haber una bisexualidad o una parte gay en él. Con mi madre dejó prácticamente de tener relaciones sexuales poco después de casarse. Mi padre se enteró de que yo era gay algo antes de fallecer; pienso que siempre lo pensó y creo que sospechábamos el uno del otro y nunca lo hablamos, pero estaba en el aire. La primera persona que me señaló con el dedo y me llamó maricón fue él, cuando me vio de pequeño jugando con unas muñecas de una prima mía. Nunca tratamos el tema.
[Como consecuencia de la homofobia familiar y escolar, la autoestima en algunos homosexuales se ve afectada desde la infancia. Por ello se han de realizar esfuerzos ímprobos para no sucumbir y poder sobrellevar una existencia dolorosa.] Fabio, ¿cómo sientes que está en este momento tu autoestima?
Pues yo creo que mi autoestima ha mejorado bastante, pero aún así me doy cuenta que hay partes del muro que no he terminado de tirar. Considero que echo mucho de menos una adolescencia perdida: tener amistades para salir o viajar, cosas así. A lo mejor he pasado de la infancia a la madurez sin pasar por la adolescencia. Sexualmente, me costó deshacerme de los miedos; me quedé con la curiosidad o con las ganas de probar experiencias como ir a saunas, hacer sexo en grupo… Hay cosas que ya no me apetece probar por otros motivos, pero es curioso que puede doler más lo que te has quedado con ganas de hacer que lo que hayas hecho. Gracias a Dios, ahora voy tomando conciencia de que soy tan bueno como cualquiera y que hay que ser valiente y atreverse a hacer lo que uno desea de verdad, no lo que tu cabecita o los demás te hacen creer que deseas, y así estoy descubriendo que realizo todo lo que me propongo. ¿Has pasado en alguna etapa de tu vida por alguna psicoterapia? No, nunca he pasado, pero me parece que he tenido momentos de depresión en mi vida, sobre todo en los últimos tres años, se me han juntado muchas cosas. Sí que tuve momentos de depresión, aunque nunca he tomado ningún tipo de medicación, ni pasé por ninguna psicoterapia.
¿Puedes contar a qué te dedicas?
Sí, soy asistente social y monitor de tiempo libre.
¿Qué te parece Chueca? ¿Cuáles son a tu juicio los puntos fuertes y débiles de Chueca?
Según como se mire. Todo tiene sus ventajas y pesares. Yo he tenido mucho contacto con el grupo joven de COGAM y con ambientes juveniles, y lo que sí he observado es que la mayoría de jóvenes que llegan al colectivo, cuando llegan a Chueca por primera vez, les parece el sitio más maravilloso del mundo porque es un lugar donde se les acepta plenamente. Piensan que van a encontrar al chico de su vida y van a estar para siempre unidos los dos y van a morir juntos cogidos de la mano. Cuando los chicos empiezan a experimentar relaciones en el ambiente y llevan ya unos cuantos años, se empiezan a quejar de que la gente es muy frívola y superficial, de que la gente solo busca sexo. Yo no solo frecuento el ambiente homosexual, sino también el heterosexual, porque salgo por todo tipo de ambientes. Frecuentemente, cuando estoy con mi pareja en un ambiente heterosexual, me corto a la hora de darle un beso, pero no a la hora de hablar, porque para mis amistades, al igual que para mi familia, soy abiertamente gay: he salido del armario, he colaborado en radio, en un programa gay, he tenido una militancia activa en grupos de jóvenes de COGAM y también de teatro y ocio. En mi cabeza me preocupa mucho el que dirán: yo creo que por el que dirán de esa adolescencia en la que fui maltratado. En este momento, Fabio, ¿te consideras una persona feliz? Pues yo considero que la felicidad no existe, pero sí creo que hay cosas que se acercan bastante a la felicidad y me parece que tengo bastantes armas para proporcionarme esas cosas que me hacen feliz; una de las cosas principales, que me ayuda mucho, es trabajar el tema espiritual y el tema humano, filosófico y psicológico en mí mismo. Me gustan mucho los temas de la autoayuda y de espiritualidad y profundizo en ellos a través de la meditación, de filosofías orientales, libros, cursos…
Dices que eres un hombre muy espiritual.
