XIV

MITO O REALIDAD

La existencia histórica de Jesucristo queda en entredicho. Jesús es un personaje histórico, el más importante de la historia del mundo europeo y que, sin embargo, no tiene historia.

Hay mucha crítica heterodoxa del cristianismo desde Celso, Porfirio y Juliano, hasta los Harnack y los Loisy actuales. Se necesitaría una existencia de trabajo entera para conocerla bien.

Uno de los críticos más duros y más científicos de la vida de Jesús es Strauss, el pastor protestante.

No es como Renán, que conserva toda la unción mística del cura. Strauss, no. Es un ariete, un hombre implacable.

La Iglesia y los teólogos católicos han hecho bien al no ocuparse de la crítica de Strauss, porque no tiene salida.

La vida de Jesús, de Strauss, es una crítica formidable.

¡Qué proceso de todas las contradicciones, inexactitudes, olvidos e interpolaciones! ¡Qué hombre implacable! ¡Qué paciencia! ¡Qué cuidado en esta crítica acerba! Lo extraño es pensar que este hombre fuera pastor protestante.

Voltaire hizo una guerra al cristianismo y al judaísmo muy dura. Este hombre sabía mucho. No es, como se ha querido decir, su obra un conjunto de bromas; lo que ocurre es que toda su crítica es de carácter polémico.

Respecto a los libros de Renán, tienen como un perfume de iglesia y de sacristía.

Se comprende que Renán haya sido más antipático que los demás para los intransigentes, porque la tolerancia, el respeto y la unción beata del autor les tiene que dar a éstos la impresión de un enemigo de dentro de casa.

Es natural que se prefiera la injuria y la persecución de los enemigos declarados, que las palabras del adversario que tiene algo de común con uno.

Algunos antirreligiosos deben quedar muy extrañados al leer la vida de Jesús, de Renán. Creerán, sin duda, que en este libro de tanta fama herética van a encontrar algo como un ariete contra el fundador del cristianismo, y no hay nada de eso. El ariete es Strauss El terrible Renán es, para los autores heterodoxos de hoy, un hipócrita dulzón, colaborador de la leyenda cristiana.

Strauss es un crítico duro de los Evangelios. Decir, como dicen los profesores de los Seminarios: «Esto no tiene valor», es ridículo.

Strauss, al estudiar la vida de Jesús habla de mitos, de leyendas y de añadidos.

Renán asegura que no se puede emplear la palabra mito para las relaciones evangélicas sospechosas de falsedad, y que hay que emplear mejor la de leyenda. El mito, para él, demuestra una mentalidad y una poesía superior, por ser de los arios.

Esto me parece absurdo y ridículo. El Antiguo y el Nuevo Testamento yo dudo de que puedan servir de base a la ciencia y a la moral del porvenir; pero que son muy superiores, como literatura y como historia, a esos poemas indios tan celebrados y que la mayoría no son más que un conjunto de vulgaridades fastidiosas, es evidente.

La prueba es el efecto que han hecho unos y otros en el mundo.

Hoy se puede leer el Eclesiastés o el Evangelio de San Juan; ¿pero quién es capaz de leer el Zendavesta o el Rig-Veda? ¿Quién va a pensar que es algo trascendental la manera de educar a los perros o de cortarse las uñas, o la de saber la diferencia de castas, ateniéndose a la jeta amarillenta de los indios asiáticos? Todo esto es consecuencia de la moda y de la preocupación de proceder de unos fantástico arios que venían del Asia.

La crítica de Strauss es puramente negativa, pero más ceñida que la de Renán. He leído que el filósofo Hegel, partidario de un sistema trino de contradicciones, consideraba que la idea tiene tres momentos o hipóstasis en su proceso evolutivo: 1.º, la idea en sí, sencilla, afirmativa y categórica: la tesis; 2.º, la idea fuera de sí, en contra de sí misma: la antítesis; 3.º, la idea dentro y fuera de sí: la síntesis.

En esta cuestión del cristianismo la tesis es el Evangelio; la antítesis, la crítica bíblica. Lo que falta por ahora, desde un punto de vista racionalista, es la síntesis.

Hay autores que afirman con textos que Jesucristo no ha existido; que los Evangelios son una falsificación combinada cien años después de la muerte de un reo condenado por orden de Pilatos, llamado Bar-Abba (Hijo del Padre), y hecha a base de ella. Por otro lado, Frazer afirma que Bar-Abba no era el nombre propio de un criminal determinado, sino la expresión consagrada para designar la víctima de un sacrificio humano anual, o de la ejecución que remplazaba a este sacrificio.

Orígenes, hacia el 250, leía en un antiguo manuscrito del Evangelio de San Mateo que Barrabás se llamaba Jesús Bar-Abba, que en arameo significa: Jesús, hijo del padre.

Reinach supone que Barrabás y Jesús eran la misma persona.

Las coincidencias de la vida de Jesucristo con las de los demás dioses son un poco extrañas.

