XX

UNA CARTA

He escrito una carta al profesor amigo contándole la situación espiritual en que me encuentro, lo que he leído, cómo he sido empujado de una cosa a otra hasta encontrarme en esta situación espiritual sin salida. No son detalles teológicos los que me producen dudas, sino que toda la religión se me cae como una costra. Le indico que no me importan los percances materiales. Estoy dispuesto a romper con todo, no puedo vivir con la mentira. Añado que pienso que mi estado no tiene solución, pero que si él entrevé alguna me la comunique.

El profesor me contesta que si he perdido la voluntad de creer no hay remedio por ahora. Que no se recobra la fe con argumentos.

«… Porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza diréis a ese monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará y nada os será imposible. —San Mateo, cap. XVII, 20».

El profesor amigo me aconseja que abandone el cargo sin escándalo y que me oculte.

Por si todavía me pueden hacer un efecto salvador, me envía dos obras sobre Jesucristo, una del padre Grandmaison, Jesucristo, su persona, su mensaje, sus pruebas, y la otra, Vida y doctrina de Jesucristo Nuestro Señor, del jesuita Julio Lebreton.

Mi amigo me indica que le devuelva los dos libros cuando los lea.

No me han hecho efecto. Una obra es apologética y lírica; la otra, la de Lebreton, más teológica. Ni una ni otra añade ni quita nada.

La de Lebreton, la más crítica, no desvirtúa las objeciones del racionalismo. Hay erudición para oponerse a pequeños detalles; mas cuando llegan las dificultades grandes se saca a relucir la fe. Eso no vale la pena.

«Los Evangelios son catequesis producidas por mucho tiempo y definitivamente fijadas por escrito», dice. Esto es probable. Lo mismo los Evangelios han podido estar hechos a base de predicaciones orales como de obras escritas y desaparecidas.

Al hablar del dogma de la Inmaculada, el autor dice:

«María permaneció siempre virgen, Jesús no tuvo hermanos naturales.» Luego el autor añade: «Este punto es para todo católico un dogma de fe». Entonces ¿a qué la crítica y la erudición? Es inútil. Las explicaciones del jesuita sobre las parábolas oscuras no aclaran nada. Respecto al administrador infiel elogiado en el Evangelio, dice Lebreton que Jesús le alaba por su habilidad, por su saberse arreglar.

También podría uno alabar a un falsificador hábil y hasta a un asesino inteligente por su habilidad y por su inteligencia, pero no sería muy moral.

Cuando el padre Lebreton comenta la frase de Cristo. «Dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», dice: Principio de fecundidad eterna que debía traer al mundo el orden y la paz.

¡La paz! ¡Y esto lo dice pocos años después de una guerra en que han muerto millones de hombres y cuando los italianos católicos bombardean los hospitales de la Cruz Roja en Abisinia!

Es demasiada candidez o demasiada política.

He querido ver si la teoría contraria a la bíblica, la evolucionista, de la que tan mal nos hablaban en el Seminario, es también sin consistencia o tiene más garantías de verosimilitud.

He leído en un pequeño manual de geología los distintos sistemas cosmogónicos y las hipótesis sobre la formación de la Tierra. La antigüedad de nuestro planeta es evidente. Se calcula necesario, sólo para su enfriamiento, mil seiscientos millones de años.

Se ve que los geólogos no toman en consideración la cosmogonía bíblica ni aun para impugnarla. Todo eso que los días son períodos, que la luz puede existir sin el sol, no se comenta.

Se conoce que los sabios han dicho: «¡A otra cosa!»

Después he leído un resumen acerca del origen del hombre según el transformismo.

Linneo reúne ya al mono y al hombre por sus caracteres naturales en el orden de los primates. Esto es pura zoología y no hay en ello la menor intención tendenciosa.

En este orden los naturalistas aceptan subórdenes y en el suborden de los catarrinos existen, según ellos, además de los monos, los animales antropomorfos y los homínidos. Entre los antropomorfos señalan el género Antropopithecus y el Pithecanthropus. Entre los homínidos indican varios géneros no bien caracterizados. Del Pithecanthropus parece que no hay más ejemplar que el pitecántropo erecto de Java, descubierto por Dubois en 1893.

Se supuso por algunos médicos, entre ellos por Virchow, si algunos de estos ejemplares antiguos de cráneo deformado, en vez de ser tipos de raza, no serían productos de enfermedad o de anomalía patológica.

Descubierto más modernamente que el pitecántropo es el Sinanthropus pekinensis encontrado en China en 1930. Es un tipo prehumano que no se puede considerar como un caso de anomalía o de enfermedad porque se han encontrado huesos del mismo carácter de más de veinte individuos iguales en la misma capa geológica a cincuenta metros de profundidad de la superficie de la tierra.

El cráneo que se halló hace poco cerca de Roma en Saccopastore es ya más moderno, es neanderthaloide, y los antropólogos le asignan una antigüedad de cincuenta mil a doscientos mil años.

Del mismo tipo aproximadamente, y descubiertos hace más tiempo, son los cráneos de Neanderthal y Heidelberg (Alemania), Spig (Bélgica), Krapina (Croacia), Chapelle-aux-Saintes (Francia), Gibraltar y Bañolas (España) y Rhodesia (Africa).

Luego, ya dentro de lo claramente humano, están las razas de Cro-Magnon, Furfooz, etc.

Los eslabones de la cadena genética del hombre no están completos, pero se ve que el camino va por ahí. Por ahora los antropólogos encuentran una laguna entre el mono antropoide y el hombre primitivo. Nadie sabe cuándo y cómo se llenará.

Un investigador, Selenka, demuestra que la forma de la placenta entre los monos antropoides y el hombre es igual. Otro prueba que hay una reacción de afinidad, hecha por un compuesto llamado precipitina, entre la sangre del mono y la del hombre.

El barro con que se hace Adán, la costilla de Eva y la serpiente del paraíso parece que van a pasar ya para siempre a la guardarropía olvidada.

Algunos antropólogos dicen que no admiten el monogenismo, teoría de la pareja humana única como origen, ni aun el poligenismo, la teoría de muchas parejas, porque son partidarios de la ologénesis; pero esta ologénsis no se diferencia en nada del poligenismo, porque en vez de creer en unos cuantos núcleos de nacimiento de la Humanidad se cree en muchos. Así, de Oriente a Occidente se encuentran focos de nacimiento de prehumanos: Java para el pitecántropo; China para el sinántropo; Europa para los prehumanos de Heidelberg, Neanderthal y Gibraltar, y Africa del Sur para el de Rhodesia. América parece que no tiene hombre autóctono, y el primer indio americano es, al parecer, un emigrante como el último blanco o negro llegado allí.

Seguramente nada de esto está aclarado, pero lleva camino de aclararse. Es una verdad en marcha.