Bueno, no sé si muy espiritual, pero por lo menos, estoy en esa búsqueda.
¿Profesas alguna religión?
Pues me he identificado con partes de la religión cristiana y con partes de religiones orientales como la budista; cada una me aporta una serie de cosas, pero no practico ninguna en concreto. Lo que hago es que voy enriqueciéndome de cada una de ellas, con lo que me vale para mí y lo que considero que sintoniza conmigo, y eso a su vez va asociado a filosofías que no tienen por qué ser religiones o movimientos de pensamiento.
¿Qué te aporta tu pareja?
Pues mi pareja me aporta amistad, sexualidad, amor, cariño y me aporta también, igual no debería ser así, la seguridad de tener alguien al lado con quien compartir determinado tipo de cosas y vivir una serie de experiencias. Me proporciona una seguridad que debería tener más en mi mismo, independientemente de tener pareja o no, pero también yo aporto el poder compartir con él cosas mías, poderle enseñar cosas que sé yo y eso también es importante. Todo lo que estás contando en esta entrevista, ¿lo conoce tu pareja? Pues sí. Él me conoce y sabe todo esto.
¿Sois una pareja cerrada?
Sí, somos una pareja cerrada.
¿Qué esperas del futuro?
Pues el futuro casi todos nos hacemos películas de cómo puede ser, pero como me han cambiado tanto los planes a lo largo de mi vida no me sorprendería ante nada. Me gustaría tener más seguridad en mí mismo, poder decir que, independientemente de que pueda tener pareja o no tenerla, consiga superar la pérdida de mi madre cuando llegue. El secreto de la felicidad no existe: es estar lo mejor posible, tanto emocional como psicológicamente. Me gustaría tener una pareja cerrada que me durara el máximo posible en una relación satisfactoria para ambas partes. Y poder construir una familia con esa persona. Pero como no sé si ocurrirá así, lo que venga, bienvenido sea.
Muchísimas gracias por tu colaboración, Fabio, te deseo, dicho en lenguaje esotérico, éxitos y victorias.
Y yo te deseo mucho éxito a ti con el libro y, por ello, he querido aportar mi testimonio, para que ayude a quien pueda ayudar. Muchas Gracias.
Marcos es un joven gay de veintinueve años que está finalizando una carrera de humanidades y que nos aporta su experiencia personal.
¿Cómo vives tu condición de homosexual?
Yo creo que el tema principal está en la aceptación de uno mismo independientemente de tu orientación sexual. Considero que la condición de homosexual está englobada dentro de miles de condiciones que forman una persona. No me parece que sea más o menos importante que los otros aspectos o características de una persona. El principal problema es que, socialmente, esa condición, ese pequeño aspecto de tu vida, sí que te determina mucho, ya que todavía no se ve como un comportamiento habitual entre las personas. Y eso que la concepción de la homosexualidad dentro de la sociedad ha avanzado mucho en pocos años.
¿Consideras que la aceptación de uno mismo es uno de los aspectos más importantes? ¿Te costó mucho aceptarte?
Sí, muchísimo.
¿Por qué?
Porque, en principio, creo que soy una persona muy negativa, en el sentido de que veo las cosas en plan negativo; y a mí me costó muchísimo porque no veía a nadie más.
¿No conocías a más gays?
No.
¿Eres de una ciudad grande o pequeña?
Soy de una gran ciudad. Y, ¡bueno!, sí que ves que hay homosexuales, pero ves una imagen muy distorsionada y de lejos.
¿Qué imagen veías de ellos?
Pues cuando era más joven que ahora, yo creo que la visión que se tenía de los gays era como de unos parias, en cierto modo como de ciudadanos de segunda categoría, como prostitutas de las que, aunque tengas simpatía por ellas, a veces te apartas. Y luego yo veía en la calle a gays muy afeminados y no me identificaba con ese tipo de forma de ser.
¿A qué edad empezaste a reconocerte?
Yo empecé a reconocerme como a los catorce años y desde los catorce hasta los dieciséis, más o menos, intenté cambiar.
¿Y qué hiciste para cambiar?
Bueno, pues en lugar de focalizar mi erótica hacia hombres la focalicé hacia las mujeres.