Jesucristo nace en el solsticio de invierno, en un establo, como la mayoría de los dioses de la antigüedad.

Así nacen también Osiris, Horus, Hércules, Baco, Adonis, Mithra, Tammuz, Agni, Manu, Buda, Hermes, y Zeus. Para algunos tratadistas todos estos dioses, de aire más o menos humano, son viejas representaciones del sol.

Noël, dice Frazer en el Ramo de Oro, no es más que una celebración pagana del solsticio de invierno.

Jesús nace de una virgen, en el portal de Belén, en una gruta, según tradición antigua. Esta gruta, para algunos, era un mithreum; otros creen que un lugar de adoración de Tammuz o Adonis. Los reyes asirio-babilónicos, de carácter divino, se consideraban hijos de Istar, de la diosa madre y virgen. El tema del nacimiento virginal tiene, según los mitólogos, un doble origen solar y antropomórfico. Jesús cura a los enfermos, resucita a los muertos; nace y muere con el sol.

La historia de Cristo repite la del Buda Sakiamuni. Le anuncia una estrella, como también a Confucio y a Krishna; es hijo de una virgen, le adoran los reyes, le tienta el diablo.

No hay entre la fecha litúrgica de Navidad, del 25 de diciembre, la más mínima relación con algún dato histórico del nacimiento de Jesucristo.

Un tratadista muy documentado, Guignebert, dice: «La fecha fue fijada en Roma, probablemente en el primer cuarto del siglo IV, tras de largas vacilaciones. Hipólito, al comienzo del siglo III, era partidario de esta fecha; pero poco después, en el mismo tiempo, Clemente de Alejandría se decidía por el 19 de abril. Se proponían también el 18 de abril, el 29 de mayo y el 28 de marzo. La relación de San Lucas con sus pastores, pasando la noche en los campos, evoca más bien la primavera que el invierno. Sin embargo, en Oriente y por un acuerdo más general, se aceptaba como fecha del nacimiento de Cristo el 6 de enero.»

Hay además las mayores probabilidades, dicen el autor citado y otros, para que la fiesta del dios solar Mithra, fijada el 25 de diciembre, haya contribuido a señalar la misma fecha para la Natividad.

En la fiesta de Natividad hay también una influencia evidente de las saturnales romanas.

En la época moderna, entre los investigadores libres, hay los que creen en la existencia histórica de Jesucristo y los que no creen en ella, y éstos son la mayoría.

Para Robertson Smith, constituye un mito judío antiguo. Jesús-Joshua era una divinidad solar de Ephrain, adorada bajo los signos del carnero y del cordero, relacionada con Adonis y Tammuz y con algunos recuerdos añadidos de San Juan Bautista.

Muchos críticos y eruditos se manifiestas convencidos de que Jesús no ha existido. Aseguran éstos que el número de dioses encarnados parecidos a él es grande.

La historia de la crucifixión se hace derivar de una relación anterior, en la que se cuenta la muerte de un cierto Jesús Ben Panthera, o Ben Pandera, que fue colgado la víspera de Pascuas, durante el reinado de Alejandro Janneo, cien años antes de la era cristiana.

Los judíos, en el Talmud o los Talmud, son los que han propagado esta versión, afirmando que Jesús (Jeschu) era hijo de un militar romano llamado Panther, o Pandera, y de Miryam, y que se condenó por mago y por enemigo de la ley de Moisés, y que fue muerto atado a una columna y lapidado.

Se tiene la prueba de que existía en época primitiva el culto de un dios solar llamado Joshua, o Jesús, y cuyos doce discípulos estaban simbolizados por los signos del Zodiaco. Joshua, o Jehoschua, era primitivamente el mismo Jhaveh, que socorre.

Los dioses Osiris, Attis, Adonis, Dionysos, Heracles, Prometeo, son sacrificados y torturados para la redención de la Humanidad.

En la crucifixión, el día anterior a la Pascua, en la presencia de otras dos víctimas, una a cada lado de Jesús; en el hecho de que fuera revestido de hábitos reales; en la liberación de un prisionero llamado Barrabás, y en otros detalles, encuentran los críticos y mitólogos el ritual de los sacrificios humanos.

La ascensión aparece en las religiones anteriores. Adonis y otras divinidades suben al cielo en plena apoteosis después de su resurrección. Hay un detalle en el cristianismo que se cree tomado del culto de Adonis y de otros mitos paganos: es el descendimiento de Cristo a los infiernos, que aparece en el credo de Atanasio y en el credo de los Apóstoles. El origen de este hecho es la historia de Orfeo.

Jesucristo desciende al limbo o al infierno durante el período de tres días que separa su muerte de su resurrección, a llevar al cielo las almas de los patriarcas. Este viaje no está en ninguno de los Evangelios, pero aparece en el apócrifo de Nicodemo y en el credo. En el Evangelio de Nicodemo se cuenta la relación de los hijos de Simeón (Carinus y Lunius) que, resucitados entre los muertos, narran el descendimiento de Cristo a los infiernos y sus predicaciones entre ellos.

Para algunos críticos el cristianismo es un fenómeno social y un brote de comunismo. Hay quien cree que Jesús es el mito del Gilgamesch babilónico, transformado; otros siguen la tendencia de tomarlo por un tipo astral.

Barthelemy Saint-Hilaire supone que Jesucristo fue un monje budista del Monte Carmelo.

Según Ernesto de Bunsen, el origen del cristianismo estaría en el Zend-Avesta. Las doctrinas de Zoroastro, al penetrar de una manera misteriosa y secreta entre los judíos, habrían ido produciendo sectas de carácter ario: la de los esenios, la de los terapeutas y luego la de los cristianos. La doctrina aparecería antes en el Ecclesiastes de la Biblia Antigua y sería esencialmente indo-germánica y no semítica.

Para muchos de estos investigadores modernos, un cristianismo, si se podía llamar así a un cristianismo sin Cristo, existía antes de la venida de Jesús.

En los esenios debía de haber principios de moral austera muy parecida a la de los cristianos. Éstos adoraban, en parte, al sol.

Chrestos, en griego bueno, honorable, virtuoso; Logos, la palabra, la razón, el buen sentido, la inteligencia divina; el verbo, verbum, con muy varias significaciones, estaban ya imaginados antes de la existencia real o supuesta de Jesús.

Para algunos investigadores Cristo era una hipóstasis de la divinidad relacionada con la cruz, anterior al cristianismo, como representación del fuego y del hombre, y con el cordero, también signo solar llamado Agni.

Del Agni sánscrito, fuego y dios del fuego, que aparece en el Rig-Veda, los latinos habían hecho Igneus (inflamado, ardiente); los griegos tenían la palabra Agnos (inocente, puro), y los latinos Agnus (cordero). De aquí, según algunos, la confusión entre Agni e Igni.

Cuando en el Evangelio de San Juan se dice (cap. I, 29): «El siguiente día ve Juan a Jesús que venía a él y dice: ‘He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. (Ecce Agnus Dei Ecce qui tollit peccatum mundi), frase transformada en la letanía en Agnus Dei qui tollis peccata mundi. En vez de ser “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, sería “He aquí el fuego de Dios que limpia las impurezas del mundo”».

Indudablemente, es más lógico que sea el fuego el purificador que no el cordero.

La religión más parecida a la de Jesucristo es, según algunos críticos, la de Mithra, la del sol invicto (Sol invictus Mithra). Tertuliano, para explicar esta semejanza, dice: «El diablo imita los rasgos principales de nuestros divinos misterios». Lo mismo asegura Justino el Mártir. Mithra, antigua divinidad persa, había nacido en Navidad. En el mithraísmo existía el bautismo y la comunión. Los mithriacos comían un trozo de pan consagrado y bebían sangre en una copa.

El pan de la comunión de los adeptos de Mithra, cortado en forma de hostia, estaba cada uno marcado con una cruz.

Los adeptos de Mithra se llamaban soldados de Mithra; como los adeptos de Cristo, soldados de Cristo. Mithra, de niño, era adorado por los pastores. Los mithriacos habían escogido como fiesta el domingo, día de sol, como después los cristianos. El jefe de los mithraístas era Pater Patrum (padre de los padres) y habitaba en Roma y usaba tiara.

Respecto a las fiestas cristianas, todas están tomadas y adaptadas del paganismo: la Navidad, la Epifanía, la Cuaresma, la Pascua, el día de San Juan, el día de los Muertos…

La Pascua era una fiesta de Mithra.

Hay tratadistas que no toman en serio las semejanzas que encuentran los mitólogos entre Jesucristo y los demás dioses…

Entre éstos hay muchos protestantes.

El abate Loisy, católico disidente, como la mayoría de los pastores de la Iglesia reformada, defiende la existencia de Jesucristo como figura humana e histórica, y dice:

«Jesús, como un obrero de aldea, cándido y entusiasta, cree en el próximo fin del mundo, en la instauración de un reino de justicia, en el advenimiento de Dios sobre la tierra, y fortificado con esta primera ilusión, se atribuye el papel principal en la organización de la irrealizable ciudad, se pone a profetizar invitando a todos sus compatriotas a arrepentirse de sus pecados a fin de reconciliarse con el gran juez, cuya venida es inminente y será súbita como la de un ladrón, y recluta un pequeño número de adherentes iletrados, no pudiendo encontrar otros, y provoca una agitación desde luego poco profunda en los medios populares.»

Esta opinión de un cura es de las que más efecto me han hecho.

Realmente, cuando estábamos en el Seminario ninguno de nosotros había leído ni había pensado en los Evangelios. Veíamos la figura de Cristo no de una manera mística ni de una manera histórica, sino de un modo retórico. Nuestro Cristo era un Cristo jesuítico, de pelo rizado y de capilla churrigueresca.