¿Te refieres en la masturbación, en las fantasías durante la masturbación, por ejemplo?
Sí. Lo intentaba, pero claro, no lo conseguía.
¿Consultaste a algún profesional de la psicología?
No.
¿O a algún sacerdote o religioso?
Tampoco. No se lo conté a nadie, ni siquiera a mi familia.
¿Tienes hermanos?
Sí. Pero en mi familia el tema de la homosexualidad está bastante mal visto. Es un tema tabú.
¿Actualmente saben que eres gay?
Hay dos hermanas que sí, pero mis padres no lo saben. El tema de la aceptación es muy importante y es un tema difícil, porque no solamente estás tu como implicado en el asunto. Tú te aceptas y vale, pero también está tu familia.
¿A ti ser homosexual, ser gay, te ha causado dolor?
Sí. Sobre todo los primeros años, desde los catorce años hasta los dieciséis, sí que me causaba mucho dolor porque era un estar obsesionado por el tema. Yo no quiero tener una vida difícil, quiero tener una vida fácil, y sí que me causaba dolor, era una obsesión y un continuo intentar cambiar. A partir de los dieciséis continúo luchando para entender la homosexualidad sin llegar a declararme abiertamente gay, y eso sí que causa dolor. [El dolor que, en silencio, se vive al sentirte diferente de la mayoría sin atreverte a verbalizarlo puede dejar secuelas afectivas importantes. Quizá la soledad caracterial sea una de ellas, así como el temor a relacionarse socialmente de un modo natural.]
Marcos, ¿has sido una persona educada en un colegio religioso?
No.
¿Ni tampoco eres o has sido una persona especialmente religiosa?
No.
¿Ser gay no te ha generado en ningún momento sentimientos de culpa?
Sí, pero no directamente por cuestiones religiosas.
Actualmente tienes veintinueve años. ¿A día de hoy te aceptas totalmente como gay?
Depende de lo que entiendas por aceptarse totalmente.
Que eres gay, y que tienes una buena autoestima, te sientes feliz y cómodo siendo así.
Yo creo que sí, pero yo lo diría de otra manera: yo acepto que soy homosexual, vivo libremente mi homosexualidad, no tengo ningún problema en cómo vivirla, pero yo creo que tengo una baja autoestima.
¿Por qué consideras que tienes una baja autoestima?
Mi baja autoestima no viene por el tema de la homosexualidad. Viene por el hecho de ser muy autoexigente de tal vez no aceptar mi cuerpo tal como es.
Aparte de la aceptación, ¿qué otros temas consideras que son importantes?
En un libro de autoayuda o de ayuda al colectivo gay, pues saber adonde acudir, adonde puedes ir a pedir información no solamente sobre homosexualidad, sino también sobre sexualidad en general, porque se tiene una imagen de algo que a mí me pasó en los primeros años: por ejemplo, una muy mala información sobre el SIDA.
Entonces consideras que el tema de la información es fundamental para que alguien se pueda ir aceptando e irse situando, y saber cuáles son los riesgos que corre y los que no existen y que son infundados.
Sí, porque el hecho de no estar informado te crea muchos prejuicios.
Del tema de la visibilidad y la salida del armario, ¿qué opinas?
Yo tengo una opinión un tanto contraria a la que las asociaciones y colectivos gays propugnan. Eso no quiere decir que reniegue de ellas, me parece que tienen un papel muy importante en la lucha por los derechos del colectivo gay. Lo que pasa es que yo no quiero politizar mi vida privada. Creo que el tema de la visibilidad no se debe reducir al veintiocho de junio y a las carrozas de la manifestación del día del Orgullo Gay, sobre todo porque la imagen que se da desde esas carrozas no es la que yo quiero dar como persona.
¿Cuándo tienes tu primera experiencia sexual?
A los diecisiete años, con una persona de mi edad no homosexual. Era un compañero de clase con el que me masturbaba; al principio nos masturbábamos separadamente, pero con el tiempo fue evolucionando aquello y cuando yo tuve más o menos aceptada mi condición homosexual, me lancé a tener una mayor relación con él. A partir de ahí, uno masturbaba al otro.
¿Te generó esta primera experiencia algún malestar o sentimiento de culpa?
No, al contrario.
Actualmente, ¿tienes pareja?
Sí, llevo casi tres años con él.
Pero tu familia no lo sabe.
Mis hermanas solamente.
¿Nunca lo llevas a tu casa?
No.
¿Y tu pareja te lleva a la suya?
No, pero conozco a su familia y saben que somos pareja; ellos me aceptan bien.
¿Tu pareja es una persona más o menos de tu edad?
No, es bastante mayor que yo.
¿Eres feliz con él?
Sí, aunque discutamos como todas las parejas.
¿Vives con él?
No. Tenemos caracteres, edades y visiones de la vida diferentes, con lo cual creo que, por ahora, es mejor no vivir juntos.
¿Te consideras que ya tienes superados todos tus problemas como gay?
Yo creo que no. Una de los primeros homosexuales que conocí me dijo que siempre se dudaba de las cosas y a veces me pregunto; «¿cómo habría sido mi vida de haber sido heterosexual?».
¿Hubieras preferido ser heterosexual?
¡Hombre, por facilidad, sí!; pero, hoy en día, no tengo ningún deseo de cambiar, soy así y así seguiré.
¿Qué otras cosas sigues sin tener superadas?
Yo creo que la salida del armario es la única. [Está claro que la salida del armario sigue siendo para el colectivo gay, aún entre personas de menos de treinta años, uno de los caballos de batalla más importantes. Y está claro que, en tanto en cuanto esa salida del armario no se produzca, resultará difícil poder aceptarse con plena normalidad.]
¿Cómo viviste ir a una Asociación de Homosexuales?
Yo lo viví mal, porque la gente está muy desinhibida, y yo, al ser tímido lo tenía menos fácil para hacer amigos enseguida: me costaba mucho. Y veo que en los colectivos y asociaciones de gays no se ayuda suficientemente a favorecer la comunicación.
¿Cuántos novios has tenido?
Tres. Con el actual es con el que llevo más tiempo.
¿Siempre has sido persona de pareja?
Sí, creo que sí. Soy más de pareja y más casero que de salir de juerga.
¿Cómo te planteas tu futuro?
Con respecto a la homosexualidad creo que ya no me planteo nada, puesto que he conseguido mi aceptación personal, mi vida en pareja, mis amigos gays, mis amigos heterosexuales que lo saben etc., con lo cual no me planteo grandes cambios en ese sentido. Tampoco me planteo el matrimonio.
¿No piensas casarte con tu pareja actual?
No, en principio no, y la razón es que las cosas cambian y resulta muy difícil construir pilares en la sociedad actual. Yo no tengo una casa, no tengo un sitio donde vivir, comparto piso. Me gustaría vivir solo una temporada, cosa que ahora no puedo hacer, con el sueldo que tengo me es imposible. Y yo quiero construir primero esas cosas; tener un estatus normal y, en el momento en que tenga eso consolidado, entonces sí que podré plantearme el matrimonio y formar una familia.
Si te llegas a casar, ¿se lo harás saber a tu familia?
Tendría que hacerlo.
Muchas gracias, Marcos.
Edgar es otro ejemplo de homosexual que, a sus treinta y nueve años y con un nivel cultural universitario, todavía siente cómo su historia personal llena de soledades y silencios no le ha permitido ser un hombre feliz.
Buenas tardes, Edgar, te agradezco mucho que estés aquí y que me cuentes tu historia personal para insertarla en este libro de autoayuda. A tu juicio, ¿qué temas consideras que se deben de tratar en un libro de autoayuda para la comunidad gay? ¿Cuáles serían los aspectos que tú consideras más importantes? O dicho de otra manera, si a tus catorce/quince años hubiese caído en tus manos un libro de autoayuda para homosexuales, ¿qué te hubiera gustado encontrar en él?
Pues quizá que hablara de cómo aceptar tu homosexualidad plenamente sin ningún tipo de tabúes, de prejuicios; una autoaceptación plena. Algo que sirva para que tu dignidad como persona no se cuestione. En una palabra, que sirva para mejorar tu dignidad como persona; y sobre todo, que te ayude a relacionarte con los demás de forma positiva. Y también que te ayude a conocer a gente como tú y cómo ligar.
¿A qué edad te reconociste homosexual?
Pues más bien tarde, a los veinticuatro, diría yo.
¿Ahora qué edad tienes, Edgar?
Treinta y nueve.
¿Y cómo fue el reconocimiento de tu homosexualidad? ¿Cómo fue tu vida antes de reconocerte homosexual?
Pues no quiero ser inexacto, pero toda la vida, desde bastante linio, he sabido que soy gay. Entonces, lógicamente, no ha sido una cosa que yo haya descubierto tarde, ni mucho menos; yo lo he sabido siempre.
¿Por qué tardaste tanto tiempo en aceptarlo?
Pues supongo que no tenía referentes en la zona en la que yo me crié. No conocía a nadie como yo. Nací en un pueblo pequeño. A los dieciocho años me fui a una capital de provincias a estudiar. Allí estuve residiendo tres años. A Madrid vine con veintidós años.
¿Y todavía no tenías referentes?
Pues no, bueno, yo no me movía por el ambiente en Madrid con veintidós años, era algo que me daba miedo y que no había aceptado. [La falta de referentes para muchos homosexuales con más de treinta años ha supuesto una dificultad importante a la hora de reconocerse gay y asumir de forma positiva la realidad personal. En el caso de Edgar esta falta de referentes está aún más agravada al provenir de un entorno rural en el que el ostracismo homosexual es sensiblemente superior.]
Es decir, te sabías homosexual pero no te aceptabas como tal.
Sí, así es. Yo me sabía homosexual desde pequeño, era consciente, pero yo no me aceptaba y en aquella época todavía no daba el paso de conocer gente en Madrid.
¿Por problemas religiosos?
Quizá eso haya influido algo, porque sí que yo tenía una influencia religiosa.
¿Te has educado en colegios religiosos?
No, me he educado en escuela pública, pero mi familia es religiosa y, aunque no han sido exageradamente religiosos, me he educado en ese tipo de fe, de moral, de tradición; y supongo que eso también ha influido bastante.
¿Te generaba sentimientos de culpa el saberte homosexual?
Pues fíjate que ahora mismo no sé si realmente eran sentimientos de culpa. Yo creía que eso no estaba bien y que iba a cambiar, que eso no iba a ser siempre así, que cambiaría con el tiempo. Me pensaba que en mi entorno era la única persona así. Tenía interiorizado eso era malísimo, era negativo, un tanto aberrante y algo inmoral, y que eso no podía ser. Y que yo no podía ser así.
Entonces, ¿intentaste cambiar y convertirte en un heterosexual?
Más o menos sí.
¿Y para ello que hiciste?
Pues salir con chicas (risas).
¿Llegaste a tener novias?
Sí.
¿Nunca sospecharon que eras homosexual?
Pues quizá que la segunda lo pudo haber sospechado. [El reconocimiento y la aceptación de la propia condición sexual supone tal esfuerzo para algunos gays que se niegan a asumir su verdadera orientación sexual y son capaces de autoengañarse «manteniendo» unas falsas relaciones heterosexuales.]
¿A qué edad sales del armario?
Pues justo después del segundo noviazgo, quizá al año siguiente, una cosa así, con veinticuatro años.
Edgar, cuéntame, ¿cómo fue tu salida del armario?
Bueno, pues mi salida del armario fue curiosa, porque tuve un pequeño empujón, una pequeña ayuda; yo compartía piso en Madrid, en el que el dueño, un hombre de unos cuarenta y cinco años, alquilaba habitaciones a chicos y él era gay, y salí del armario, a partir del ambiente que yo vi en aquel piso.
¿Y en aquel piso particular de aquel hombre, que pasó?
Tenía dos personas, siempre éramos tres, él y otros dos. Fueron de es a cuatro meses lo que yo estuve allí, pero ya fue tiempo suficiente para empezar a salir por Madrid y el ambiente. Él me llevaba por las zonas de Chueca y entonces yo veía el modo de vida que él tenía; en fin, fue una especie de iniciación.
¿Y la primera experiencia homosexual?
Pues la primera experiencia homosexual, ¡hombre!, realmente fue en la infancia (risas), con unos ocho años. Y luego, prácticamente nada hasta los diecinueve años, en que tuve la primera experiencia de mayor, en una estación de Renfe, con un chico que conocí en unos jardines cerca de la estación. Fueron unas pajas, pero fue muy excitante.
Y en aquella situación, ¿cómo te sentiste?
Pues te cuento, fue una mezcla de sensaciones, y muy intenso, porque imagínate, con diecinueve años sin haber tenido sexo en mi vida. Fue una sensación de emoción, de nerviosismo también, porque para mí era algo muy ilícito. Recuerdo que esto fue en el año 1985, en plena psicosis con el tema del SIDA, y no olvidaré que después también tuve una sensación terrible por si me había infectado.
¿Y cómo resolviste después todo ese abanico de sensaciones?
Pues pasó mucho tiempo sin que hiciera nada. Pasaban los meses y yo con mucho miedo, no me fuera a poner malo… Y sin nadie con quien hablarlo.
Y la siguiente experiencia gay, ¿cuándo fue?
Fue en el piso que te he comentado, precisamente con el dueño (risas).
¿Cómo fue esa experiencia para ti?
Pues recuerdo que fue una experiencia en la que quizá me guiaba más por la curiosidad que por cualquier otra cosa. Me dejé seducir, él lo intentó y lo consiguió.
Y después, ¿cómo continuó tu vida homosexual?
Conocí en un bar a un chico sueco de cuarenta y tantos años que estaba bastante bueno y que me llevó a su piso. Estuve en su casa tres o cuatro veces. Eso recuerdo como lo más impactante durante aquellos primeros meses de comienzos de relaciones. Justo en esos momentos, durante aquel año, yo tuve una especie de depresión y fui a una psicóloga por medio de la Seguridad Social. Tenía consultas cada quince días y así estuve durante unos meses.
¿Cuál fue la causa de tu depresión?
Querría darte una respuesta exacta; pero cuando fui a la psicóloga, había una causa por la que yo inicié la psicoterapia, que concluyó por otras razones distintas. ¿Cuál fue la causa por la que fuiste en principio?
La causa por la que fui es que estaba deprimido, no tenía ganas ni ilusión en la vida, me sentía hundido, no tenía alicientes, no estaba con energía, estaba triste; una especie de depresión. Esta psicóloga empezó a indagar en mi vida sexual, y claro, tú, Manuel Angel, como psicólogo, sabrás muy bien el procedimiento: empezó a hacerme preguntas íntimas y esto y lo otro, y claro, uno todavía no estaba preparado para contestar con sinceridad y para hablar con soltura de todo ello. Recuerdo que estaba allí muy cortado y como queriendo disfrazar las cosas y, ¡bueno! Ella realmente me sonsacaba las cosas, pero sí le costó trabajito, sí.
¿Y al final tú le dijiste que eras homosexual?
Sí, al final me reconocí y me acepté en esas sesiones. Eso fue simultáneo y coetáneo a esas primeras experiencias en el piso.
¿Te vino bien la psicóloga?
Sí.
¿Te ayudó a liberarte?
Sí.
¿Te aceptaste más?
Sí, ahí es donde empiezo a aceptarme. Yo tenía sobre veinticuatro años.
Y de ese tiempo hasta ahora, ¿qué ha sucedido?
¡Pues poca cosa! He tenido pareja, por llamarlo de alguna manera. Por llevar un orden cronológico, pues vamos a ver, ha habido varios años de nada, absolutamente de nada, ni de pareja, ni de sexo.
¿Y fueron muchos años así?
Bastantes. Yo desaproveché mi juventud en ese terreno.
¿A qué edad terminaste tus estudios?
A los veintisiete. Primero hice magisterio, luego empecé Filología Inglesa y me fui a Estados Unidos.
Esos años, ¿fueron duros para ti?
Allí no pisé el ambiente gay. Yo canalizaba mi sexualidad a través de la masturbación. En Estados Unidos aprendí a hablar bien inglés y me dediqué a estudiar y viajar por el país. No era fácil la búsqueda de relaciones homosexuales: vivía con una familia republicana de judíos conservadores. Luego volví a España y terminé Filología Inglesa.
¿A ti los sitios de ambiente te dan reparo?
Al principio me daban reparo, ahora no, pero entonces sí que me daban, pues tenía la sensación de que eran sitios peligrosos, quizá por la sombra del SIDA, ¡no sé!
¿Te daba mucho miedo el tema del SIDA?
Sí, al principio mucho.
¿Y hoy en día?
Hoy día no tanto, prácticamente no, pero vamos, cuando no tenía suficiente información sí lo tuve.
¿Y cómo ha transcurrido tu vida con las parejas que has tenido?
Pues una me duró como diez meses y la otra, tres o cuatro. O sea que son unas relaciones de pareja muy así entre comillas.
¿Dónde conociste a tus parejas? ¿En bares de ambiente gay?
Sí.
La última relación de pareja, ¿cuánto tiempo hace que finalizó?
Pues como tres años atrás.
Y desde entonces, ¿qué ha pasado?
No he vuelto a tener pareja.
¿Cómo canalizas actualmente tu sexualidad?
Pues como siempre, básicamente masturbación y de vez en cuando algún ligue.
¿Habitualmente no tienes relaciones con otros chicos?
Sí tengo, pero esporádicamente, muy esporádicamente.
¿Por qué?
Sigo en mis trece (risas).
¿Cuáles son tus trece?
No me lo monto con cualquiera y no me lo monto en los sitios de ambiente con facilidad. Realmente no me satisface una cosa así, oscura, rápida, en un cuarto oscuro, no siempre me suele apetecer.
¿Cuál es el perfil de persona que te gustaría encontrar?
Pues una cosa muy idealizada: una persona inteligente, sensata, buena persona, atractiva físicamente para mí, con los pies en la tierra, buen carácter, no sé (risas).
Por lo que estás contando, Edgar, ¿a ti Chueca no te gusta mucho?
No mucho, no. La verdad es que no.
¿Qué concepto tienes de Chueca?
Pues es un sitio que es ajeno a mí, no tengo nada que ver con él. Hay mucho exhibicionismo.
¿Tienes familia?
Sí, mis padres y tres hermanos.
¿Saben que eres gay?
Pues mira, precisamente este verano se ha enterado mi madre. Mis hermanos hace ya muchos años que lo saben.
¿Qué tal lo aceptan?
Yo soy el mayor y mis hermanos hace doce años eran jovencitos y se quedaron bastante petrificados, como si no se lo esperasen, y mi hermana, la que me sigue, reaccionó muy natural y normal.
Y tu madre, ¿cómo ha reaccionado?
Pues ha reaccionado bien. A ella se le había pasado por la cabeza, pero no lo tenía claro.
¿Tu padre no lo sabe?
No se lo he dicho todavía. Yo sí me hubiera atrevido este verano, pero mi madre no quiso y yo al final cedí y no se lo dije en aquel momento, pero pienso hacerlo en breve.
¿Tu familia es conservadora?
Mucho.
¿Homófoba?
Pues mira, mi madre no lo es, por lo que veo. Mi padre sí lo es. De hecho hace comentarios del tipo: «Mira ya se casan los maricones, ja, ja, ja».
Pero tú, Edgar, necesitas decírselo.
Sí, me apetece decírselo. Necesito que me acepte como soy. Yo no quisiera que mi padre se muriera sin que conozca verdaderamente cómo soy.
¿Te duele ser homosexual?
Pues no. No me duele.
¿Te sientes autoaceptado en todos los ámbitos hoy en día?
Sí, totalmente. Ya no tengo ningún problema con ello.
A ti, ahora, a estas alturas, ¿te genera algún tipo de angustia, de sentimiento de culpa, de depresión, ser homosexual?
Pues no me lo parece. Yo creo que a estas alturas no.
¿Profesas la religión católica?
De tradición y educación sí. Pero ahora mismo no. Ahora estoy en ese estadio de todo lo contrario.
¿Qué te aporta COGAM?
Un espacio de socialización. Conocer gente y tener amigos como yo.
¿Qué esperas de la vida?
¡Qué buena pregunta!, no sé, quizá ser un poco feliz.
¿Eres feliz actualmente?
Bueno, razonablemente feliz, no al cien por cien, siempre faltan cosas, pero tampoco soy demasiado infeliz.
Muchas gracias por todo, Edgar.